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Relato erótico del trío bizarro que hice con una pareja

Hola a todos! Hoy traigo otro relato que me ocurrió hace poco con una pareja…

Como siempre hago, para evitar dar sus nombres reales y mantener su privacidad, nos inventaremos unos nombres. Les llamaremos Alberto y Elena.

Nos conocimos por una web para gente swinger. Ellos me hablaron primero, me dijeron que les gustaba mi descripción de perfil. Vivíamos relativamente cerca y nos podíamos conocer en persona.

Se presentaron como una pareja de entre 55 y 60 años, con sobrepeso, y que estaba queriendo probar cosas que siempre habían reprimido. Parecían sentirse algo inseguros por ello, pero a mi me da igual. A mi personalmente me gusta el morbo, los cuerpos me dan un poco igual. No voy a negar que los cuerpos cuidados atraen, pero me gusta más llevarme bien con las parejas y que exista química. Eso me enciende, que todos lo pasemos bien.

Creían que un chico de 30 años les diría que ni de coña. Pero como he dicho, para mí el morbo y la química es mejor que un cuerpo diez, y así se lo transmití.

Hablamos un par de semanas, nos cambiamos fotos, y nos dijimos algunas cosas que nos gustaría hacernos… jejeje

Decidimos quedar un día para ya poder conocernos en persona. Alquilé una habitación en la ciudad donde ellos viven para hacérselo todo más fácil.

Quedamos en un bar, a la vista de todos. Esto es algo normal, y recomendable. Siempre quedar en un sitio público, con gente que os pueda ver, no vayáis a quedar con algún loco a solas jajaja

Allí nos conocimos, nos saludamos por primera vez en persona. Alberto era un poco más bajito que yo, calvo, y velludo color blanco en la parte del pecho. Elena era rubia, teñida, una mujer muy grande, con unos pechos gigantes acorde a su robusta figura, su cabeza me llegaba a la altura de mi pectoral, no era muy alta.

Nos tomamos un par de cervezas mientras nos reíamos y hablábamos, pero todos teníamos en mente lo que queríamos. Menos mal que me dijeron que vivían cerca y que si quería ir a su casa para pasar al plato principal, la tensión ya me estaba matando.

Allí nos fuimos. Un piso acogedor, pequeño. Me llevaron directamente a la habitación, y Alberto se quedó hablando conmigo, ambos sentados al borde de la cama, mientras Elena dijo que se iba a poner más cómoda.

Alberto me confesó que estaban nerviosos, que era apenas su segunda vez haciendo algo así y aún no se habían acostumbrado del todo. Yo tampoco estoy muy lejos de aquello, eran la tercera pareja swinger con la que iba a tener sexo.

Elena volvió, con un sujerador de encaje negro, y unas bragas que conjuntaban. Era precioso. Sus carnes sobresalían y la ropa interior de encaje dejaba muy poco a la imaginación, se veía casi todo.

Se empezó a acariciar los pechos mientras nos miraba. Alberto rápidamente se quitó la ropa y se empezó a frotar la polla mirando a su mujer. Yo hice lo mismo, me quité la ropa, y empecé a frotarme el pene.

Elena me vino a dar un beso, uno con lengua, a lo que respondí igual con entusiasmo. Mientras nuestras lenguas jugaban, Alberto tocaba su culo y besaba su cuello. Mis manos se dividieron entre uno de sus pechos y su cintura. Ella cambiaba para besarse entre su marido y yo. Nos agarró las pollas y empezó a pajearnos mientras nos seguíamos besando.

En un momento dado, Alberto me dijo:

-Oye, no habíamos hablado de esto, pero yo soy bisexual. ¿Me dejarías chuparte la polla?

Yo quedé en shock. Siempre me he considerado heterosexual, nunca me ha resultado atractivo el cuerpo de un hombre. Pero en medio del morbo dije “¿por qué no? No me está pidiendo que haga nada, simplemente que me deje chupar”. Tenía curiosidad.

Accedí. Pero no quería quedarme quieto sin más, me gusta ser activo, a si que pedí hacerle sexo oral a Elena mientras Alberto me lo hacía a mi. Me tumbé en la cama, y ella con mucho cuidado colocó su vagina en mi boca. Alberto me empezó a chupar mientras yo se lo hacía a su mujer.

Entre Alberto y yo nos turnabamos para hacerle sexo oral a Elena, y entre ellos dos se turnaban para hacermelo a mi. Elena ya se había conseguido correr bien fuerte. Al final, Elena nos lo hizo a ambos. Todo se sentía como puto éxtasis, el morbo por el morbo, un desenfreno entre carne, sudor y fluidos que me volvía loco.

Seguramente por estar en ese estado de locura, tenía las defensas bajas, y ya no pensaba con la cabeza desde hace rato, si no con la polla. Alberto aprovechó esta situación:

-Esto es genial. – dijo Alberto – Yo soy muy sumiso, quiero ser vuestra puta y que me uséis. ¿Me podrías penetrar a mi también?

Ya no sabía qué responder… Accedí a dejarme chupar, pero penetrar a un hombre era diferente, no estaba del todo seguro. Pero la emoción del momento, y ver como se puso a cuatro patas en el suelo ofreciendo su culo, diciéndome que lo tratase como una puta… hizo que no me resistiera más.

-Vamos, fóllatelo bien. A él le encanta. – me dijo Elena al oído – Puedes tratarlo como quieras. Le gusta ser una puta muy sumisa.

Al no poder contenerme más, lo hice. Me puse un condón. Mientras lo hacía, Elena le comía el culo a Alberto y lo untaba con una mezcla de lubricante y saliva. Me puse de rodillas y se la metí.

Qué estrecho estaba. Era mi primera vez tanto penetrando a un hombre como haciendo sexo anal. En ese momento me volvieron los nervios.

-¿Te duele? ¿Estás bien…? – le pregunté.

-¡SI! ¡Me duele! ¡Pero sigue! ¡Soy tu puta! ¡Quiero más!

No hacía más que gemir y pedir más, que se la metiese entera, que le golpease por todos lados. Ya no aguantaba más. Decidí darle todo lo él me pedía.

-¡¿Quieres ser mi puta?! ¡Pues jodete zorra! – le grité.

Le empujé la cabeza contra el suelo, y le puse mi pie en su cabeza. Le empecé a follar sin miramientos. No pensaba parar.

-¡Grita cuánto te gusta, zorra! – le exigía Elena.

-¡Si! ¡Me gusta! ¡Me gusta su gran polla dura! – gemía Alberto extasiado de placer.

Yo mientras me besaba con Elena. Era un momento único, nunca me habían pedido algo así. Decidí darlo todo de mí. Alberto se corrió mientras yo le follaba el culo.

Al rato cambiamos, le tocaba el turno a Elena. Pero antes de eso, seguimos con el juego.

-Este condón ha estado en tu culo, no quiero contaminar a la hermosa Elena con él. Cambiamelo. – le exigí a Alberto.

Esto básicamente es por higiene, si vas a usar diferentes agujeros, o a interactuar con diferentes personas, cambia el preservativo jajaja pero decidí darle un toque que nos permitiese seguir con el juego de rol.

-¿Puedo chupartela un poco antes de que se lo metas? Quiero más polla… – decía mientras miraba fijamente mi miembro.

Yo miré a Elena buscando su aprobación. Ella asintió. Él comenzó a chuparme de nuevo mientras ella se tumbaba y se preparaba para mi. Se tocaba el clítoris hinchado, mientras los flujos de su vagina salían…

Tras un par de minutos ya fue suficiente. Le tocaba a ella. Se puso en misionero y con un nuevo condón puesto, se la introduje. Alberto se fue a la cabeza de su mujer y le pidió con algo de miedo si le podía comer un poco su polla.

Era increíble como ese hombre que hace apenas un par de horas que había conocido en persona y con el que hablé durante 2 semanas, y que parecía un hombre normal y decidido, ahora fuese una especie de jovencita con miedo a todo que buscaba desesperadamente sexo.

Los pechos de Elena rebotaban, junto con toda su carne. Era hipnótico de ver para mí. Alberto jadeaba mientras su mujer se la chupaba. Ya se había corrido antes mientras yo le penetraba, pero ahora volvió a hacerlo en la cara de su mujer.

-¡Perdone mi ama! ¡No quería hacerlo así! – dijo con miedo en su mirada.

-Esta bien. Límpiame, anda. – dijo Elena, distraída por mis embestidas.

Yo seguía y seguía empujando a Elena. Al cabo de un rato, cambiamos, le tocaba de nuevo a Alberto. Así nos estuvimos turnando durante un rato, un rato le penetraba a él, y un rato le tocaba a ella.

Al final probamos algo que Alberto y Elena querían desde hace tiempo. Elena siendo penetrada por Alberto, al mismo tiempo que un hombre le penetraba a él. Resultó ser más difícil de lo que podía parecer, pero lo conseguimos.

En mitad de esta escena, Alberto se corrió por última vez. Era más placer que persona en ese momento, sus ojos estaban en blanco. Calló exhausto a un lado.

En ese momento yo seguí con Elena, mientras Alberto nos miraba incapaz de moverse. Tras un buen rato, ya era suficiente sexo. Saqué mi polla de ella, me quite el condón, y ambos se pusieron a lamer.

Me masturbé todo lo rápido que pude, y terminé llenando de leche las hermosas y enormes tetas de esa mujer.

Los tres estábamos agotados, y nos tiramos en la cama, cada uno frotando su zona íntima. Hablamos un rato, si nos había gustado, qué tal estábamos, que teníamos que repetir…

Tras un rato de charla, nos despedimos, y me fui al lugar que alquilé para dormir.

Ese día, con esa pareja, me di cuenta de que a lo mejor no soy heterosexual al 100%, si no más bien un “heteromarrano”. Un hombre heterosexual que, en un momento increible de excitación, puede hacerles cosas a otros hombres, siempre que se porten bien y sean sumisos claro… jejeje descubrí una faceta de mi ultra dominante que me alegra saber que existe.

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