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Relato porno – El amo de Silvia, una secretaria muy su sumisa

Promediando mi cuarta década me encontraba en la peor situación de mi vida, el divorcio de mi esposa era devastador, peleas diarias, abogados, trámites…

Luego de un matrimonio de fantasías, plagado de engaños, mentiras e infidelidades, la que alguna vez había sido el amor de mi vida se había transformado en mi peor enemiga.

Lorena parecía empeñada en sacarme hasta el último centavo de mi vida, parecía dispuesta a destruirme, a humillarme, a verme revolcado en el fango.

Mis desfiles por tribunales eran moneda corriente, y no era solo por dinero, Lorena me pegaba donde más me dolía, el tema no solo era monetario, ella estaba decidida a separarme de nuestros hijos, como si no tuvieran padre, les llenaba la cabeza, y siempre tenía excusas para no cumplir con las visitas pactadas.

El trabajo no iba mejor, tener la representación local de una reconocida marca de implementos industriales no es tarea fácil, no era es solo firmar un papelito de representación, sino que exigen cupos mínimos de ventas, te hacen un balance mensual, y si no llegas al mínimo, hay dos caminos, o sale el dinero de tu bolsillo o ya no sos representante.

Y el país estaba difícil, no se vendía un clavo, y solo prolongaba la agonía, solo hacía un pozo para tapar otro pozo…

Y para completar la situación, mi padre había fallecido, mi madre había entrado en un pozo depresivo y yo era su único sostén, mi hermana mayor vivía en Europa y poco podía hacer a la distancia.

Mi madre se había puesto en exceso demandante y me asfixiaba, hasta sentí una comodidad es su eterno papel de víctima.

La frutilla del postre, mi fiel secretaria de años me terminaba de presentar su renuncia ya que iba a iniciar un emprendimiento personal…

Estaba devastado, no me alcanzaban las horas del día para arreglar mis problemas, de hecho, por cada solución que encontraba me aparecían dos problemas nuevos…

Fue cuando recurrí a un amigo, él tenía una agencia de empleos temporarios, le dije que me enviara alguna chica jovencita, soltera, sin hijos, sin demasiadas pretensiones y con flexibilidad horaria, no podía pagar un gran sueldo y no podía complicarme con esposos ni con hijos…

Necesitaba alguien que pudiera un poco organizar mi agenda diaria, arreglar mis horarios, alertarme sobre qué cosa debía hacer cada día y si era necesario, hasta decirme que color de slip tenía que usar…

Parte 1: El primer castigo

Esa mañana acudieron seis chicas, Silvia no era la más bonita, tampoco la más fea, pero me bastaron unas palabras para saber que era la indicada…

Tenía veinte años en ese momento, de rostro aniñado, mirada inocente que escondía tras unos grandes lentes de aumento, cabello corto a la nuca, es más, de nuca rapada, bastante alta, noté que lucía un sostén armado para dar mejor imagen de sus pequeños pechos, y también que su camisa holgada intentaba disimular uno incipientes rollitos en su barriga, también un pantalón negro tradicional, con el que trataba de armonizar su exagerado trasero fuera de línea y sus marcadas caderas.

Noté a simple vista que esa chica tenía demasiados complejos con su propio cuerpo, y esa percepción aumentó cuando entablamos la primera charla.

La joven se notaba nerviosa, apretando inconscientemente los nudillos transpirados de sus manos, con la vista perdida en el suelo, con un tono de voz apenas audible.

Capté que ella era lo que necesitaba, una chica insegura de sí misma, dócil, sumisa, alguien a quien doblegar con facilidad, alguien que no se transformara en otro problema.

Silvia empezó a trabajar conmigo en la pequeña oficina, y discretamente perdía mi tiempo observándola, trabajaba y organizaba mis cosas con la precisión de un relojito suizo, y era admirable su dedicación, ni mencionar su excesivo respeto, jamás me miraba a los ojos, y jamás me llamaba por mi nombre, Rogelio, es más, jamás me tuteaba, siempre se dirigía a mi como señor Heller.

Y tanta sumisión de su parte, tan natural, tan de ella, solo hizo crecer dentro de mí un papel superior, como hombre mayor, como jefe, como todo…

Esa mañana, estuve una hora observándola, di el primer paso, hice una llamada telefónica, y luego la hice venir a mi oficina para decirle al tiempo que le daba una tarjeta personal

Silvia, toma… ve esta tarjeta, quiero que vayas y le dices que yo te envié, yo ya hablé con ellos, tienen varios uniformes de secretaria que te sentarán muy bien, quiero darle mejor presentación a la oficina, si?

Ella tomó la tarjeta y asintió con la cabeza sin siquiera mirarme, volvió una hora después con un par de bolsas, pero debí esperar al día siguiente…

Fui temprano, ella llegó rato después, lucía el nuevo conjunto, como luciría cada día en adelante, camisa verde agua, con chaqueta verde oscuro, pollera negra ajustada a media pierna que le hacía un culo enorme, medias de nylon negras y zapatos tacos altos al mismo tono. La miré con detenimiento y ella se quedó petrificada ante mi indiscreta mirada, noté el nerviosismo en sus gestos, tirando insistentemente su pollera hacia abajo, como queriendo ocultar lo poco que enseñaba de sus muslos.

Le dije que estaba muy bonita, aunque en verdad solo sabía que había avanzado un casillero en el juego que sin querer estábamos jugando.

Ella pronto se acostumbró al nuevo uniforme y yo empecé a disfrutar poco a poco de sus curvas…

Meses después sucedería algo imprevisto, su primer error, por la noche me llamó mi ex esposa con severas recriminaciones, me insultó de arriba abajo, hacía tres días que tenía que haberle girado la mensualidad pactada y no había nada…

Ese, era trabajo de Silvia, y Silvia pagaría los platos rotos…

relato porno el amo de silviaAl día siguiente la llamé a mi despacho, urgente… yo estaba sentado y ella parada al otro lado del escritorio, con sus dedos entrecruzados y la mirada perdida, levanté la voz y la increpé, ella no contestaba nada, sus labios estaban sellados, solo una lágrima rodo por sus mejillas, me incorporé y comencé a caminar en derredor, en círculos, pasando una y otra vez por sus espaldas, recriminando el error, pero ella nada, nada de nada, mi vista sin querer fue sobre mi escritorio y entre tantas cosas estaba una vieja regla de madera de cuarenta centímetros, y tomé la decisión, la sacudí con fuerzas un par de veces, haciendo sentir ese zumbido de la madera cortando el aire, y le dije

Comprenderás que debo castigarte, no es algo que me guste, pero esto no puede repetirse…

Silvia parecía una estatua, puse mi mano en su espalda y la empujé suavemente hacia adelante, hasta que sus brazos quedaron sobre el escritorio, encorvada de tal manera que su culote se hizo gigante sobre mi lado, estaba ten vulnerable…

Solo le di un fuerte reglazo en el culo, ella apretó los puños y no pudo contener un ‘ayyyy’ profundo que quedó flotando en el aire, a lo que recriminé

No te quejes, te lo mereces…

Probé suerte con un segundo golpe, ahora más fuerte, ella volvió a apretar los puños, pero mordió sus labios, y esta vez apenas escuché un ‘mmmm’ disimulado.

Y fue excitante, con seis fueron suficientes, seis reglazos para dejar seguramente su culo marcado, y para terminar con una loca erección entre mis piernas…

Terminado el castigo, la hice incorporar, ella notó mi bulto bajo el pantalón, pero no dijo nada, ella nunca decía nada…

Silvia era excelente en lo suyo, una perfecta computadora, hasta ese día, después de ese día, al poco tiempo ella cometió un nuevo error, lo que llevó a un nuevo castigo, y un tercero, y un cuarto, hasta que comprendí que ella era demasiado inteligente, y que sus errores no eran errores, ella lo hacía con intención, solo para disfrutar mi castigo.

Fui yo quien jugó la siguiente carta, tenía que asegurarme de no estar equivocado y estar sacando conclusiones equivocadas, así que decidí hacer algo diferente.

Esa mañana ella vino a mi despacho, una nueva falla implicaba un nuevo castigo, yo me mantuve pensativo, hice un poco de tiempo como meditando algo que ya había meditando previamente, le miré y le dije

Está bien Silvia, he sido duro contigo, y la verdad… todos cometemos errores, puedes volver a tu escritorio y no te equivoques la próxima…

Fue la primera vez que Silvia perdió su eje y su postura, esto no estaba en sus planes, me miró fijamente como nunca lo había hecho, y se inclinó sobre el escritorio sin que yo se lo pidiese, y me dijo en tono de reclamo

Pero señor Heller, no va a castigarme? Es que creo que merezco un castigo ejemplar…

Pero ese día su castigo sería que no habría castigo, y, de hecho, fue su peor castigo, en lo que quedó de jornada se mostró molesta, irrisible, y pareció fuera de control, lo que provocó en mí una satisfactoria risa interior…

El jueguito de los azotes con la regla de madera había empezado a hacérseme un tanto costumbre, tenía que ir por algo diferente pero no sabía bien que…

Así que esa tarde, caminando por las calles de mi ciudad, de casualidad pasé por un sex shop un tanto oculto, y fue cuando lo relacioné con mi secretaria, seguramente ahí encontraría algo que me sería útil a futuro…

PARTE 2 – JUGUETES

Me sentí perdido al ingresar al sex shop, era un mundo desconocido para mí, mi ex jamás me había permitido usar estas cosas, además era nuevo en este juego de dominación que sin querer se había iniciado con Silvia, si bien había visto por curiosidad videos porno al respecto, había cosas que me sabían demasiado bizarras.

Salí de ese sitio con un gran paquete bajo el brazo, y mi tarjeta de crédito en rojo, algunas vergas de juguete, ropa para mujer en látex, esposas, unos plugs anales de distintos tamaños, un latiguillo y varias cosas más que tal vez nunca usaría.

Confieso que esa noche, antes de dormirme me masturbé solo observando lo que había comprado y asumí que poco a poco, mi secretaria empezaba a ser el motor de mi vida, porque mis pensamientos se centraban en ella y sin quererlo todos mis problemas empezaban a quedar en segundo plano.

Esa mañana la llamé temprano, le pedí que se sentara frente a frente, ella se vio sorprendida, nunca se había sentado en mi oficina, su lugar era de pie frente al escritorio, le pedí que me escuchara con atención, le dije abiertamente

Basta del jueguito de los errores, es muy excitante, pero tengo daños colaterales, tus ‘errores’ terminan trayendo luego problemas que debo solucionar, con mi ex, con mi madre, con los bancos… quiero que seas nuevamente esa secretaria ejemplar que fuiste en los primeros tiempos…

Ella permanecía en silencio, como siempre lo hacía, proseguí

Te prometo que, si logras volver a la secretaria que fuiste, la recompensa será mayor, te lo prometo…

Su única respuesta fue una sonrisa en sus labios, esa sonrisa que te regala un niño cuando le obsequias un chocolate, así que solo se retiró y fue a hacer sus cosas.

Una semana después mi secretaria había cambiado, volaba como un avión, admirable, así luego de pensarlo volví a llamarla, y le dije

Bien Silvia, soy un hombre de palabras, cumplo mis promesas, has sido muy fiel y obediente, así que te mereces un premio

Abrí uno de los cajones de mi escritorio donde guardaba celosamente una cajita envuelta en celofán con moño fucsia, se lo entregué y le dije

Toma, esto es para empezar, si te portas bien habrá más, quiero que lo uses…

Ella tomó el obsequio adivinando un perfume, o alguna alhaja, pero menuda sorpresa se llevó al abrirlo y encontrar en su interior un plug anal pequeño, como para comenzar, ella me miró sorprendida y dijo

Señor Heller… yo nunca usé estas cosas… es que…

Me incorporé y apoyando los nudillos en el escritorio le dije alzando la voz y cortando sus palabras

Vas al baño ya y lo usas… sí?

Silvia bajó la mirada y la seguí con la mía hasta perderla en la puerta del baño.

Pasaron unos minutos y ella salió, con la caja vacía y me dijo

Listo señor, ya le hice caso…

No dijo nada más y fue derecho a sentarse a su escritorio, me quedé con una pizca de duda, mezcla de excitación y desconfianza, realmente ella tenía ese juguete incrustado en su culo como lo había visto en tantos videos? acaso mi secretaria podía ser tan sumisa y puta al mismo tiempo? O solo jugaba para que yo la imaginara y me hiciera la película? Cosa que de por si estaba sucediendo…

Me quedé sentado en la silla de mi escritorio, solo observándola a través del vidrio de mi despacho, tratando de adivinar lo que había en su mente, Silvia estaba concentrada en sus actividades diarias, y yo solo imaginaba ese juguete metido en su esfínter….

Mis problemas me trajeron a la realidad, una cosa llevó a otra y mis ocupaciones me devoraron…

Estaba cenando mientras miraba una película en casa, el móvil empezó a sonar, vi que era ella, me pareció raro, nunca llamaba a menos que se tratara de algo urgente, atendí

Hola?

Buenas noches Señor Heller, disculpe la hora, espero no haberlo importunado…

No… no… estaba cenando… dime Silvia… que sucede?

Verá… no se enfade conmigo… es que tengo muchas ganas de ir de cuerpo… y necesitaba pedirle permiso para retirar su regalo….

Ah! mierda… pero que mujer… yo me había olvidado de ese plug, y jamás hubiera imaginado que mi secretaria hubiera esperado una orden mía para retirarlo, y me sentí una mierda, esa no era mi intención, pero me sentí una mierda, aunque también me tenté a reír…

Solo le aclaré que en adelante no llevemos estos juegos al extremo, que lo dejemos para ‘horarios de oficina’, no quería perturbarla las veinticuatro horas…

Los días siguieron, los jueguitos de la regla y el plug anal también, los castigos habían cambiado a recompensa y poco a poco Silvia se volvía más predispuesta a todo.

Así una mañana le propuse un trueque, ella me entregó el plug anal y yo le día a cambio uno de mayor diámetro, ese día en el sex shop había comprado varios, como una mamushka rusa, y poco a poco iría aumentando, sin prisa, sin pausa, y si ella no ponía un freno, pues yo no lo haría.

Y con el correr de los días el jueguito se hizo excitante, porque yo me pasaba pensando y pensando, como era posible que esa chica estuviera sentada ocho largas horas con ese juguete en su trasero, como si nada, como si fuera lo más natural del mundo, y no solo eso, me preguntaba cómo podía abstraer su mente de todo eso, como podía servirme un café, arreglar un negocio, hablar por teléfono, atender un cliente con una sonrisa, y tantas cosas más adaptándose a un libreto, como podía, porque yo no podía hacerlo… y me desvelaba imaginando, y solo me masturbaba…

Y no conocía sus límites, así que fui por ellos, llegó el intercambio por el tercer dildo, más grande, se lo di con la esperanza que se negara, que objetara, pero no, como de costumbre, caminó hacia el baño sin decir palabra, con la caja correspondiente.

Diez minutos más tarde volvió a mi lado, me devolvió la caja, la abrí y comprobé que me devolvía el de menor tamaño, el que estaba usando hasta ese momento, perfectamente lavado y esterilizado…

Y seguí con los cambios, más y más grande, es risueño, pero lo que ustedes imaginan era lo que yo imaginaba, porque a decir verdad yo nunca había visto nada, solo imaginaba su esfínter dilatado, pero solo eso…

Llegamos al más grande, y era realmente grande, cinco o seis centímetros de diámetro, era mi última jugada, estaba agotando mi stock, y ella volvió a ganar, y en algún punto me sacó de eje, pero qué diablos le pasaba a esta chica, estaba más loca y enferma que yo? cuál era el jugo? ¿Que es lo que buscaba? que había visto en mi? sí le daba un zeppelín… se lo metería en el culo también? solo porque yo lo pidiera?

¿Y si me mintiera? Y si solo estuviera jugando conmigo? y si estuviera haciendo un papel de payaso? Ahhh!!!! me sentí fatal, y me enojé con ella en mis pensamientos…

Recordé que más de una vez le había mirado el trasero al salir de la oficina, tratando de notar la base del plug bajo la ajustada pollera, pero nunca pude ver nada, recordé que más de una vez traté de observarle algún gesto de incomodidad, pero nunca había notado nada… conclusión… me estaba engañando…

Minutos más tarde volvió a mi despacho con la caja bajo el brazo, como de costumbre, pero esta vez, cuando se disponía a regresar a su escritorio le dije en un tono superado

Silvia, esperá por favor, tengo que hablar con vos…

Ella me hizo caso, como de costumbre

Como se sientes esos juguetes en tu trasero?

Bien señor Heller

Bien… y no te molesta, no te duele…

Yo me acostumbro…

Si claro… y sabes qué? no creo nada de tus mierdas…

Ella no dijo, nada, bajó la mirada y empezó a refregarse sus transpiradas manos, en ese momento perdí el control y solo actué por instinto animal, me paré y fui de su lado, la puse sobre el escritorio, en posición para azotar sus glúteos con la regla, pero esta vez solo subí con premura la pollera, tenía un culotte negro de encaje, no dude en bajarlo sin pensar en las consecuencias…

El enorme culo de mi secretaria lucía entre las nalgas la base roja del enorme plug que atravesaba su esfínter…

Recobre la cordura, solo volví meditando a mi sillón, me senté, la miré, ella, como si fuera un títere se subía su ropa interior y se acomodaba la pollera, pregunté

Por qué lo haces?

Como no hacerlo… usted es mi amo, y yo estoy obligada a cumplir su voluntad…

No dije nada, que decir… yo nunca había propuesto ningún juego, ni disciplina, nada de nada, deduje que, si yo estaba enfermo, Silvia estaba más enferma que yo…

Pasaron unos días, y esa regla no escrita se siguió cumpliendo, con la misma firmeza…

Al año de permanencia a mi lado, decidí cambiar algunas cosas, el juego con mi secretaria de reglazos en el traste y dilatadores anales parecía estancado, y ella vivía en una eterna tranquilidad, que ella fuera tan sumisa me sacaba de eje, jamás proponía, jamás me sorprendía, así que decidí cambiar las reglas de juego, mi deseo y mi orden para ella era ese… que me sorprendiera.

Como muestra de mi dominio le regalé un collar en lazo negro, bien ajustado a la garganta, con una medalla redonda de gran tamaño, con las letras SH labradas, en clara alusión a ‘Señor Heller’, que era la forma en que siempre me llamaba, supuse que, si cualquiera preguntara, ella podría decir que la S se debía a Silvia, su nombre, y le H, bueno, ese era su problema.

Ahora bien, cualquiera que entendiera de juegos de amos y esclavas, hubiera sabido de que se trataba, por las dudas, en el reverso le hice grabar ‘La perra del Sr. Heller’

Silvia solo dejó que le ajustara la medalla al cuello, y captó cada una de mis ideas, idea que pondría en práctica en no mucho tiempo, se avecinaba una reunión para mí, con mis clientes, y ella jugaría sus cartas…

PARTE 3 – LA REUNIÓN

Llegaba el momento de una importante reunión con mis principales clientes, era una posibilidad de enderezar mi vida económica, tenía nuevos proyectos y si lograba engancharlos todo iría viento en popa.

Llamé a Silvia, la puse al tanto de todo y le encargué en especial el aspecto visual, la oficina debía lucir como un palacio, todo en orden, todo pulcro, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar, y en este paquete de perfección entraba ella, le sugerí que se arreglara bien, la imagen de una secretaria puede ser la llave para abrir las puertas del éxito, o par acerrarlas definitivamente.

Para la reunión me afeité al ras, me puse punta en blanco y elegí un traje color habano, uno de mis favoritos, me bañé en loción importada y podía reflejar mi rostro en el lustre de los zapatos, llegué temprano, abrí la oficina y lucía espectacular, Silvia nunca fallaba, se había quedado después de hora ultimando detalles.

Ella llegó minutos más tarde, tremenda sorpresa, había tomado muy a pecho lo de estar presentable, su cabello corto lucía un sexi engominado no habitual en ella, maquillada, ojos pintados y labios carmesí, con unos largos pendientes en cuero que hacían juego con la gargantilla que yo le había colocado, parecía otra mujer, preparada para una gala.

Pero eso no era nada comparado con su falda, había cortado la pollera del uniforme que originalmente casi llegaba a sus rodillas, haciéndola una mini que tapaba lo justo y necesario, ya dije que Silvia tenía anchas caderas, y la imagen se hacía irresistible de mirar, sus gruesos y macizos muslos desnudos hasta parecían grotescos.

Ella no dijo nada, nunca decía nada, solo un tibio ‘buenos días señor Heller’ y se dirigió a su escritorio a repasar todo por última vez, me quedé como hipnotizado con mis ojos clavados en ese enorme culo, terrible y obsceno culo se cargaba, y mientras observaba llegaron a mi mente los reglazos y los dildos, lo que dio lugar a una incipiente erección contenida entre mis piernas, que solo fue interrumpida por el sonido del portero eléctrico, los clientes habían llegado.

Silvia los hizo pasar, los saludó uno a uno y les dijo que yo lo estaba esperando, pude notar como ellos la miraron de arriba abajo, como yo lo había hecho, me reí para mis adentros, y me concentré en la carpeta roja que estaba sobre el escritorio, donde estaba todo el material que debía presentar, material que por supuesto mi secretaria había preparado como acostumbraba a hacerlo.

Saludé cortésmente uno a uno y los invité a sentarse, cerré la puerta del despacho y Silvia quedó al otro lado, puede ver a través de los vidrios que se había dirigido a la cocinita a preparar unos ricos cafés.

Nos sentamos y nos hicimos chistes típicos para romper el hielo, para descontracturarnos, incluso insinuando que yo, un tipo divorciado, de cierto dinero, me ‘tiraba’ a mi secretaria, cosa que negué rotundamente, minutos más tarde ella irrumpió delicadamente trayendo entre sus manos una bandeja de plata, tetera y pocillos, se hizo un silencio en el lugar, solo se escuchaba le líquido llenando la porcelana, el aire se cortaba con un hilo y en ese momento mi secretaria parecía un tierno corderito rodeado por unos lobos hambrientos, ellos la comían con la mirada, hasta el límite ya de lo inescrupuloso.

Ella era dueña de la situación, antes de retirarse y cerrar la puerta, tomó nuestros sacos y los acomodó en el perchero.

En una reunión de amigos en un bar hubiéramos hablado del culo de mi secretaria, pero acá no era el lugar, no era el momento.

Fuimos al punto, los negocios, tomé la carpeta, primera página, busqué mis lentes de aumento y primer problema, había extraviado mis lentes, busqué en varios lados y nada, llamé a Silvia por el intercomunicador, nada, ni idea, y así no podía leer…

Jorge, que estaba a mi derecha y que es mucho más joven que yo sin dejar el sarcasmo de lado se me ofreció gentilmente a leer en mi lugar

Así fue como leyó la primera hoja de mi propuesta, la segunda, todo parecía ir de maravillas, pero de repente el dejó de leer en voz alta y empezó a reírse, los demás miramos sin entender nada hasta que dijo en voz alta

Ah! mierda… esto sique está muy bueno ‘señor Heller’

Nos pidió prestar atención y se dispuso a leer en voz alta

Señor Heller, espero que le guste como me queda la falda y mi culo le ayude a conquistar a esos tontos empresarios, quiero que sepa que como me pidió he tomado algunas iniciativas.

Anoche pensé como sorprenderlo, y me depilé por completo, no pude resistirlo, me metí el dildo en el culito y me masturbé mucho.

Si todo sale como lo planifiqué cuando usted esté leyendo esta nota yo estaré sin ropa interior, espero que esto no lo distraiga y lo perturbe en su objetivo de hoy… mi plan es colgar los sacos en el perchero y dejarle mi tanga empapada en jugos en unos de sus bolsillos.

Si todo sale bien, ponga un pretexto ante sus clientes y revise los bolsillos de su saco…

Espero haberme ganado un rico castico, Silvia, su esclava

 Jorge no podía contener la risa al borde de la carcajada, y los demás clientes se acoplaron a la situación, me sentí explotar en ese momento, las cosas no podían estar peor.

Era indudable que todo se había arruinado, mi reputación se fue al infierno y tuve que tragarme las jocosas bromas de mis clientes, no pude decir palabra, solo me sentí morir en vergüenza, insinuaron sobre mi situación con mi secretaria, sobre lo tonto del juego de amo y esclava, sobre lo poco serio que se había transformado mi persona en un abrir y cerrar de ojos, incluso me apuraron para que revisara los bolsillos de mi saco, a ver qué tal la ropa interior de Silvia…

Fue imposible retomar la reunión, uno a uno, se levantaron y se fueron despidiendo, entre burlas y humillaciones, me quedé solo…

Me senté abatido, mi secretaria afuera del despacho sabía que todo había salido mal pero no imaginaba el motivo.

Tomé la carpeta, pasé las páginas y llegué a su nota, un manuscrito con tinta negra, lo releí una y otra vez meditando que hacer, que debía hacer?

Medité, la regla de madera estaba sobre el escritorio, la acaricié un y otra vez, como un acto reflejo, inconsciente, porque en mi cabeza daba vueltas una y otra vez la situación, porque ella sin saberlo acababa de arruinar mi vida, pero era cierto que los dos jugábamos, y también que era yo quien había olvidado los lentes…

Me paré y fui hasta el perchero donde ya solo colgaba mi saco, metí mi mano en un bolsillo, luego en otro, y ahí encontré su obsequio, lo saqué y lo observé, su ropa interior, una bombacha rosa de medianas dimensiones, que seguramente luciría pequeña en su cuerpo, en algodón, con una leyenda por el frente que decía ‘kiss me’, con unos corazones dibujados, volví a mi asiento…

La olí, una y otra vez mientras pensaba que hacer, la dejé sobre el escritorio y la llamé por el intercomunicador, Silvia vino casi sin respirar y se paró al frente como de costumbre.

La miré sin decir palabra, y denoté confusión en ella, miraba su ropa interior sobre el escritorio y eso se suponía bueno, pero también sabía que mis clientes se fueron antes de lo previsto y que todo había salido mal.

Empecé a narrarle pausadamente todo lo sucedido, con el mismo detalle con el que se los he contado a ustedes, ella no decía palabra, solo escuchaba, solo se refregaba los nudillos transpirados, en esa forma tan nerviosa y tan propia, así que tomé aire y traté de jugar mis mejores cartas, le dije

Silvia, comprenderás que esto es un desastre, me hundiste en el fango… pero acepto que la idea fue brillante y que no tienes la culpa que yo olvidara mis lentes de aumento, ni siquiera estabas al tanto que le dejé leer la carpeta a uno de mis clientes…

Ella asintió tímidamente con su cabeza, por lo que proseguí

En fin, a pesar de todo fuiste la que iniciaste este juego, y yo perdí, y si yo pierdo vos perdes… entiendes?
Si señor Heller…
Y mereces un castigo que no olvides fácilmente… entiendes?
Si señor Heller…

Pero por qué diablos era así… ‘si señor Heller’ ‘si señor Heller’, si hasta parecía estúpida… acaso no sabía decir otra cosa?

Tomé la nota que ella mismo había escrito, se la alcancé y le pedí que leyera en voz alta, Silvia acomodó sus lentes de aumento y empezó

Señor Heller, espero que le guste como me queda la falda y mi culo le ayude a conquistar a esos tontos empresarios, quiero que sepa que como me pidió he tomado algunas iniciativas. Anoche pensé como sorprenderlo, y me depilé por completo, no pud…
Alto!

 Levanté mi voz para interrumpirla y retomar la iniciativa, entonces dije

Así que estas toda depilada para mi… y si no has mentido y por tu bien espero que no lo hayas hecho, estás sin ropa interior, así que te levantas esa minifalda de puta que te trajiste hoy hasta la cintura, quiero ver…

Silvia solo me hizo caso una vez más, a medio metro de donde estaba sentado tenía ante mis ojos la concha de mi secretaria, toda depilada, en una situación tan perversa como excitante, se veía apetecible, excitante, y mientras fijaba la mirada en su sexo desnudo apretaba entre mis puños su exquisita bombacha.

Me levanté, tomé nuevamente la regla jugando para que ella viera, sabía cómo seguiríamos, fui a su lado, pero esta vez la tomé por el brazo y la llevé a la parte externa de mi despacho, cerca de su escritorio, cerca de un espejo de pared que decoraba el ambiente.

Como de costumbre, la hice inclinar hacia adelante, dejando su amplio y exagerado trasero hacia mi lado, pero esta vez me aseguré de poder ver su rostro reflejado en el espejo, le pregunté

Sabes contar hasta diez? cierto?, bueno… quiere sentirte contar en voz alta

Apoyé mi mano izquierda en su espalda, casi a la altura donde empezaba la raya de su trasero, y con la derecha, empuñando la regla le asesté un golpe terrible, con toda mi fuerza, con toda mi furia, como nunca lo había hecho, ella reaccionó con un incontrolado corcoveo, y no pudo evitar un agudo ‘aaaaaaaaa’, por el castigo infligido…

Miré al espejo, estaba con los ojos cerrados, y los labios temblando, apenas audible dejó escapar

…. uno…
No te escuché… como dijiste?
…. UNO!…

Por alguna extraña razón me sentí excitado como nunca, mi verga estaba dura bajo el pantalón, era una mezcla de sensaciones, su completa sumisión, sentir el poder del castigo en mi mano, la gruesa raya roja al borde del sangrado que se había hinchado en su blanca piel, la idea que aún me quedaban nueve disparos por ejecutar, tantas cosas que se mezclaban en ese momento en mi cabeza…

Le di el segundo golpe y volvió a corcovear, incluso perdió la postura sobre sus tacos, haciendo que uno de sus pies se ladeara peligrosamente, ella apretó los puños con vehemencia y dijo ya en tono fuerte

…. DOS!…

Al tercer golpe de castigo empecé a mirar su rostro reflejado en el espejo, verlo fue espectacular, ella disfrutaba tanto como yo con ese castigo, las lágrimas corrían por sus mejillas, pero una sonrisa se pintaba en sus labios, era como después del dolor venía el placer.

Cuando al final dijo DIEZ supe que todo había terminado, ella permaneció inmóvil esperando mis órdenes, pero yo solo fui al baño por una toalla, la mojé bajo la canilla y se la acomodé dulcemente en sus nalgas, las marcas enrojecidas estaban demasiado inflamadas, incluso algunos delgados hilos de sangre habían corrido por su piel.

Silvia se contrajo como reacción al dolor, estuvimos unos minutos más en silencio, sin decir palabra, refrescándola, mientras su rostro no dejaba de regalarme esa sensación de placer por el castigo, sequé con mis dedos sus mejillas embebidas en lágrimas y luego probé su sabor salino…

Solo volví a mi despacho, sin palabras, y me senté en mi silla solo para observarla a través del ventanal que nos separaba, ella solo acomodó como pudo su corta falda y trató de sentarse de la mejor manera posible, es que evidentemente a ella le dolía cada milímetro de su trasero, sin embargo, lo hizo, prendió su pc, y se puso a trabajar…

Estaba en mi clímax, solo mirándola, desabroché mi cinturón, abrí la bragueta y saque mi pija dura que se encontraba presa bajo el bóxer, agarré con una mano su bombacha que había quedado sobre mi escritorio, y empecé a olerla, a refregarla en mi rostro, a probar su sabor, y al mismo tiempo empecé a masturbarme con fuerza, no iba a demorar demasiado, solo cuando estaba por llegar envolví mi glande con su ropa interior, y me sentí acabar como nunca, incluso esa prenda no fue suficiente y la sentí desbordar, manchando mi propio cuerpo…

Como pude me limpié, incluso mis dedos quedaron pegajosos, me acomodé y recobré la compostura, entonces la llamé por el intercomunicador.

Vino tan pronto como le fue posible, adivinando en sus torpes movimientos el dolor de sus nalgas, llegó y como de costumbre, parada a mi frente solo esperó mi pedido, así que le dije indicando con la vista por sobre el escritorio

Silvia, tu ropa interior… no quiero que te la olvides…

Ella la tomó entre sus dedos, estaba llena de semen, y seguro lo sintió, pero no dijo nada, nunca diría nada, solo la apretó bienes su puño, dio media vuelta y se retiró…

PARTE 4 – LAS MELLIZAS

Pasó el tiempo, y conforme a eso nuestras vidas se acomodaban, disfrutábamos de los juegos, la dominación, ella era mi secretaria, yo su jefe, ella era mi esclava, yo su amo.

Silvia había aprendido a jugar el juego, había aprendido a sorprenderme, pero sin pasar ciertos límites, y poco a poco mi vida parecía encaminarse, mi esposa había aceptado que ya no éramos pareja y al tiempo, abogados mediante terminó cortando los pocos hilos que nos unían, mamá había aceptado que papá ya no estaba, y que yo no podía ocupar su lugar, y el trabajo, bueno, había cambiado el gobierno de turno y soplaban nuevos aires.

Pero algo empezó a cambiar, Silvia empezó con algunos problemas de salud, frecuentemente se encerraba en el baño y yo no sabía que sucedía, estaba rara, jugaba los juegos, es cierto, pero tenía un día de alegría y el siguiente de tristeza, y yo en mi torpeza masculina no podía darme cuenta, solo no disfrutaba, porque ella lo hacía por complacerme, y así no tenía gracia.

Y como ella nunca decía nada, tuve que darme cuenta con mis propios ojos, cuando su pancita comenzó a crecer, tuve la certeza que estaba embarazada, y tuve que abordar el tema…

Estaba de tres meses, y encima eran dos, mellizos…

Nos sentamos a hablar cara a cara, era la primera vez que ella se sentaba en mi despacho para hacer algo que no fuer aun juego, y era la primera vez que yo le servía a ella un café, solo la escuché, creo que por primera vez.

Me dijo que estaba en pareja, él era viajante, también dijo que su mamá generalmente la acompañaba en sus horas de soledad, que hacía un tiempo venían buscando ser padres, pero jamás sospecharon que serían dos…

Silvia seguía hablando con su habitual léxico cansino y monocorde, pero yo me fui perdiendo y me fui encerrando en mis pensamientos, me sentí una mierda de persona, comprendí que no sabía absolutamente nada de su vida, jamás me había interesado, jamás imaginé que tuviera esposo, y no me atreví a preguntar que decía el de las marcas que yo le dejaba en las nalgas, porque era obvio que las habría notado, era imposible no hacerlo, tampoco le pregunté que había dicho acerca de esa gargantilla negra ajustada a su cuello, donde brillaba la medalla con las iniciales SH, nada, nada de nada.

Medité mucho al respecto, y en los días que siguieron traté de cambiar mi conducta, en saber, en interiorizarme de su vida, pero no, soy un bastardo que no puede fingir cariño, asumí que lo único en común que tenía con esa joven eran los perversos juegos que jugábamos, y mi mayor placer era masturbarme una y otra vez.

Pero no podíamos seguir así, así que decidí terminar con todo, volví a llamarla para poner las cosas en su lugar, no teníamos futuro juntos, así que para que prolongar todos estos absurdos.

Ella me escuchó en profundo silencio, entonces me contestó con lágrimas en los ojos, me dijo que casualidades o no ella y su pareja ya estaba planificando un futuro en otra ciudad, con el tema de sus viajes había conocido un sitio maravilloso, poco poblado, de inmejorables paisajes, bosques, nieve, todo natural y autóctono, y que ella estaba entusiasmada con el proyecto, pero que solo necesitaba un tiempo más, calculaba un año, después del parto, y cuando los bebes estuvieran un poquito mas preparados, solo me pedía poder seguir trabajando, necesitaba el dinero, me sonó a súplica…

Los días siguieron su curso, se habían terminado los juegos, ella solo era secretaria, yo solo era jefe, y lo que jamás había pasado, comenzó a suceder, empecé a encariñarme con ella, al ver como su pancita crecía rápidamente, y recordé viejos tiempos, también dupliqué su sueldo, mi economía estaba saludable y era lo mínimo que podía hacer.

Ella se puso más bonita, su rostro engordó, tomó color y siempre tenía una sonrisa pintada en su cara, y los días pasaron volando, como agua entre los dedos…

En el octavo mes de embarazo nuestros días llegaban a su fin, era previsible, era lo acordado, el cuerpo de Silvia había cambiado, sus anchas caderas estaban más anchas, pero su pancita, ahora era una panza enorme, las mellizas, porque ya sabía que eran dos niñas, la estaban matando, caminaba con dificultad, y siempre llevaba sus manos en la cintura, por detrás, como si fueran bastones apuntalando su pobre columna vertebral.

Esa mañana vino a despedirse, hacía calor, ya no sería mi secretaria, ya no usaría uniforme, llegó a media mañana, lucía un top crema que ocultaba sus ya crecidos pechos y un jean tipo canguro por el cual parecía escapar a ambos flancos su hermosa panza.

A pesar de la tristeza de la despedida, estaba radiante, llegó a mi escritorio, me saludó con un beso, la invité a sentarse, pero solo negó con la cabeza.

Traía una caja bajo el brazo, la puso sobre el escritorio y la empujó a mi lado, diciendo

Esto es tuyo…

Era la primera vez que no me trataba de ‘señor Heller’, y era la primera vez que me tuteaba, me sentí extraño, abrí la caja, estaba el enorme plug anal, el más grande, el último de la colección, un juguete que hacía tiempo habíamos dejado de lado, luego llevó las manos a su nuca y soltó la ajustada gargantilla que tanto tiempo había rodeado su cuello, para dejarla cerca de la misma caja.

Vino a mi lado, notando la regla sobre el escritorio, pasó la mano sobre ella, con una sonrisa en los labios y dijo

Si esta regla hablara…

Y volvió a acercarse, solo me dio un dulce beso en los labios, esos besos puros, solo labios contra labios, y volvió a hablar

Sabes… hay algo que no entiendo… siempre esperé que quisieras tener sexo conmigo, pero nunca lo intentaste…

Era la primera vez que las cosas estaban patas para arriba, era la primera vez que ella hablaba y yo solo escuchaba sin saber que decir, Silvia entonces dijo

Hacemos un último juego?

Abrió la caja y tomó el juguete, y cerró el diálogo con

Puedo necesitar esto…

Se retiró del despacho y me invitó a seguirla, fue sobre los sillones del otro lado, sobre los que tantas veces la había castigado, me pidió que me sentara al frente, en una silla, para que solo mirara.

Dejó las zapatillas a un lado, soltó el pantalón canguro y lo dejó caer al piso, luego por el top, sus pequeños pechos se veían inflamados, con venas marcadas, prontos a dar leche, por último, su bombacha, con esfuerzo, quedando totalmente desnuda ante mis ojos, con su vagina completamente depilada, me preguntó si me gustaba lo que veía.

Y como no iba a gustarme, su enorme panza era centro de mi mirada, una esfera enorme, sexi, perfecta, los sentimientos de maternidad, de dulzura de madre se mezclaban con su sexualidad de mujer, era una combinación perfecta, me quedé mudo ante tanta belleza, entonces preguntó

Y bien… tu última orden? Que quieres hacer?

Y esta vez, esta vez no sabía que hacer, no tenía órdenes para dar, así que me encogí de hombros, y le dije que ella hiciera lo que quisiera hacer….

Ella se acarició la enorme panza, estaba a contraluz por los rayos del sol que entraban por la ventana posterior, parecía una lombriz con una enorme pelota por delante, la piel de su vientre brillaba y me pareció lo más erótico que pudiera ver, me pidió que la ayudara a acomodarse, puesto que el sobrepeso era un problema, lo hice, entonces me pidió algo, era la primera vez que me pedía algo…

Quiero que nos masturbemos juntos…

Y si mi mente estaba perturbada, ella no estaba mejor que yo…

Silvia estaba un poco de costado, descansando su panza de lado, empezó a acariciarse el rostro, y a tocarse los pechos, ensalivando sus dedos para jugar dulcemente con sus pezones, yo me senté al frente, bajé mis pantalones y empecé a masturbarme suavemente, mi verga estaba dura y moría en excitación…

Nuestras miradas de placer se cruzaban en forma pecaminosa, y cuando notaba que ella miraba mi verga era más excitante aun, yo me llenaba los ojos con su figura, Silvia tomo el dildo enorme y empezó a escupirlo, luego lo llevo a su ano, y empezó a empujar, y volvió a escupir y volvió a empujar.

Estaba un tanto de costado, apoyada sobre su cadera derecha, y me encantó ver con la facilidad que su esfínter se fue abriendo para permitir el ingreso del intruso, hasta que pareció devorarlo para solo quedar la base circular por fuera.

El vientre de esa mujer era tan grande que le costaba tener acceso a su intimidad, sin embargo, se arregló para tocarse, aunque percibí que en su estado no podría lograr un orgasmo, pero yo sí, yo sí que me morí en placer y me sentí venir…

Me incorporé y fui sobre ella, y ella solo se quedó expectante, apunté mi verga en su vientre, y toda mi leche empezó a saltar sobre él, Silvia se mostró engolosinada con el inesperado regalo, y en segundos su enorme panza estaba empapada por mi viscoso líquido, el final perfecto de una historia perfecta.

Ella solo jugó con mi leche, esparciéndola por toda su panza, como si fuera una crema humectante, nos miramos, y le devolví el beso dulce que ella me había dado, solo labios contra labios, solo eso…

Solo quise que me dejara contemplarla una vez más, desnuda, con esa panza enorme y perfecta, algo que es tan único y reservado para una mujer…

Y ambos supimos en ese momento que era el final, ahora sí, ya no más juegos, nunca tuve sexo carnal con ella, nunca lo tendría…

Días después ella vino por última vez, a despedirse, a llevar las últimas cosas que le pertenecían, sentí nostalgia, debo reconocerlo, le obsequié un sobre repleto de dinero, era lo menos que podía hacer, ella se negó a aceptarlo, se ruborizó, pero yo le imploré que lo hiciera, si no era por ella, que fuera un obsequio para las bebas que llegarían pronto.

También había algo que quería que llevase consigo, la regla, tomé la regla y la acomodé entre sus cosas, nos reímos cómplices, solo nosotros sabíamos lo que eso significaba y ese sería nuestro secreto…

Me agradeció, nos besamos las mejillas y me regaló la última sonrisa, la acompañé a la puerta y la vi marcharse, llegó a un coche blanco que esperaba con el motor en marcha, dentro, un muchacho joven me saludó apenas inclinando su cabeza, seguramente era su hombre…

El tiempo ha pasado, cada tanto nos escribimos, en verdad es ella la que siempre me escribe, es feliz en su nuevo lugar, me envía fotos de los paisajes espectaculares, de su cabaña perdida entre montañas, de sus niñas, crecen rápido, lo cómico que ella un tanto por costumbre, empieza cada mail con el encabezado ‘Señor Heller’…

No hay mucho más por contar en esta historia, creo que puedo resumirla en dos personas locas con placeres comunes que el destino se empeñó en cruzar…

FIN

Si eres mayor de edad puedes escribirme a con título ’EL AMO DE SILVIA’ a [Correo visible para usuarios registrados]


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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