Relato de mi historia durmiendo con una extraña

Había conocido a Anabel por casualidad, en un transporte público, ella se sentó a mi lado como cualquier persona lo podría haber hecho, en verdad casi ni había reparado en ella y en algún momento del viaje uno de los tantos libros que llevaba en su regazo escapó de su control y fue a parar bajo mis pies.

Cortesmente lo tomé para alcanzárselo sin poder evitar ver que se trataba de temas de biología, y como yo era biólogo solo le consulté al respecto.

Ella no tenía ni idea del tema, solo era bibliotecaria y llevaba en su regazo parte de su trabajo, eran recientes devoluciones. Cruzamos algunas palabras hasta que llegó mi turno de bajarme del micro, nos despedimos con una sonrisa.

Dos semanas después, la historia volvería a repetirse, esta vez el ómnibus estaba lleno y no había asientos disponibles, Anabel hacía malabares con una pila de libros entre sus brazos, más un bolso de mano, haciendo equilibrio sobre finos tacos altos se aferraba a los pasamanos como podía para no terminar en el piso, obviamente que le cedí mi lugar, ella lo tomó con una sonrisa y me quedé parado viajando a su lado.

Volvimos a charlar y cada vez que ella levantaba su rostro para hacerlo me perdía en la profundidad de sus ojos negros, y también debo decir que cuando ella bajaba la mirada, la mía iba directo al discreto escote que apenas dejaba ver el nacimiento de sus generosos pechos y me gustaba la forma en que los mismos parecían saltar al compás de defectos del asfalto que el micro copiaba a su andar.

Esas charlas se hicieron habituales y terminamos en el altar, como Dios manda.

Yo tenía treinta y dos, ella veinticuatro, y en ese momento pensé que lo nuestro sería para toda la vida, Anabel me llenaba como mujer, me encantaba su físico, su forma de ser, y mis padres la querían como a una hija.

Ella era muy bonita a mis ojos, de piel morena, ojos inquietos, una boquita de gruesos labios, un rostro fotogénico, pechos normales, una cola un tanto saltona que llamaba la atención y piernas bien torneadas, de esas chicas a las que toda ropa le quedaba bien. Pero Anabel no era solo un cuerpo bonito, me había enamorado de su inteligencia, de su inquietud, de su forma de ser, una mujer muy madura para su edad, su vida en la biblioteca la había llevado a leer un poco de todo, y así podía decir que con ella podrías hablar de cuanto tema quisieras hacerlo.

Pero había un problema, yo tenía otro amor, y era mi trabajo, yo era un obsesionado de mi profesión y soñaba con ser alguien importante y quedar en la historia, descubriendo alguna vacuna que salvara al mundo, o corrigiendo los genes defectuosos de la humanidad, extendiendo la vida humana, no se, solo sabía que yo podía hacer algo al respecto. Así solía pasar doce o catorce horas diarias en mi laboratorio y a veces me encerraba en casa a seguir investigando.

Y todo eso mas o menos funcionó mientras ella seguía con sus ocupaciones en la biblioteca.

Pero conforme avanzó la tecnología, con toda la digitalización, los interesados en impresiones fueron menguando y con ello llegaron las reducciones de puestos laborales.

Una mañana de mayo Anabel recibió el telegrama oficial que le indicaba que ya no tenía empleo.

Ella se quedó sola, sin obligaciones, con todo el tiempo disponible y cuando mas me necesitaba yo más la dejé de lado, en esos días yo vivía obsesionado con una posible beca para emigrar a Suiza.

Lo gracioso del tema es que yo manejaba todo esto por mi cuenta, asumiendo que ella estaría de acuerdo con todo lo que yo decidiera, ni siquiera la consultaba y en este presente recapacito día a día de todos mis errores, ella era mi esposa, cincuenta y cincuenta, no era el perro fiel que se tiraría a mis pies.

Y sexo? no se, dos veces al mes, ella debía entender que yo le daba todo lo que podía, no lo que quería, si ella me veía cansado y abrumado por mi trabajo, por mi obsesión, ya vendrían tiempos mejores, mañana, pasado, seguramente…

Nos transformamos en extraños, en desconocidos, pero yo asumía que no era así, que todo estaba bien, que todo estaba perfecto.

Años después, ella empezó a llenar sus horas con temas espirituales, cosas del alma, creencias orientales, cosas que se oponían de punta a punta con mis bases científicas, su mundo no tenía nada que ver con el mío, y así como a ella jamás le interesó conocer del mío, a mi no me interesó conocer del suyo.

Empezó a ir a reuniones, y sus agenda poco a poco de fue cargando de ocupaciones y llegó un momento en que su día estaba tan ocupado como el mío, y todo parecía perfecto, aunque en verdad yo no podía ver mas lejos que la punta de mi nariz.

Y todo mi mundo se cayó a pedazos en un abrir y cerrar de ojos…

Esa mañana la acompañé de casualidad al doctor Cayetano, un tipo que conocía de oído por lo que ella contaba, alguien que estaba con las cosas espirituales como ella y como coincidieron los horarios insistí en acompañarla.

Llegamos al sitio céntrico, Anabel bajó del coche y le dije que en quince minutos la alcanzaría, el centro de la ciudad era un infierno y sería imposible conseguir un lugar para estacionar en menos tiempo.

Pero de casualidad, segundos después un anciano se retiraba en su coche a metros de donde estaba, así que los quince minutos establecidos a priori, se transformarían en escuetos segundos, cosas del destino, casi estaba tras los pasos de mi esposa sin que ella lo imaginase.

Subí al octavo piso, como la había hecho en alguna otra oportunidad, era una ambiente grande, rectangular, alargado, a los lados estaban los bancos donde aguardaban para ser atendidos, al fondo la recepción donde la secretaria solía tomar los turnos del supuesto doctor Cayetano, al llegar, divisé a mi mujer parada al final del corredor, con su impecable vestido rojo marcandole el trasero en una forma muy sugerente, de casualidad el doctor estaba a su lado, un tipo alto y delgado, de unos cincuenta años, totalmente calvo y con unos anteojos de aumento de gruesos marcos negros, hablando en una forma demasiado amistosa para mi gusto.

Iba a ir al encuentro cruzando el corredor, pero nuevamente, y nuevamente por casualidad mi celular comenzó a vibrar en mi bolsillo, me detuve a atender la llamada, era solo para ofrecerme un nuevo plan de telefonía móvil, pero mientras mi oído escuchaba sin prestar atención a la chica que me hablaba al otro lado, mi vista se agudizó al notar detalles de lo que sucedía al otro extremo del lugar, es que el le hablaba casi al oído y se sonreían mutuamente, seguramente ella no esperaba que yo estuviera ahí, y seguramente el no notó que alguien estuviera observando y ese alguien justamente fuera el marido de Anabel.

Al punto que disimuladamente el posó una de sus manos en uno de los glúteos de mi esposa y luego le dió un buen apretón en un gesto demasiado erótico para mi gusto.

Corté el llamado en forma grosera, y crucé el corredor con el alma herida, mientras veía que el doctor desaparecía de escena, llegué donde estaba ella y noté su sorpresa, no esperaba encontrarme tan rápido seguramente y noté que ella no sabía cuando había visto

Todo bien? – pregunté con una falsa sonrisa esperando su respuesta

Si mi amor, todo bien, la secretaria tomó mi turno, nos sentamos a esperar?

La mentira tenía sabor a un puñal entrando lentamente en mi corazón, de repente quise saber quien era este tipo, que hacía mi mujer, quería enterarme de todo lo que siempre había ignorado.

Cuando el tipo abrió la puerta del consultorio y la llamó, yo me colé a la fuerza tras sus pasos, actitud que tomó por sorpresa a ambos. Nos sentamos y empezó una charla entre ellos de temas espirituales en la cual yo era solo un oyente, porque en mi cerebro se repetía como una película la imagen de su mano perversa en el culo de mi mujer y solo quería saber mas, así que en algún momento no lo soporté mas y exploté interrumpiendo el diálogo que ellos mantenían

Perdón, doctor Cayetano… ese es su nombre cierto? – dije haciéndome el desentendido

Si, Cayetano es mi nombre…

Digame, supongo que lo visitan muchas mujeres cierto?

Si… en general son mujeres… – respondió sin saber a donde iban mis palabras

Y supongo que llega un punto en que hay mucha confianza entre profesional y paciente cierto?

Si… podría decirse que sí… – dijo el secamente tratando de adivinar a donde iría yo

Y dígame… dado que yo soy biólogo y no se nada de estas pavadas de espiritualidad, es normal que a sus pacientes le toque el culo sin el mas mínimo pudor?

El se quedó callado entonces, no articuló palabra, sorprendido por mi acusación directa y sin rodeos, imperturbable, se cruzó de brazos al otro lado del escritorio, entonces fue Anabel quien abrió la boca

Pero Mario, que te pasa? estás loco? que estás sugiriendo? él es un profesional!

Anabel, se lo que vi, vi a la perfección como te sobaba el culo…

Pero qué te pasa? me haces quedar como una puta!

Y acaso que sos? como se le dice a las esposas que andan a las escondidas con otros tipos!

No pienso seguir discutiendo esto, hacete ver la cabeza queres?

El tipo seguía imperturbable al otro lado del escritorio, ahora era el quien solo escuchaba, mi mujer me hacía ver como un tarado, si yo estaba seguro de lo que había visto y las cosas no salían como yo había esperado que salieran, yo esperaba una discusión, una confesión de ella, un perdón de el, una explicación, algo, algo para descargar mi ira, pero no, por el contrario, me trataban como un loco y me querían convencer de que no había visto lo que había visto y eso solo me puso peor.

Elevé el tono de voz y ante las continuas negativas me levanté enfurecido, fui a la puerta y me dirigí a todas las personas del lugar que pudieran oírme

Perdón! perdón! quisiera que me escucharan un momento por favor! – dije captando la atención del entorno – supongo que ustedes son pacientes de este doctor Cayetano, cierto? quisiera saber si es normal que el doctorcito les ande tocando el culo… porque a la puta de mi mujer se lo toca bien tocado, y yo lo vi con mis propios ojos, aunque ahora me traten de loco!

Todos se quedaron viendo en silencio, creo que hasta asustados por mi grado de exaltación, yo buscabas respuestas y solo tenía silencio, acaso todos estaban complotados, la secretaria se acercó y en voz muy baja, apenas audible me dijo

Señor, por favor, le ruego que se tranquilice, este es un sitio serio, no me haga llamar al personal de seguridad…

Comprendí que estaba perdiendo los estribos así que solo agaché la cabeza y fui a tratar de continuar mi día como si nada hubiera pasado, deje atrás al doctor y mi amada Anabel, ya mas tranquilo hablaría con ella.

Esa jornada laboral fue interminable, no pude concentrarme en nada, solo repasaba todo una y otra vez tratando de encontrar aristas a un círculo vicioso. Volví a casa, ella no estaba, ni sabía donde estaba, mis fichas iban cayendo poco a poco, Anabel tenía una vida de la cual yo no era parte, nunca me había interesado, hasta ese momento.

Llegó tarde, intenté hablar, intenté que ella me contara, pero ella una y otra vez negaba todo, nada había pasado y creo que eso era peor todavía, hubiera preferido que me dijera que se acostaba con ese tipo a que me tratara como un loco, como que yo no había visto lo que había visto.

Los días siguieron y empecé a ver cosas que antes no veía, ella salía y no sabía donde iba, no sabía que hora volvería, y por cierto, noté que se vestía demasiado bonita, noté que tenía dinero y no sabía de donde lo sacaba, noté que estaba quedando al margen de su mundo, noté tantas cosas que antes no había notado…

Cada noche trataba de arrancarle palabras, saber que es lo que hacía, si me era infiel, si me amaba todavía, pero siempre negaba todo, siempre me decía que eran ideas mías, que yo no podía soportar que ella llegara tarde, o que se vistiera bonita, y creí que me volvería loco, la negación dolía mas que la humillación.

Jugué una última y desesperada carta, una mañana le dije que había hablado con Raúl, un abogado amigo quien me representaría en el divorcio, que ella buscara a alguien con tiempo para empezar el papeleo. En verdad yo buscaba desesperadamente que reaccionara, pero encogiéndose de hombros me dijo

Me parece bien, dividamos nuestras cosas como personas civilizadas.

Fue la peor respuesta, solo comprobé que ella ya no me amaba, que la había perdido…

Después del divorcio seguimos nuestros caminos, cada uno por su lado, su vida, mi vida. Me resigné a no tenerla a mi lado pero me quedaría de por vida marcado el secreto de sus labios, jamas me confesó la parte de la historia que desconocía, y hasta en el último cruce de miradas me desmintió lo que yo había visto esa mañana, como un extraño le manoseaba impunemente su rico trasero.

El mundo siguió girando, me volví introvertido y empecé a odiar mi trabajo, dejé de lado todo ese futuro brillante, porque ese futuro no tenía sentido si ella no estaba mas a mi lado, por dos años la botella fue mi mejor amiga, vivía ebrio, tomando y vomitando, me había echado al abandono.

En esos dos años me habían quitado el coche por falta de pago, apenas si podía mantener la renta de mi modesto cuarto, así que decidí ponerme de pie antes de tocar fondo.

Busqué empleo nuevamente, con mis antecedentes no me sería difícil encontrar algo pero el problema era que yo odiaba todo lo referido al origen de mi desgracia. Conseguí un puesto administrativo de poca paga, para llenar papeleos, algo nefasto, aburrido, pero tenía algo para mi impagable, estaba calle de por medio a la biblioteca en la que alguna vez había trabajado la mujer que aun amaba, y cada día solo miraba por la ventana, con mi mirada perdida, adivinando en cada mujer que entraba o salía a mi amor perdido.

Volví a viajar en micro, como al principio, la paga ya no me daba para pensar en tener coche y mis días se tornaron rutinarios y grises, solo uno tras otro, no había un principio, no había un final.

Habían pasado casi ocho años de mi divorcio, estaba con el pelo prematuramente encanecido, ahora usaba barba y anteojos en forma permanente, esa mañana viajaba en micro leyendo las noticias en mi celular, de repente un perfume se me hizo conocido, muy conocido, levanté la vista y una mujer estaba parada al otro lado dándome la espalda, era el perfume que usaba Anabel.

No podría equivocarme, pero ella era pelirroja y tenía largos bucles, usaba boina y bufanda para protegerse del crudo invierno, tenía unas hermosas caderas que llamaron mi atención, bajo una pollera tejida a mano en rojo sangre y unas botas de cuero a las rodillas con altos tacos, físicamente me recordó mucho a la que había sido mi esposa, pero tantas veces había soñado con encontrarla que en cada mujer la veía a ella, y yo vivía sumergido en un mundo de locuras desde aquel día en que había visto o creía haber visto como el doctor le manoseaba la cola, ya no podía distinguir entre verdades y pensamientos, bajé la vista si seguí perdido en mi celular.

Minutos mas tarde el olor perfume se hizo mar persistente y por el rabillo de mi ojo vi su silueta a mi lado, desde su vientre hasta el piso, donde esas botas puntiagudas llamaban mi atención, levanté la vista y me encontré cara a cara con ella, era ella! mágicamente como cuando nos habíamos conocido, en un micro, estaba hermosa, encantadora, y yo me sentí un viejo a su lado, Anabel me reconoció y nos saludamos como amigos de toda la vida, me deshice en halagos y el paso del tiempo pareció haber cerrado las heridas, yo me había tragado todas las dudas y ya no la increparía como antes, y esa pareció ser la llave para abrir sus labios, la invité tímidamente a tomar un café sin segundas intenciones y creo que ella en ese momento se apiadó de mi.

Bajamos del ómnibus, ella tenía la mañana libre, yo no, pero que diablos, faltar una vez a mi empleo no sería el fin del mundo.

Nos metimos en un lugar al azar, un bar tranquilo donde no había mucha gente, la calefacción interna contrastaba con el frío exterior del crudo invierno. Algunos casuales clientes por aquí y por allá parecían vivir su día abstraídos del mundo, algunos leyendo notas de periódicos, los mas jóvenes pendientes de sus celulares y otros solo encerrados en sus pensamientos.

Nos sentamos a un lado, sobre una de las ventanas que daban a la calle, Anabel miraba al exterior, viendo en detalle las personas que pasaban arropadas en exceso, los coches que pasaban por la acera y la tenue luz del sol que entraba por la ventana, en cambio yo, solo me centraba en la perfección de su rostro y el rojo cobrizo de sus cabellos que por cierto le quedaba muy bonito, en fin, a mis ojos, a ella todo le quedaba bonito.

Hablamos un poco, con un dejo de nostalgia, alagué su figura y ella me dijo que la barba con los lentes me quedaba bien, me hacía ver un hombre interesante y poco a poco nos fuimos acercando al punto donde nos habíamos separado, de repente, todas esas cosas que había guardado en el cofre de los recuerdos bajo siete llaves parecían abrirse como la caja de pandora.

Esperamos a que nos atendieran, para poder hablar con tranquilidad, cuando el mozo dejó nuestros pedidos sobre la mesa le pedí que me contara la parte de la historia que siempre había ignorado

Está bien – dijo ella – supongo que el tiempo ha hecho su trabajo y tal vez en la siguiente hora me des mas atención que la que me has dado en toda nuestra convivencia

Ciertamente esas palabras sonaron a fuerte reclamo, un duro golpe de asimilar, pero debía tragar mi orgullo si pretendía seguir adelante, tragué saliva y dibujé en mi rostro una falsa sonrisa, la dejé seguir

Cuando me quedé sin empleo en la biblioteca sentí un poco que mi mundo se terminaba, mis días se hacían interminables, no sabía en que ocupar mi tiempo y debo decirte que me sentía insignificante a tu lado, vos eras un tipo tan lleno de proyectos, de ambiciones, con un futuro brillante y me martirizaba sabiendo que nunca estaría a tu altura

Pero yo nunca note eso… – respondí –

Corazón, corazón… hay tantas cosas que no notaste… – respondió tomándome de la manos para luego continuar –

Como dije, yo estaba sola, me sentía terriblemente sola, necesitaba afecto, necesitaba contención, necesitaba un hombre a mi lado, alguien con quien hablar, alguien en quien apoyarme…

Pero yo…

Vos? – siguió hablando cortando mi respuesta – vos nunca estabas, tu trabajo, tus tiempos, tus ocupaciones siempre pero siempre estaban por encima de mi, y eso me dolía demasiado

Tomó un sorbo de su humeante café haciendo una pausa, entonces aproveché a preguntar sobre la espina que tenía clavada

Anabel, contame sobre esa mañana, por favor, contame toda la historia, yo estoy seguro de haber visto lo que que vi, y es algo que me atormentó durante años, que me llevó a la locura y ahora que te tengo frente a frente, creo que merezco toda la verdad…

Ella me miró a los ojos y siguió relatando

De acuerdo, sabes?, yo te amaba con todo mi corazón, era una mujer joven, necesitaba acción en la cama también, mucha acción, vivía con mis hormonas en plena ebullición, caliente, Mario, digámoslo sin rodeos, tenía unas ganas locas de que me cogieras!

Pero si lo hacíamos… – respondí titubeando –

Lo hacíamos? de veras? cuanto? dos veces al mes? te parece mucho? vivía esperándote, vivía masturbándome, llegabas tarde, te ibas temprano, te quedabas dormido a mitad relación, me tocaba a tu lado mientras roncabas, acaso miento?

Miré por la ventana, no podía verla a los ojos, sus palabras sonaban tan duras como ciertas, nunca lo había visto, no tenia idea que cuando me quedaba dormido ella se masturbaba a mi lado, pregunté

Por qué nunca me lo dijiste?

Se rió con sarcasmo para responder

Ves? ves porqué las cosas terminaron como terminaron? jamas me escuchaste, siempre mis temas contigo quedaban para un después que nunca llegaba, porque siempre estabas ocupado y siempre había algo mas importante y cada vez que te hablaba sentía que era lo mismo que hablarle a la pared, me contestabas sin siquiera saber que es lo que te decía, parecías un zombie.

Tan así era? – ella me exponía ante un cruel espejo de mi vida al que yo me resistía a verme reflejado –

Jamás captaste mis indirectas, los pedidos de vacaciones, los pedidos de una cena íntima, ni las ricas comidas que te preparaba y que se enfriaban sobre la mesa, ocasiones en la que terminaba comiendo sola viendo alguna vieja película al azar. Tampoco notaste la lencería que mas de una vez compraba solo para vos, para que me vieras bonita, porque siempre esperaba cambiarte, siempre…

Solo escuchaba, no tenía respuestas a sus verdades

Creo que toque fondo cuando quería que me dieras un hijo y me regalaste un perro, te acuerdas?. un perro… se quedó mirando la nada, como recordando ese día, luego continuó – viendo que el peso sobre mis hombros era demasiado grande empecé a buscar ayuda, los temas de espiritualidad poco a poco llenaron mi alma, leí en internet, busqué medicina no tradicional, con uno y con otro y alguien me recomendó que contactara al doctor Cayetano, ya sabes…

Entonces… – apuré mientras ella terminaba su taza de café –

Entonces lo que viste esa mañana fue cierto, el me aferró del trasero, solo que vos no debías estar ahí. Necesito explicarte que eso que viste fue solo abrirte los ojos a una situación a la que preferías estar ciego, hacía tiempo que lo nuestro estaba terminado, sin retorno y ya no estaba contigo por amor, sino por lástima…

Eso había sonado tan duro como una desgarro en mi corazón, ‘hacia tiempo que lo nuestro estaba terminado’, ‘estaba contigo por lástima’, cuanto dolor podían causar las palabras.

Cuando conocí a Cayetano yo estaba muy frágil, me la pasaba llorando y encontré en el la contención que no tenía de tu parte, poco a poco entré en confianza, poco a poco me fui soltando, poco a poco fuimos teniendo cosas en común y el logró hacer de mis lágrimas sonrisas, y yo necesitaba un hombre, y él pudo notarlo.

Te diré que solo se dio, en una de mis consultas, yo estaba sentada charlando lado a lado del escritorio, justamente el tema era la falta de intimidad contigo, en algún momento el fue a servirme café porque me notaba tensa y vino a mi lado, solo me dejó hablar y empezó a darme un rico masaje en los hombros y en el cuello, Dios, que rico se sabía!

Sin darme cuenta me dejé llevar, sus manos se sentían grandes y fuertes y lentamente fue bajando por delante, tanteando mi reacción, cerré mis ojos y exhalé con fuerza, el ruido del aire saliendo de mi boca resonó en el ambiente y claro, el pudo notarlo, lo dejé seguir y poco a poco se coló bajo mi camisa y mi sostén, bueno, ya imaginas, no voy a entrar en detalles, pero fue el principio…

Y me fuiste infiel… – asenté en tono de roproche –

Y que esperabas? – sentenció como un contra golpe –

Apreté mi propio cuello por la nuca, estaba contracturado y expectante por el resto de la historia, así que ante el temor que Anabel cambiara de idea apuré el paso

Y entonces Cayetano fue tu amante…

No, en verdad no – me respondió al instante – él es un buen hombre, lo hicimos algunas veces pero me hizo ver que era un hombre casado, y que si bien yo era muy atractiva no quería darme ilusión a algo que nunca ocurriría.

Entonces? – pregunté nuevamente, porque si no eran amantes, porque la había agarrado por las nalgas como si lo fueran –

Relato de mi historia durmiendo con una extrañaNo te ofendas, pero Cayetano sabía mas de mi vida de lo que vos siempre supiste, el sabía muchas cosas de mi, que era una mujer joven, que necesitaba un buen hombre, que necesitaba sexo, y que necesitaba dinero, entonces con todo respeto, me hizo una propuesta, me dijo que él estaba con un círculo de amigos con dinero, tipos con dinero que pagarían unos pesos por compartir una cena, era solo una cena, que no me ofendiera, que lo pensara, era algo así como un club de amigos

Y que hiciste?

Le dije que no, que como se le ocurría algo así, que ni siquiera lo imaginara, y me molesté con el esa mañana, pero conforme pasaron los días y ya con la mente fría, le di forma a la idea y no e pareció ta mala idea, que tenía de malo, solo una cena, tal vez conocería algún hombre que me hiciera olvidar de mi hombre, alguien a la que le importara, que me escuchara, que me diera un abrazo, una caricia, un protector, alguien con quien compartir mis miedos, y mis alegrías.

Y eso volvió a desgarrar mi corazón, pero la dejé seguir, empezaba a conocer una historia detrás de la historia

Y salí con un tipo, con dos, con tres, el cuarto y el quinto, todos me dejaban unos buenos pesos por cenar y la pasaba bien en compañía masculina, pero me di cuenta que donde yo solo buscaba un hombre ellos buscaban sexo.

Sucedería con mi sexta cita, el joven era guapo en exceso, tenía un porte masculino terrible y creo que al conocerlo sabía que terminaría con el en la cama, la pasamos bien y por primera vez le puse un precio a mi cuerpo. En resumen, me cogieron, me pagaron y quedé más que satisfecha…

Espera, espera – retruqué incrédulo – dijiste ‘por primera vez’?, o sea que hubieron mas veces?

El fue el primero, y siguieron otros, lo mio fue un pequeño emprendimiento en expansión, si el tipo de turno me gustaba y tenía dinero, seguramente terminábamos en la cama, y si no, una cena era suficiente, fue increíble, mis clientes de turno tenían amigos, y esos amigos mas amigos, y empecé a llenarme de sexo y de billetes, de billetes y de sexo, en algunos meses me había acostado con tantos tipos que había perdido la cuenta. Te puedo decir que gané muy buena reputación, no sabes como me calienta cuando los hombres me dicen lo bien que la chupo.

Me hice atrás como espantado, dolido en mi orgullo y recriminé

Es broma Anabel, cierto? me estás diciendo que mi esposa era una puta y nunca lo supe? que solo cogías por dinero?

Ella rió nuevamente, con esa risa macabra, con sabor a venganza y respondió muy calma

En otra época te hubiera abofeteado por tratarme de puta, pero ahora me da cierta gracia, digamos que soy una profesional que vende su tiempo a los caballeros que puedan pagarlo, solo eso, y mírame, por cierto, creo que tan mal no me va, cierto?

Y yo nunca lo supe? como no me di cuenta…

Es lo que me preguntaba una y otra vez, como no lo notabas…

Y entonces lo de esa mañana? donde cuadra Cayetano en todo esto

Cayetano… veras… esa mañana estuviste en el sitio incorrecto en el momento incorrecto, llegaste en el final de la historia, yo ya no tenía sentimientos por vos, tenía decidido pedirte el divorcio, solo necesitaba ocultarte que dormía con cualquiera porque seguro me dejarías en la calle, y y quería mi parte.

Cayetano era un buen amigo al que visitaba cada tanto, seguía contándole mis cosas y él era en parte responsable por la feliz y adinerada mujer en la que me había convertido, llamame puta si te hace sentir mejor, no me interesa, y él era así, tenía esos detalles de ‘toques’, de ‘juegos’ de pareja, los que no supiste darme, solo era eso, y eso fue lo que viste…

Un amplio silencio se hizo entre nosotros, ella había largado hasta última palabra, yo aun trataba de procesarlas, ella entonces tomó la bufanda que descansaba en el espaldar de su silla, comenzó a enroscarla en su cuello al tiempo que me decía

Bueno Mario, me he quitado un peso de encima, tenía una deuda contigo y ahora ya lo sabes, creo que es hora de seguir nuestros caminos

Anabel se incorporó, ya se había puesto la boina y se aprestaba a ponerse el abrigo, eran los últimos segundos a su lado, la tomé por la mano con fuerza tratando de prolongar el momento, y con palabras atravesadas traté de resumirle en minutos el desastre en el que se había convertido mi vida sin ella a mi lado, quise convencerla de que había cambiado, que era otro hombre, que me diera otra oportunidad.

Ella esbozó una última sonrisa, tomó una servilleta y anotó algo en ella en ella, para cerrar con estas palabras

No prometo nada, te dejo mi número, juntá unos pesos, quien te dice, tal vez compartamos una cena algún día de estos…

Besó el papel con sus labios dejando impregnado en la blancura el rojo de sus labios, caminó hacia la puerta y dejó la servilleta en una mesa contigua, lejos de mi alcance, me hizo un guiño de ojos muy sexi y solo la vi desaparecer en el crudo invierno.

Tardé en reaccionar, pero en cuanto me di cuenta fui casi corriendo a la otra mesa, tomé el papel entre mis dedos para agendar su número, pero solo pude leer

EL TREN PASA UNA VEZ, Y VOS LO DEJASTE PASAR.

FIN.

Si te gustó la historia puedes escribirme con título DURMIENDO CON UNA EXTRAÑA a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato…

 

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