Relato erótico con el manipulador de mi jefe en 8 partes…

Espero les guste este relato erótico que les voy a contar en 8 partes…

PARTE 1

Mis padres me criaron bajo los más estrictos preceptos de la religión cristiana, mamé en el seno de mi familia una cultura muy arraigada a la iglesia, todos los fines de semana asistíamos a misa y mi madre incluso fue por bastante tiempo colaboradora en la parroquia y solía ir en la semana alguna que otra vez a rezar el rosario.

Como imaginarán, y como consecuencia lógica, siempre fui una chica muy vergonzosa y timorata a la que le costó engranar en la vida y muchas veces mi inocencia me jugaba en contra.

El punto de quiebre fue a mis dieciocho, cuando quedé embarazada, Mario, o Marito como lo llamaban en casa, era mi noviecito en ese entonces, éramos demasiado jóvenes, inexpertos y con las hormonas fluyendo en nuestras venas, imposible de controlar.

No sabíamos nada, o casi nada, en mi casa jamás me habían hablado de sexo, tema tabú si lo había y otro tanto pasaba en lo de Mario, nos habíamos conocido en los encuentros dominicales de la parroquia.

Fue muy duro enfrentar a nuestras familias, en especial fue una decepción para mi padre quien jamás hubiera imaginado semejante noticia, el soñaba entregar a su hija vestida de blanco en el altar, de blanco impoluto, jamás tocada.

Pero la realidad fue otra y el tiempo curó las heridas, aunque a papá creo que siempre le quedó la espina clavada.

Dos años después papá falleció de un accidente cardiovascular, fue imprevisto, de golpe, lloré mucho, él era muy importante en mi vida, a tal punto que el dolor me llevó a alejarme de Dios, aún hoy no encuentro respuestas y dejé mi fe guardada en el cajón de los recuerdos.

Esa es la arcilla con la que fui moldeada, porque cada uno es una consecuencia de lo que fue, de lo que vivió, de lo que mamó.

Vamos a mi presente cercano, ya tengo veinticinco, vivo con Mario, mi esposo y Romina, mi beba que ya está por cumplir seis añitos, es mi razón de vivir.

Mario ocupa un alto cargo en una empresa de siderurgia, de servicios, no entiendo mucho del tema pero lo cierto es que se la pasa viajando demasiado por todo el país, supervisando montajes y no sé qué cosas más que siempre me cuenta, sus anécdotas son por demás de aburridas, al menos para lo que una mujer como yo pueda interesarle.

En los primeros tiempos mi espacio se llenó con la crianza de Romina, pero desde que había empezado el año inicial del colegio descubrí que tenía demasiado tiempo disponible y poco a poco comencé a sentirme desesperadamente sola e inútil, me di cuenta que me estaba deprimiendo en mi soledad y que si no hacía algo al respecto las cosas no caerían del cielo solo por arte de magia.

Los discutimos con Mario, y con mi madre, y con mis suegros, comencé a buscar un empleo a medio tiempo, si bien mi marido ganaba suficiente para mantenernos, necesitaba sentir que estaba viva, que podía ganar mi propio dinero, necesitaba llenar mi espacio, ser alguien diferente a lo que era.

Así fue que luego de presentar algunos curriculum vitae, luego de tocar algunos contactos y conocidos, luego de algunas entrevistas y esperas, tuve la oportunidad de ingresar al estudio de Lozano-Gorostiaga.

La remuneración no era mucha, no se paga mucho por una simple secretaria, pero no estaba ahí por la paga, al menos no en ese momento, me convenía ingresar a las ocho de la mañana y salir a las doce del mediodía, el horario del colegio de Romina, sabiendo que ante cualquier imprevisto podría contar con la ayuda de mi madre, o de mis suegros.

El estudio jurídico contable no era muy grande, tampoco era chico para tres personas, ellos tenían la mayor porción del lugar y a un lateral estaba mi oficina, separadas por vidrios con cortinados que ellos abrían o cerraban cuando creían conveniente.

Llevaban el asesoramiento de algunas empresas de la zona que por razones confidenciales no nombraré, solo entre las más importantes una autopartista automotriz, una radiodifusora y un complejo hotelero.

Tenían buenos contactos, banqueros, judiciales, hasta políticos, sabían lo que hacían.

Y ellos poco a poco me fueron soltando la correa y dando más responsabilidades, de simple telefonista y recepcionista pasé a manejar balances, a hacer recorridas bancarias, a mover dinero, deambular por tribunales, pasaba mucho dinero delante de mis ojos, más de lo que a mí me sonaba lógico.

Gustavo Lozano es contado público, llegando a los cincuenta años, gusta de la buena vida, ostenta su coche importado, imponente, lustroso, ese, el de los cuatro círculos, un tipo de poco más  un metro ochenta, bien mantenido a base de practicar deportes y gimnasio, de cabello corto, llamativamente canoso por su edad, de sugerente ojos verdes, perfectamente afeitado.

Usa finas ropas, invariablemente traje y pantalón de vestir, costosos perfumes importados, inteligente, rápido, vivo para los negocios, siempre un paso adelante, un ganador por naturaleza, siempre por sobre la media, no era de conformarse, llevaba el liderato en las venas.

María José Gorostiaga, su esposa, es abogada, delgada, alta, tan alta como el, cuando usa tacos hasta lo pasa en altura, hago memoria y creo que jamás la he visto en pantalones, generalmente viste una incontable cantidad de trajes Chanel, exóticos y exclusivos.

De mirada penetrante, ojos negros y cabellos a los hombros, teñidos perfectamente a un negro azabache, envidiablemente brillantes, muy fina y delicada para hablar, aunque lo negara era evidente un lifting en su rostro y sus pechos artificiales, siempre maquillada a la perfección, con las uñas esculpidas pintadas en rojo sangre. Ella tiene un coche japonés de dimensiones modestas, pero no por ello privado de lujos.

El matrimonio forma un dúo impecable, socios, en un mundo de abogados y contadores, sé que tienen un hijo que podría ser mi hermano menor, un mocoso malcriado que tiene todo al alcance de la mano, fanfarrón en su moto de alta cilindrada que conduce de tal forma que el ruido de su escape hace temblar los vidrio del lugar.

Pero bien, vamos a centrarnos en el último año…

Como entenderán, la convivencia diaria entre tres personas, empiezan siendo laborales, pero es inevitable que poco a poco se mezclen temas personales, así fue que me enteré de las cosas narradas antes y ellos también se enteraron de mi vida personal.

Nadie tenía horarios fijos, como me tocaba recorrer bancos y clientes, ellos también iban y venían, a veces estaba sola, a veces ellos estaban solos, a veces compartía horas con María José y a veces con Gustavo.

Gustavo era un tipo con experiencia en la vida, y en mujeres, podía notarse fácilmente, y cuando estábamos a solas no dudaba en tratar de acercarse, modestia aparte, atraído por mi belleza y por mi juventud. Él fue el de la idea de que tuviera un uniforme de trabajo, camisa blanca, chaqueta negra y pollera ajustada del mismo tono y una delicada y femenina chalina violeta rodeando mi cuello. Pero la pollera era bastante corta y me hacía una cola demasiado provocativa y sugerente, no soy tonta…

Mi jefe me ‘coqueteaba’ cada vez que podía, se insinuaba, y sé que muchas veces me llamaba con cualquier pretexto solo para verme al volver, podía sentir su mirada quemando mi trasero.

Era recurrente con un tema, me preguntaba si usaba lencería erótica, me decía que me imaginaba con un corsé, medias y porta ligas blancas, a lo que yo me sonrojaba y me reía nerviosamente desviando la mirada, solo diciéndole que no moleste, a lo que el siempre retrucaba por la suerte que tenía mi marido.

Hablando de mi marido, no le ocultaba estas cosas, estas palabras con mi jefe, pero él nunca le daba demasiada importancia. También le decía a Gustavo que me preocupaba lo que su esposa pudiera pensar, pero el siempre reía a carcajadas y me decía que no me preocupara por la abogada…

Poco a poco me fui enredando como mosca en tela araña, Marito estaba lejos demasiado tiempo y la soledad no es buena consejera, Gustavo iba carcomiendo poco a poco mis cimientos y cada tanto me invitaba a tomar una copa, un café, lo que sea, en especial cuando visitábamos algún cliente, se ponía pesado y cada vez se me hacía más difícil darle un no como respuesta.

A todo esto no podía creer la pasividad de María José, o era ciega o era muy estúpida. Su esposo me trataba demasiado bien para ser solo una empleada, para el día de la secretaria me regaló un ramo de rosas con una caja de bombones y si bien la tarjeta decía ‘María José y Gustavo’, el me dejó bien en claro que era solo una formalidad y el obsequio corría solo por su cuenta.

Todo se desmoronó la última semana, el viernes se acercaba el fin de la jornada cuando Gustavo me contactó por chat, él estaba en la calle por lo que supuse que lo hacía desde su móvil

  • Nora, necesito pedirte un favor grandísimo…
  • Si, Gustavo, en que puedo ayudarte? – contesté mientras releía mis correos
  • Sabes que estamos con el tema de los franceses, y estoy ultimando los detalles – Gustavo llamaba ‘los franceses’ a unos empresarios que estaban con temas de gastronomía, por cierto, ‘los franceses’ era en todo de sarcasmo.
  • Sí, estoy al tanto…
  • Bueno, esta noche tenemos una cena, y necesito que vengas…
  • Esta noche? – escribí un tanto molesta, odiaba que me pidiera las cosas tan sobre la hora.
  • Si, esta noche, es muy importante, lamento molestarte, sé que te incomodo pero sabes que María José viajó a Buenos Aires, y necesito quien me dé una mano…
  • Dame un momento, en cinco te contesto…

En ese momento no me pareció nada raro, si bien no era habitual, cada tanto ellos cerraban sus negocios en una cena, o en un almuerzo, en algún lugar de etiqueta, fuera de la oficina.

Ya conocía de estas cosas y cuando me tocaba participar era quien iba anotando los detalles de la conversación, el primer problema era mi pequeña hija, así que llamé a mamá para que se llegara a casa a cumplir funciones de abuela y niñera.

Mi madre ya estaba acostumbrada a estas cosas y disfrutaba en su rol de abuela, así que no tuve inconvenientes en saltar el obstáculo.

Mi jefe es un tipo impaciente, y antes de los cinco minutos ya me llamaba directamente a mi celular

  • Nora, y? tengo que cerrar la reserva y otras cosas…
  • Pará Gustavo, las cosas no se resuelven en un abrir y cerrar de ojos – reclamé levantando la voz, olvidando con quien hablaba, cosa que hizo que el levantara el pie del acelerador y meditara sus pasos
  • Lo siento, estoy con bastante presión…
  • Bueno, así está mejor… no te preocupes, mi madre se quedará a dormir con Romi, así que tendré tiempo para ti, esto les saldrá caro… – sabía que esas reuniones empezaban y nunca terminaban, negocios son negocios, y sabía que le sacaría unos pesos extra por mis servicios.
  • No te preocupes, serás recompensada como de costumbre… paso por tu casa? a las nueve?
  • No Gustavo, por casa no, sabes que me incomoda, mejor pasá por el bar de Italia y Pellegrini, como de costumbre, te parece? te espero ahí – no me parecía apropiado que en la ausencia de mi marido pasara a buscarme por casa un tipo con un flamante coche importado, por el que dirán en el barrio y por las preguntas filosas de mi madre, por lo que buscaba un punto neutral de encuentro.
  • Ok, como prefieras, no olvides de llevar tu notebook y todos los registros de los franceses…
  • Si, si… conozco mi trabajo.
  • Listo, cualquier problema nos hablamos
  • Chau!
  • Nora!
  • Si?
  • Gracias…

PARTE 2

Fue el fin del diálogo, menuda tarea tuve por la tarde en casa recopilando información de estos empresarios, con mi hija jugando con la play a todo volumen y mi madre que había llegado temprano y me parloteaba sin cesar, casi sin importarle que solo le respondía con monosílabos y trataba de concentrarme en mi trabajo.

Llegado el momento, me duché y mientras me cambiaba le pedí a mi madre que adelantara el pedido de un taxi, me puse una blusa holgada tejida al croché y un jean celeste un tanto desteñido que me pareció discreto y apropiado para la ocasión, ultimé todos los detalles con mamá, le di un beso a Romi diciéndole que no hiciera renegar a la abuela, tomé la notebook, mi cartera y salí presurosa hacia el móvil que hacía sonar su bocina en la puerta.

Fui al bar que había acordado con Gustavo, no tuve que ingresar, su lujoso coche estaba casi en la puerta, estacionado en doble fila con las balizas encendidas, me subí rápidamente, cosa que me ponía un tanto nerviosa por lo que los demás pudieran pensar, porque resultaba muy obvio lo que se pudiera pensar.

Cerré la puerta, me acomodé y lo saludé a mi jefe con un beso en la mejilla, y él me miró con cara desencajada

  • Qué pasa? – pregunté confundida
  • Cómo que pasa? que es esa ropa?
  • Qué tiene mi ropa? – pregunté ahora mirándome, pensando que algo estaba roto, o manchado
  • Diablos… conoces a esta gente mejor que yo, pensé que no hacía falta mencionarte que iríamos a un lugar de categoría, te parece que esa ropa es adecuada? mírate, estas para ir al mercado…

Me sentí un tanto ofendida puesto que lo que para mí era un sacrificio para él era una dádiva, estaba impecable con un traje entre celeste y gris, camisa casi blanca y corbata roja oscura, pero de alguna manera comprendí que su punto de vista era lógico, miró la hora y dijo

  • No importa, estamos a tiempo, abróchate el cinturón de seguridad…

Y antes que pudiera hacerlo ya había arrancado a toda velocidad, no sabía dónde íbamos pero la velocidad me asustaba y permanecía inmóvil, agarrada como gato en el asiento.

Al fin me di cuenta de sus intenciones cuando ingresaba por la rampa al estacionamiento del  Shopping del Siglo, uno de los lugares más paquetes de la ciudad, un lugar donde solo miraba vidrieras en algún que otro paseo, ya que los precios de las prendas que allí se vendían estaban muy lejos de mi alcance, estacionó con premura y me llevó tan rápido que casi no podía seguirle los pasos por lo que lo hacía a un trote corto, nos zambullimos en un local donde fue recibido casi como un rey.

  • Buenas noches señor Lozano, hacía tiempo que no lo veíamos por acá
  • Buenas noches Mauro, no estoy con mucho tiempo…
  • Usted dirá…
  • Estoy con los minutos contados, tengo una cena de negocios, necesito que mi secretaria quede bien sexi, lo mejor de lo mejor como de costumbre…
  • A la orden!

relato erótico con el manipulador de mi jefeNo podía creer lo que pasaba, comprar una camisa y un jean en ese local me hubiera llevado el salario de un mes, casi no pude elegir, en un abrir y cerrar de ojos estaba en un probador midiéndome prendas y casi no opinaba.

Gustavo caminaba contrariado de un lado a otro mirando insistentemente su reloj, incluso hablaba por su celular, entiendo que retrasando la cena, me sentí tan tonta, y si perdiera la oportunidad por mi culpa…

Al fin, una blusa tornasolada y brillante, con escote asimétrico dejando mi hombro derecho descubierto, con una minifalda de látex borravino demasiado corta que marcaba demasiado las caderas y la cola para mi gusto, además la notaba excesivamente corta, lo cual resaltaba mis muslos haciéndome sentir avergonzada, yo no era así, pero no estaba en posición de discutir…

Cuando salí del probador tuve una rara sensación, me sentí bonita, vestida para matar, Gustavo se quedó paralizado al verme, con la boca abierta y en un segundo intuí que había pasado toda su locura.

  • Estás… estás… sencillamente maravillosa…

Sonreí, en mi rutina ya no recordaba lo que era sentirse observada, deseada, solo le dije temerosa

  • Pero Gustavo… yo… yo no puedo pagar por esto…

Mi jefe sonrió por mi inocencia, sacó su billetera donde tenía tarjetas de crédito de todos los colores, le dio una al tipo que lo había atendido y firmó sin siquiera mirar el importe, cosa que yo si hice como si se tratara de mi dinero.

Le pedí cinco minutos más, pasé por el baño, vacié mi vejiga y me maquillé convenientemente, un toque más agresivo haciendo juego con mi look de mujer fatal.

Partimos hacia el lugar del encuentro, ahora más calmo, ahora a menor velocidad, Gustavo cada vez que el tránsito se lo permitía desviaba la mirada hacia mi cuerpo, o se perdía en mis muslos o en mis pechos que resaltaban al ser atravesados por el cinturón de seguridad, sentía vergüenza, me sonrojaba, pero al mismo tiempo sentía una leve picazón, esa que nos envuelve a las mujeres cuando nos sentimos deseadas y bonitas.

Llegamos al lugar, no podía creer el restaurante elegido, demasiado para una noche de negocios pensé, la luz estaba tenue y se respiraba en al ambiente el aire a ‘cajetilla’, nos recibieron como a príncipes y a mi jefe de la misma manera que lo habían recibido en el local del paseo de compras, dejando en claro que era cliente habitual del lugar.

Nos acompañaron a una mesa que daba a un ventanal que era iluminada por las luces de la avenida exterior.

El acomodador corrió mi silla para que me sentara, tratándome como a una dama, aunque pude advertir su mirada indiscreta recorriendo mi cuerpo. Me senté sin decir palabra, pero las cosas no estaban en orden, una mesa ‘solo para dos’, no había nadie conocido, es decir, ‘los franceses’ como Gustavo les decía, empecé a desconfiar de la situación, por lo que me apresuré a preguntar  en voz baja apenas nos dejó el tercero y tuvimos un poco de intimidad

  • De que se trata esto?
  • Una cena, que más… –  respondió Gustavo como haciéndose el tonto
  • Vamos, tu sabes, los franceses? – insistí casi exigiendo una respuesta, sin olvidar que era mi jefe quien estaba el frente
  • Se arrepintieron… no vendrán…
  • Mentiroso… lo planificaste todo, verdad? nunca hubo cena de negocio… solo armaste una historia – en ese momento me sentí encenderme por dentro
  • Tranquila Nora, tranquila, por favor… – dijo bajando la voz y atajándose con sus manos
  • Escucho… – apenas murmuré esperando una respuesta convincente
  • Verás, realmente era una cena de negocios, se de los problemas que te traigo, tu hija es pequeña, no jugaría contigo ni te haría trampas, no te traería engañada, pero estos malditos… se arrepintieron a última hora, y ya tenía toda la agenda armada…

Gustavo me extendió gentilmente su celular, para que revisara con mis propios ojos sus mensajes de whatsapp, evidentemente no me mentía, incluso percibí el enfado en sus textos, mientras yo leía el continuó explicando

  • Tal vez haya sido un error y en tal caso te pido mis disculpas, pero ya tenía todo el programa armado, como verás era demasiado tarde cuando todo se canceló, sé que tu marido está en Bahía Blanca, sabes que mi esposa está en Buenos Aires, los dos estamos solos, así que…

En ese momento nuestra conversación fue interrumpida por el mozo que nos traía las cartas para elegir nuestros platos, tomamos una cada uno mientras nos aconsejaba la especialidad de la casa, pronunció algo en francés que no alcancé a comprender, mi jefe le dijo que preferíamos elegir, entonces, ya nuevamente en la intimidad prosiguió

  • Como te decía, no me pareció inapropiado compartir solo una cena, te propongo una cosa, solo deja pasar el tiempo, tú tienes el control, tú decides que hacer y tú decides cuando se termina, que dices?

Quedé en silencio devolviéndole el móvil evaluando mis posibilidades, era tarde, tenía hambre y nunca había estado en un lugar así, que tendría por perder? Y si algún conocido me viera? era un riesgo que podría correr, Marito no tendría por qué enterarse, y si se enterase, en definitiva, no estaba haciendo nada malo.

Miré hacia abajo de casualidad, la minifalda estaba casi a la altura de mi vagina, en esa posición, sentada se subía lo suficiente para que mis muslos quedaran sugerentemente desnudos, pregunté:

  • Y la ropa?
  • Que hay con eso?
  • Por qué me compraste esto y me hiciste vestir así?
  • Bueno, me atrapaste… en primer lugar porque esa fina ropa es adecuada para un sitio como este, en segundo lugar, porque nunca te había agasajado, y aunque nunca te lo diga, eres excelente en tu trabajo, y te mereces una recompensa, y en tercer lugar, el más importante, porque eres hermosa, y necesitaba verte como toda a una mujer, que llenes mis ojos…

Gustavo notó que solo me sonrojaba con sus palabras, aunque en el fondo me encantaba porque nunca me habían tratado de esa manera, me sentía seductora y seducida al mismo tiempo, entonces cambiando de tema dijo

  • Elegimos?

Para mi desgracia, todos los nombres de los diferentes platos eran inentendibles, era más francés que castellano y me di cuenta cuán lejos estaba su mundo y el mío, al fin me rendí y le dije bajando la carta

  • Solo quisiera un buen salmón rosado con alguna ensalada y papas, si puede ser… – nunca había probado ese plato, pero siempre escuché que era algo especial

Él sonrió y llamó al ‘garzón’ para hacer el pedido.

Al poco tiempo nos habían traído algunos quesos para esperar el plato principal y un vino tinto fino que se encargó de catar, cosa que me provocaba cierta gracia puesto que esto era para mí un mundo de película, una foto de la aristocracia que siempre me había causado cierta repulsión.

Gustavo comenzó charlar sobre nuestras cosas de trabajo, acerca de cómo me sentía, sobre la vida, sobre nuestros día a día revoloteando por varios temas sin detenerse en ninguno en particular, cosas que obviaré porque no vienen al caso, hasta que trajeron nuestros platos principales, él había pedido una carne con papas y un revuelto de cremas que parecía tener más nombre de lo que en si era, en un momento llevó la conversación hacia mi esposo

  • Y? como es tu vida con Mario, eres feliz?

PARTE 3

Por supuesto! – contesté airosa

  • Y lo amas?
  • Con todo mi corazón – volví a responder con suficiencia
  • Le has sido fiel, por supuesto, no? – preguntó dando como descontada la respuesta
  • Por qué preguntas? – devolví la pregunta con otra pregunta
  • Por nada, curiosidad… y le serías infiel?
  • Por qué habría de serlo? – volví a preguntar sobre una pregunta

Viendo que no encontraba lugar por donde flanquear mis defensas dialécticas, Gustavo hizo una pausa para llenar nuestras copas nuevamente y replantear su estrategia

  • Fue tu único hombre, cierto?
  • No sé a dónde apuntas… – reclamé a su pregunta con una nueva evasiva
  • Debo tomar eso como un sí?
  • Si, Marito fue mi único hombre, el único con el que me acosté, si eso quieres saber…
  • Y apostaría que fue al único que has besado, cierto?
  • Y por qué supones tantas cosas? – la conversación comenzaba a molestarme y a salirse de curso
  • Bueno, ya hace un tiempo que nos conocemos, en alguna oportunidad me contaste que te habías casado muy joven, me contaste también de tu inclinación religiosa, lo de tu padre, y hasta que te casaste embarazada, recuerdas? Yo solo ato cabos…

Ya no tenía ganas de responder, por lo que llevé la charla hacia otro lado

  • Por qué mejor no me cuentas algo de tu vida, de tu pareja, sigues enamorado de la doctora María José Gorostiaga? – como queriendo resaltar el nombre de su esposa
  • Ja! ja! – rio en forma llamativa – María José Gorostiaga… – mencionó acariciando con el dedo índice el contorno de su copa, con la vista perdida en el líquido contenido
  • Si, la amas? – repregunté por si quedaban dudas
  • Se ve que hacemos un buen trabajo vendiendo la imagen de matrimonio perfecto… verás jovencita, no mucha gente sabe esto, por lo cual confiaré en tu discreción…

Gustavo hizo una pausa para luego explayarse

  • No somos lo que aparentamos, hoy en día solo somos socios, como habrás notado María José es una excelente abogada, de las mejores, y no puedo perderla, y bueno, ella a su vez necesita un tipo de negocios como yo, pero hace años que nuestro amor murió, ella tenía más o menos tu edad cuando la encontré en mi propia cama con otro tipo, pero no me quejo, yo también tenía mis aventuras por ahí. Decidimos montar esta fábula que tú conoces, pero matrimonio? no queda nada… cada uno tiene su vida, de hecho cada uno duerme en su cuarto, no hay nada de nada entre nosotros…

Escuchaba con atención mientras el último bocado de salmón se enfriaba en el tenedor, entonces preguntó volviendo a la carga

  • Y que tal es en la cama?
  • Perdón? – como no queriendo entender su pregunta
  • Tu sabes… que tan bien te hace el amor?
  • Qué preguntas son esas? – dije nerviosa por el punto al que nos dirigíamos
  • Qué tiene de malo mi pregunta? te acabo de confesar un importante secreto de mi vida…
  • Si! es muy bueno, demasiado bueno! – respondí orgullosa y segura de mi misma y de mi esposo
  • Ok, pero… con que lo comparas?
  • Cómo con que lo comparo?
  • Claro, es el único con el que te has acostado… entonces, como sabes que ‘tan bueno’ es?
  • Sé que es muy bueno y punto – aseveré como no queriendo entrar en detalles y cerrar el tema, entonces tomó la copa y meciendo el vino de un lado a otro dijo
  • Mira Nora, ves este vino? Es un ‘cabernet sauvignon’, y yo puedo asegurar que para mí paladar es realmente el mejor, y sabes por qué? porque he probado un ‘malbec’, y también un ‘sirah’, y otros, entonces, tengo patrones para comparar y no solo ‘es muy bueno y punto’, comprendes de que hablo?
  • A mí no me hace falta comparar, digas lo que digas…
  • No se… tal vez… sabes, dicen que los hombres somos como el vino, cuanto más añejo, mejor…

Empezaba a sentirme ahogada, acosada y acorralada por ese hombre, me daba cuenta a qué lado llevaba la conversación y la cosa no pintaba bien, tuve que poner un freno, y en realidad necesitaba pasar por el baño a orinar, así que se lo hice saber, de paso, le dije que me pidiera una copa helada, de vainilla y frutilla si fuera posible.

Me incorporé y comprobé que el vino se me había subido un tanto a la cabeza, acomodé la minifalda y enfilé hacia los baños, fui derecho a sentarme al inodoro y mientras orinaba solo me repetía que debía pensar lo que estaba haciendo y los pasos que estaba dando, miré mi tanga y estaba empapada con mis propios jugos por lo caliente de la conversación, en el momento lo pasé por alto, pero ahora que pensaba con calma debía reconocer que me habían excitado demasiado las preguntas de Gustavo, como contrapartida, asumí que el seguramente debió sufrir una terrible erección bajo la mesa, me sentí fatal y avergonzada.

Salí del cubicle y fui hasta los lavabos, miré la hora, era casi media noche, tomé el celular y llamé a mamá para asegurarme que todo estaba bien y advertirle que no llegaría en un tiempo, ella estaba a punto de irse a dormir y me aseguró que Romina ya descansaba.

Mientras hablaba, de casualidad me descubrí mirándome a los espejos del sanitario, hacía tiempo que no me vestía así, me veía algo puta, me veía puta, bah… me veía muy puta… esa falda era demasiado corta y me hacía una cola grandiosa, y los pechos no pasaban desapercibidos bajo el brillo de la tela, volví a la mesa a tomar mi lugar donde mi copa helada empezaba a derretirse.

Gustavo tomó la palabra nuevamente

  • Nora, quiero confesarte algo
  • Si?
  • Te observé detenidamente cuando ibas al baño…
  • Y? – contesté esperando no escuchar lo que sabía que iba a escuchar
  • Tienes un culo perfecto!!!
  • Qué??? – pregunté enojada y halagada a la vez
  • Vamos nena, no te hagas la que no lo sabes, esa cola, esas piernas, esos pechos, esa cintura… seguro los hombres mueren por ti…
  • Basta Gustavo! – lo reté con una inapropiada sonrisa que no podía evitar, con el rostro incendiado en vergüenza por sus palabras que me llegaban profundo, pero para el solo fue abrir una puerta para que seguir buscando
  • Dime, te masturbas?
  • Pero qué te pasa? – exclamé con ojos desorbitados…
  • Si quieres cambiamos de tema, pero me gustaría saberlo, te masturbas? – sabía que debía detener la charla, sabía que no era conveniente seguir, tal vez el alcohol en mi sangre me animaba a seguir, pero no podía detenerme, pisé en falso con mi respuesta…
  • Si, algunas veces… – queriendo dejarlo satisfecho para dar por terminado el tema, pero solo sirvió para que monologara…
  • Te tengo! sabía que no me equivocaba! en resumen, sabes que tu esposo es ‘el mejor’, pero no tienes con quien comparar porque nunca te has acostado con otro hombre, y apuesto que ni siquiera has besado, pero si te masturbas, quiere decir que tienes fantasías y adivino que en tus fantasías estás con otros hombres…
  • Basta Gustavo! en mis fantasías solo está mi hombre!

Pero Gustavo solo rio ante la evidencia de quedar expuesta, que no fantaseara con otros hombres era algo que ni yo misma podía creerme, en silencio seguí comiendo mi crema helada, casi sin mirarlo a los ojos por temor a no saber qué hacer, o que decir, mis pezones estaban duros bajo mi sostén, y no podía saber con certeza si era por la baja temperatura del postre que ingería o por la excitación de esta charla de sexo, desinhibida y abierta que estaba teniendo con mi jefe, y que por cierto, no quería averiguar.

Gustavo no dejaba de sorprenderme, odiaba darle la razón, porque era mi jefe, y sobre todo porque era hombre, pero me acorralaba a cada tiro, y sea como sea lograba ponerme en evidencia.

Como fuera, su dialéctica y su forma de razonar despertaban en mí un raro sentimiento, mezcla de admiración y por qué no un tanto de excitación.

Gustavo pidió la cuenta, y felicitó al garzón por el trato, mezclando castellano con francés, cosa que volvió a causarme gracia.

Sacó su billetera que noté rebalsando dinero con sus tarjetas de todos colores, nuevamente tomó una al azar y se la entregó al mozo.

Quise desviar la conversación, no quería sonar ‘monotemática’, y menos desnudar poco a poco mi alma, comencé a platicarle cosas acerca de Mario, de su trabajo, cosas que en definitiva ni yo entendía muy bien, pero el en un evidente gesto de que no me prestaba atención y que solo tenía una idea en la cabeza volvió a la carga con una llamativa crudeza

  • Se la chupas? te tragas su leche?
  • Si qué? – repregunté nuevamente incrédula mientras un frío recorría mi cuerpo
  • Tu sabes… si le practicas sexo oral… – notando que había sido demasiado directo, buscó una forma más natural de preguntar a una dama
  • No voy a contestar a esa pregunta!
  • Por qué no? es algo natural, no te parece?
  • Repito, no es algo de tu incumbencia…
  • Ok, tomaré eso como un ‘si’
  • Yo no he dicho que ‘si’…
  • Tampoco has dicho que ‘no’
  • Bueno, que te propones?
  • Es fácil, si realmente no lo haces me hubieras dicho ‘que no’, aunque igual lo hubiera dudado, si realmente lo haces, me hubieras dicho ‘que si’, pero quedarías muy puta, por lo que tu respuesta ‘no voy a contestar a esa pregunta’ es la forma correcta de decir ‘lo hago pero no quiero confesártelo’

Para mi suerte, la llegada del mozo con el comprobante y la tarjeta salvaron mi autoestima de una humillación, que pretendía Gustavo? soy mujer, me gusta hacerlo, a quien no? no soy una monja de convento, pero lo que hacía con mi esposo quedaba entre cuatro paredes, nada de andar contando intimidades.

Mientras firmaba el comprobante y despedía al mozo con una cuantiosa propina, concluí que era demasiado tarde y estaba un tanto alcoholizada y excitada para no decir caliente por la velada transcurrida, así que me apresuré a decir antes que el retome el tema anterior

  • Es tarde Gustavo, te agradezco la velada, me llevas a casa?

PARTE 4

Como un caballero me acompañó hasta el coche, abrió la puerta y esperó a que me sentara, su mirada estaba perdida en mis piernas, esperando que en mis descuidos la corta falda se subiera más de lo conveniente y le dejara ver algo que no debía ver, pero no tuvo suerte.

Emprendimos el retorno hacia el centro, hacia mi domicilio por el camino de la costanera, pero al poco tiempo de dejar ese restaurante paró nuevamente en un conocido bar que está sobre el río

  • Qué hacemos? – pregunté mientras estacionaba el coche al costado de la avenida
  • Tomemos un par de cervezas.
  • No, basta, ya es suficiente… – sabía que debía parar, si yo no paraba el no pararía.
  • Solo una, prometo, aún es temprano…

Él se bajó del auto y sin perder tiempo ya estaba a mi lado, ayudándome a bajar, evidentemente era un tipo perseverante. Entonces sentencié

  • Solo una, promesa?
  • Promesa de caballero.

Cruzamos la calle y enfilamos hacia el bar,  que a esa hora de la madrugada estaba bastante colmado de adolescentes de unos veinte años, nos sentamos en una de las pocas mesas que quedaban libres.

Ahora se sentía a flor de piel la densa humedad del verano, ya no se sentía el frío del acondicionador de aire del lugar anterior, y había un bullicio de juventud que era más acorde a mi nivel social.

En la noche, la negrura del cielo se confundía con la del río que estaba a nuestras espaldas, dibujando un cuadro un tanto escalofriante, una tenue brisa que venía desde esas tinieblas ayudaba a disimular el calor sofocante.

Gustavo pidió dos cervezas, una rubia para mí y una negra para él, bebimos el primer sorbo desde el pico y tomé las riendas de la conversación

  • Siempre haces esto?
  • Hacer qué? – repreguntó dejando en claro que ahora él se hacía el que no entendía, como antes yo lo hacía
  • Esto… tu sabes… te gusta una chica, la seduces, la enredas, la embriagas, le haces preguntas que no quieren contestar, en fin… esto…
  • No… – solo dijo haciendo una pausa de la cual no parecía dispuesto a moverse
  • Vamos, espero tu respuesta – apuré la charla
  • Mira Nora, antes todo era más alocado para mí, era más joven, no le daba tiempo al tiempo, era solo elegir la chica que quería, poner la tarifa, sexo y listo! misión cumplida!
  • Pero… – metí ese bocado como animándolo a seguir en algo que no estaba segura que quisiera seguir
  • Pero… era solo sexo, estaba vacío… entonces me di cuenta que el valor está en la conquista, en la gloria del guerrero, en llevar a tu rival donde no quiere estar, el hermoso juego de la seducción, como el cazador y la presa, entiendes?
  • Y se supone que yo soy tu presa?
  • Primero recuerda que tu pones los límites, lo dejé en claro, recuerdas?, segundo, te miras al espejo? ves tu rostro, tus pechos, tu cintura, tu cola, tus piernas? que hombre no se perdería por tenerte? me tienes loco desde el momento en que te conocí y aunque no obtenga nada de ti, al menos vale la pena intentarlo, y por último, tengo dinero, mucho dinero…

Tomamos un nuevo sorbo, medité cada palabra que diría a continuación

  • Pero a mí no me importa tu dinero, ni tu coche, ni ninguna clase de ostentación que hagas conmigo, yo no soy una putita como esa que acostumbras a andar, yo soy diferente y amo a mi marido…

El solo sonrió meneando la cabeza, pidió dos nuevas botellas, aunque yo ya no quería beber más, prosiguió entonces con su discurso

  • Tú crees en el amor verdad? Está bien, yo lo creía a tu edad, tenía ideales, iba a cambiar el mundo…
  • Y eso está mal? – pregunté un tanto molesta
  • Yo no digo que esté mal, pero el mundo no gira por amor, el amor gira por dinero, por dinero y por poder, creo que algo ya habíamos hablado…
  • A mí no me interesa tu dinero – respondí aún más molesta por su soberbia
  • El ser humano se quiebra por dinero, todo se compra, todo se vende, todo tiene precio y todos le venden el alma al diablo…
  • Yo no, yo no soy así, pruébame! – ya estaba realmente molesta por su altanería

Gustavo terminaba la segunda botella, la dejaba sobre la pequeña mesa y aceptó mi desafío

  • Ok, ok… veamos, quieres jugar? me gustan los juegos…

Observé en silencio, quería ver cuál sería su próxima jugada

  • Sabes, me encanta esa tanga blanca toda calada que traes puesta…
  • Qué diablos! quien te dijo eso? – me tomó por sorpresa
  • Lo he visto… por más que te cuides al subir y bajar del coche soy hombre, lo llevo en los genes…

De no ser por el estado de ebriedad que avanzaba en mí ser, me hubiera muerto de vergüenza, pero el alcohol me mantenía desafiante, igual no entendía que tenía que ver esto con lo que terminábamos de charlar, entonces Gustavo sacó su billetera, la abrió y sacó un billete de cien pesos para ponerlo sobre la mesa, bajo el culo de su botella, entonces comenzó el desafío

  • No te ofendas, pero esa tanga no debe haberte costado ni cincuenta pesos, te la quiero comprar…
  • Cómo que me la quieres comprar? – esta vez sí que no entendía el juego
  • Ahí tienes cien pesos, seguramente duplico con creces su valor, seguro tú no querrás vendérmela, seguro yo querré comprártela, te ofrezco el dinero, pero dado que tienes tantos conceptos moralistas no creo que te interese…
  • Y que debo hacer yo? – pregunté confundida
  • Te la estoy comprando, por lo que si aceptas, deberás entregármela, solo vas al baño de damas, te la quitas, me la traes y listo…
  • Ja! ja! me das gracia… piensas que por cien pesos te daré mi tanga?
  • Tal vez no por cien, pero si por doscientos… – mientras decía esto agregaba un segundo billete bajo la botella.
  • Ni loca, crees que andaré desnuda porqué a ti se te ocurre? no me conoces…
  • Nora, Nora… todos tenemos precio! – en ese momento duplicaba los billetes llevando la suma a cuatrocientos.

Ahora ya empezaba a dudar, cuatrocientos pesos, no era mucho por solo quitarme la tanga, pero no podía aceptar, y mi orgullo? y mi dignidad?

  • Lo siento Gustavo, no puedes comprarme…
  • Tal vez no por cuatrocientos… pero que me dices de ochocientos?, es demasiado dinero… no vas a tragarte tu orgullo?

Diablos, Gustavo había acomodado prolijamente en abanico los ocho billetes bajo la botella, se me iban los ojos, no podía resistirme, para él no era nada, para mi demasiado dinero por una sucia tanga, tragué saliva, me sudaban las manos

  • Basta de juegos Gustavo! – creo que en mi tono de voz se notaba más una imploración que una orden
  • Agrego dos más… redondeamos en mil pesos es un muy buen número que dices?

Mil pesos! Mil pesos por un pedazo de trapo embebido en mis jugos, mil pesos…

Mi jefe sabía que me tenía contra las cuerdas, sabía que me tenía en un puño, dio la estocada final, tomó los billetes para acomodarlos y llevarlos a la billetera nuevamente, un tanto resignado dijo

  • Está bien, parece que tú ganas… al fin una mu…

No lo dejé terminar, tomé su brazo y contesté

  • No… tú ganas, maldito, tú ganas…

Tomé sus billetes y los acomodé en mi mano para llevarlos a mi cartera, una sonrisa lasciva se dibujaba en el rostro de ese hombre, que otra vez, como toda la noche me llevaba la delantera y me ganaba en la discusión, me levanté y fui hacia el baño de damas, me senté en el inodoro a orinar otra vez, la cerveza había hecho su trabajo, pasé los delgados elásticos para sacarla de entre mis piernas, la puse en la cartera y me tomé unos instantes para odiarme a mí misma, que diablos estaba haciendo?

Me estaba portando como una auténtica prostituta, acaso había perdido la cabeza? Y en el supuesto caso que tuviera un accidente y despertara en un hospital, que le diría a Marito? que él se ausenta de la ciudad y su esposa aparece vestida como una puta sin bombacha! Y si me viera mi padre desde el más allá? se revolcaría en la tumba…

Abría la cartera para volver todo atrás y anular el juego, pero además de la tanga estaban los mil pesos, diablos, toda una vida y educación de santa mujer se contraponía en ese instante con la tentación de experimentar cosas nuevas, de vivir al límite, con una excitación que jamás había experimentado…

Me acomodé la pollera ya sin ropa interior, al pasar por donde estaban esos jóvenes silbidos lujuriosos salieron de sus labios, quería que la tierra me tragase, me sentía tan puta, y adivinaba sus miradas clavadas en mi cuerpo, y en mi mente sentía que observaban mi vagina desnuda, pero aunque solo yo lo sabía la imagen no dejaba de taladrarme el cerebro

Al fin llegué a la mesa donde Gustavo ya me esperaba con dos nuevas cervezas, metí la mano en la cartera y con desprecio tiré la prenda a su alcance

  • Ahí tienes… tu ganas!

El degenerado tomó mi prenda íntima para blandirla como un triunfo de guerra, la pasó perversamente por su nariz y por su boca, en forma desinhibida, cosa que me pareció humillante, me encendí como un tomate y supliqué clemencia

  • Por favor, Gustavo! ya quiero que la guardes! esto es humillante…
  • Está bien, está bien… – mientras la llevaba al bolsillo de su pantalón
  • Hasta dónde llegarás?
  • No se… de ti depende… pregunto, siempre usas esas tangas? – preguntó dando un nuevo sorbo
  • Si… que tiene de malo
  • Dios! terrible culo que tienes para usar ese ‘trapito’ me lo imagino como te lo debes comer todo!
  • Basta Gustavo… por favor!
  • Dices basta, dices basta… pero bien que estaba empapada en tu flujo, tan mal no la estás pasando no?
  • Esto ya no me gusta Gustavo… – ya no sabía que decir, o que hacer, como en un juego de ajedrez me iba acorralando y en cada tiro me daba un ‘jaque’
  • Nena… te imagino toda mojada, sabes cómo tengo de dura la verga en este momento?
  • Dije basta! en qué idioma tengo que hablar? – el alcohol evidentemente también hacía efecto en mi jefe quien iba perdiendo compostura poco a poco
  • Y dime, te depilas?
  • Qué? – respondí con un monosílabo mientras bebía algo desesperada
  • Tu conchita, sabes… casi todas las de tu edad se depilan, cuestión generacional.
  • Basta, no pienso contestarte…
  • Me dejas ver? Un poquito, solo un poquito… – y al hacerlo se inclinaba lentamente con la esperanza de que abriera mis piernas
  • Basta, Gustavo, basta… hacemos el ridículo, tu, en ese papel de magnate ricachón, eres un viejo en este lugar, no te das cuenta que no cuajas? y mírame, luzco como una puta, crees que es justo? sé que quieres cogerme y no cesarás en el intento, pero estoy harta de estos jueguitos! se terminó! quiero que me lleves a casa!

Había levantado demasiado la voz, había perdido mi eje, atraje la mirada de algunos de los jóvenes y de alguna manera era yo quien lo ponía a él contra las cuerdas, percibí en el rostro de Gustavo la furia por ponerlo en ridículo, esperé su respuesta furibunda, pero solo dijo

  • Perdón, tienes razón… me dejé llevar, pago las cervezas y vamos…
  • Ok, me parece bien, y mientras pagas me devuelves mi tanga y se terminó la historia…
  • No, la tanga es mía, tú me la vendiste, recuerdas?
  • Diablos! me das la tanga he dicho!

PARTE 5

En ese momento, abusé de mi lado femenino, sabía que Gustavo no podía discutir conmigo, no podía exponerse a un escándalo donde las mujeres siempre corremos con ventaja y donde de ser necesario hasta hubiese recurrido al llanto para inclinar la balanza a mi lado, recurso siempre a la mano de toda dama. Gustavo evaluó sus chances, metió la mano en el bolsillo y me devolvió la prenda, en silencio, mi fiereza se aplacó en ese momento, ‘jaque mate’ pensé, gané la partida.

Volví al baño, para poner las cosas en su lugar, salí a su encuentro con la frente en alto, aun se respiraba el aire ‘pesado’ en el lugar, fuimos al coche y esta vez no fue gentil conmigo, tuve que abrir y cerrar mi puerta, estaba muy molesto conmigo, se hizo evidente por el portazo que dio sobre su lado al subir en su lugar.

Salimos desde el bar transitando todo el camino de costanera, bordeando la ciudad, nadie hablaba, el mantenía la mirada fija hacia adelante, concentrado en la conducción, yo lo miraba cada tanto de reojo, y conforme pasaban los minutos, como un pequeño martillito, la conciencia golpeteaba en mi interior, reflexionando y reviviendo todo lo ocurrido.

Las luces que iluminaban la avenida pasaban una tras otra por el parabrisas del coche a medida que el mismo avanzaba, mi jefe conducía con pausa y lo observaba ‘masticar bronca’, no sabía a ciencia cierta si estaba enojado conmigo por el desplante que le había hecho o con el mismo, por no poder torcer mi brazo y obtener lo que deseaba.

Y yo estaba sumamente confundida, por un lado, una mujer de principios religiosos, casada y fiel a su esposo, que dicho sea de paso no estaba en la ciudad, una hija pequeña, una persona respetable, por otro, una mujer que lucía como una puta, regalada por dinero, en el coche de su jefe, un coche importado, a altas horas de la madrugada…

Pero de que podía culparlo a Gustavo? por un pequeño engaño al llevarme a cenar? Me había demostrado que el tema de los franceses se había caído a último momento, por comprarme esta ropa que me hacía ver como a una puta? si yo misma la había elegido entre varias opciones, además tenía que reconocer que siempre había soñado con tener ropa de esos locales ‘fashion’, por llevarme a cenar? vamos mujer, en mi puta vida podría estar en un lugar así y menos pagar esos platos, por parar en ese bar? tampoco me había puesto un revólver en la cabeza, y lo de la tanga? era un juego, yo acepté su dinero…

Al fin de cuentas, solo se había gastado un dineral en unas pocas horas y que había obtenido a cambio? nada, porque no le había dado nada…

Las ideas se agolpaban en mi cabeza, empecé a comprender que el enfado no era con él, el enfado era conmigo misma, porque ese hombre solo sacaba a relucir mi lado más oscuro, como asumir que estaba bien en su compañía, que me sentía una mujer diferente, que me excitaba, como asumir que mi tanga estuviera empapada en flujos, y mis pezones se erizaran una y otra vez. No era propio de una mujer pura y fiel a su esposo, que tenía familia, que tenía una hija…

Como asumir que de alguna manera, mis sucias fantasías, esas que me abordaban cuando me masturbara rozaran peligrosamente con la realidad, porque alguna que otra vez había fantaseado tener sexo con mi jefe, y si estaba ahí por algo estaba, por qué diablos había llegado hasta ese punto y no pude cortarlo antes?

Y para derramar el vaso, me había puesto precio! esos mil pesos por mi tanga me habían torcido el brazo, rompiendo mis conceptos, mostrándome cuan puta podía ser…

Estaba encerrada en mis reflexiones cuando me percaté que Gustavo estacionaba el coche, miré alrededor y enseguida me di cuenta que estábamos frente a las torres Dolfines, lo dejé terminar de estacionar, apagó el motor y dijo

  • Sabes… el Lunes seremos nuevamente jefe y empleada, y las cosas no están saliendo como lo había imaginado, la pregunta es, podemos terminar la noche en paz?
  • Depende lo que propongas… – dejé la puerta abierta a su pregunta, creo que los quince minutos que nos había llevado el viaje nos había hecho recapacitar a ambos.
  • Ven, acompáñame…

Me hizo bajar del auto gentilmente, como tratando de llevar las cosas al punto anterior del desencuentro, cruzamos caminando la amplia avenida para ir sobre el césped hasta la baranda precautoria que marca el fin del terreno transitable y comienza el de la barranca que da al río.

Me apoyé en la misma y él se puso a mi lado, demasiado cerca, su cadera contra la mía, pasó su manó por detrás para tomarme fuertemente por la cintura, tal vez no debí dejar hacerlo pero la relación no merecía nuevos roces en ese preciso momento, entonces dijo

  • Mira! – señalando las torres que se levantaban a metros de donde estábamos parados.
  • Si… se ven imponentes… – había que mirar casi el cielo para ver los extremos
  • Sabías que son los edificios más altos del país? Incluyendo Buenos Aires?
  • No… no lo sabía…
  • Sabes que tienen más de cuarenta pisos y superan los ciento treinta metros? formidable, no crees? – miraba atónita, entonces siguió
  • No tiene gas natural, todo se hace por energía eléctrica y cada piso supera los cuatrocientos metros cuadrados! cuatrocientos metros! puedes imaginarlo?
  • Y tu como sabes tanto? – pregunté un tanto ingenua
  • Fácil… porque tengo tres pisos…

Noté en Gustavo una petulante ostentación de poder, me separé un poco, dado que con el correr de sus palabras había aprovechado para bajar lentamente la mano hasta dejarla descansar en el nacimiento de mi glúteo derecho, ya no estaba en la cintura.

  • Quieres subir? no imaginas la vista panorámica perfecta que tendrás…
  • No gracias, ya es tarde… – cualquier mujer en sus justos cabales sabía que por ningún motivo debía subir, a no ser que esté preparada para ir más lejos de lo que se pretende ir.
  • Vamos… solo unos minutos, tomamos unas copas y listo, no voy a violarte, además, las reglas no han cambiado, tu pones los límites…
  • No Gustavo, no empieces de nuevo… – mi jefe empezaba a presionar nuevamente, cosa que me incomodaba.
  • Porfi… – ahora ponía cara de gatito piadoso, había cambiado de estrategia, y yo sabía que tenía que mantenerme en mi postura, tomaba demasiados segundos para responder, entonces buscó una nueva estrategia
  • Además, estás en deuda conmigo…
  • Yo en deuda contigo? y que te debo? – pregunté encogiendo mis hombros y juntando los dedos de mi mano en un gesto poco femenino
  • Cómo que me debes? Si no me falla la memoria, por mil pesos había comprado tu tanga y hasta donde sé, en estos momentos tú tienes la tanga y los mil pesos, y yo no tengo nada…
  • Eso ya fue, tuviste lo que merecías… – mi respuesta no fue convincente, en verdad él tenía razón, en mi enojo le había arrebatado la tanga pero no pensaba devolverle el dinero.
  • No eres justa, yo quiero que me des mi tanga, me la he ganado, pero si eres mala apostadora, bueno, aún podrías devolverme mi dinero…

Creo que la furia me ganó nuevamente, al diablo con su dinero, no pensaba sacarme nuevamente mi prenda íntima ya había aprendido la lección, así que metí la mano en la cartera para buscar sus sucios billetes, entonces él tomó mi mano para detenerme y me dijo

  • Puedes quedarte con tu tanga, y con los billetes, solo quiero que subamos un momento, prometo que no haré nada que no quieras hacer, soy un caballero.

Di el paso que no debía dar, una vez más aflojé a sus pedidos, no me pregunten porqué lo hacía, porque ni yo puedo explicarlo, solo sé que había algo en todo este juego que me seducía demasiado.

Gustavo me guio hasta el ascensor, y emprendimos una audaz ascenso a toda velocidad, los segundos que tardamos en subir me parecieron siglos, mi jefe sacó provecho de ello y se acercó por mi espalda a pesar del amplio lugar, apretó mis hombros entre sus dedos dándome unos sutiles masajes

  • Cansada? – preguntó como para justificar su avance

Sentí su dedos acariciarme, en especial el hombro que lucía descubierto por el corte asimétrico de la blusa, cerré los ojos y me dejé llevar, error…

Se acercó un poco más hasta apoyar discretamente su paquete en mi trasero, como quien no quiere la cosa, pero lejos de espantarlo esta vez disfruté el momento bajando la guardia, discretamente saqué culo para sentirlo bien pegado, sentí mis pezones duros bajo el sostén y volver a humedecerme, una vez más, segundo error…

Al ver que yo era permisiva apretó más mi trasero con su miembro, y lo sentí crecer rápidamente bajo su pantalón, como si con un palo estuviera masajeando mi culo, lo dejé hacer, tercer error…

Por suerte el llegar a destino provocó terminar con el jueguito, al fin llegábamos a uno de los pisos más alto de una de las torres, al conocer el sitio sentí estallar mi cabeza, cuanto lujo!

Me quedé con la boca entreabierta sin saber que decir, que hacer, al punto que Gustavo al notarlo dijo

  • Impresionante no? lo imaginabas?
  • No… la verdad que no… – contesté casi balbuceando
  • Te das cuenta? volvemos al principio, dinero, todo lo mueve el dinero… pensar que a no mucha distancia de este lugar hay villas miserias donde los niños no tienen siquiera agua potable, y a quien le importa? a nadie… a nadie le importa…

Eran ciertas sus palabras, tan ciertas como duras, entonces cambiando el ángulo de la temática retomó el diálogo

  • Asómate a ver el paisaje, mira la vista por los balcones… te alcanzo algo de beber?
  • No… gracias… puede ser un café negro? – ya tenía suficiente resaca de comida y alcohol, prefería algo diferente
  • Con dos de azúcar, verdad? como en la oficina…

Sonreí y aprecié el detalle, siempre era yo la que preparaba el café, pero evidentemente él estaba atento a mis pasos, jamás imaginé que supiera que mi dosis era dos de azúcar.

Tomé unos minutos para observar el interior, los finos trazos de la arquitectura moderna se hacían presentes por todos lados, diseños sofisticados, amueblamientos de primerísima línea, todo brillaba, todo relucía, cada cosa estaba en el lugar que debía estar, fui a los balcones para observar uno de los paisajes más bonitos que vieron mis ojos, respiré profundo por el vértigo a las alturas.

a un lado la ciudad era una mezcla de cálidos colores, los verdes de las plazas eran cortadas por líneas amarillentas de las luces de las calles, al otro la negrura del río, como lo había observado tiempo atrás en el bar, solo que ahora en toda su dimensión, apenas cortada por la iluminación de algunos barcos que permanecían anclados, inmóviles, al fondo el colorido majestuoso del puente que unía las ciudades de Rosario y Victoria atravesando el  ancho manto de agua, ese puente que parecía tan imponente desde abajo y que ahora me parecía casi de juguete desde las alturas, puntos de vistas…

Estar ahí era como estar en las nubes, entre algodones, la brisa era un poco más fuerte, y el calor no se hacía sentir tanto como en la superficie.

Gustavo me sorprendió en esa posición, mirando hacia la nada, se coló a mis espaldas nuevamente, como en el ascensor para extenderme una gran taza de café de embriagante aroma, para mi sorpresa él se había sacado la camisa, estaba desnudo desde la cintura hacia arriba evidenciando que se preparaba para la estocada final, no dije nada, solo tomé la taza con ambas manos para dar un pequeño sorbo dado que estaba demasiado caliente.

Mi jefe fue por todo, sentí su mano apoyarse en mi espalda, tanteando mi reacción para ir bajando directamente a mi cola, pronto disfrutaba acariciándomelo por completo, tan grande y empinado como era.

  • Que culo hermoso que tenés… – dijo casi susurrando al oído
  • Pará… Gustavo, esto está mal… -protesté notando que cada vez tenía menos fuerza para resistirme, odiaba asumir que ‘por algo’ estaba ahí.

Pero el avanzaba demasiado rápido según yo se lo permitía, ya había colado su mano bajo la ajustada minifalda y la había levantado hasta la cintura, mis carnes estaban desnudas y él se llenaba de regocijo acariciándolas, tomó una de mis manos apartándola de la taza y la guio por su pecho hasta llegar a su miembro, estaba duro como una piedra…

En un rapto de locura estábamos los dos iniciando el acto sexual en el balcón, como en un sueño de hadas, aun en mi mente tenía atisbos de resistencia, pero mientras más pasaban los segundos, más me perdía, respiraba profundamente, mi cuerpo de puta pedía a gritos lo que mi alma de mujer decente negaba una y otra vez, lo aparté de mi lado con las pocas fuerzas que me quedaban…

PARTE 6

  • Basta Gustavo… esto no puede ser… lo siento… – dije entrando nuevamente y acomodando la pollera en su lugar
  • Eres dura, dura como una piedra… pero me encanta que me hagan las cosas difíciles… – sus palabras sonaban a esos tipos que nunca se rinden.
  • Creo que es tarde… – ya había perdido la cuenta cuantas veces había dicho esa frase
  • Usas lencería erótica? – preguntó el como si nada, como reiniciando la conversación
  • Qué? a que viene esa pregunta ahora?
  • Tú sabes… lencería erótica para calentar a tu macho…
  • No… yo no… – contestando dubitativa, sabiendo que él no me creería y tarde o temprano volvería a dejarme en evidencia
  • Recuerdas que a menudo te digo en la oficina el tema de las medias y esas cosas?
  • Si… sueles ponerte pesado con ese tema…
  • Espera, te tengo una sorpresa…

Gustavo dejó el lugar por unos segundos y volvió con una gran caja plateada cerrada con un grueso moño rosa

  • Qué es? – pregunté sin querer saber la respuesta
  • Un regalo, vamos, ábrelo – respondió con una evidente excitación

Tomé el moño con recaudos y abrí lentamente el envoltorio, saqué la tapa y me encontré con lencería de primera, un ajustado corsé  que parecía de la edad media, portaligas, medias y una colaless aún más pequeña de la que traía, en un blanco brillante rodeado por finos tules que decoraban el presente

  • Y esto? – pregunté para tantear su respuesta
  • Para mi reina… quiero ver cómo te queda.
  • Tienes todo calculado verdad? en tu cabeza diseñaste todo, paso tras paso, hasta donde piensas llegar con esto? – nuevamente me estaba molestando al comprobar un tipo tan frío y manipulador
  • Quiero llegar al final, quiero que seas mi puta por esta noche, y quiero hacerte lo que ningún hombre te ha hecho jamás, como lo que hablamos del vino, recuerdas? Que pruebes a ver que te gusta, si prefieres ‘cabernet sauvignon’, o ‘malbec’, o ‘sirah’
  • Basta! Estoy harta de tus manipulaciones! – respondí otra vez molesta
  • Eres dura… veremos que tanto… hagamos otro juego

Esa sería un mal movimiento, Gustavo jugó la carta equivocada, fue hasta su maletín que estaba bastante lejos de nuestra ubicación, y volvió con su chequera en la mano, se sentó y mientras escribía me dijo

  • Bueno Nora, como verás estoy emitiendo un cheque y lo estoy firmando, está en blanco, puedes poner la cifra que quieras, solo deberás ser mi puta por esta noche…

Terminó de escribir, lo desprendió de la chequera y me lo extendió, lo tomé por el otro extremo pero al tirar el no soltó el otro, solo me dijo mirándome a los ojos

  • Te advierto… una vez que pongas la cifra serás mi puta y harás exactamente lo que te pida que hagas, no habrá más capricho ni histeriqueos y ya no seré el caballero dulce y gentil que hasta ahora he sido

Miré el papel, estaba firmado, el importe en blanco, otra vez en la duda, como había sucedido con la tanga, solo que ahora la tentación era mayor, podía poner el número que quisiera, esto era mucho dinero, dinero fácil, miles de ideas se cruzaron en ese momento por mi cabeza, proyectos no cumplidos, postergados…

pero un viento de cordura pareció soplar mi loca cabeza en ese momento, yo no era una puta, y él había equivocado el camino, me tenía contra las cuerdas y en una mala decisión terminaba de tirar todo por la borda, a punto estuve de hacerlo por placer, me tenía caliente como a una brasa, si solo hubiera insistido un poquito más, pero no, le saltó el macho omnipotente desde su interior, pensé otra vez en mi hija, en mi esposo, lo miré, lo hice un bollo y se lo arrojé en el rostro diciéndole

  • Puedes perdértelo en el culo! me voy a mi casa…

Pero el abusó de su fuerza superior y me mantuvo a su lado, me tomó de la muñeca para decirme

  • Me queda una última carta, me juego a todo ó nada…
  • Ya no me interesa…
  • Te va a interesar, créeme…
  • Me sueltas? – dije como exigiendo dado que me apretaba demasiado, por lo que el aflojó de inmediato, entonces siguió
  • Verás Nora, soy un ganador, nunca pierdo, no hice mi fortuna por ceder, entiendes?
  • Si… – no entendía cuál era el nuevo punto de discusión.
  • Ok, no es muy de caballeros lo que voy a hacer pero es algo que me estás obligando hacer, aunque no te des cuenta, yo no debería…
  • Vamos al grano – propuse un tanto molesta
  • Bueno, te pregunto entonces… como una mujer tan bonita como tu puede ser fiel ante un esposo que no lo es?
  • Qué intentas decir?
  • Eso, tu marido se acuesta con putas baratas y tú tienes tantos prejuicios para acostarte conmigo?
  • No te permito! No hables mal de mí Marito! – avancé enfurecida con intenciones de abofetearlo pero él se adelantó y aguantó la embestida tomándome por ambas manos
  • Mujer! mujer! hace más de quince días que no lo ves, está solo, lejos de tu mirada, qué piensas que hace?
  • Él no es así! tu no lo conoces! es mi hombre! – aseveré embravecida
  • Él es así! tú no lo conoces! es un hombre! – respondió presuroso jugando con mis palabras.

Entonces me soltó dado que me tranquilizaba un poco y yendo a su maletín dijo mientras revolvía los papeles

  • Voy a probártelo… veamos… como gastan sus sueldos?
  • No te incumbe – respondí sin querer dar explicaciones
  • Ok, de acuerdo, pero imagino que sabes en que gasta sus ahorros, no?
  • No… en realidad el maneja el dinero.
  • Y nunca le preguntaste en que gasta, cuánto gasta? sabes al menos cuánto gana?
  • No… la verdad que no, confío en el – ya estaba calmada y ahora meditaba cada palabra que decía, sacó un papel y dijo mientras lo leía
  • Mario Torrente, verdad? banco Macro, correcto?
  • Si… es su nombre, y el banco con el que trabajamos…
  • Míralo tú misma, está su número de documento, dirección, todo, correcto?
  • Si… correcto – creo que ese momento la cara comenzaba a desencajárseme
  • Es un resumen de movimientos, me tomé el atrevimiento de resaltar en birome algunas cosas que llamaron mi atención, puedes ver? ahí, ahí y ahí – señalando con su dedo índice algunas marcas específicas, prosiguió…
  • Raro, son compras en tiendas de mujeres, tiendas de perfumes.
  • Y? – necesitaba que me dijera lo que sabía que me diría.
  • Fácil, te sorprende a menudo con ropas y perfumes o se lo está comprando a otra…
  • Y como tienes esto? – pregunté con las primeras lágrimas rodando por mis mejillas
  • Soy poderoso, tengo contactos, amigos que me deben favores, todo se compra, te lo he dicho…
  • Tal vez exista un mal entendido…
  • Tal vez… pero mira! – dijo como sacado otro papel de la galera
  • Qué es? – pregunté con típica curiosidad femenina
  • Lo mismo, pero su resumen de telefonía, mujer… tu no miras estas cosas? nunca revisaste su celular? – preguntó incrédulo
  • No – respondí sintiéndome una tonta mientras verificaba el impreso
  • Mira esos número que marqué, sabes qué son?
  • No – respondí sintiéndome tonta y humillada
  • Son moteles… toma mi móvil, prueba a llamar y verás que te contestan al otro lado…

No lo acepté, no me hizo falta, tomé aire y saqué fuerzas de mis flaquezas y le dije…

  • No tendrás una puta por dinero, tendrás una puta por despecho, y nada peor que una mujer despechada!

Tomé la caja que antes había rechazado y me dirigí al dormitorio casi adivinando donde estaba, le pedí que me diera unos minutos, me desnudé por completo, dejando a un costado mis prendas, incluso la tanga que ya tenía un aroma nauseabundo, me acomodé primero el corsé con cierto trabajo, puesto que me costó ajustar el cordón entrelazado que iba al frente, pero lo ajusté todo lo que pude, al punto de casi cortar mi respiración y afinar mi cintura al borde de lo tolerable…

Acomodé mis grandes pechos que se levantaron como dos globos, de esa forma que tanto seduce a los hombres, seguí por el porta ligas, luego deslicé las blancas medias por mis piernas, ajusté los broches de a las medias, dos a cada lado, por último la tanga, demasiado pequeña, por suerte me había depilado tal cual lo había sugerido Gustavo tiempo atrás, el delgado elástico se perdió entre mis nalgas y por último volví a montarme sobre mis tacos altos.

Necesitaba verme lo más puta posible, me retoqué el maquillaje y recogí mi larga cabellera en una ajustada cola de caballo, los vidrios de los ventanales me devolvían mi imagen reflejada en ellos, mis pechos explotaban, mi diminuta cintura se antojaba sensual y mis anchas caderas irresistibles para cualquier mortal, ensayé con discreción un par de salidas, quería verme como una perra, no como esa mojigata que años atrás se la pasaba consumiendo hostias en las iglesias.

Cuando salí del cuarto Gustavo estaba solo con un ajustado slip blanco que le marcaba perfectamente el contorno de un generoso bulto, a pesar de estar cerca de los cincuenta se mantenía en forma, con un pecho generosamente trabajado, poblado de enrulados bellos y bíceps prominentes que lucían algún que otro tatuaje, confieso que no pude evitar sentirme incómoda y perturbada porque a pesar de todo Mario había sido el único hombre en mi vida, y esta situación lejos estaba de ser normal para mí.

Mi jefe creo que notó mi nerviosismo, aun así no pudo contener su mirada lasciva de lobo hambriento, solo exclamó inmóvil, como un tonto

  • Guau! eres perfecta…

Me alcanzó una copa de champagne que tenía en sus mano para luego chocarla con la suya, proponiendo un brindis

  • Brindo por una mujer especial, para que esta noche sea especial – dijo sin desviar sus ojos de los míos
  • Brindo por… un tipo que hace lo que sea necesario para salirse con la suya… – contesté un poco más suelta de cuerpo

Mientras dimos el primer sorbo, Gustavo se dirigió al equipo se música y encendiéndola comenzó a bucear por las distintas emisoras, me pareció un tanto anticuado, típico de un cincuentón, no tener un pendrive, o algo por el estilo, era sin dudas un punto a mejorar, de pronto pasó un tema que me enloquecía, le dije

  • Ese! ese!, ese me gusta!!!…
  • Ese? te gusta? estás segura?
  • Si… por?
  • Nada… es que es raro que una chica tan joven lo conozca, es un tema de los ochenta, seguramente no habías nacido cuando se hizo famoso, se llama ‘addicted to love’, de   Robert Palmer, lo conoces?

No podía creer que empezará a darme una charla de gustos musicales en ese momento, que me importaba saber cómo demonios se llamaba el tema y mucho menos saber quién carajos la cantaba, como el tema seguía y recordaba de memoria el video, solo le dije

  • Ya cállate quieres? – quería tomar el control en mi rol de perra.

Gustavo entendió su error, le di la espalda y comencé a moverme sensualmente al compás de la canción, meciendo dulcemente las caderas de lado a lado, arqueándome de tanto en tanto, o solo parándome con mis piernas abiertas, solía jugar estos juegos con Mauro y a él le resultaban muy excitantes.

Mi jefe me avanzó un par de veces queriendo poseerme, pero me di el gusto de poner distancia, haciéndole notar que debería disfrutar mi baile hasta que yo decidiera dejar de bailar, estirando el momento, tomando ventaja de ser mujer.

Al fin el tema terminaba y ya no quedaban excusas.

PARTE 7

Él se abalanzó sobre mí y me rodeo como pulpo con sus brazos, su paquete duro como piedra comenzó a refregarse en mi trasero, esta vez empujé hacia atrás y lo acompañe en los roces, giré mi cabeza y busqué sus labios con mis labios, lo besé con pasión, nos pusimos ahora frente a frente, nos miramos, le dije

  • Haceme mujer, haceme gozar, quiero probar otro vino… – haciendo analogía con sus palabras de la cena
  • Cuando pruebes mi sabor, ya no querrás probar otro… – sentenció en tono arrogante

Las palabras fueron acalladas por los besos, nuestras manos recorrían nuestros cuerpos, estaba mojada, mis pezones querían romper el corsé en el que estaban prisioneros, mi trasero era centro de sus caricias y mi respuesta fue acariciar su slip, notando abajo una dureza de apetecibles proporciones…

El llevaba el ritmo y yo dejaba que lo llevara,  me gustaba que fuera de esa manera, besó mis labios, besó mi cuello, besó mi pecho, me levantó en el aire tomándome fuertemente por la cintura entre sus poderosos brazos, mis tetas quedaron al alcance de su boca.

Comenzó a besarme lentamente los sectores desnudos que escapaban al corsé lejos de mis botoncitos, lo  deseaba, pero él sabía cómo hacerlo, con cadencia, tomaba todo su tiempo pasando su lengua húmeda por mi piel, no aguantaba más, me derretía en su brazos, hice que me soltara y bajé un poco la prenda que me tenía sometida, desnudé mis pechos para él.

Sin decir palabra lo tomé de la cabeza y se la enterré al medio, entonces si me lamió con dulzura cada pezón, los cuales se elevaban amenazantes y calientes, la electricidad iba derecho a mi clítoris, no aguantaría demasiado…

Me hizo recular hasta la mesa, me levantó haciéndome sentar primero y recostar después para levantar mis piernas que habían quedado colgando al borde de la misma, él se sentó en una silla al medio, fue lo último que vi, ya cerré mis ojos y me dejé llevar, los labios y la lengua de mi amante se fundieron en mis genitales…

Por mi mente pasaban nuevamente esas imágenes de infidelidad, las que venían cuando sola me masturbaba, solo que ahora era real, su pulgar acarició mi clítoris por sobre la tanga, su lengua hizo lo mismo, con la punta rodeaba los elásticos de mi prenda íntima haciéndome arder en el infierno, estaba inundada, al fin se apiadó de mí y fue a mi zanja, lo sentí disfrutar mis flujos mientras yo acariciaba mis duros pezones.

Al fin corrió a un lado la tela que le impedía llegar limpiamente a mi sexo, al fin sus labios se pegaron a mi clítoris, me sentí llegar, grité, fue grandioso, terminé contrayéndome por la sensibilidad extrema que me había provocado.

Muchas cosas pasaron por mi mente en ese instante, mi esposo, mi hija, mi madre, pero lo hecho, hecho estaba, entonces le dije

  • Cogeme, ahora cogeme toda, quiero tu pija…
  • No tan rápido – contestó el mientras me ayudaba a incorporarme
  • Qué quieres? – pregunté sabiendo la respuesta
  • Ahora te toca devolverme el favor… – sentenció apoyándose al filo de la mesa e invitándome desde los hombros a que me arrodillara.

Así lo hice, mi cara estaba sobre su bulto que lucía duro como piedra, aún oculto bajo el slip lo acaricié de punta a punta, la comparación con el único pene que conocía se me hizo inevitable y me sentí culpable al percibir con lujuria que era bastante más grande que el de Mario, necesitaba verlo.

Bajé el calzoncillo con violencia con un tirón seco, de tal manera que su bestia enjaulada saltó golpeando en mi rostro, la tomé con una mano y descubrí lentamente su glande, era más grande de lo que imaginaba, no me llamaba tanto el largo, sino lo gorda que era, me pareció el doble de la de Marito, Gustavo creo que en ese momento estaba el límite de sus posibilidades, me imploró

  • Vamos nena! hazlo! qué esperas? hazlo una vez por todas…

Cerré los ojos y tiré bien atrás su cuero, apoyé mis labios en su glande, estaba todo mojado con sabor a él, evidentemente tantas erecciones a lo largo de la noche lo habían puesto al límite más de una vez, comencé entonces a besárselo como poseída, a lamerlo todo como una simple mortal que se arrodilla ante su ser supremo, recorrí su cabeza en círculos, al mismo tiempo lo metía y lo sacaba de mi boca.

Acariciaba sus testículos y lo masturbaba con la otra mano, el solo repetía:

  • Si nena, si nena… – una y otra vez.

Cuando el lamía mi vagina, estaba concentrada y perdida en mi propio placer, pero ahora, que tenía su sexo en mi boca, mi mente se daba el lujo de pensar, y me sentía culpable, culpable por saber que estos labios eran los mismos labios que besaban a mi esposo, culpable por el morbo que me producía el tamaño exagerado de ese pene y tener que admitir que me encantaba, culpable por sentirme una sucia puta chupa pijas, culpable por no poder evitarlo, porque era como una droga y más se lo chupaba más quería hacerlo…

Y peor aun cuando lo sentí susurrar

  • Diablos… ves como si sabías hacerlo? conozco a las de tu clase…

Pasados los minutos suficientes, noté que Gustavo se acercaba a su orgasmo, por lo que intenté sacarla de mi boca, pero el por el contrario sujetándome de los cabellos la metió más profundo todavía, hasta el fondo de mi garganta, y no valieron mis reclamos ni mis intentos de zafarme, el maldito iba a acabarme en la boca y yo necesitaba impedirlo, pero no podía arrancarlo de mi lado.

Tenía demasiada fuerza y el sentimiento de sentirme violada comenzaba a gustarme, los músculos de sus piernas se contrajeron de golpe, su verga estaba tan profundo que por suerte mis papilas gustativas no sintieron nada, solo una melaza espesa cayendo en lo profundo de mi esófago…

Nunca había pasado por una situación similar, dulcemente humillada había bebido por primera vez en mi vida el semen de un hombre, tantas veces Mario me lo había pedido y yo me había negado, porque él jamás me lo había hecho por la fuerza?.

Como sea, Gustavo sacó su verga aún caliente y dura de mi boca y en una defensa de mi orgullo mancillado golpee con discreta furia su pecho con mis puños cerrados, pero él se rio de mi falsa reacción y sentenció

  • Te gustó puta? Vas a saber lo que es un hombre…

Él se mantenía erguido como si nada hubiera pasado, se agachó y haciéndome apoyar el vientre en su hombro me levantó como si fuera una bolsa de papas, me tomó con fuerza por los muslos, mi torso quedó colgando en su espalada y mi cabeza en esa posición me hacía ver el cuadro pata para arribas, avanzó decidido al dormitorio, en el camino sentí caer uno de mis zapatos que quedó tirado en el piso, estaba deseosa de ser penetrada, me tiró con furia sobre el colchón, reboté, lo volví a provocar

  • Ahora si quiero tu pija dentro…

Gustavo arrancó la tanga de mi cuerpo con un gesto animal, la tenía apretada en su puño derecho cuando la introdujo en mi boca ordenando

  • Tomá cerda puta, chupa pijas, chupate tus jugos…

Y levantó bien mis piernas, me abrí toda y a fin me la enterró arrancándome un sordo grito, se movió con ritmo dentro de mi concha, se sentía hermosa, larga, gruesa, tan gruesa…

Llevé una mano a mi clítoris y seguí masturbándome, la otra mano acariciaba mi pecho izquierdo, y mi otro seno era acariciado a su vez por su mano, Gustavo apretaba sutilmente con su otra mano mi cuello, quitándome el aire, llevándome lentamente a la asfixia, me excitaba, me enloquecía.

Ahora podía comparar, si bien siempre había jurado que me encantaban los penes pequeños comprobé que solo lo pensaba por no saber lo que era uno grande, me maldecía a mí misma porque debía aceptar que la pija de Gustavo me daba más placer que la de mi propio esposo.

Estaba experimentando cosas nuevas, en lo profundo, bien en lo profundo, me sentía toda dilatada, sentía cosas que jamás había sentido, y como fichas de dominó pequeños orgasmos salían de mi interior, uno tras otro, infinitas sensaciones de placer que me hacían gritar, al punto de perder la cordura…

Perdí la noción del tiempo, Gustavo me cogió en cuanta posición quiso cogerme, nunca me había sentido tan mujer como esa noche, me solté, me desinhibí, hice cosas que jamás hubiera hecho con mi esposo, quería engañarme a mí misma pensando que lo hacía por despecho, o fingiendo estar alcoholizada, mentiras, puras mentiras…

Lo hacía porque me encantaba esa verga y la forma en que me cogía, la forma en que me llenaba, la forma en que me acariciaba, la forma en la que me besaba.

El mejor momento fue cuando lo sentí llegar por segunda vez, su pene se inflamó de golpe, lo apreté con fuerza para que no escapara y le susurré

  • Dale! dale! quiero que me la llenes de leche…

Gritamos juntos, su placer fue mi placer, su semen me inundó por completo, nada me importó en ese momento, su respiración agitada y entrecortada por el orgasmo que acababa de tener me dejaba extasiada y enloquecida.

Nuestros cuerpos estaban embebidos en mutua transpiración a pesar de la baja temperatura mantenida por el acondicionador de aire, supuse que era el final, pero él seguía moviéndose en mi interior, sin perder rigidez, me estaba matando!

El me hacía descubrir como multiorgásmica, tuve que suplicarle a Gustavo que se detuviera, estaba ardida de tanto dale y dale, ya me dolía el útero en lo profundo, pero solo se detuvo al llegar por tercera vez, a esa altura del juego, en mi caso ya no sabía cuántos orgasmos había disfrutado.

Nos desacoplamos, di por terminado el encuentro pero para mi sorpresa el miembro de Gustavo no perdía erección, sospeché que seguramente había tomado viagra en algún momento, a su edad era imposible mantenerse estoico, pero sabía que no debía hacer preguntas de ese estilo a un caballero.

Pero más allá si había tomado o no, tenía cosas más importantes en que ocuparme, ya estaba fuera de juego, no quería saber más nada, pero él tenía otras intenciones…

Me tomó de la mano y me condujo hasta la cocina, donde había una barra de desayuno como dividiendo ambientes, cuatro banquetas modernas decoraban el lugar, con asiento pequeños, cromados, brillantes, de al menos un metro de altura, el me invitó gentilmente a sentarme en una como si fuera a ofrecerme un desayuno.

Le hice caso, el frío extremo del metal al apoyar mis nalgas me arrancó un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, mis caderas y mis glúteos quedaban grandes por donde se mirase, como rebalsando el pequeño asiento, el me indicó como acomodarme, tirando mi trasero bien atrás, de modo que mi sexo quedara expuesto, comprendí la jugada, el parado a mi lado me acariciaba las nalgas, le supliqué

  • Basta Gustavo, estoy exhausta…
  • Perra, yo voy a decir cuando es basta… – al decirlo me dio un terrible chirlo en una de mis nalgas, como queriendo marcar su territorio de dominio.

Empujó sutilmente mi cintura hacia adelante, haciéndome arquear un poco más de forma que la redondez extrema de mi trasero quedara más expuesta todavía, se agachó lentamente hasta perderlo de vista.

Sus manos bajaron desde mi espalda hasta parar nuevamente en mis nalgas, una en cada una, se tomó unos minutos, creo que para disfrutar el cuadro que le regalaba, la suavidad de su lengua los recorrió lentamente, sentí la humedad de su saliva, desde afuera hacia adentro, cerrándose en círculos cada vez más pequeños, para centrarse en mi culito, toda su atención de centraba ahora en mi esfínter.

Lo dejaba hacer un tanto confundida, no creía que fuera a hacer lo que me imaginaba que intentaría hacer, me sentí nerviosa y me contraje por instinto, habrá estado cinco minutos lamiendo mi agujerito, se paró y se acomodó, sentí su verga entonces acariciarlo, como buscando centro al tiempo que susurraba en mi oído

  • Qué hermoso culito que tienes, apuesto que es virgen, cierto? – su pregunta me sonó morbosa
  • Si! lo es y lo seguirá siendo! –  respondí convencida para que desistiera
  • Eso está por verse! – dijo levantando la apuesta
  • No Gustavo! por el culo no! tengo límites y principios!
  • Callate puta! te las vas a comer toda!
  • Yo no soy una de esas putitas con las que acostumbras a estar!
  • Veremos, me vas a suplicar para que no te la saque.
  • Te dije que… ay! ay! pará hijo de puta!!!

Noté que mientras discutíamos el dio un primer topetazo con su pija, provocando en mi un profundo dolor, esto estaba lejos de parecerme normal, mis convicciones con las que fui criada no me lo permitía.

Pero a pesar de todo, seguía ahí, en el mismo lugar, hubiera sido fácil para mí solo salir de la banqueta, pero por alguna extraña razón no lo hacía, sabía que perdería la virginidad  de mi cola, pero nada convincente hacía por evitarlo.

Las palabras fueron cambiando a medida que Gustavo, una vez más, se salía con la suya, el dolor insoportable del principio se transformó en un dulce dolor a medida que mi esfínter se dilató para adaptarse a su grosor, quise evitarlo, pero gemidos de placer comenzaron a brotar de mi boca, eso encendió y enloqueció a Gustavo, nuestro juego dialéctico era ya diferente

  • Te gusta? te gusta puta?
  • Si! me gusta! dale! rómpeme todo el culo, no pares!
  • Viste que tenía razón, eres una puta!
  • Si papi, soy más puta que esas putas con las que andas, te gusta? te gusta?

Para mí desgracia las palabras solo aceleraron el proceso, era mi primera vez y hubiera querido tenerlo dentro más tiempo pero noté que él no duraría mucho más, fui por todo

  • Dale! lléname el culo de leche! dale! es lo que querías no?

Las uñas de mi jefe se clavaron en mis carnes, mis uñas se clavaron en la mesada del desayunador, volvió a gritar hasta llenármelo por completo.

Ahora si habíamos terminado, nos desacoplamos, me dio unos últimos besos y fue al baño a higienizarse un poco, me quedé inmóvil unos minutos meditando lo que había hecho, que había hecho!.

La sombra de la culpa me avanzó como un frente de tormenta, Mario, Romina, mi madre, mi difunto padre, no podía tocarme los pezones de tan adoloridos que los tenía, llevé por detrás una mano para comprobar con mis dedos cuan dilatada había quedado, el semen me chorreaba de ambos agujeros cayendo hasta el piso, dios! diablos! cielo e infierno se mezclaban en súplicas y maldiciones.

PARTE 8

Gustavo volvió ya cambiado, gentilmente me dijo

  • Gustas ducharte?
  • Gracias, es tarde, necesito volver a casa… – las cuatro de la mañana marcaba el reloj de la pared.
  • Ok, como quieras entiendo… – contestó a secas, como una fría persona que ya se había sacado las ganas y no tenía muchas intenciones de retenerme a su lado
  • Te pido un favor? me traes mis ropas?
  • Si, las dejaste en la pieza, cuando te cambiaste, recuerdas? – dijo señalando la pieza
  • No, no ‘esa ropa’, necesito ‘mi ropa’, mi jean y mi blusa de croché que dejamos en el baúl del coche con mi notebook, recuerdas?
  • Y por qué debo ir a buscarla? – preguntó mostrando cierta apatía
  • Porque no puedo llegar a mi casa vestida como una puta, creo que es obvio…

Gustavo dejó el lugar y lo sentí bajar por el ascensor, me quedé sola, respiré profundo, resignada, saque las medias, los portaligas, el corsé, fui al baño a higienizarme un poco, lavé mi cara con agua y jabón, saqué todo rastro de maquillaje, me miré al espejo fijamente como esperando que la imagen reflejada me devolviera una respuesta, pero nada me devolvió.

Pasó el tiempo y poco a poco me transformé nuevamente en esa mujer decente que había salido de casa la noche anterior, mi jefe aguardó paciente a que yo me arreglara y mientras lo hacía se encargó de acomodar todas las prendas que había comprado en un coqueta bolsa, la pollera, la blusa de hombro caído, y hasta la lencería erótica que había usado, mientras me alcanzaba el zapato que había quedado en el camino con una sonrisa

  • No te olvides de esto…

Lo acepté con otra sonrisa en muestra de agradecimiento.

Bajamos en el ascensor en silencio, sin mediar palabra, una pequeña garúa de esas que no hacen daño pero que molestan se había desatado en ese casi amanecer veraniego.

Los quince minutos que tardamos desde las torres Dolfines hasta mi hogar transcurrieron casi sin hablar, como al bajar por el ascensor, eso me hizo sentir molesta, acaso para Gustavo solo había sido un juego de conquista? acaso ya era parte de su colección? Intenté sacarme las dudas y pregunté

  • Te gustó?
  • Claro que me gustó! me encantó mi reina!!!

Pero no me sonó convincente, y no quise profundizar en mis preguntas, lo notaba un tanto frío y distante, de pronto había perdido toda esa verborragia embriagante con la que me había seducido.

Al llegar nos despedimos con un beso en las mejillas, bajé y esperó a que ingresara al palier del edificio, lo vi alejarse.

Llamé al ascensor, en una mano tenía mi notebook y mi cartera, en la otra la bolsa con las prendas, me di cuenta que esa bolsa no cerraría en mi familia, yo no usaba minifaldas, yo no usaba lencería erótica, y menos esas marcas impagables para un matrimonio humilde de clase media, con todo el dolor del alma volví a la acera, hasta el basurero, para depositar ahí mi querido obsequio, suspiré resignada, seguramente jamás volvería a tener ropas tan finas y caras.

En algún punto, mi zapato perdido que Gustavo me alcanzó con una sonrisa, y al verme nuevamente vestida en forma tan natural, me recordó al cuento de ‘La Cenicienta’ que mi madre me leía una y otra vez en mi niñez, como en ese cuento, la magia se había esfumado.

Subí hasta el departamento, entré casi en puntas de pies, solo me asomé para comprobar que mi pequeña hija dormía abrazada a su abuela.

Pasé por el baño y me rendí en mi cama.

Estaba agotada, destruida, me dolía el cuerpo, en especial mis zonas erógenas, la resaca me invadía, me dolía la cabeza, pero no podía conciliar el sueño, era raro, odiaba a Mauro pero cuanto lo hubiera necesitado en ese momento para abrazarlo y dormirme en sus brazos, revivía una y otra vez cada instante vivido con Gustavo, jamás me habían hecho el amor como el me lo había hecho pero yo amaba a Maurito, me había encantado pecar de esa manera, pero la imagen de mi padre se presentaba acusándome, una y otra vez, todo se mezclaba, no podía poner blancos sobre negros entre tantos tonos de grises….

La dulce voz de mi madre me despertó casi susurrándome al oído, el almuerzo estaba casi listo, me levanté, me cambié y fui a la mesa, Romina estaba a los gritos y se me partía la cabeza, pero no era su culpa, la besé con amor y le di un abrazo fraterno de madre, revolví los espaguetis por largo tiempo, casi sin probar bocado, con mi mente perdida buscando respuestas, mi corazón estaba tan descolorido como el día, la lluvia se había hecho presente borrando toda huella del sol.

Luego de almorzar Romi siguió con sus juegos, mi madre comenzó a lavar la vajilla y yo a secarla, entonces pregunté

  • Mamá, puedo hacerte una pregunta?
  • Claro Nori, que pasa?
  • A veces me pregunto, vos y papá, tantos años juntos… nunca se separaron…
  • Sé dónde vas, el matrimonio no es fácil, no todo es color de rosas…
  • Y cuando había problemas?
  • Cuando había problemas? fácil, nos sentábamos y lo charlábamos, nunca permitíamos que nadie interfiera en nuestro matrimonio, ni amigos, ni vecinos, ni conocidos, ni tus abuelos ni siquiera tú y tu hermano, las cosas hay que decirlas de frente…

Seguí secando mientras meditaba, y si me hubiera apresurado, había condenado a Mario sin siquiera darle el derecho a defenderse

  • Mamá… papá siempre te fue fiel?
  • Si! bah… supongo que sí, y si no lo fue se llevó el secreto a la tumba.
  • Y tú? Siempre le fuiste fiel?
  • Nora, Nora, que preguntas son esas a tu madre? sabes de mis creencias religiosas, aunque tú hayas abandonado al Señor.
  • Pero nunca apareció otro hombre en tu vida? – tratando de llevar la conversación hacia donde yo quería y no donde ella quería
  • Hombres? no… tu padre fue mi único hombre, el amor de mi vida…

Más hablábamos y más dentro del laberinto me metía, la conversación no me llevaba a ningún sitio, mis ojos pasaron de casualidad por la botella de vino que habíamos bebido en el almuerzo, pregunté tomándola entre mis manos

  • Mamá, mira este vino, es un… ‘malbec’ según leo acá
  • Yo de vinos no entiendo nada – contestó secamente
  • Sí, yo tampoco, pero supongamos que sabes… y que en tu vida, solo has probado ‘malbec’
  • El punto es? – preguntó sin entender
  • El punto es que si no has probado en tu vida un ‘sirah’, o un ‘cabernet sauvignon’ como podrías asegurar que un ‘malbec’ es realmente lo mejor para ti?

En ese instante mi madre cerró la canilla y mirándome a los ojos preguntó

  • Estás bien? qué te pasa hija? problemas con Marito? anoche llegaste muy tarde…
  • Nada mamá, no me hagas caso… – contesté terminando de secar el último plato

Comprendí que de seguir la conversación me metería en temas que no quería meterme, mi madre me conocía demasiado y era transparente en mis pensamientos hacia ella.

La tarde pasó aburrida, solo con la constante y molesta lluvia, a pesar que mi pequeña y mi madre estaban conmigo, yo me sentía sola, en mi cabeza trataba de armar un rompecabezas al que le faltaban demasiadas piezas, reviviendo una y otra vez las últimas horas, poniendo en los platillos de la balanza el bien y el mal, lo bueno y lo malo, lo aceptado y lo prohibido, buscando un eterno equilibrio, cosa que no lograba conseguir.

Me fui a dormir un poco más tranquila, sabiendo que el lunes me reencontraría con el hombre que me había cogido como nunca Mario lo había hecho.

Para el lunes la lluvia había cesado, pero el cielo se mantenía gris y una fuerte ventisca sur presagiaba una pronta mejora y un poco de refresco para las altas temperaturas de verano. Dejé a mi pequeña en el colegio y fui rápidamente al estudio, una emoción especial me llenaba, una rara sensación, reencontrarme con el hombre que de alguna manera me había embriagado y de alguna manera había conseguido dejar a mi amor en segundo plano, Mario no me había llamado la noche anterior, y la verdad era que no me había molestado, en ese momento tenía las cosas todavía demasiado confusas.

Como era costumbre, llegué primera para repasar todo y ver que cada cosa estuviera en su lugar, solo que esta vez me sentía diferente, con un nuevo impulso.

Media hora después llegaron Gustavo y María José, los saludé efusivamente, en especial a el que sin embargo contestó un tanto distante, fueron a su despacho y sin que me lo pidieran les alcancé café negro para él y cortado para ella, la sonrisa se me escapaba por los labios, los coqueteos y las miradas también, yo no lo notaba, pero inconscientemente me mostraba como una perra caliente, sin darme cuenta que su esposa estaba presenciando todo.

Gustavo, frío y distante, casi sin dirigirme la mirada me dijo

  • Nora, favor prepará la carpeta de Esquivel y asegúrate que todo esté en orden.

María José había prestado mucha atención, había captado esas cosas que a las mujeres no se nos pasan por alto, de pronto exclamó

  • Hijo de puta! te la cogiste! – en un tono intimidante
  • De que hablas? estás loca? – respondió el sin levantar la mirada
  • Qué hijo de puta, te saliste con la tuya… te la tenías que coger nomás…

Mi jefa solo hablaba sin esperar respuesta, como monologando segura de sus pensamientos, Gustavo bajaba la mirada respondiendo dubitativamente, enterrándose a sí mismo segundo tras segundo, cada negación era una confirmación, y yo me quedé paralizada, sin saber qué hacer, que decir, él me había dicho que no pasaba nada entre ellos, pero si acaso me hubiera mentido? Si todo hubiera sido una novela solo para tener sexo conmigo? en que problema estaría metida, de repente ella, haciendo una pausa y mirándome fijamente me dijo

  • Nora, esto no tiene que ver contigo, por favor nos dejas a solas, gracias!

No me atreví siquiera a mirarla, bajé la mirada y salí del lugar tan pronto como pude, directo a mi escritorio, ella cerró la puerta tras mío con un fuete portazo que hizo templar los vidrios de la oficina, al sentarme también cerró los cortinados para obtener privacidad con su marido.

Me puse muy nerviosa, demasiado, las manos se me inundaron en transpiración, se me secó la boca y casi no podía tragar, tenía un nudo en la garganta.

A pesar de la intimidad buscada, María José hablaba tan fuerte que podía escuchar todo, eran casi gritos de su parte, Gustavo contestaba tan bajo que no me daba opción a escuchar, por lo tanto tenía que ‘armar’ en mi mente el resto de la conversación, solo tenía sus reproches:

  • Te dije que no te metieras con ella! ella es diferente a esas putas que frecuentas!
  • (Silencio por no poder oír)
  • Pero por qué? siempre tienes que salirte con la tuya? Bastardo!
  • (Silencio por no poder oír)
  • No me importa! y grito todo lo que quiera, si?
  • (Silencio por no poder oír)
  • Te vas a la mierda! vos, el estudio y todo!
  • (Silencio por no poder oír)
  • Yo te había advertido que no quería que te fijaras en ella, o no?

La discusión seguía en esos términos hasta que de repente María José abrió la puerta con un nuevo golpe y dirigiéndose a mí me dijo

  • Vamos, acompañame, vos y yo tenemos que hablar…

Tomé temerosa mi cartera, miré a Gustavo esperando su aprobación, pero el solo había salido del despacho y miraba por la ventana con la vista perdida en la nada, dándome la espalda.

Mi jefa no tenía cara de buenas amigas, la seguí casi sin pestañar, salimos a la calle, caminaba demasiado rápido por lo que debía esforzarme para no perderle pisada, hicimos las seis cuadras que nos separan del cruce de peatonales casi sin respirar, llegamos al popular McDonald y ahí si un tanto relajada, hicimos la cola como dos mujeres normales, me preguntó que quería, era media mañana, apenas un café que en ese momento no sabía que podría pasar, ella se pidió una clásica hamburguesa con papas fritas y gaseosa, en cierta medida la envidiaba en este punto, su delgadez le permitía acumular toneladas de comida chatarra sin el menor cargo de conciencia, fuimos a un rincón, un tanto apartadas, entonces me dijo

  • Tranquila Nora, estoy de tu parte… – mientras daba el primer mordisco a su comida
  • No entiendo… – era lo único que podía decir.
  • No me equivoco si afirmo que mi esposo te llevó a la cama? verdad?

Yo no sabía que responder ante una pregunta tan directa, que diablos se suponía que debía responder, entonces ella prosiguió sin esperar mi respuesta, como asumiendo un ‘si’ que nunca había pronunciado

  • Voy a contarte una historia, que seguro ya conoces en parte, verás, hace años que me une a Gustavo solo relaciones comerciales, nada más, él tiene sus aventuras, yo las mías, ya sabes, él es un tipo ambicioso, es un ganador, pero no todo es lo que ves.

Está enfermo, realmente está enfermo, para él las mujeres son un deporte, las colecciona, una tras otra, no distingue entre putitas y verdaderas mujeres, el solo hace daño…

María José hizo una pausa para beber un trago y mirándome a los ojos prosiguió su relato

  • Cuando te tomamos como empleada, le hice jurar que no se metería contigo, lo vi cómo te miraba y lo conozco muy bien. A él le encanta seducir mujerzuelas quienes ciega con su dinero y su poder, les promete el cielo, para solo acostarse con ellas. A mi poco me importa, siempre son esas chicas que no dudan en acostarse por un roce con la fortuna, pero él sabía muy bien que eras diferente, que tenías familia, esposo, tu entiendes – en ese momento volvió a clavar los dientes en su comida
  • Pero él me dijo que… – no me dejó terminar
  • Qué te dijo? es un mentiroso profesional… seguro te hizo el verso del dinero, no? tan predecible… sabes que las cosas no son lo que parecen? Nuestras cuentas no están nada bien, no podíamos decírtelo, pero solo somos una sombra de lo que fuimos, nuestro prestigio hoy solo se basan en apariencias y recuerdos del pasado.
  • No entiendo, el coche, el piso en las torres Dolfines, las tarjetas, el efectivo…
  • Ja! ja! – rio en forma sarcástica – te llevó a las torres? diablos! realmente le gustaste nena!, ese piso es de un amigo íntimo, donde suelen llevar damas de ocasión, no me cuentes más, seguro te compró ropas finas, te llevó a cenar y hasta te narró las historia de los vinos, me equivoco?
  • No… – dije tímidamente bajando la cabeza, como empezando a entender un vil engaño, y que solo era parte de un todo, una pequeña parte, nada especial, traté de confundirla entonces
  • Me dio un cheque en blanco!
  • A ti también? Ya no sé cuántos le rechazaron por faltas de fondos…

María José ya terminaba su hamburguesa y comía las últimas papas fritas, mi café se había enfriado y no había probado un trago, ella siguió entonces

  • Te voy a dar un consejo, olvida lo que pasó, olvídate de él, piensa en tu familia…
  • Mi familia? En mi hija querrás decir, porque el cerdo de mi esposo me engaña, y lo se gracias a Gustavo! – contesté levantando la guardia nuevamente
  • Si? y que dijo tu marido en su defensa?
  • Nada, todavía no hablo con él, no está en la ciudad, pero cuando llegue…
  • Cuando llegue qué? qué harás? que le dirás? que te dijo Gustavo exactamente? no hablaste aun con él? perdona mis palabras pero lo que tienes de bonita lo tienEs de estúpida.
  • Me mostró los comprobantes de su cuenta bancaria, y de su telefonía celular!
  • A ver?
  • A ver qué?
  • Quiero verlos, los comprobantes…
  • No los tengo, no me los dio…
  • Ja! ja! mi niña… que inocente eres…

Mi jefa me invitó a salir, había terminado su comida, mi café quedó servido y sin tocar, tomamos peatonal Córdoba hacia el este, buscando el río, esta vez caminando lentamente, ella encendió un cigarrillo y retomó el diálogo, pero esta vez como haciéndome reflexionar para que yo misma sacara conclusiones

  • Así que te mostró los comprobantes de tu marido, y como sabía que tu no los habías visto previamente?
  • No se… intuición? – pregunté desconcertada
  • Intuición… si claro… él es muy inteligente, no pierde detalle, y tú eres muy inocente, hablas demasiado, seguramente alguna vez hablaste de ello…
  • No recuerdo…
  • Y de donde los sacó? no te lo preguntaste?
  • Me dijo que tenía contactos, en el banco, en la compañía telefónica…
  • Si… también tiene contactos en informática, que pueden falsear cualquier documento, haciéndolo ver como real…

No daba crédito a sus palabras, me parecía una fábula demasiado grande para ser real, seguro hablaba por despecho, además no me consideraba una mujer tan tonta para caer en tales engaños, entonces siguió

  • Escucha mi inocente criatura, nuestra profesión nos ha llevado a conocer y trabajar con mucha gente, no siempre es gente buena, muchas veces nos pagan para que la justicia no sea justa, para ‘esconder’ billetes de sucios negocios, no siempre estamos del lado del bien y el roce permanente con esta gente hace que tarde o temprano termines manchado, me explico?

Todo giraba demasiado rápido en mi cabeza, era posible esta versión de los hechos? acaso había sido engañada desde el primer minuto? acaso mi pobre Marito era un santo y yo lo había sentenciado solo por prejuzgar? no tenía respuesta a una pregunta que ya me saltaba otra, ella después de unos minutos de silencio preguntó

  • Entre nos… te cogió rico verdad?
  • Cómo? – repregunté fingiendo no haber escuchado lo que había escuchado
  • Vamos… entre mujeres, con confianza… te cogió bien cogida, me equivoco?
  • No… fue lindo… – me daba vergüenza hablar de estas cosas íntimas abiertamente con la mujer que era su mujer y además mi jefa
  • En fin… – suspiró – Gustavo es muy profesional, inteligente, siempre se adelanta a tus jugadas y además, coge como ninguno, y mira que he probado, además no deja cabo suelto, ni pienses en recriminarle nada…
  • Por qué no puedo recriminarle nada? – en ese momento la furia me invadía y tenía deseos de matarlo, ella me tomó por los hombros y me dijo
  • Mi chiquita, tú no lo sabes, pero puedes apostar que él ha filmado todo el encuentro…
  • Cómo?
  • El ‘colecciona’ sus encuentros, es un enfermo, sádico, manipula todo a su antojo, en una época era confidente conmigo, sabía que tenía más de cuarenta filmaciones, y si alguna le hiciera el más mínimo escándalo, él tendría armas para defenderse, de hecho a varias les ha sacado bastante dinero…
  • No te puedo creer…
  • Yo no puedo asegurar que lo hiciera contigo, con el tiempo me transformé en una amenaza para el por lo que ya dejó de ser confidente conmigo, así que nena, ve con cuidado y piensa bien lo que vas a hacer…

Pasábamos ya por el monumento a la bandera, llegando al río, fin de un recorrido que no habíamos planificado, el día seguía desapacible, María José aun hablaba cuando sonó mi celular, era mi pobre Mario, traté de sonar lo más natural posible, me pidió disculpas por no poder comunicarse antes, pero me aseguró que tomaba el vuelo vespertino y que al anochecer estaría en Rosario, mi jefa había sido testigo casual de mis palabras, cuando corté las lágrimas rodaban por mis mejillas, me abrazó dulcemente sabiendo el infierno que vivía en mi interior.

No queda mucho por narrar, debo afrontar mi vida, soy prisionera de mis acciones, Gustavo me había cogido como seguramente no volverán a cogerme en mi vida, cuando lo haga con Mario desearé estar con él, pero al mismo tiempo nunca odiaré a nadie como odio a ese tipo. Tengo que replantear muchas cosas, mi amor con mi esposo, mi vida con él, poder ver a mi hija a los ojos, hablar con Gustavo, pensar en mi empleo, las cosas cambiaron, ya no quiero equivocarme…

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