
Pero no nos pongamos románticos. A pesar de que en verano todo parece más fácil y nos da la sensación de vivir en un continuo “recreo”, lo cierto es que es el calor el verdadero culpable de que nos pasemos el día más salidos que el pico de una plancha.
Y es que las altas temperaturas tienen la extraordinaria capacidad de hacer subir nuestra libido. Los vestuarios, cada vez más ligeros, las ganas de refrescarse y los días de vacaciones en los que no tenemos nada que hacer, originan que nos entren ganas de sexo, y muchas. Nuestro apetito sexual se dispara, y tenemos la misma sensación que cuando ingerimos el afrodisiaco más potente.

Otro factor importante es que en primavera y el verano es la mejor época para el apareamiento. Los rayos ultravioleta incrementan el nivel de testosterona en los machos en un 120%, mientras que en las hembras se liberan estrógenos, lo que favorece la ovulación. La naturaleza predispone a los dos sexos para que coincidan y copulen, con el fin de perpetuar la especie.
En definitiva no sabemos si es por la química o por el efecto del físico, pero casualmente en verano los portales de contactos y de búsqueda de pareja registran más socios y las ventas de condones aumentan, aunque a veces sean solo meras expectativas y se vuelva de las vacaciones con el paquete sin estrenar. Pequeñas conclusiones que nos dejan perplejos y que demuestran que sí, que en verano, sea por lo que sea, tenemos muchas más ganas de tener sexo. Así de fácil.





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