Relato xxx de un diario con los secretos de Rosa

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Tiempo atrás, mi esposo y yo habíamos decidido mudarnos de barrio, ya teníamos dos críos y estaba embarazada nuevamente. El departamento de nuestros primeros años nos quedaba demasiado pequeño, así que nos contactamos con varias inmobiliarias y nos pusimos en campaña para venderlo y crédito bancario mediante, acceder a algo más grande, con tres dormitorios.

                Después de idas y venidas terminamos en una propiedad en dos plantas, un tanto alejada del centro comercial, no era lo ideal, pero era lo que podíamos pagar, hicimos la mudanza y nos empezamos a familiarizar con el entorno. Había que acomodar cosas, limpiar, hacer algunas reparaciones menores, nada de otro mundo, cosas que ya habíamos observado cuando estábamos eligiendo opciones.

                Así una mañana terminé en un pequeño altillo que parecía abandonado a su suerte, fui con la idea de ‘darlo vueltas’, estaba lleno de tierra y cubierto por polvillo de años de abandono, era ese sitio donde se guardan todas las porquerías que no tienen lugar, esas que se guardan por si alguna vez hicieran falta, pero que en verdad, mueren en el olvido.

                Entre tantas cosas había una vieja estantería con algunas revistas añejas por el tiempo, incluso se mostraban mordisqueadas por las ratas, así que mandé todo directo a la basura, sin embargo, al fondo había un cuaderno que llamó mi atención, tal vez por parecer preservado por algún motivo que nunca sabré en un celofán transparente, lo observé con cuidado, me senté en canastita y lo saqué del envoltorio.

                Las hojas eran viejas y amarillentas, estaban escritas a mano, en letra cursiva, una letra muy prolija, le pegué una hojeada rápida, solo era una historia, no tenía firma, ni dedicatorias, no supe si era un diario íntimo de alguien, o una historia de fantasías, ó tal vez un relato real, solo parecía un pedazo de historia en un rincón de la nada, volví a meterlo en el celofán con sumo cuidado centrando mi vista en el título subrayado, LA VIDA DE ROSA, fui a mi cuarto y lo dejé en el cajón de mi mesa de luz, para cuando tuviese la oportunidad de leerlo.

Mis ocupaciones del día a día, entre ama de casa, atender a los niños, a mi esposo y cuidar de mi embarazo me llevaron prontamente a olvidar ese escrito, no me alcanzaban las horas del día para tener margen para leer, además, por obvias razones necesitaba, descansar más de la costumbre.

Tres meses después, estaba a treinta días de la fecha de parto, mi panza había crecido como nunca y me preparaba para la llegada de nuestro tercer hijo. Fue entonces cuando comencé con ciclos de contracciones que estaban fuera de lugar, esto nos alertó sobremanera, y nuestro obstetra nos indicó que tendría que hacer reposo absoluto hasta llegar a la fecha de parto, nada de locuras. Así que me tuve que atar a la cama, mi esposo se vio sobrecargado en sus tareas y tuvimos que apoyarnos en mi mamá y en mi suegra para poder acomodarnos ese último mes.

Y ahí estaba, aburrida de ver tv, o de perder tiempo con la notebook, con una oreja en lo que hacía yo y la otra atendiendo a los otros ambientes, tratando de captar todo lo que hacían los peques.

No recuerdo el motivo, pero por algo abrí el cajón de mi mesa de luz, y me encontré nuevamente con esa historia, esas hojas que habían despertado mi curiosidad, ya ahora si, tenía el tiempo para leerlas…

LOS SECRETOS DE ROSA

PARTE 1

Rosa era una joven muy atractiva, con dulces veinte años, descendiente de alemanes, rubia, de ojos celestes, de contextura física llamativa, de curvas pronunciadas, cercanas a la perfección, alta, espigada, con una sonrisa compradora y una femineidad que brotaba por sus poros. Una chica muy hábil, bien educada en una familia tradicional de clase media.

Ella no destacaba en inteligencia, años tras años tuvo serios problemas en sus estudios primarios y secundarios, incluso repitió el tercer año, y la escuela fue la tortura en su infancia y adolescencia. Su padre fue siempre consiente de esta situación, no podía pedirle a Rosa más de lo que Rosa podía ofrecer, así que movió sus contactos para que conseguirle un empleo decoroso, ya que si no era por influencias, su hija nunca hubiera cuadrado en un empleo decente.

Y ella se sintió muy a gusto con su puesto de secretaria en el banco de la provincia, había muy buen ambiente y por primera vez tenía una remuneración y contaba sus propios billetes, algo impensado poco tiempo atrás.

Benito Rodriguez, era su superior inmediato, un tipo tirando a solterón de unos treinta años quien cayó rendido sin remedio ante la juventud y la belleza de su nueva empleada, y se transformó en su confidente, consejero, asesor y todo lo que ella necesitara, Benito se enamoró perdidamente de la joven, en amor platónico y puro, esos amores incondicionales de películas, tontamente perdido por ella.

Relato xxx de un diario con los secretos de RosaSolo había un inconveniente, ella estaba enamorada de otro hombre, de su amor de la adolescencia, un compañero de estudios de cursos superiores. Rosa no era inteligente, pero tampoco era tonta, ella era consciente de la situación de su jefe, y se sentía bien a su lado, pero no lo amaba, pero lo dejó creer que tendría posibilidades, que tal vez un día, jugó al gato y al ratón, y abusó de la situación y llevó agua para su molino cada vez que pudo y necesitó hacerlo.

Poco tiempo después esa historia llegaría a su fin, el novio de Rosa se había recibido y le habían ofrecido un puesto jerárquico en una importante empresa con un sueldo imposible de rechazar, el único inconveniente era que debían mudarse a otra provincia, a uno ochocientos kilómetros de distancia. La solución? se casaron, se mudaron y empezaron una nueva vida, dejando atrás su pueblo, su familia, su trabajo en el banco y a Benito Rodriguez, un hombre demasiado noble para ser real.

Pasaron doce años, doce largos años, Rosa fue madre de una niña, y vivió una vida llena de abundancias, su esposo ganaba más dinero del que ella pudiera gastar, solo se dedicó a vivir la vida, a ser una holgazana que vivía del gimnasio al paseo de compras, ya que tenía un par de empleadas domésticas que hacía todos los quehaceres, sin dudas, una mujer afortunada.

Todo cambió en un abrir y cerrar de ojos, su esposo sufría del corazón, pero nada hacía prever que esa tarde no regresaría a casa, había sufrido un paro cardíaco agudo y si bien pudieron reanimarlo, cuando ella llegó al sanatorio ya había fallecido.

El mundo pareció volverse en contra de Rosa, ella que todo lo tenía a sus pies, de pronto debía hacerse cargo de la situación, tomar el timón del barco y sintió el peso de la vida sobre sus hombros. Lloraba todas las noches, cada noche en soledad por su amor perdido, pero de día debía pintar una sonrisa en su rostro para explicarle a su hija de diez años lo inexplicable, que por más que esperara papá ya no regresaría. Y no solo eso, él le había dejado demasiado dinero en el banco, pero la usina generadora del mismo se había detenido, y ella era consciente que, en su torpeza, no tardaría mucho en agotar las arcas, así que se deshizo de las empleadas y en poco tiempo pasó de ser princesa a ser Cenicienta.

Pero ella se había acostumbrado a la buena vida, y cuando uno se acostumbra, es difícil bajar los escalones, necesitaba reacomodar su vida, nuevos aires, recordó a su familia, a su ciudad, su trabajo en el banco y el rostro de Benito Rodriguez se dibujó en su loca cabecita.

Que sería de la vida de ese hombre? siempre había sido tan amable con ella, así que no lo dudó, tomó lápiz y papel y escribió una larga carta, la ensobró bien y puso la puso a su nombre, remitida al banco donde trabajaba. Se dirigió al correo, pero antes de enviarla llamó a su madre, y entre algunas cosas le preguntó que sabía de la vida de ese hombre, ella le confió que jamás había formado una familia y que aun trabajaba en el mismo lugar, solo que ahora era gerente. Rosa sintió un alivio al escuchar esas palabras, sin dudas Benito parecía ser un buen salvavidas al que asirse ante su inminente e irremediable naufragio, solo restaba saber si él respondería.

Esperó una semana, y la ansiedad empezó a ganarle la pulseada, no tenía agallas para llamarlo directamente, hubiera sonado demasiado interesada y la carta que le había enviado había sido en tono de amistad, como recordando el pasado, pero no tenía tiempo para regalar, cada día pasaba temprano por el correo para ver si había algo para ella, no podía aguardar al reparto oficial del cartero, pero cada día volvía cabizbaja a su hogar. Pasado un mes su espera dió resultado, la respuesta de Benito Rodriguez había llegado, no pudo esperar para llegar a casa, solo se sentó en la sala de espera del correo y abrió con desesperación el sobre, devorando cada letra que su antiguo jefe había escrito.

Evidentemente era un hombre demasiado bueno para ella, le confiaba a corazón abierto que seguía soltero, ya sin esperanzas, él solo se había enamorado de una mujer en su vida, pero sabía que nunca había tenido oportunidad con ella, que ella amaba a otro, y a pesar de todo, cada noche, antes de cerrar los ojos rezaba por ella. Las cosas estaban más que obvias, el no daba el nombre de esa mujer, pero no era necesario.

Rosa vio una nueva oportunidad, puso a la venta la casa y empezó un diálogo por cartas con Benito, fue metiendo lentamente en el juego a su hija, para que nada le cayera por sorpresa, ella ya podía entender que papá no estaba, y que mamá era joven y podía volver a enamorarse, a tener otra oportunidad.

Poco tiempo después, ellos se reencontraban en la ciudad donde todo había comenzado, ella tomó la oportunidad de volver a tener dinero fácil, de tener nuevamente la vida que a ella le gustaba tener, él tomó la oportunidad de compartir la vida con la mujer que le quitaba el sueño, y no terminar como un solterón amargado, solo, y sin nadie que lo recordara.

Lo triste de la situación fue que, si bien se juraron amor eterno, ambos, íntimamente sabían los motivos por los que estarían juntos, porque ella jamás lo amaría como un hombre se merece que lo amen.

A pesar de todo, el nuevo matrimonio salió adelante, y se acostumbraron a la idea, y por qué no decirlo, fueron felices, ella rodeada de la opulencia que el gerente del banco le daba, y el teniendo a su lado una mujer hermosa y mucho más joven que él.

Pero nada es definitivo en la vida, y el tiempo cambia las cosas…

Pasaron más de diez años, Mabel, la pequeña hija de Rosa se hizo mujer, y Rosa sufrió en carne propia lo que ella le había hecho sentir a su madre años atrás, Mabel había estudiado turismo, y empezó a recorrer el mundo, hasta que el destino la llevó a Italia, donde conoció a un francés, y por esas cosas de la vida, se quedó con él en el viejo continente.

Benito y Rosa se quedaron solos, demasiado solos y ella notó que las cosas ya no eran como antes, Benito se estaba poniendo viejo, se acercaba a los sesenta, y parecía cada vez más metido en sus asuntos bancarios dejando de darle la atención que ella requería, y no es que él no la amara, por el contrario, estaba perdido en brazos de esa mujer, solo era eso, se estaba avejentado…

Ella aun quería disfrutar de la vida, aun quería divertirse, y las cosas empezaron a hacerle ruidos, se sintió un poco sola, no sabía en qué ocupar sus horas del día, cada vez se aburría más y más en esa vida sin sobresaltos.

Su marido entonces le sugirió que saliera nuevamente con sus viejas amigas, con sus amigas de la juventud que seguían reuniéndose cada tanto, solo salían de vez en cuando, a cenar, a pasar un buen rato de mujeres, y ella tomó a bien la propuesta de su esposo.

A pesar de haber pasado los cuarenta, Rosa era una mujer particularmente hermosa, tal vez por una privilegiada silueta, tal vez por su forma de vestir, en el punto justo entre lo formal y lo erótico, tal vez por su forma de hablar, de caminar, de mirar, como fuera ella rara vez pasaba desapercibida y parecía ser el premio mayor entre todas las mujeres. Y así empezó a disfrutar, y esas reuniones nocturnas pasaron a ser eje de su vida, ella solo esperaba una y otra vez ese día, se había transformado en el motorcito de su vida.

Una noche como cualquiera, mientras cenaban, le hicieron notar que un joven no le quitaba los ojos de encima, ella ya lo había notado, solo que se hacía la tonta, no estaba en planes de nada raro, así que solo lo ignoraba. Apenas si lo miraba cada tanto de reojo, con discreción, lo notó atractivo, moreno, de cabellos engominados, bien vestido, elegante, así que prefirió descartarlo de plano y seguir charlando con sus compañeras de mesa, no sea cosa que el diablo quisiera meter la cola.

Ella sintió un escalofrío por su espinazo cuando ese muchacho caminó a la mesa, directo donde estaban y gentilmente la invitó a bailar, se produjo un llamativo silencio, expectantes ante su respuesta, pero Rosa agradeció el halago, no estaba dispuesta a transitar un camino peligroso, por lo tanto el joven que se había presentado como Ezequiel, se retiró con una agria sonrisa en los labios. Por primera vez, ella quiso que la reunión terminara, se sentía perturbada, dudó de ella misma, y ese muchacho seguía rondando, como el cuervo que espera pacientemente a disponer de su presa moribunda.

PARTE 2

Poco después él volvió a la carga, Ezequiel era un tipo de no aceptar fácilmente un ‘no’ como respuesta, tení una personalidad un tanto enfermiza, posesiva y llena de egos, pero claro, ella que podía saber, eran solo extraños en ese momento, volvió a invitarla, y volvió a negarse, así que solo la tomó con fuerza por su antebrazo y casi la arrastró a su lado, y solo por la vergüenza de evitar un escándalo se dejó arrastrar, quedaron solos, frente a frente, moviéndose lentamente al compás de la música, Rosa cometió el error de mirar a ese hombre a los ojos, supo que estaba mal, y se justificó a si misma diciendo para sus adentros que con solo bailar un rato no le haría mal a nadie, intentando negar que empezaba a meterse en arenas movedizas, porque ese hombre la hacía sentir viva, como hacía tiempo no lo sentía, en su cotidianidad con Benito, su esposo, ya no recordaba lo que era sentirse bonita, sexi, deseada, y a ese primer baile siguió otro y otro, y otro más. Ella recobró su lugar de mujer responsable, de esposa fiel, y prefirió dar por terminados esos límites que había traspasado, pero Ezequiel había apostado fuerte, había avanzado demasiado y no pensaba rendirse fácilmente, la mareo con palabras y después de insistir e insistir, logró arrancarle su número telefónico, aunque le advirtió que solo estaba en una noche de amigas, que tenía esposo y dejarle en claro que ya no la molestara.

Ella volvió a su casa, como de costumbre, se acostó junto a su esposo quien dormía profundamente, los ronquidos del hombre no la dejaban conciliar el sueño, solo se quedó meditando en una posible aventura con ese joven, sabía que era una locura, pondría todo en juego por una calentura pasajera? jugaría todas las fichas a una ruleta rusa? porqué eso era Ezequiel, una locura, una tonta locura. Esas ideas rondaron por su cabeza hasta que al fin el sueño la venció.

Al día siguiente, a eso de las nueve de la mañana desayunaba junto a su esposo, trataba de contarle algunas cosas de la noche anterior, pero como siempre sucedía, notó que Benito no la escuchaba, el solo tenía su café con leche con tostadas a un lado y leía el periódico al otro, el siempre en su marcada y aburrida rutina, el banco lo esperaba y eso era el eje de su vida.

El agudo y acompasado timbre del teléfono los sacó del letargo, ella sintió que se le atragantaba el corazón, trató de llegar al aparato pero su esposo estaba más cerca y fue el quien cogió el tubo, respondió con monosílabos y miró a Rosa, quien se remordía los labios, entonces le pasó la comunicación a ella, era un tal Ezequiel. Ella sintió morirse en segundos, pero la relación matrimonial era tan parca y monótona que nada hacía pensar en una posible aventura.

Sin embargo, aun tambaleante, cogió el tubo para charlar con él, puso tontas palabras en su boca, excusas para que solo su esposo no sospechara, pero al otro lado ese joven le endulzaba los oídos arrancándole suspiros contenidos, pero tuvo que ser férrea para cortar la comunicación, no podía pasar mucho tiempo hablando, hubiera sido muy tonto de su parte. Trató de sonar casual, le dijo que era el hermano de la chica que le hacía las uñas, para cancelar un turno, pero la cabeza de Benito ya estaba en otra cosa, parecía no escucharla, estaba tan tranquilo y confiado en su matrimonio que nada la hacía despertar de su letargo, incluso su proceder enfadaba un poco a Rosa, quien hubiera deseado al menos despertarle un pocos de celos a su esposo, sentirse un poco deseada, solo eso…

Dos horas después, el teléfono volvió a sonar, ahora ya no había nadie en casa, Benito seguramente estaba en el banco, se sentó y tuvo una larga y erótica charla con Ezequiel, ella trataba de cortar todos sus ataques, pero ese hombre la envolvía en palabras y la llevaba al mismo infierno, la hacía sentir joven, bonita, deseada, la invitó a bailar, solo ellos dos, ya sin amigas de por medio, mil veces dijo que no, mil veces volvió a insistir, y el no cortó la llamada hasta asegurarse que la tenerla en un puño.

relato de una historia xxx secretaRosa estaba sola y aburrida en casa, ese joven la había dejado al borde del abismo, solo cerró sus ojos y se relajó, su imaginación viajó a la ciudad del pecado, aún tenía el tubo del teléfono en las manos e inconscientemente lo dejó caer entre sus pechos, solo empezó a tocarse y terminó masturbándose, como en los viejos tiempos, ya no recordaba que se sentía, contuvo los gemidos, se mordió los labios, se sintió adolescente. Cuando recobró la postura, se sintió culpable, notó que lo que había hecho estaba mal, ya no tenía quince, ya estaba en edad de que su hija la llamara desde Europa para decirle que sería abuela.

Ese viernes daría el mal paso, se vistió discreta pero sexi, despidió a Benito como de costumbre, para ir a cenar con las chicas, caminó dos cuadras, solo llegó a la esquina, el guiño de luces de un coche que esperaba estacionado a corta distancia le hizo saber que la estaban esperando, caminó y Ezequiel la recibió con un peligroso beso mejilla contra mejilla, pero él había intentado pasar de la raya y a pesar que trató de evitarle el rostro, él llegó a tocar con sus labios la comisura de los de ella. Emprendieron la marcha, ella no sabía dónde irían a bailar esa noche, era sorpresa, pero la verdadera sorpresa se la llevó cunado su nuevo amigo sin consultar se metió de lleno en un hotel alojamiento.

Rosa tuvo sentimientos encontrados, por un lado, quería matarlo a golpes por la locura, pero por otro se moría de excitación ante la inesperada situación, en su vida había sido infiel y se suponía que solo sería una noche de baile.

Cuando ella vio la cama matrimonial en rasos rojos, supo que no habría retornos, Ezequiel la enloquecía, debió asumirlo, estaba rendida a ese joven y se dio la oportunidad de sentirse viva, solo se entregó ya sin reparos a su nuevo amante y disfrutó cada segundo que estuvo a su lado, hicieron el amor como locos, desesperados, como novatos, pero con experiencia, para ella fue mágico y solo supo que había abierto una nueva ventana a la vida.

El le propuso un baile diferente para esa noche, solo danzaron enredados entre sábanas, con sus cuerpos desnudos, naufragando en placer.

Al regresar, la dejó nuevamente a dos cuadras de su domicilio, caminó por la acera contenta, satisfecha, con una risa entre sus labios, con ganas de gritar a los cuatro vientos, pero todo cambió al llegar, tuvo que transformarse nuevamente en la mujer de Benito, quien como de costumbre, ajeno a todo roncaba plácidamente a un lado de la cama.

La historia recién comenzaba para ellos, se transformaron en amantes, en discretos amantes, a espaldas del pobre Benito que solo se preocupaba por su empleo y en colmar a su esposa de todos los lujos de este mundo. Rosa, a pesar de jugar sucio, cada vez que regresaba y veía la ternura en los ojos de su marido, no podía evitar sentir las culpas que le rasgaban el alma, el placer que su amante le daba se transformaba en hiel al estar con su marido y el peso sobre sus hombros se hacía insoportable.

Tomó una decisión, sacó agallas de donde no las tenía y una tarde de primavera se sentó frente a frente con Benito y confesó sus culpas, le contó todo, que tenía un amante, como había sucedido, cómo se habían conocido y todos los detalles que creyó conveniente confesar.

Cuando terminó de hablar, un silencio sepulcral invadió el cuarto, ella esperó cabizbaja todos los reproches que cualquier hombre engañado hubiera realizado, al borde de la locura, lo que fuera, ella solo aceptaría sin peros, pero Benito solo meditaba en silencio acariciándose la barbilla, repiqueteando nerviosamente uno de sus talones contra el piso, al final, la miró detenidamente y solo le dijo que estaba bien, que él podía entender que la diferencia de edad entre ellos era demasiada, y que él no la trataba como ella lo merecía, al menos en el plano sexual, y que él la amaba por completo, y aceptaría todo si ella era feliz, incluso compartirla con un amante, solo le pidió como favor que no lo hiciera quedar como el cornudo de la ciudad, que tuviera reparos y fuera precavida.

Rosa lo miró sin entender, ese hombre no era real, para él ella era un ángel, él estaba rendido sus pies desde el día que la había visto por primera vez en el banco, y ella tomaría ventaja de esa inesperada respuesta de Benito.

Los siguientes años de esa mujer fueron todo lo que una mujer desearía tener, un esposo fiel y protector, dispuesto a hacer cualquier cosa que ella quisiera hacer, quien ponía a sus pies más dinero de lo que ella podía gastar, quien tenía una también un joven amante, vigoroso, atento, que le daba más sexo del que ella podía consumir, y hasta su cuota materna estaba cubierta, Mabel su hija era feliz junto a su esposo en el viejo continente.

Pero esa perfecta armonía no duraría mucho tiempo, Ezequiel no era el tipo de conformarse con partes de un todo, él no quería solo una porción del pastel, era un tipo frío, calculador y manipulador, y ella estaba enredada en sus redes, ya le pesaba ser solo ‘el amante’ y su siguiente jugada fue presionarla a ella para que dejara a su marido, no había lugar en el rodeo para dos toros, y lo natural era que el viejo dejara su paso al nuevo.

Rosa se sintió entre la espada y la pared, había llegado el momento de elegir a un hombre, o se sentaba nuevamente a hablar con Benito o Ezequiel se olvidaría de ella, puso a los dos en los platillos de la balanza, uno le daba la tranquilidad de una vida colmada de bienestar, pero el otro la hacía sentir joven, la hacía sentir viva, y no había dinero en el mundo que pudiera comprar las emociones del corazón.

Otra vez se vio en la necesidad de enfrentar a ese hombre, solo que no sabía cómo hacerlo, solo daba vueltas en la casa buscando respuestas, imaginando situaciones, solo sabía que Benito era demasiado bueno y le partía el alma el dolor que le provocaría.

Cuando él llegó del banco, como lo hacía cada día, su esposa lo esperaba parada en el umbral del comedor, refregándose las manos, con la maleta preparada a un lado, con los ojos llenos de lágrimas, esa imagen fue más que suficiente para él, y se grabaron en su mente más allá de todas las palabras que dijera luego Rosa. Una vez más, Benito la escuchó en silencio, sin decir palabra, íntimamente, en lo profundo de su corazón sabía que ella siempre había estado a su lado porque lo pasaba bien, por cariño, por costumbre, pero amor, lo que se dice amor, no, nunca lo amaría como él la amaba, y también siempre en algún lugar de su corazón, algo le decía que algún día ella lo dejaría, nuevamente le hizo un guiño amistoso, y volvió a decirle con dulzura mientras acariciaba los cabellos de la mujer que estaba perdiendo, que no se preocupara, una vez más por si acaso hiciera falta le recordó cuanto la amaba y que si su felicidad estaba al lado de otro hombre, pues él no pondría palos en la rueda.

PARTE 3

Rosa hizo rápida la despedida, partió sin voltear el rostro porque no podía mirar a Benito a los ojos, ese hombre le quedaba demasiado grande, solo tragó saliva y fue a buscar los brazos de su nuevo amor.

Rosa y Ezequiel empezaron a transitar un nuevo camino de pareja, era llamativa la diferencia de edad entre ambos, resaltaba a simple vista, pero sin importar el qué dirán, se dieron una oportunidad.

Ella podía ser un tanto hueca para los números, pero la experiencia de años vividos le tendría que haber dejado notar que ya no era una niña inocente, y ya no podía cometer errores de adolescencia, sin embargo, cegada por noches de placer avanzó en un proyecto condenado al fracaso, el brillo de las estrellas de las primeras noches se opacó con demasiada rapidez.

Por un lado, no fue fácil bajarse de su pedestal de reina, nuevamente se había terminado la plata fácil, las compras de shopping, las cenas de amigas, el dinero que ganaba su nueva pareja era escaso y el empezó a sugerir poco a poco la necesidad de que buscara un empleo. Ella ya no tenía deseos de volver a trabajar, habían pasado demasiados años de sus días de secretaria en el banco.

Pero eso era solo la parte secundaria del problema, lo que realmente la estaba hastiando era la juventud de Ezequiel, él era vigoroso, y estaba en su plenitud sexual, quería todo, a todo momento, parecía incansable y era demasiado, incluso para ella, el sexo de una noche de amantes era perfecto, pero para hacerlo cada una hora era una pesadilla.

secretos ocultosEmpezaron los roces, consecuencias de las diferencias en la cama, y de los problemas de bolsillo, una cosa llevaba a otra y los desencuentros fueron cada vez más notorios, más duros, como un tornado que se armaba de la nada el nivel de violencia fue subiendo entre los dos, ella conoció entonces a otro hombre, Ezequiel era un tipo posesivo, egocéntrico, despótico y calculador, las cosas siempre debían hacerse a su manera, y la acosó psíquicamente para tenerla bajo control.

Habían pasado ya tres años, y Rosa solo tuvo una persona en mente para recurrir, para que le tirara una soga para salir de ese infierno, si, quien otro que el bueno de Benito.

Una vez más, él la recibió, solo para escucharla, ella le contó todas sus penurias, entre lágrimas y sollozos, le pidió que la perdonara, que era una tonta y nunca supo valorar todo lo que él le había dado, se ahogaba en llantos, se victimaba.

Benito estaba grande, a punto de jubilarse, con su infinita paciencia y sabiduría solo la escuchó, como siempre lo hacía, y nuevamente aceptó sin decir nada, sin pedir nada, sin reclamar nada, sin condiciones, él sabía que ella era el amor de su vida y que era incondicional, y también sabía que ella era así, que hiciera lo que hiciera él solo podría tomar una parte de ella.

Así fue como una mañana, ella intentó desandar el camino andado, rompió con uno para volver con el otro.

Ya era una mujer grande, ya solo quería vivir en paz, su hija le había confiado que sería abuela, a pesar de no tener siquiera sesenta, solo había un problema en su vida, se llamaba Ezequiel.

Ezequiel no aceptaba lo que había sucedido, no entraba en su cabeza que ella lo hubiera dejado por ese viejo, no podía aceptar el desplante de esa mujer, a él nadie lo dejaba, siempre era él que terminaba las relaciones, entonces empezó a llamarla por teléfono, a cruzarla en los lugares que siempre frecuentaba, el necesitaba que ella entendiera que no podía estar con Benito, ya que él era lo mejor en su triste vida, pero Rosa ya había cerrado ese capítulo, una y otra vez lo rechazó y le dijo que ya no la molestara.

Ezequiel empezó a volverse loco, las suplicas poco a poco se transformaron en amenazas, y la situación pareció salirse de control

Rosa estaba cansada de todo, ya no soportaba a ese joven acosándola a la vuelta de la esquina, y tampoco le caía en gracia que su esposo no tomara cartas en el asunto, él no le prestaba atención, decía que eran rabietas de un joven despechado, que ya todo se normalizaría.

Ella habló con ambos hombres por separado y trató de dejarle a ambos en claro cuál era su punto de vista en toda la historia, necesitaba espacio para respirar, necesitaba tiempo para pensar, así que decidió irse sola por una semana a un prestigioso spa de la ciudad, ya no quería saber nada con nadie.

Solo habían pasado dos días de relax cuando una noticia la sacudió como una bomba al otro lado del teléfono, era un llamado policíaco, su esposo Benito había tenido un serio accidente de tránsito, lo había atropellado al cruzar la calle y estaba en estado crítico, se debatía entre la vida y la muerte. Solo se desplomó sobre la cama al escuchar la noticia, quedó dubitativa, inconexa, tratando de hilvanar en su cabeza respuestas que no tenía.

Tan pronto como pudo partió al hospital, se sintió sola, su hija ya estaba cerca de la fecha del parto no podía tomar un vuelo, Benito estaba en cuidados intensivos y apenas podía mirarlo por una pequeña mirilla que daba a la sala, inconsciente. con respirador artificial.

Se quedó a su lado, en el hospital, sin moverse, fue imposible arrancarla de ahí por los tres días siguientes, hasta que Benito se rindió y exhaló el último suspiro, Rosa sintió que se le desgarraba el alma.

Fue curioso, tuvo que hablar con su yerno para darle las malas nuevas, Marta su hija no podía atenderla porque estaba en trabajo de parto y juzgaron que no era oportuno que lo supiera en ese momento.

En el funeral pasaron todos los compañeros de trabajo de Benito, amistades de toda una vida y unos pocos familiares que tenía, todos la saludaron a su turno y ella no tuvo más remedio que dejarlo partir, lloró juntó al bajón todas sus lágrimas, jamás se detuvo a agradecerle a ese hombre lo enorme que había sido para ella, y tendría que llevar el remordimiento en el corazón por jamás haber estado a la altura de la zuela de sus zapatos.

Después de despedir a su segundo esposo, se sentó a pensar con claridad, sabía que su futuro estaba en el viejo continente, ya no tenía nada que hacer por acá, ya no estaba Benito, la casa vacía era enorme y no sabía cómo llenar su día, hacía años que no veía a Marta y se le llenaba el corazón en deseos de conocer a Brisa, su nieta.

Pero en ese momento Rosa estaba impedida de salir de su país, habían quedado muchas cosas turbias rondando la muerte de Benito, el coche que lo había atropellado se había dado a la fuga, había sido temprano y no se encontraban muchos testigos de lo sucedido, algunos hablaban de un coche azul que había pasado a gran velocidad, otros en cambio dijeron que el color era gris.

Como suele suceder, la policía trazó un plan de acción, acotando conocidos, amigos, intereses bancarios, y hasta tema de amores, todo era posible, solo necesitaban una punta de la que tirar, sin descartar por cierto la hipótesis más certera, la del accidente.

Cuando fue el turno de Rosa, no dudó en darle un hueso a los sabuesos, entre sollozos narró sin tapujos sus amoríos con Ezequiel, la obsesión del joven con ella, y por supuesto, el detalle que su ex tenía un coche que concordaba con lo que habían descrito los testigos involuntarios del hecho.

Solo cayó una parte de la historia, ellos sabían de todo el dinero que tenía Benito, dinero que a ellos les faltaba, y más de una vez habían trazado planes para quitarlo del medio, ella debía volver con él, un casual accidente y en un abrir y cerrar de ojos sería una viuda millonaria, pero claro, solo habían sido palabras tiradas al aire y juzgó omitir esos detalles para quienes llevaban adelante la investigación.

Todo avanzó demasiado rápido, no tardaron en dar con Ezequiel, cuando le preguntaron dijo que había vendido el coche hacía ya un tiempo, pero no podía evidenciar nada de sus dichos, solo siguieron presionando, lo declararon sospechoso y fue arrestado, se terminó quebró y confesó todo, él había sido, él no soportaba el rechazo y había pergeñado todo.

Tiempo después dieron con el coche, estaba abandonado en un viejo establo, el Ford tenía todo el frente dañado, ópticas, capo, guardabarros y hasta el parabrisas, lo había lavado cuidadosamente para eliminar los restos de sangre, pero de nada le sirvió, en un juicio abreviado lo sentenciaron a varios años de prisión.

La situación de Rosa en esos días fue por demás de confusa, pasaba en un abrir y cerrar de ojos de víctima a cómplice, ella siempre se mantuvo al margen, aunque muchos sospecharon de las casualidades, justo ella estaba en un spa. Los más osados, aventuraron a decir que en esos días, cuando estaban cara a cara ante el juez, Ezequiel la miraba desencajado, como apurándola con la mirada para que ella contara toda la verdad, pero ella rara vez le devolvió un cruce de ojos, él parecía masticar bronca pero solo cerró su boca y se declaró culpable de todo lo que había sucedido, para la justicia Rosa fue inocente de todo, para la sociedad, no tanto.

Ya todo había terminado, su vida a este lado del Atlántico no tenía sentido, vendió todo, llenó su cuenta bancaria de gordos billetes y partió rumbo a Italia, a vivir sus últimos días junto a su hija, su yerno y su preciada nieta.

Al poco tiempo Rosa enfermó de la cabeza, perdió la cordura, su deterioro fue tan rápido que casi no se dieron cuenta, dejó de reconocer a todos, ni siquiera sabía quién era la pequeña Brisa, a Marta no le quedó otro remedio que internarla en un psiquiátrico.

Sus últimos días no fueron fáciles, donde todos hablaban en italiano ella solo hablaba el inglés natal, nadie la entendía, nadie le llevaba el apunte… Tan solo una joven enfermera, una chica que sabía ambos idiomas, solía decir que Rosa contaba historias de películas, a veces peleaba con un tal Ezequiel porque había matado a su marido, otras veces lloraba sin consuelo porque decía que ella había matado a un tal Benito, como fuera, quien hace caso a los locos?

En adelante, no había mas escritos, tan solo hojas amarillentas sin contenido, y me quedé con ganas de más, cuanto había de cierto? cuanto de fantasía? y si era cierto, cuál era la verdad sobre Rosa? la historia me perturbó, le comenté a mi esposo, él lo tomó a risa, le pedí que lo leyera, y apenas si leyó una página.

Después del parto, y luego de un tiempo de acomodar mis cosas seguía con la espina clavada, tomé el escrito y busqué al señor Olguin, el hombre al que le habíamos comprado la casa, un anciano que ya pisaba los ochenta años, el me escuchó atentamente, sentado en la cocina, con sus manos cruzadas sobre el bastón, moviendo su dentadura postiza de lado a lado, pero me dijo que lamentablemente no podía ayudarme, esas eran cosas de su esposa, incluso reconoció sus trazos en los escritos, pero ni idea de nada. Para mi desgracia, su esposa hacía cinco años que había fallecido, y con ella se había llevado todos los secretos.

Le dejé los escritos al señor Olguín, le pedí por favor que los leyera, que tratara de recordar, o hilvanar alguna situación, aun hoy espero un llamado de su parte que me ayude a armar el rompecabezas, pero solo espero en vano.

Tal vez la historia sucedió realmente y solo cambiaron los nombres, tal vez solo ocurrió en la cabeza de la esposa de Olguin, tal vez ella sabía, tal vez se lo contaron, tal vez, demasiadas preguntas sin respuestas.

Y así me quedé yo al final de la historia, con cara de no saber, como imagino que tenes vos lector, en este momento…

Cada noche, al ir a dormir, cuando cierro los ojos, antes de caer rendida en mis sueños, todos los secretos de Rosa pasan por mi cabeza…

Si te gustó esta historia puedes escribirme con título ‘LOS SECRETOS DE ROSA’ a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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