Me llamo quinientos me dijo, la historia con una puta de alto nivel

Con cuarenta y picos de años mi vida era perfecta, un prestigioso y reconocido médico de ciudad, deportólogo, o sea, especialista en atención a deportistas, en especial a los de alto rendimiento. Era muy reconocido y afamado en el medio, había sido especialmente contratado por algunos clubes, fútbol, rugby y hasta la selección provincial de hockey femenino.

También seguía en paralelo las atenciones particulares en algunas instituciones de alta reputación, donde se cobraban valores a los que muy pocos podían acceder. Siempre había sido estrictamente profesional en mis actividades, lo cual significó una alta reputación en mi currículum.

Mi vida personal también iba de maravillas, mi mujer, especialista en bellas artes, andaba de museos en museo y cada tanto hacía exposiciones de sus esculturas, pinturas y afines. Nos llevábamos muy bien, éramos el uno para el otro, y a pesar de nuestras múltiples y continuas ocupaciones siempre encontrábamos lugar para fortalecer nuestro vínculo de pareja.

Teníamos tres niñas, de diez, ocho y siete años, eran mi debilidad, muy rubiecitas de cabellos largos, de ojitos celestes y cristalinos, estudiaban en el prestigioso colegio Alemán. Era un tanto cómico, a mayor se la pasaba jugando al doctor, quería ser como papá, la menor, por el contrario, pintaba hasta las paredes de la casa y era el vivo retrato en miniatura de mi mujer, y la del medio, esa si que era impredecible, decía que quería se bailarina.

Como verán, mi mundo era perfecto, a pesar de los grandes gastos que teníamos en colegios privados, clubes, salidas, coches, hogar, viajes, lo cierto es que ganábamos más dinero del que podíamos gastar.

Y todo eso, todo lo tiraría por la borda con una espina que se clavó en mi corazón.

Ella llegó una tarde a mi vida, era una paciente más, al menos eso creí…

Llegado su turno, la llamé por su apellido, pasó a mi consultorio, Lourdes era sencillamente perfecta, para mis ojos, para mi idealización de la mujer de mis sueños, ella sin dudas lo era.

Nos sentaos frente a frente, escritorio de por medio, mientras abría su historia médica en mi notebook presté especial atención a la información que naturalmente ella me daba, soltera, veinticuatro años, instructora de fitnees, y varias cosas mas, mientras escribía el sonido de su voz demasiado grave, hasta ronca se me hacía irresistible, era muy sexi escucharla, era una voz endulzada con miel, imposible describir con palabras, y un perfume sencillamente exquisito inundaba mi olfato.

La traía a mi consultorio un problema crónico en uno de sus aductores, y me confesó que estaba cansada de deambular por especialistas sin que le dieran solución, y había llegado a mi por recomendación de una amiga.

En fin, me detalló sus dolencias y llegó el momento de revisarla. Aunque me costó, fui todo lo profesional y ético que pude para solo tocar sus piernas para dar un diagnóstico, sin embargo, no pude sentir una contenida erección entre mis piernas.

Le solicité unos estudios, un poco por necesidad, otro poco solo para asegurarme de volver a verla.

Esa noche Lourdes me sacó el sueño, y solo traté de decirme a mi mismo loco que estaba, quién era ella? qué pretendía con ella? recuerdo que la última vez que vi las agujas fluorescentes del reloj de la habitación daban cerca de las tres de la mañana.

Ella volvió a visitarme tiempo después con todos los estudios que le había solicitado, y yo no pude resistirme a su espectacular belleza, y para su desgracia y mi bendición, ella tenía una lesión mal curada, que necesitaría rehabilitación y varias nuevas visitas.

Y en cada una de esas visitas fue aflorando la confianza, una confianza que iba más allá de la mera relación paciente profesional.

Me estaba metiendo en un problema, lo sabía, y lo peor es que Lourdes jugaba conmigo al gato y al ratón, y eso era demasiado peligroso.

Fue así que me animé a dar el siguiente paso, invitarla a salir a tomar un trago, como amigos, nada raro, fue entonces cuando ella carcajeó discretamente y me dijo sin vueltas

Mirá Doc – ella siempre me llamaba Doc – hay algo que no sabes de mi vida, si quieres salir conmigo, pues entonces me llamo quinientos!

Me recliné en mi silla sin entender, solo la miré fijo, animándola a seguir, entonces me dijo con su ronca voz llena miel

Mirá, en verdad crees que yo puedo pagar el precio de tus consultas y darme el nivel de vida que me doy siendo instructora de fitness? ni lo sueñes…

Yo solo le pedí que me contara todo, la animé a seguir.

relato putita escortHago fitness porque me encanta, pero no es solo eso, debo mantener mi cuerpo perfecto, así como lo ves, así como te gusta, porque tus ojos me lo dijeron cuando te conocí, o me equivoco?

Sentí un calor vergonzante en mi rostro, tan obvio había sido?, pero siguió adelante

Siempre me encantaron los hombres, y el dinero, y honestamente no vi nada malo en cambiar un poco de mi cuerpo por dinero, no soy una puta que se acuesta con cualquiera si es lo que imaginas, solo diría que soy una mujer que le encanta el sexo, y que si le gusta el hombre que tiene enfrente, y si ese hombre puede comprar mi tiempo, bueno, por que no?.

Sabes, desde que soy mayor de edad, mi hermano es quien de alguna manera arma mi agenda, los tipos de dinero, me explico? es como mi protector, quien filtra y me evita problemas. El solo se encarga de organizarme salidas, un par de horas por una cena, o por una merienda, ese es su trabajo. Después, si el tipo me gusta, ya es asunto mío…

Aunque lo pusiera en todas esas palabras, comprendí que Lourdes en verdad era una puta de alto nivel, no la encontrarías en la calle, o en páginas de la web, no tendrías sus fotos hot, pero en el fondo se trataba de lo mismo, vender su tiempo a quien pudiera pagarlo.

Acepté entonces sus palabras y tuve que cumplir con sus requisitos, imploré anonimato y me contacté con su hermano para agendar una cita, esos quinientos pesos era mucho dinero, incluso ni mis consultas privadas cubrían ese importe.

Ese encuentro se produciría un viernes al atardecer, cuando caía el sol, y sería mi primero de muchos. El sitio elegido fue un bar bastante privado y aislado de la ciudad, no podía darme el lujo de levantar sospechas entre conocidos, tenía una reputación que mantener.

Pero en el mundo Lourdes era imposible pasar desapercibido, llegó en su coche importado y lo estacionó cerca de la puerta, y cuando se bajó noté como las miradas indiscretas fueron a su silueta, es que era imposible no hacerlo, lucía una remera ajustada al cuerpo, de cuello cerrado, mangas largas, por cierto, terminaba por debajo de sus pechos dejando desnudo su pequeño vientre, unas ajustadísimas calzas negras que dejaban marcadas todas sus virtudes, sus anchas caderas, su precioso trasero, sus majestuosas piernas y hasta su regordeta vagina. Acompañaba su atuendo unas botas marrones tipo terciopelo que llegaban muy por encima de sus rodillas. A todo esto, acompañaba ese atuendo con un sombrero muy femenino y aniñado.

Como sea Lourdes de por si era una mujer demasiado llamativa, y si además ella se vestía para no pasar desapercibida…

Sacudiendo sus caderas pasó entre las mesas hasta sentarse a mi lado, me saludó efusivamente y empezó a charlar con naturalidad, sin embargo yo me sentía aturdido, sentía demasiadas miradas aún clavadas en nosotros y me costó acostumbrarme a la situación.

Y yo no sabía de que hablar con ella, si ya lo sabía todo de ella, y ella todo de mi, sabía de mi mujer, de mis hijas, pero no le importaba, si solo me estaba vendiendo su tiempo.

Y mas tiempo compartía con ella mas me enredaba en sus redes, solo deseaba llevarla a la cama, hacerla mía, y esa fue mi pregunta, cuanto me costaría…

Lourdes entonces sin tapujos puso una cifra exorbitante a su tiempo, una locura, pero en fin, como dije, me sobraba el dinero, así que en poco tiempo estábamos en un hotel de lujo. Recuerdo sus palabras…

Será tu mejor inversión, haré todo lo que quieras que haga…

Empezamos a besarnos, apasionadamente, me enloquecía esa mujer y me dí cuanta que ella provocaba en mi un sentimiento que mi mujer ya no conseguía despertar, en segundos tenía una terrible erección y modestia aparte tengo una buena verga, más que la media y ella lo notó al acariciarme, me dijo entonces que era muy buena mamando, si quería probar.

Lourdes desnudó entonces sus pechos y fue en busca de mi verga, solo la rodeó con ellos y empezó a masturbarme, sus tetas eran pequeñas pero muy bien formadas, era como que mi sexo quedaba grande entre ellas pero solo la dejaba hacer, la tomó con una de sus manos y empezó a pasarla por sus pezones, hasta que llegó el momento, solo la metió en su boca y empezó a chuparla lentamente, por mi glande, por mi tronco, iba a mis bolas, luego volvía, y solo hizo algo que siempre había deseado en mi mujer, poco a poco se metió mis dieciocho centímetros hasta la garganta, conteniendo sus arcadas de la engulló por completo, y sentir atravesar la suavidad de sus mucosas fue de lo mejor, era una mamada espectacular y me sentí venir, ella lo notó e hizo que mi semen caliente cayera sobre sus tetas, me acabé todo…

Lourdes se recostó de lado con su pechos lleno de semen y jugando como una gata, llevando con sus dedos mi leche a su boca, con esa voz melosa me dijo

Ahora es mi turno cierto?

La traje a mi lado, con esfuerzo saqué una de sus botas, luego la otra, al fin bajé sus calzas, una diminuta tanga negra cubría su sexo, la tomé entre mis dedos, tiré con fuerza hasta romperla, Lourdes se rió y me dijo

Despacito papi, me vas a lastimar!

Solo me quedé mirando su perfección, su bronceado perfecto me dejó saber que usaba un traje de baño aun mas pequeño que la tanga de puta que acababa de romper, evidentemente tomaba sol en topless y que decir, era perfecta, todo músculos, no había estrías, no había grasa, nada de nada, todo justo, todo en su lugar.

Me enterré entonces entre sus piernas, su vagina depilada por completo estaba suave, y sus jugos habían escurrido en derredor, dejándome saber, que como me había anticipado, ella disfrutaba, no era solo sexo por dinero…

Empecé a lamerla, a beber sus jugos mientras observaba como ella aun se limpiaba sus pechos bebiendo el poco semen que aun quedaba sobre ellos, jugaba con mi leche en sus labios, cerraba sus ojos, gemía, me endulzaba los oídos, era perfecto, tan perfecto, y solo seguí hasta que sus gemidos se hicieron gritos dejándome saber que llegaba a un orgasmo.

La puse en cuatro, quería ver genial trasero y volví a lamer sus labios, y fui sobre su esfinter, a penetrarlo con mi lengua y noté que estaba tan abierto que la metí por completo sin resistencia, tenía una nueva erección, la giré nuevamente, abrí sus piernas y se la enterré por completo, empecé a cogerla con furia, sus pechos se movían hacia arriba y hacia abajo una y otra vez, quería ver su rostro de placer, sentir sus gritos, que el mundo se cayera a pedazos. La cama en la que estábamos empezó a quejarse, y más me movía más ruido hacía, estaba duro dentro de ella, era perfecto.

Lourdes entonces tomó una de mis manos y para lamerme un par de dedos y decirme

Dale! metémelos por el culo!

Y así lo hice, sin dejar de cogerla le colé con suma facilidad dos dedos por atras, y empezó a retorcerse, sentí sus uñas clavarse en mi espalda y sus dientes en mi cuello, me hacía doler, pero ese dolor era parte del juego.

Volví a ponerla en cuatro, esta vez elegí ir por atrás, solo apunté y le metí mi gorda verga por el culo, con apenas resistencia, hasta el fondo y empecé a dársela por el culo, la tomé por su diminuta cintura y la apreté hacia abajo, para arquearla bien, haciendo que sus enormes nalgas resaltaran, con un bronceado perfecto y la marca blanca de un pequeño traje de baño que de solo imaginar me llevaba al infierno, y mi verga, entrando y saliendo, una y otra vez, era todo demasiado bueno.

Pero si algo faltaba, era su actitud, porque ella sabía como calentarme, sabía como enloquecer a un hombre y entre gemidos y gritos decía sin parar

Dale! rompeme todo el culo! rompérmelo todo, te gusta? te gusta que sea tu puta?

Y no solo eso, ella empezó a moverse, con fuerza, con ritmo, reculando hacia mi lado, hasta que sus nalgas una y otra vez pegaran en mi cuerpo haciendo solo que la tuviera toda dentro por completo

Le di una fuerte nalgada y ronroneó como gato, y solo la embravecí aun mas, me sentí venir nuevamente, saqué mi pija de su culo y mi disparo voló por el aire hasta caer en su nuca, en sus oscuros cabellos, luego en su espalda, hasta terminar en su abierto esfínter.

Empezamos a reírnos mientras ella trataba sin éxito de sacar el semen de sus cabellos, luego fue a tomar una ducha, para volver poco después al cuarto principal, a secarse los cabellos, completamente desnuda, y en esos minutos nuevamente me quedé perdido en la perfección de ese cuerpo, meditando sobre el sexo que había tenido y sobre el dinero mejor gastado en mi vida.

Los problemas reales empezarían esa misma noche, mi esposa no era estúpida, y por mas que lo intenté, descubrió los profundos rasguños en mi espalda y los moretones en el cuello, discutimos mucho, me defendí como pude ante evidencias que no tenían defensa, por primera vez en años de matrimonio no pude compartir la cama con ella y dormí solo en el comedor. De ahí en adelante todo fue cuesta abajo…

Me juré no volver ver a Lourdes y tratar de reparar el daño hecho a mi familia, pero diablos, esa mujer…

Volví a pagar por ella, una y otra vez, a disfrutar cada peso que gasté en ella y tirar el hilo de mi matrimonio, una y otra vez, llegaron mas dolores de cabezas…

Me di cuenta lo que pasaba en la balanza de mi vida…

En un platillo estaba toda mi historia, mi vida, mi matrimonio, mi mujer, mis amadas hijas, mi profesión, mi reputación, mi nombre.

En el otro, la mujer que era mi perdición, mi obsesión, esa que me llevaba del cielo al infierno en una abrir y cerrar de ojos.

Y sabía que ese equilibrio estaba en riesgo que si no hacía algo todo teminaría mal…

Y tomé el camino equivocado, una locura, por algún tiempo quise que Lourdes se enamorara de mi, pensé en mi locura de haberme enamorado del mismo demonio que podría hacerla cambiar de vida, formar una familia, que me deseara, que se olvidara de los otros tipos con lo que se acostaba, que todo podría funcionar, incluso no me importé sin con eso perdía a todo lo que tenía en el otro platillo.

Llegó el juicio por el divorcio, en el que una mujer despechada, y con toda la razón del mundo me sacó hasta el último centavo y hasta me pegó donde más me dolía, separarme de mis amadas hijas.

Las cosas no terminaron ahí, mi escandalosa separación por infidelidad me trajo problemas laborales, muchos contratos se cayeron, daba una mala imagen y todo se complicó.

Pero a pesar de todo, yo seguía enceguecido con Lourdes, a pesar de perder mi familia, de tener que trabajar en dispensarios de poca monta, a pesar de perder mi fortuna, a pesar de todo, seguía confiado en conquistar el corazón de esa mujer.

Y fue cuando me di cuanta de mi patética vida, cuando conocí realmente a la mujer que me estaba matando en vida. Llegó el día en que ya no pude pagar sus servicios para llevarla a la cama, apenas si me daba para invitarla a unas copas, por los quinientos básicos de su tarifa, solo podía hablar con ella, solo podía ofrecerle mi corazón, pero entonces Lourdes fue clara conmigo, ya no tenía esa voz melosa, grave, con sabor a miel, sus palabras sonaron agresivas, hirientes, duras, me dijo otra vez algo que yo me negaba aceptar, para ella yo solo era uno mas en su lista, un buen tipo, una buena persona, pero nada mas, solo era otro mas en su larga lista de amores.

Para la última cita, junté como pude esos mugrosos quinientos pesos, le pedí un último deseo, que se vistiera tan hermosa como esa primera vez, no era mucho para alguien que había perdido la cabeza por ella.

Nos encontramos en la calle, en la acera, cerca de la alambrada de un club de barrio, discutimos una vez mas, estaba muy molesta conmigo, supe que todo se terminaba, cruzada de brazos y aunque estuviera ofuscada, le pedí me dejara tomarle una última foto, ni siquiera quiso mirarme para inmortalizar su rostro…

No supe mas de ella, pasaron algunos años, sigo en quiebra tratando de levantar cabeza, vivo solo en una pensión perdido entre alcohol y cigarros.

Cada noche antes de conciliar el sueño, por la luz de los faroles que entran por la ventana, tomo mi billetera y saco su foto, arrugada por el tiempo, solo paso los dedos por ella con melancolía hasta quedarme dormido, mi amor imposible, mi amada Lourdes…

Si te gustó la historia puedes escribirme con título ME LLAMO QUINIENTOS a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico.

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