Relato XXX : La dueña de mi corazón, historia lésbica de mucho sexo…

Para entender mi presente hay que conocer mi pasado.

No conocí a mis padres, según me contaron, cuando nací mi mamá tuvo algunos problemas con el post parto, un virus, al menos eso dijeron los médicos en ese entonces, empezó con picos de fiebre y en un par de semanas entró en coma, nunca salió del hospital, falleció semanas después.

Para mi padre todo se hizo cuesta arriba, había perdido al amor de su vida y vio en mi la causa de su desdicha, me dicen que no me quería, no podía soportar lo que había sucedido, empezó a beber para curar sus heridas y se metió en un camino sin retorno, y cuando yo estaba por cumplir dos años se metió su revolver por la boca y se pegó un tiro.

Yo no tengo conciencia ni recuerdos de todo esto, solo conozco sus rostros por fotos y es todo lo que se de ellos.

Índice de Contenidos

Parte 1

Cuando mi papá dejó este mundo me transformé en una incómoda carga para el resto de la familia, deambulé de casa en casa, de parientes que me pasaban de mano en mano, es que todos ya tenían familia formada, y por distintos motivos, no cuadraba en ningún sitio.

Todos concluyeron que Amalia, la hermana mayor de papá, la solterona, era la mejor opción para mi futuro, ella reunía todas las condiciones, no tenía compromisos, no tenía niños, y tenía un muy buen pasar económico. Ahora bien, esa era la mejor solución para todos, menos para mi tía, ella era solterona por decisión propia, egocéntrica, de mal carácter, no le interesaba compartir su vida con nadie, un hombre a diario en su cama solo suponía problemas y ella solo estaba disponible para si misma.

Y si los hombres no entraban en su vida, los niños menos, los niños implicaban responsabilidad, tiempo, dinero, problemas y sobre todo, la posibilidad de encariñarse con alguien, cosa que ella no estaba dispuesta a discutir.

Como fuera, le encajaron el paquete a la tía Amalia, y eso es todo lo que fui para ella, una carga en su vida.

Siempre sentí que en su mundo yo tenía la misma importancia que Miska, su amada gata, nunca me mostró afecto, fría como el hielo y necesité buscar afuera lo que en casa no tenía. Así me la pasaba en la calle, haciendo amigos de la vida y conforme pasaban los días las discordias con mi tía iban en aumento, ella trataba de enjaularme como a una fiera, y yo, empecé a tomar coraje para enfrentarla, y nuestros cruces se hicieron ácidos, hirientes y solo iba casa a dormir, los gritos eran moneda corriente y ella amenazaba una y otra vez con dejarme en la calle, sus reproches eran moneda corriente, que era una desagradecida, una mala niña y me refregaba en la cara que de no ser por ella hubiera terminado en un orfanato. Sin dudas eso era verdad, pero cual era mi culpa? yo no había elegido venir al mundo.

No necesité que me empujara a la calle, vivir con ella era vivir en el infierno y nada podía ser peor, tenía doce años cuando dejé para siempre esa vieja arpía, me juré jamás volver a verla, ni a ella ni a nadie de la que decía ser mi familia.

Mi hogar fue la calle, y un año después tendría mi primera experiencia íntima, con otra chica con la que nos llevábamos bien, ella era dos años mayor y solo fue un beso de curiosidad, quería saber que se sentía y fue solo eso, un beso en los labios, simple, puro, un beso que había logrado mover en mi muchas cosas de un prematuro despertar sexual.

Y seguí mi camino, soñaba con ser la cantante de una banda de rock, pero a pesar de mi juventud, sabía que mi futuro terminaría en la prostitución o en la drogadicción, veía en las chicas mayores con las que me frecuentaba un espejo de lo que sería en poco tiempo así que me las arreglé para retomar mis estudios en una escuela nocturna donde no preguntaban mucho, tenía quince y debía ser muy cautelosa y pasar desapercibida para no terminar en un correccional de menores.

También conseguí un empleo a medio tiempo, eran unas monedas en un bar por lavar los trastos sucios de la noche anterior, pero me alcanzaba para mantener mi dignidad y poder sobrevivir.

María era la dueña de ese bar, una abuela muy noble de blancos cabellos, al verme tan laboriosa se apiadó de mí y me arrendó en forma clandestina un humilde cuarto para que pudiera dormir y alejarme de las calles, lentamente mi vida empezaba a acomodarse, nunca daba explicaciones a nadie, ni de dónde venía, ni a donde iba, no tenía por qué hacerlo, era dueña de mi propio destino.

La anciana tenía una nieta de mi edad, una colorada de ojos celestes con la que congeniamos rápidamente, y fue en verdad la primera persona con la que hice el amor, donde fue más que un simple beso.

Ella venía a mi cuarto a escondidas, porque en su entorno nadie hubiese tolerado una relación entre chicas, y nuestros encuentros eran rápidos y muy explosivos.

Todo estaba bien en mi vida, hasta que a los diecisiete apareció Cristian, el primer hombre en mi vida, un nuevo cliente del bar que venía a diario a almorzar en medio de su trabajo.

A esa altura yo ya solía atender las mesas y todo empezó cuando me arrancó una sonrisa, y de sonrisas pasamos a caminatas, de caminatas a besos y sin darme cuentas estaba teniendo sexo con un chico, y todo fue muy rico.

Por un tiempo mantuve una doble relación, con Natalia, la colorada de ojos celestes por un lado y con Cristian, el chico del bar por otro, descubrí que lo mismo me daba, una mujer o un hombre, una vagina o un pene. Solo un detalle, Cristian sabía de mis amoríos con Natalia y más de una vez fantaseábamos con un trío, pero debía mantener a mi chico alejado de todo esto, Natalia no sabía nada sobre Cristian, y ella era muy celosa y posesiva, sabía que estaba enamorada de mí, no le iban los chicos, y no le iba nadie que estuviera cerca mío.

Con los dieciocho años llegaría un alivio, mi mayoría de edad, había pasado todas las tormentas de la vida y no había sucumbido, era decente, tenía un empleo y estaba avanzada en mis estudios. Fue en esos días cuando mi chico vino con una propuesta laboral bajo el brazo y me propuso mudarnos juntos, pasaríamos de vivir al pie de los cerros a orillas del mar, a mil kilómetros de distancia, de una punta del país a la otra.

Sabía que no amaba a Cristian, es cierto, solo estaba bien y disfrutaba su compañía, solo eso, pero tenía en mis manos una oportunidad que no podía dejar pasar, un cambio, un crecimiento personal, dinero, algo que no se daba muy a menudo.

Armé mi maleta, con mis pocas prendas y mi bagaje de ilusiones, y solo desaparecí, fui cobarde, no tuve la cara para agradecerle a la vieja María todo lo que había hecho por mí, y menos para mirar a los ojos a Natalia y romperle el corazón, solo me esfumé como una sombra en la noche, como alguna vez había dejado atrás a mi tía Amalia, solo cerrar una puerta para abrir otra.

Y fue cuando conocí el mar, la playas, pisar la arena con los pies descalzos, el calor del sol en mi piel, el aroma del agua salada, algo que hasta ese momento solo había visto en películas y también vi crecer a Cristian en su incipiente negocio inmobiliario.

Dos años después terminaba mi relación con mi pareja, el quería más de mí, quería profundizar el compromiso, él pensaba en un hogar, en tener hijos, tener raíces, y yo por el contrario solo quería ser libre, no lo vi necesario y empezaron los roces.

Yo disfrutaba mucho ir a la playa a tomar sol, y ya tenía un cuerpo muy bien formado, ya saben, y llamaba la atención con mi larga cabellera morena y en especial con el generoso tamaño de mis pechos, fue cuando apareció Tobías en mi vida, un cuarenton musculoso lleno de anillos, apareció de la nada y se sentó a mi lado, me comentó que representaba modelos y que siempre andaba a la búsqueda de nuevos talentos, y que mi perfil pulposo, mi altura, y mi rostro singular daban para imaginar, yo solo lo dejé hablar sin saber dónde terminaría todo, pero la vida me había enseñado a tomar oportunidades, cada oportunidad que se presentara en el camino.

No di respuesta ese día, pero si dejé una puerta abierta a ese hombre al darle mi nombre y permitir que agendara mi celular. Me llamó un par de veces y empezamos a contactarnos por correo electrónico, en esos días no existía el WhatsApp, a todo esto, mientras frecuentaba a Tobías por escrito, poco a poco iba cerrando mi historia junto a Cristian, el futuro pisaba mi pasado y mi vida cambió de repente.

Empezó a pedirme algunas fotografías subidas de tono, como para ‘ver la mercadería’ y empezar a darle forma a sus nuevos proyectos. Confieso que en ese momento me dió mucho pudor, yo no era una chica de hacer esas cosas, pero conforme tomé mi cámara digital y empecé a tomarme fotos, con el formato en el que hoy en día se llaman selfies, comencé a sentirme a gusto, me vi bonita, sexi, y se me fue haciendo natural.

Claro, era lo suficientemente precavida como para no mezclar en un cuadro mi rostro y mi cuerpo desnudo. Aun guardo alguna de esas tomas, como la que les regalo en este texto.

Así fue como el cuarentón se transformó en mi representante, aprendí a modelar y empecé a conocer muchas chicas bonitas.

relato sexual lesbicoCasi sin darme cuenta, como una tonta, en los siguientes siete años pasaría por todo lo que había evitado con anterioridad, me transformé en lo que nunca quise ser, lo disfruté cierto, pero no era lo que quería, toda mi adolescencia había luchado por no ser una prostituta, y ahora una mujer con cierta madurez mental, corría tras una promesa de dinero y se transformaba en una putita del montón.

Tobías era un tipo muy hábil para los negocios, empezó a promocionarme, eventos por la noche, lugares donde necesitaran un cuerpo bonito, fiestas nocturnas, concursos de ‘bikini open’ en playa, y todo lo que significara dinero. Ahora bien, hablando de dinero, él se quedaba con casi todo y yo recibía una pequeña parte, lo suficiente para arrendar un lindo piso y no mucho más, tenerme la rienda corta era la mejor manera que mantener a su yegua bajo control.

Y en esa fiestas empezaron los desvíos, alcohol, descontrol, siempre terminaba en sexo, orgías, hombres, mujeres, uno, dos, tres, cualquiera con cualquiera, bizarro, lo que imaginen, era normal, besarme con extraños y extrañas, intimar con personas que seguramente no volvería a ver al día siguiente, o personas que jamás sabría siquiera como se llamaban, y no se confundan, no lo hacía por plata, lo hacía por placer, me había reprimido muchos años, y ahora se habían abierto las puertas del infierno, y amaba el infiero.

En esos años deambulé en una fragilidad amorosa, en relaciones sumamente inestables, volátiles y explosivas, a veces convivía con algún chico, a veces con alguna chica, lo mismo me daba, toda relación terminaba más rápido de lo que empezaba, a veces deambulaba entre dos o tres relaciones al mismo tiempo, infidelidades, celos, problemas…

Repasando mi vida concluí que al igual que mi tía la solterona no quería enamorarme, no quería compromisos, nada a largo plazo, pero mis motivos eran diferentes, nunca me habían querido, siempre me sentí el desprecio del mundo, y tenía terror a un abandono, vivía sumergida en una coraza para evitar que me lastimaran, porque no hubiera podido tolerarlo.

Pero ella aparecería en mi vida…

Estaba llegando a los treinta y para Tobías no tenía mucho futuro, estaba ya vieja para sus negocios y siempre aparecían nuevas chicas, Alma era una de ellas, apenas tenía veintitrés, nos conocimos una noche, en una fiesta, algunos hombres nos animaron a que tuviéramos un juego lésbico, algo que enloquece a los chicos y siendo dos extrañas nos comimos las bocas, los pechos y nos fundimos ronroneando como gatas, todo esto antes de terminar en un enredo loco entre hombres, mujeres y alcohol.

Cuando me desperté, estaba mirando al techo, y la cabeza de la joven descansaba sobre mi vientre, profundamente dormida, su baba había chorreado desde su boca, mojando mi piel.

Tenía el cabello lacio, un cutis delicado y a pesar de su maquillaje, de sus ojos pintados, de su rímel corrido, de sus labios aun impregnados en pintura labial, pude ver el tierno rostro de una niña pura e inocente.

Solo acaricié sus cabellos hacia atrás para contemplar sus facciones de lleno antes de zamarrearla para despertarla.

Fue la primera vez que hablamos, cuando le dije mi nombre, cuando me dijo el suyo, cuando cambiamos sonrisas. Me dijo que le gustaba la playa, tomar sol, así que concluimos que seguramente ya nos volveríamos a ver.

Sucedió tres días después, estaba jugando vóley playa y me quedé embobada observando sus curvas que arrancaba suspiros a los casuales caballeros que pasaban por el lugar y fue el comienzo de todo.

Nos hicimos compinches, la pasábamos muy bien juntas y propuso probar vivir bajo el mismo techo, como amigas, claro, cada una con su vida, pero compartir un departamento traería beneficios económicos para ambas, así que me mudé nuevamente, corrió su cama hacia una de las paredes y me dejó el otro extremo del cuarto para mí, casualmente el mejor lugar, donde estaba un amplio ventanal con vista al mar.

Y nuestra convivencia fue de lo mejor, compartíamos todo, o casi todo, y nuestros encuentros sexuales en fiestas nada tenían que ver con nuestra incipiente relación.

Después de un tiempo decidimos juntar nuestras camas, una contra la otra, y más adelante terminaríamos comprando una sola doble plaza, para dormir juntas, y en esa cama era solo dormir.

Alma y yo íbamos juntas a todas partes, ella me llamaba ‘corazón’, decía que éramos ‘corazón y alma’, y la puta que veía vestida cada noche, contrastaba con la niña de amplio pijama rosa que observaba cada mañana cepillándose los dientes, en sus pantuflas con oreja de conejo.

Y pasó lo que debía pasar, fuimos a la cama a ver una película, y empezamos con cosquillas y una cosa llevó a otra y terminamos haciendo el amor, puro, dulce, hermoso.

Esa noche, después de hacerlo, ella se quedó dormida a mi lado, pero yo me quedé despierta, sin poder conciliar el sueño, recordando la forma en que le había dicho que la amaba, muchas veces lo había dicho con liviandad a mis parejas solo para complacerlas, pero ahora sentía que esas palabras habían salido de mi corazón, y eso me aterrorizaba, en verdad me estaba enamorando y eso no podía permitirlo, no podía dejar que las cosas se salieran de control.

Los días siguieron su curso, y Alma caló profundo en mí, me enamoré perdidamente de ella, y con treinta y dos años me había desentendido de mis días de modelaje, de Tobías y de toda esa mierda, ahora tenía un emprendimiento personal de huerta orgánica y solo quería vivir para ella.

Ahí empezaron los problemas, puesto que ella estaba muy a gusto con lo que hacía y no pensaba cambiar así como así, vi en ella un espejo de lo que yo había sido, tomar cada oportunidad que se presentara y aunque me decía a diario que me amaba, sabía en lo profundo de mi corazón que sus palabras eran tan vacías como alguna vez yo se las decía a Natalia, la colorada de ojos celestes en ese cuarto a media luz.

Y solo que mas podía hacer? no podía obligarla, no podía dejarla, y no hubiera aceptado que ella lo hiciera, solo debía cargar con mi cruz y hacer todo lo posible para asirla a mi lado.

De todas maneras, al fin había encontrado lo que siempre había buscado, pero ese mes de septiembre, empezaría el principio del fin…

Parte 2

Con la llegada de septiembre, donde se acerca la primavera y los rayos de sol comienzan a ser más fuertes, empezamos a disfrutar la arena nuevamente, y ahí fuimos Alma y yo, después de viajar en transporte público por veinte minutos con nuestros bagajes a cuesta, llegamos y acomodamos nuestras lonas, nuestros bolsos, nuestras pertenencias.

Aun teníamos los trajes de baños de la temporada anterior, ella lucía una maya enteriza, habían intentado imponer esos trajes como moda, si mucho éxito, había que tener un cuerpo espectacular para que lucieran, y a la mayoría de las mujeres no les quedaba, pero ella se veía espectacular, con la particularidad de tener cavados demasiados profundos en las piernas, solo lograba dejar su trasero totalmente descubierto, y cuando yo aplicaba bronceador en su piel, su belleza se me hacía tan irresistible como envidiable.

Por mi parte, prefería los tradicionales conjuntos en dos piezas, donde pudiera lucir un poco acá y un poco allá, en especial sacar provecho de mis tetas, mi punto fuerte. Alma se acomodó boca abajo, yo boca arriba, puse música a bajo volumen, para que se mezclara con el sonido de las olas rompiendo en la costa y la ventisca retumbando en nuestros oídos como si fueran caracolas.

Estaba feliz, y si bien éramos pareja, para nuestro entorno, en una sociedad que aún no acepta muchas cosas, solo aparentábamos ser dos buenas amigas disfrutando un día de playa, solo eso, y eso fue lo que percibieron esos chicos que se nos arrimaron, casi sin proponerlo estábamos hablando con tres muchachos que habían aparecido de la nada y con la excusa de compartir unos mates empezamos a dialogar en un juego inocente de palabras, algo habitual que sucedía cada tanto.

Tenían unos treinta promedio, jóvenes para mí, no para ella, Romeo se mostraba musculado en gimnasio, con un short verde agua muy llamativo, con unos tatuajes en sus brazos y en sus piernas, era como la voz mandante del trío, Mario, también con bíceps marcados, de piel morena y un corte bastante rapado, con un aro en una de sus orejas y un rostro muy bonito, aunque unos oscuros lentes de sol impedían ver sus ojos.

Seguramente Sergio, el tercero, era el que no cuadraba en el grupo, si bien tenía una figura armónica y atractiva, se notaba que jamás había levantado una pesa, de piel llamativamente blanca, de cabellos ensortijados y enrulados, parecía estar por detrás de sus amigos y sentirse cómodo en un papel secundario, sin llamar la atención, solo llevando una guitarra a la espalda. Por cierto, Sergio lucía un pantalón cuadriculado, bastante ridículo y pasado de moda.

Y solo pasó el tiempo, y conforme se daba la situación Alma se empezó a mostrar más y más puta, estaba en sus genes y no la juzgo, yo hubiera hecho lo mismo tiempo atrás, y empezó a seducir a los chicos con palabras, con gestos, con poses, y que diablos, si nosotras éramos especialistas en hacer calentar a los machos.

Y también era obvio el motivo por que estaban ahí, olfateaban la presa, y nuestras tetas y nuestros culos eran centro de sus miradas.

Cuando el sol empezaba a caer tras los edificios de la ciudad, Mario fue por unas cervezas, y Sergio ya tocaba alguna que otra canción con su guitarra, mientras el resto lo seguíamos con algunos cantos improvisados. A todo esto, una cerveza siguió a otra y el alcohol empezó a hacer efectos, y de palabras pasamos a toqueteos y abrazos, tan inocentes como peligros.

Cuando la negrura y el frío de la noche se avecinaba, ya cubiertas con ropa de abrigo decidimos dar por terminado el día.

Los chicos, al saber que estábamos a pie se ofrecieron a llevarnos en sus motos, y en ese momento los cinco sabíamos cómo terminaría la historia.

Solo había dos motos, Sergio se subió a una, la más pequeña con su guitarra a cuesta y Alma fue tras el, no había espacio para más, así que me tocaron en suerte los chicos del gimnasio, Romeo al frente, yo fui tras el y Mario a mis espaldas, apretándome hacia delante, para no caerse por detrás.

Así emprendimos el camino, me sentí asfixiada entre ambos musculosos quienes abusaban de su aparente borrachera para usar sus manos indiscretas. Me sentí en un dilema, no quería que ellos estuvieran con mi mujer, pero me seguían gustando esos encuentros del momento, con mucho presente, con nada de futuro.

Tan pronto llegamos, el ascensor fue testigo del principio del juego, Romeo me besó profundamente, mientras alguna mano indiscreta se colaba bajo mi falda hasta llegar a mis glúteos, Alma a un costado besaba a los otros dos, derecha e izquierda, y entramos al departamento trastabillando desencajados de risas, al punto de tener que pedir compostura para no molestar a los vecinos.

Solo hicimos una alto para pasar por la ducha, había que sacar cremas y arenas adheridas, sin prisa, pero sin pausa, y nuevamente cervezas mediante Sergio volvió a hacer sonar su guitarra.

Fuí la última en pasar por la ducha, un poco maniática por el orden y la limpieza, tenía que asegurarme que en ese baño quedara todo medianamente acomodado, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar.

Al salir me encontraría una exquisita sorpresa, los tres hombres estaban acostados sobre la cama, uno al lado del otro, con sus vergas duras, Alma, arrodillada en el piso se dedicaba a chupar una por una, alternando al azar.

Yo podría haber ido por cualquiera de los chicos, pero lo que más me llamo la atención de esa postal, fue el precioso culo de mi mujer en cuatro, tan apetecible, tan exquisito, así que fui por ella y empecé a acariciarlo, a lamerlo, a llenárselo de besos, pasé por su esfínter con mi lengua, por sus labios depilados, bebí una vez más sus jugos que caían como agua de cataratas, pasé mis manos para llegar a sus pechos y acercándome a su oído le dije en voz baja

No te olvides que te amo…

Esperaba una respuesta, un gesto, algo, pero Alma estaba tan entregada chupando una verga que solo sentía sus chasquidos, ella solo la soltó y tomándome por la nuca hizo que yo continuara su trabajo, empujándome lo suficiente para hacerla llegar a mi garganta, mientras ella entonces fue por la de Sergio quien esperaba su turno.

Quedamos las dos en cuatro, ella con uno, yo con otro, Romeo pareció quedarse al margen, vino por detrás, me dio una nalgada y empezó a cogerme, un rato a mí, luego fue por Alma, y volvió a mí, y luego a ella, sobraba un hombre en el juego pero lo cierto es que había demasiado agujeros por llenar.

Sergio dijo que quería cogerme, se sentó sobre la cama, y yo fui sobre el tomé su verga entre mis dedos, era gruesa, y con paciencia me senté sobre su sexo, solo que la apunté en mi culo, y entró demasiado fácil para sus sorpresa, claro, que iba a saber cuántas vergas y juguetes me había comido en mi vida, y empecé a gemir, y a moverme, me gustaba, cerré los ojos me perdí en un sexo anal frenético, sentía su respiración caliente en mi nuca, me olvidé del entorno, que rica pija tenía Sergio, que dura estaba!!!

Los labios de Alma me trajeron a la realidad, buscaba con su boca mi boca, quería acallar mis gemidos con los suyos, giré mi cabeza para llegar a ella, abrí mis ojos, ella estaba al medio de los dos musculosos que le practicaban una doble penetración y la hacían gritar como perra

Quiero todo… quiero todo para mí…

sexo sin controlAlcanzó a decirme y yo sabía que quería decirme, salí de donde estaba y le di el gusto, Sergio le metió su verga por la boca y quedó llena por los tres lados, solo me quedé observando un rato hasta que Romeo me llamó a su lado, empezó a besarme las tetas mientras se la daba por el culo a mi amada y yo empecé a masturbarme, quería pija, quería entrar de nuevo al juego, Romeo dejó a mi amiga y vino por mí, pero yo quería a mi mujer, me estiré hasta arrancarle la verga que aun chupaba para besarla profundamente, tan profundo como pude, sentí rozar sus pezones contra los míos y eso fue genial, perfecto, me perdía nuevamente en ese torbellino de placer donde todo estaba permitido.

Quedé de repente bajo la conchita de mi amiga, se la lamía con esmero mientras llenaba mis manos con sus glúteos, Mario estaba por detrás, y pasaba su verga por su culo, por su concha, por mi boca, iba de lado a lado disfrutando cada sitio y a mí me encantaba pasar mi lengua por el sexo de mi mujer y por el miembro de uno de los musculosos.

Pero no era tan fácil, uno de los otros dos me cogía fuerte y me hacía perder la concentración, no sé cuántos orgasmos ya había tenido, pero estaba siempre en la cima del placer. Perdí mi voluntad, perdí noción de tiempo y espacio, hasta que el sabor a semen de Mario me trajo a la realidad, estaba acabando y ensuciando todo a su paso, la intimidad de mi mujer, sus labios chorreando el líquido blancuzco y parte que iba derecho a mi boca, fue una situación muy erótica, demasiado.

Romeo me arrancó por la fuerza, me giró de repente. vino sobre mí y me la enterró otra vez en mi culo, fuerte, más fuerte, más fuerte, me hacía gritar, me encantaba que me hiciera la colita y el resto solo se quedó mirando, lo sentí venir, lo dejé venir, su verga se contrajo en mi interior y me llenó el trasero de leche.

Quedé tirada sobre la cama, con mi esfínter abierto y escupiendo leche, Romeo tomó a Alma de los cabellos y como si fuera una perra la arrastró hasta mi trasero, me mantuvieron con las piernas abiertas para que ella con su lengua limpiara todo como una puta, y en eso momento, me encantaba lo que sucedía…

Solo faltaba Sergio, el de piel blanca, el que tocaba la guitarra, el introvertido, el de verga gruesa, fui sobre los labios de Alma, otra vez a besarla, ella tenía aún jugos de un hombre, yo del otro, y fueros besos sexis, pegajosos, jugando con nuestras tetas, tocando nuestros sexo, ellos solo miraban excitados, sabíamos jugar el juego.

Sergio vino a nosotras e interpuso su pija entre nuestros labios, nosotras seguimos besándonos sin importar ese glande duro y caliente que buscaba hacerse lugar, creo que fue lo más erótico de la noche, disfrutar entre ambas esa hermosa verga ante la atenta mirada de sus amigos, en un placer infinito, acariciar esa pija con mi lengua, topar con la lengua de mi mujer, sentir sabor a semen, sentir sabor a hombre.

No duraría mucho más, Sergio se sintió venir, y Alma acaparó todo el semen para dejarlo correr por su piel, mientras yo solo me dedique a seguir besándola para lamer cada rincón de su cuerpo donde los jugos de joven pudieran llegar.

Que nos portamos como dos putas?, cierto, era nuestro trabajo, que lo disfrutamos? cierto también, por qué negarlo…

Solo nos quedamos cogiendo entre los cinco hasta quedarnos sin fuerzas, hasta ya no poder, hasta quedarnos dormidos.

Ellos se despidieron al día siguiente, seguramente no volveríamos a vernos, puta gratis se es por una noche y ellos ya habían tenido suficiente, una linda experiencia, y yo debía concentrarme en algo, mi amor por Alma.

Pero las cosas no terminarían ahí, al menos para Alma y para Sergio, el chico de la guitarra, yo no lo supe en ese momento, pero ellos empezaron una relación clandestina, secreta, ella no quería que yo supiese que salía con ese chico, él no quería que sus amigos supieran que se estaba enredando con una putita.

Por dos años mi mujer jugó a las escondidas en una relación clandestina, yo la amaba con todo mi ser pero ella estaba cambiada, y cuando confirmé mis sospechas quise morirme, volví a recordar el juego que le había hecho muchos años atrás a la colorada de ojos celestes, y ahora yo estaba en sus zapatos.

Sergio tenía una banda de rock, y ahora mi Alma formaba parte de ella, le daba un toque sexi, enfundada en cueros, era parte de los coros, tomaba una nueva oportunidad y ese tonto chico de la guitarrita se llevaba consigo lo que más quería.

Fue todo una mierda, cinco años, cinco tortuosos años más me llevó la relación, años en que ella me pedía que la dejara y yo me negaba a hacerlo, discusiones, gritos, hasta golpes de puños, en más de una oportunidad, incluso Sergio mediaba para terminar en paz, pero yo no podía…

Me acercaba a los cuarenta, es cierto, ya no era la bomba sexual de años anteriores, incluso Alma estaba cambiada, se veía avejentada y había perdido la línea, pero a mí no me importaba, yo la amaba como era, como fuera.

Empecé a beber, me sentía sola, otra vez, mi vida era como un eterna espiral donde todo se repetía una y otra vez, donde todo parecía tener relación, donde pasado, presente y futuro se fundían en uno.

No habido podido evitar enamorarme y ahora ella me hacía sentir el abandono, era demasiado, y en las últimas discusiones Alma me trataba de ‘sucia lesbiana’ o de ‘frígida reprimida’, cuando sabía que no era cierto, cuando sabía que nos amábamos, cuando le había regalado los mejores orgasmos de mi vida.

Tenía que hacer algo, no podía solo resignarme, Alma y Sergio no podían solo salirse con la suya, no, esa mujer me pertenecía, ella debía amarme, era solo mía, mía y de nadie más…

Los invité a casa, la idea era despedirme de ellos, les dije que una última cena y ya, les juré que los dejaría en paz y jamás volvería molestarlos, y así fue, cenamos, bebimos, con nostalgia, en paz, la última noche, la última…

Cuando ellos abrieron sus ojos no entendían lo que sucedía, el narcótico hizo más efecto del esperado, pero al fin tuve toda la atención, intentaron levantarse, pero no pudieron, las sillas puestas espalda con espalda, y las cadenas que había entrelazado por sus cuerpos los mantenía inmóviles, quisieron hablar, pero tampoco pudieron, las mordazas estaban demasiado ajustadas, me miraron sin entender, yo ya no tenía palabras para ellos.

Fui por el bidón con nafta que había preparado y empecé a rociarlos, mientras lo hacía solo les dije que era una lástima que así terminaran las cosas, que no entendieran, pero que era una mujer de palabra, y jamás volvería a molestarlos.

Vi la resignación en los ojos de Sergio, y el terror en los de Alma, mi amada Alma…

Fue solo encender un fósforo, sentir el roce de la cerilla contra la lija, sentir ese aroma tan característico y ya…

Respiré profundo, cerré los ojos, me caían las lágrimas, los gritos contenidos por las mordazas llegaron a mis oídos, luego el aroma de carne rostizándose llegó a mi olfato, solo me quedé sintiendo como todo empezaba a consumirse en derredor hasta que el calor de las llamas me hizo recular, cerré la puerta del departamento y bajé con tranquilidad pasmosa por el ascensor.

En la acera ya se agolpaban las personas alertadas por la humareda que salía del piso cuatro, me quedé mirando como una más, hasta sentir el bullicio de las sirenas de los bomberos, policías y ambulancias que acudían al lugar, solo giré y me fui caminando despacio, hacia ningún lugar, donde la vida me llevara.

Casi un mes después estaba sentada a orillas del mar, ese mar que tantas veces había compartido con mi amada Alma, era invierno y hacía frío, estaba abrigada, mirando el horizonte sin ver nada, solo escuchando el sonido de las olas, el viento helado del sur me hacía doler el rostro, pero nada era comparable al dolor de mi corazón, mi corazón herido había perdido su alma.

Sentí las sirenas nuevamente, esta vez solo patrulleros, vi descender hacia la playa uniformados de azul, venían por mí, tarde o temprano sucedería, lo sabía

Hicieron el procedimiento de rutina, ya saben, me esposaron y me llevaron uno de los vehículos que esperaban en el camino costanero.

Me trasladaron a una dependencia, me preguntaban de todo, todo al mismo tiempo, pero yo no decía nada, solo me dejaron incomunicada. Un par de horas después se presentó un tipo flacucho, de unos cincuenta años, con una calvicie incipiente, con un bigote delgado sobre sus labios, con algunos tics gestuales y un traje que parecía ser un par de talles más grandes, se sentó frente a frente y me dijo que sería mi abogado, que me acusaban del asesinato de Sergio Alejandro Ramos y Alma Mia De Los Arroyos, que la evidencia era abrumadora y que necesitaba que yo le contara lo que había sucedido.

Levanté la vista, lo miré a los ojos, y le dije: para entender mi presente hay que conocer mi pasado…

FIN.

Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘LA DUEÑA DE MI CORAZON’ a dulces.placeres@live.com


Imágenes únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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