Relato erótico moldeando a un esposo cornudo y sumiso

Convengamos que en mi matrimonio con Carlos hay algo de amor, y también algo de interés. Nos llevamos bastantes años de diferencia, quizás demasiados, una historia tan común como repetida, el buscó en mi lo que su mujer ya no podía darle, juventud, belleza, curvas de ensueño, alguien para quien el sexo era una necesidad y no un fastidio.

Para mi representaba una posibilidad, un tipo adinerado y de buen pasar, alguien que podría pagar todos mis caprichos, lo amo a mi manera, es cierto.

Yo trabajaba en un local de comidas en un shoping de mi ciudad, era un empleo part time mientras me enfocaba en mis estudios de agronomía, estudios que abandonaría tiempo después. Carlos era uno de los socios del lugar, solo que yo no lo sabía en esos días, el vino como un cliente más, con su esposa, una mujer que aparentaba unos cuarenta años, bastante descuidada y con un mal humor a flor de piel, con sus hijos, una gordita de ojos claros de unos quince y un jovencito inquieto que era una máquina de pedir.

Recuerdo que él un pedido de hamburguesas como todo el mundo solía hacerlo, completo, con papasa fritas y gaseosas cola. Yo no reparé mucho en el hecho, era normal para mi ver pasar familias y familias, una tras otra, además yo tenía poco años mas que su hija mayor y en ese momento, nada tenía que ver con nada.

Se presentaría por el lugar una semana después, esta vez en soledad, se dirigió a mi nuevamente y se presentó formalmente, Carlos Orellano, me dijo quien era y que había estado un poco de incógnito, evaluando todo, la calidad del servicio, la comida, el personal y varias cosas mas.

En esa segunda visita si presté mejor atención, Carlos personalizaba todo en mi y por algo lo hacía, si en verdad él era el dueño de todo eso, debía solo sonar normal y traté en segundos de recordar que tan cordial había sido días atrás, necesitaba el empleo y sentí que las dudas me invadían. Mis nervios me traicionaron, me mordía las uñas y él con una sonrisa cómplice me pidió que me tranquilizara, que todo estaba bien, que no me preocupara.

Así empezaron mis días junto a él, entre visitas que se hicieron costumbre, llamados, complicidades, en menos de un mes me había llevado a la cama. En ese momento pensé que ahí terminaría mi historia con el, un tipo con familia había conseguido su objetivo de cogerse a la joven empleada, y ya, no tendría sentido seguir, además le dí apenas un cinco en la cama, un encuentro mediocre, un pene pequeño y yo honestamente, soy de las que le gustan las cosas a lo grande, cuanto mas grande mejor.

Sin embargo el volvió por mi poco tiempo después y descubrí que el anzuelo había enganchado al pez. Vi la oportunidad y la tomé, empecé a gastar sus billetes, me hice su amante, su putita, y poco a poco me hice centro de su universo, hasta desplazar a la bruja de su mujer, jugué mis cartas y cuando supe que tenía el control, la gacela se transformó en leona, y lo puse entre la espada y la pared, o ella o yo, y el eligió.

Después de su divorcio sentí un alivio, en poco tiempo nos casamos y me aseguré que si alguna vez todo terminaba tendría mi parte – porque como yo aparecí en su vida, otra podría aparecer mas adelante cuando yo tuviera cuarenta y sea una vieja – además así jamas tendría que trabajar nuevamente tras un mostrador vendiendo hamburguesas.

Con el correr de los meses naturalmente se daría en nuestra relación quien de los dos sería el dominante, a pesar de tener bastantes años mas que yo, de ser el dueño de todo, incluso del dinero, él me decía una y otra vez que no podría vivir sin mi, que había renunciado a su familia por mi, que preferiría morir a perderme y yo le dejaba oír lo que él necesitaba oír, que la situación era recíproca, que el era mi mundo, pero en verdad, tranquilamente yo podría haber seguido mi vida sin el, con sus billetes y sin el menor remordimiento.

La situación fue bien en un principio, todo fue vivir en el paraíso, viajamos, recorrimos el mundo, conocí lugares que jamas pensé conocer, viví una vida de reina.

Había dejado de alquilar mi mono ambiente de barrio para mudarme a un piso espectacular en el corazón de la ciudad, el negocio de comidas rápidas iba viento en popa, de dos locales habíamos pasado a seis, él se ocupaba de los negocios, incluso yo le ayudaba y acompañaba muchas veces, pero en verdad disfrutaba de mis días de compras, de mis jornadas de gym, de mis paseos con amigas, en un abrir y cerrar de ojos la varita de la fortuna me había elegido y yo vivía una vida que jamás había imaginado vivir.

Pero el tiempo fue pasando y toda esa efervescencia de los primeros días poco a poco fue desapareciendo con el roce de la costumbre, con la monotonía de lo cotidiano y empezaron a surgir las primeras grietas, los primeros llamados de atención.

En la cama las cosas ya no iban tan bien como al principio, yo era joven, Carlos no tanto, para mi el sexo estaba en primer plano, para el no, y me di cuenta que era una mujer insatisfecha, necesitaba una buena verga y mi esposo no era capaz de satisfacerme. Para colmo la empresa no paraba de crecer, bueno por un lado, malo por otro, así nacieron las primeras sucursales en otras provincias, con lo cual se hizo habitual que Carlos se ausentara una o dos semanas cada tanto.

Mi vida ya era un fiasco, mi hombre me cogía poco y mal, a veces estaba tan cansado que no se le paraba la verga y se me acalambraba la boca chupando y chupando sin conseguir una erección, era frustrante, y mas cuando cada tanto sus ronquidos me traían a la realidad. Mis vacíos se ocuparon con películas en la tv, en llenar mi estómago con comidas que no necesitaba, me hice una holgazana y la aguja de la balanza fue subiendo poco a poco.

Me dejé estar, perdí la línea, poco me importaba verme atractiva, exquisita, interesante para alguien que ya no me veía.

Me encontré encerrada en un laberinto, atrapada en mi propia tela araña, aunque a diario tenía propuestas, en la calle, en el gym, en mis redes sociales, directas, indirectas, hombres jóvenes, vigorosos, calientes, en el fondo sabía que no le sería infiel a Carlos, estaba en mis mejores años y los estaba tirando a la basura, pero tampoco quería romper con el y con eso perder la buena vida que llevaba, el dinero fácil.

Y todo empezaría por casualidad…

Hacía un tiempo ya que una compañía constructora levantaba un nuevo edificio contiguo al nuestro, separados calle mediante, poco a poco, piso a piso, hasta que llegaron al octavo, mismo nivel donde Carlos y yo vivíamos. Apenas una veintena de metros nos separaba y yo podía ver a esos obreros transpirados y rudos, polvorientos y malolientes trabajando de sol a sol y si yo podía ver, ellos podían ver.

Esa mañana tomaba una ducha a mi regreso del gym, estaba inmersa en agua tibia, pensando en nada cuando sentí sonar mi celular, el cual estaba sobre mi mesa de luz.

Lo dejé sonar, en primera instancia lo ignoré, pero dado que volvían a llamar una y otra vez, me decidí atender por si fuera algo importante.
Salí de la tina, tomé a toalla de cuerpo y me sequé rápidamente, apenas por arriba, no había tiempo para ropa interior así que apenas me puse una bata rosa transparente que tenía a mano, el celular dejaría de sonar en cualquier momento así que no la anudé por delante como debería haber hecho, fui al dormitorio aun húmeda marcando mis pisadas en la gruesa alfombra, tomé el celular, era apenas una llamada de la clínica médica para cambiar un turno programado, empecé a charlar, ya mas distendida, caminando de lado a lado.

Fue cuando reparé lo que sucedía, los cortinados de los amplios ventanales estaban abiertos de par en par, y los muchachones del frente se estaban deleitando con el espectáculo gratuito que yo les obsequiaba sin haberme dado cuenta.

Me puse roja como un tomate y prontamente cerré los mismos, me quise morir de la vergüenza, pero también sentí que el corazón me palpitaba demasiado fuerte y la escena me resultó muy erótica, al punto que terminaría masturbándome minutos mas tarde.

Había probado esa droga sin quererlo, y me haría adicta sin remedio.

Relato erótico moldeando a un esposo cornudo y sumisoLa segunda oportunidad sería intencional, los cortinados estaba abiertos y solo estaba en ropa interior, con una sugerente tanga enterrada entre mis nalgas y un sostén muy sexi, sentía las miradas siguiendo atentamente mi cuerpo, mis movimientos, me divertí haciéndome la desentendida y rápidamente se transformaría en un juego. Avancé casilla a casilla, me dejé ver desnuda, y llegado el momento les deje saber que no era casualidad, los enfrenté con mi mirada y fui la puta gratis para ellos, el edificio seguía creciendo pero el piso ocho era cada día centro de reuniones improvisadas.

La simples insinuaciones inocentes fueron subiendo en intensidad, tenía enormes orgasmos tocándome para esos extraños, aparecieron los juguetes vibrando en mi sexo y me encantaba mostrarme como una puta, era todo tan raro.

Esos juegos íntimos se transformaron sin querer en eje de mi vida, volví a doble turno al gym, me aferré a una dieta estricta y con trabajo recuperé las formas, yo no me contentaba con verme vulgar, yo quería ser la mejor y mi aspecto visual, lo que yo veía ante el espejo me daba impulso para ir por mas.

A todo esto, mi esposo seguía al margen, pero en los tiempos que compartíamos notaba que mi cuerpo estaba cambiado, mi cintura había mejorado y estaba tonificada, no solo eso, estaba de buen humor, contenta, reía como tonta y Carlos sospechó lo que cualquiera hubiera sospechado, un amante.

Yo solo me reí a carcajadas cuando el temerosamente sacó el tema, nada mas alejado dela realidad, así que nos sentamos a platicar un poco y palabra a palabra compartí todo mi secreto él y él me escuchó atentamente, entre risas tan cómplices como incrédulas, me decía que estaba loca pero en verdad estaba descubriendo algo nuevo en mi.

Carlos me pidió pruebas porque no daba crédito a mis palabras, así que buscamos un sitio donde permaneciera invisible a los ventanales, donde no pudieran notar su presencia, para regalarle a el también mi show de erotismo.

Por mi parte me había arreglado convenientemente, con un lindo peinado, un poco de maquillaje, lencería erótica, cono medias de encaje y zapatos de tacos altos, abrí los cortinados y les regalé un espectáculo, me toqué los pechos, me abrí de piernas apuntando al ventanal, recostada sobre la cama, acariciando mi vagina depilada, me masturbaba para ellos, me mojaba toda y al girar mi cabeza para buscar a Carlos, me sorprendí al verlo con una profunda erección masturbándose con lo que estaba sucediendo, fue raro, pero terminé gimiendo como una puta explotado en un incontrolable orgasmo.

Noté que ese orgasmo no me lo habían arrancado los casuales espectadores del frente, por el contrario, mi placer fue notar como se excitaba mi marido al ver como yo me regalaba a extraños.

Mi esposo había probado la misma droga que yo había probado, y se volvería adicto como yo lo había hecho.

Así, poco a poco se fue involucrando, y entramos en una nueva sexualidad, fue como re encender la caldera que estaba apagada, lo metí desnudo en la cama conmigo y le mostramos a esos casuales espectadores como le chupaba la verga, como me acababa en la boca, como me cogía haciéndome gritar y hasta como me la daba por el culo y era rico buscar posturas para que ellos pudieran ver con claridad, siempre hacíamos todo apuntando al gran ventanal que deba al oeste. Todo esto mejoró nuestra sexualidad, Carlos comenzó a darme el tiempo que ya no me daba, me sentí nuevamente centro de su vida y vivimos una época loca, desenfrenada y desinhibida.

Buscamos pasar límites, mas locuras, como a un par de drogadictos cada día necesitábamos más y todo tenía sabor a poco.

Un atardecer, nos revolcábamos en la cama, solo que llovía y las gotas mojaban los vidrios de tal manera que se hacía difícil ver al otro lado, y sin ese plus, las cosas no funcionaban, Carlos fue por todo, abrió el ventanal, estábamos locos, salimos al balcón, ambos completamente desnudos, estaba todo mojado, el piso, las paredes, me hizo apoyar las manos en la baranda que daba al vacío y sacar culo hacia su lado, lo sentí venir, me la metió muy rico, sentí sus jadeos, miraba al frente, sentía los silbidos al otro lado de la calle, me perdía en placer, mi piel se mojaba por la lluvia y sentía frío, mis pezones estaban duros y las manos de mi esposo los acariciaba con esmero…

Por la calle, ocho pisos abajo, un despistado ciclista apuraba el paso tratando infructuosamente de no mojarse, un par de señoras con sus paraguas intentaban de cruzar la calle anegada por el agua y varios coches se desplazaban de un lado a otro, todo un mundo ajeno a lo que sucedía en mi balcón, no podía concentrarme en todo, jadeaba mientras me tocaba el clítoris, el me aferraba por la cintura y me la metía toda, lo sentí llegar, sentí mi concha llenarse de semen y el peso del cuerpo de mi marido caer sobre el mio, extenuado, había terminado…

Volvimos al dormitorio, cerramos las cortinas y fuimos a secarnos rápidamente para no pescarnos una pulmonía, tiritaba de frío, pusimos la calefacción y preparamos unas ricas chocolatadas para entrar en calor. Nos reímos cómplices, como niños, y repasamos entre sorbo y sorbo todo lo que habíamos hecho, todas las locuras, y nos preguntamos cual sería el límite, cuando llegaría el final, que pasaría después.

Y el tiempo nos daría la respuesta, el edificio se terminó, los muchachotes de la construcción desaparecieron y al abrir los cortinados solo veíamos hermosos departamentos a estrenar, algunos en venta, algunos en alquiler, preciosos, perfectos, pero no había nadie en ellos, estaban muertos, sin vida.

Para nosotros, al menos para mi, fue como una actriz que sale a dar una función de teatro, que pone su vida en ello y al correrse los telones nota que no hay espectadores, que las rojas butacas están vacías y que un frío silencio envuelve el lugar.

Lentamente, Carlos y yo agarramos una peligrosa pendiente, cuesta abajo, volver al punto de partida, del aburrimiento, y como alguna vez me había jurado no volver a vender hamburguesas, también me había jurado no volver a reemplazar mi falta de sexo con comida, y era evidente que esto estaba volviendo a suceder.

Algo tenía que hacer, algo tenía que inventar, rápido!, y me puse a pensar, que hubieran hecho ustedes?

Nunca imaginé que las cosas terminarían como terminaron, me había costado mucho sacrificio llegar donde había llegado y sabía que debía mantener mi ojo vigilante para mantener las cosas en su sitio.

Cada tanto pasaba por alguno de los locales como un cliente mas, de incógnito, quería tener la misma percepción de las personas que elegían mis comidas rápidas por sobre la competencia.

Así salíamos en familia, Brenda, mi esposa en esos días, con Juliana y Joaquín, mis amores. El azar nos llevó a ese local en el shopping, fue cuando el destino me cruzó con Yanina, una chica como tantas otras, pero para mi resultó especial, tal vez fueran sus enorme ojos verdes, tal vez sus largos cabellos morenos, las vez las miles de pecas que poblaban su rostro, tal vez la dulzura de su voz, tal vez la inocente sonrisa que me regalaba, tal vez el perfume embriagador que tenía, o tal vez toda esa combinación al mismo tiempo bombardeando mis sentidos.

No era un tipo mujeriego, nunca lo había sido, pero no se, amor a primera vista, tal vez…

Lo cierto es que una semana después no podría resistir la tentación de volver al local, esta vez en soledad, solo para verla, solo para conocerla.
Me presenté, noté sus nervios de juventud, me reí por dentro, dialogué amablemente con ella y no se como se me ocurrió invitarla a tomar algo, fue una locura, lo sabía, pero no podía dejar de hacerlo.

Poco después la llevé a un hotel y me enamoré de su juventud, Yanina es de estatura media, de pechos diminutos y una cola por demás saltona, llamativa, sugerente, me encantan su piernas y sus pies de princesa. Sin dudas es de otra generación, soy viejo a su lado, varios tatuajes adornan su cuerpo, algunos aros atravesando su ombligo, su nariz y hasta otro en su lengua que aun me impresiona, da risa, pero a veces no entiendo algunas palabras del nuestro mismo castellano.

Como fuera, me enamoré sin darme cuenta y caí rendido a sus pies.

No hice mi fortuna siendo un tonto, así que sabía que ella estaba con alguien como yo por el bienestar que podía darle, pero no me importaba, creo que lo que sentía por ella no lo había sentido por mi esposa, siempre pensé que estaba enamorado de mi esposa Brenda, pero al conocer a Yanina realmente conocí en sentido de la palabra amor.

Por ella tiré todo al demonio, años de matrimonio, mi mujer, mis hijos, mi familia, todo lo que había construido en años, solo fue dejar todo y empezar de nuevo, incluso el divorcio se llevó mucho de mi patrimonio.

Pero si estar junto a Yanina era el premio a obtener, entonces estaba dispuesto a jugar las fichas a ganador…

Empezaron los días de convivencia y descubriría en ella cosas buenas, y también malas.

Las diferencias en la cama entre mi ex y mi actual eran abismales, y eso me tenía en llamas, Yanina era joven, fuerte, solo quería coger mañana tarde y noche, era una fiera salvaje, me encantaba la lencería sugerente que usaba, tan diminuta que cabría en la palma de mi mano, su desinhibición, se desfachatez, vivir al límite, sus gritos en la cama, ella no tenía los ‘no’ que tenía Brenda, ‘que la luz apagada’ ‘que así no’ ‘que por la cola no’ ‘que juguetes no’ y que esto y lo otro, no, para nada, Yanina era dinamita y me llevaba al infierno.

Pero también tenía su lado oscuro, aunque me pese escribirlo era una holgazana, aduras penas la arrastraba de vez en cuando para que me ayudara en los negocios, intenté si éxito hacerla parte, pero nunca se interesó realmente, no quería trabajar, no quería estudiar, su preocupación era ir al gym todo el día para sacar buen culo y destrozar las tarjetas de crédito con prendas que raramente usaba, a veces era más inmadura que mi hija adolescente y a veces me sentía que estaba en rol de padre con ella, cuando mi lugar era de esposo.

Y todo empezó a desmadrarse, y todo empezó a afectarme en la cama, yo trabajaba como un burro y ella nada, y solo quería coger y coger y yo ya no tenía veinte años, y toda ese infierno que ella proponía en la cama se helaba en mis pensamientos cuando por otra parte sabía que había cosas que no estaban funcionando.

Hacer el amor empezó a ser un castigo mas que un placer, ella pareció tirarse al abandono y solo la veía comer y comer, las cosas empeoraban día a día y en soledad me replanteaba todo, si realmente había jugado bien esas fichas o solo me había pensado con el calor de mi sexo y me había enamorado de un espejismo.

Pero en el momento de mayor oscuridad, cuando todo parecía tocar fondo, cuando parecíamos pasar el punto sin retorno, mágicamente algo cambió, como un nuevo impulso, como un aire fresco, como un avión que aterriza y vuelve a carretear, Yanina había regresado, la Yanina de la que me había enamorado, la de la sonrisa, las jovial, la del culo perfecto, algo había cambiado en ella, me lo decía el brillo de sus ojos y era toda una novedad para mi sentirla cantar bajo la ducha, por cierto, que mal que cantaba!

La cuestión era saber porque había cambiado, si en nuestros días nada había cambiado, tuve celos de un fantasma, seguramente estuviera con un joven de su edad, musculoso, viril, con una rica verga que la hiciera sentir mujer, me angustié, me desesperé y tuve miedo de perderla, no quería perderla.

Cuando me contó lo de los obreros no di crédito, me pareció tan absurdo como excitante y necesité verlo con mis propios ojos para creerlo.
Nunca lo había imaginado, pero ver esa situación me causó un placer indescriptible, me descubrí como un voyeurista de mi propia mujer y observarla me causaba tanto o mas placer que hacerle el amor.

Ella me arrastró a esa locura y me hizo parte, fueron días explosivos, hicimos el amor como pocas veces y la loca montaña rusa que era mi vida junto a ella estaba tocando el cielo.

Pero no duraría mucho, cuando los días de la construcción pasaron, empezamos a bajar en esa montaña rusa y nuevamente el calor de la relación comenzó a eclipsarse.

Y algo debíamos hacer, algo faltaba, el fuerte deseo de observar, de sentirse observado, ella era joven y puta y me encantaba que lo fuera, charlamos mucho del tema, como adultos, Yanina a veces insinuaba deseos de estar con otro hombre, alguien joven, que la cogiera bien, y que no me sería infiel, y que yo podría estar presente para mirar, y esto y lo otro.

Yo nunca respondía porque no sabía que pensar al respecto, solo reía nerviosamente pero notaba que solo escuchar sus palabras me provocaban una contenida erección.

Tengo que reconocer que ella era muy incisiva cuando quería algo, y era como la gota que orada la piedra, sabía que siempre me podía y que yo siempre terminaba cediendo, así que ella le dio forma a su idea, coger con otro y que yo mirara.

El tenis era mi pasatiempo y una vez a la semana me cruzaba con algún amigo a despuntar el vicio, jugaba desde chico y siempre fui uno mas del montón, pero en verdad me ayudaba a mantenerme en forma y olvidarme por unas horas los problemas cotidianos.

Se estaba terminando el año y el club necesitaba recaudar fondos así que improvisaron un torneo entre socios, yo sabía que no tenía posibilidades pero me anoté mas para colaborar que para competir.

Gané el primer partido en forma ajustada, pero una semana después las cosas serían diferentes, un muchacho que conocía de vista en cruces casuales del club me tocó en suerte como rival, más joven, mas rudo, más atlético que yo y por supuesto, me hizo correr de lado a lado y me dió una paliza histórica, un contundente seis uno seis cero.

Nos saludamos como corresponde en la red, el tipo en verdad era musculoso y carilindo, tomé mis cosas y fui a las duchas. Minutos mas tarde llegaría el y empezaría la parte rica de la historia, no pude notar que Eduardo – ese era su nombre – tenía una verga enorme colgando entre sus piernas, larga, gruesa, que se movía a su paso de lado a lado, y por si fuera poco, noté que se depilaba haciendo gala de semejante monstruo.

Estábamos lado a lado y no parecía de alguien de mucha charla, pero yo no podía dejar de mirársela, y más cuando se la enjabonaba y parecía nunca terminar, fui tan tonto y evidente que sin querer terminé molestando a mi ocasional rival, quien me increpó directamente diciendo algo como

Que mirás tanto? sos puto?

Me sentí tan idiota, me avergoncé, le pedí disculpas y lo largué como venía, en los minutos que estuvimos bajo la ducha le resumí mi vida con Yanina y que ella buscaba alguien de grueso calibre para satisfacerla y que bueno, el sería un buen candidato.

Eduardo no sabía cuanto era verdad y cuanto era mentira, evidentemente no es habitual que alguien te proponga que le cojas la mujer y entendía perfectamente su confusión. Seguimos hablando del tema, el preguntaba, yo respondía, y se mostró interesado en la propuesta.

Mientras nos secábamos tomé mi celular y le mostré algunas fotos de mi esposa, si el tuviera alguna duda, las curvas de mi mujer seguramente las disiparían. Antes de despedirnos cambiamos números de celulares y quedamos en un ‘tal vez’

Tres días después me llamaría para decirme que si lo haría, que Yanina le había parecido bonita y bueno, como seguiríamos, conocernos? charlar? tal vez ella lo rechazara.

Pero yo tenía todas las respuestas, no me había hecho un tipo adinerado dudando por todo, yo era de ir directo al hueso, a matar o morir y esta no sería la excepción, arreglé la cita con él, día, horario, y le dí un juego de llaves del departamento donde haríamos el encuentro.

Recuerdo que ese día estaba muy excitado, no fui a trabajar y esperé a Yanina en casa, cuando ella llegó del gym yo la esperaba con unas ricas carnes asada a la parrilla, ella no entendía que pasaba, yo solo le dije que era un día especial y que tenía para ella un hermoso regalo.
Lo cómico de esa tarde fu que ella como toda mujer no podía aguantarse la curiosidad y me bombardeó a pregustas, tratando de sacar de mentiras verdades, y yo solo disfrutaba al notar cuan despistada estaba.

Cuando caía el sol le pedí depilarla con mis propias manos, como a mi me gustaba, luego fue por una ducha mientras yo saqué de la caja un conjunto muy sexi de bombacha y corpiño que yo mismo había comprado, muy pequeño, transparente, con encajes.

También elegí entre sus decenas de vestidos uno que a mi me encantaba sobre el resto, le quedaba pintado, dibujado a mano, en tono arena brillante, contrastaba con el tono bronce de su piel, acompañando las curvas de su silueta, dibujándole su hermoso culo, dejé que eligiera el calzado y me aseguré que todo luciera perfecto, maquillaje, peinado, aros, joyas.

Realmente mi mujer no tenía idea de lo que vendría por delante, cuando subimos al coche asumió alguna cena elegante conmigo pero jamás de cruzó en su cabeza que yo estaba por cumplirle su suelo, de hacer realidad sus fantasías.

En el camino, un whatsaap de Eduardo me dio certeza que ya estaba a la espera según lo acordado y eso supuso que las piezas del rompecabezas se iban acomodando.

Llegamos, mi esposa estaba cada vez mas perdida y confundida, sin entender nada, entramos al amplio comedor, tomé un pañuelo de seda negro que previamente había dejado sobre la mesa y le pedí que confiara en mi, que cerrara los ojos y me permitiera vendarla. Anudé el pañuelo por detrás de su cabeza y con una terrible erección la conduje al dormitorio con sumo cuidado que no se golpeara, entramos al dormitorio donde Eduardo esperaba desnudo, completamente desnudo, empezó a masturbarse para conseguir una perfecta erección, le pedí entonces a Yanina que por favor se arrodillara, ella estaba muy nerviosa y ansiosa, no entendía, la curiosidad la estaba devorando e insistía preguntando una y otra vez de que diablos se trataba todo ese juego, le pedi solo unos minutos mas, ya estaba todo en orden.

La verga enorme de Eduardo estaba a centímetros del rostro de mi amada, quien ajena a todo solo preguntaba por la dulce fragancia masculina que sentía en el cuarto, tomé mi celular y busqué que en un cuadro cupiera la verga del casual amante y el rostro de mi esposa, quería tener un recuerdo de ese momento.

Entonce si, le dí la ansiada autorización de que se quitara el pañuelo que cubría visión.

Ella lo hizo lentamente, abrió los ojos y la expresión de su rostro fue impagable, la sorpresa ante terrible pija, no salía de su asombro, no entendía.

La miré a los ojos con una sonrisa cómplice, le dije que haríamos realidad nuestras fantasías y que solo me sentaría a observar, que era un regalo para ella y que lo disfrutara.

Asumo que la reacción de Yanina no fue la que mínimamente hubiera imaginado, no objetó nada, en absuluto, ni siquiera el nombre de ese extraño, solo vio una verga enorme y tomó la oportunidad, como desesperado solo empezó a chupársela, como poseída, devorando cuanto podía, pesándole la lengua por todo lo largo que era, comiéndole el glande.

Cada tanto nuestras miradas se cruzaban y yo solo permanecía al margen, observando, con mi sexo duro, sin poder hacer nada, recodé los días en los que los albañiles observaban al otro lado de la calle sin poder hacer nada y ahora sentía lo mismo que ellos sentían, solo que ahora se estaban por coger a mi propia mujer y yo no era parte, yo era parte del decorado.

Y me encantaba ver lo que veía, no me molestaba, no tenía celos, nada, entendía mi rol de cornudo consiente y era feliz cumpliéndolo, le había regalado ese semental a mi esposa y quería que lo disfrutara, quería que se la comiera toda, que se atragantara con verga, como una buena perra.

Ella de incorporó sin dejar de acariciarle la verga con sus manos, lo besó profundamente en la boca, y luego siguió con sus manos recorriéndole el cuerpo muculoso y trabajado, Eduardo la invadía su vez y poco a poco le sacó el vestido y el sostén, ella le rogó por que se la cogiera, ahí mismo, sin esperar, olvidándose de mi presencia, lo hizo recular hasta la pared, ella en verdad estaba desesperada, regalada.

El entonces la levantó en el aire calzando sus brazos bajo las piernas abiertas de mi mujer, ella lo tomó por el cuello con sus brazos y Eduardo giró entonces sobre su eje, de manera de apoyar ahora la espalda de Yanina contra la pared.

La perra de mi mujer hizo a una lado la tanga y apuntó el intruso en su hueco, yo solo miraba con atención a un lado, en silencio, tratando de contener una terrible erección, él solo la dejó caer lo suficiente para hacerle sentir su grandeza, Yanina se retorció en el aire y empezó a gemir mientas su amante la cogía y la cogía, era rico, peri solo era el comienzo.

El ambiente se calentaba más y más, Eduardo se recostó sobre la cama y ella fue a montarlo, desde mi posición solo veía los pies y piernas del afortunado, y mi esposa sobre él, su espalda y el espectacular trasero que tanto me enloquecía, ella se levantó un poco y se comió de golpe toda la verga, tan gruesa y larga como era y empezó a moverse, arriba, abajo, con fuerza, una y otra vez.

Será difícil explicar mis sentimientos en un escrito, porque mi vista se llenaba con una película pornográfica en la cual mi mujer era la estrella, pero había algo mas que no esperaba y me llevaba al éxtasis, fueron los movimientos, los sonidos, ella saltaba de una manera muy loca, el colchón recibía los embates y la cama a dura penas soportaba los movimientos amenazado partirse en cuatro, las patas chirriaban rítmicamente, y los agudos gritos de Yanina sencillamente me enloquecían, los continuos ‘ahhh… ahhh… ahhh… ahhh… ahhh…’ perdidos en tiempo y espacio en cada penetración profunda, jamás lo hubiera imaginado, jamás yo lo hubiera conseguido, apenas tomaba una pausa cada tanto para decirle lo grandiosa que era su verga, o recordando que yo observaba, apenas giraba su cabeza para agradecerme por la inesperada y gran sorpresa.

Estaba descubriendo una rica puta y me estaba descubriendo a mi mismo en un nuevo placer, la cogió como y cuanto quiso, le arrancó los orgasmos mas intensos y calientes que jamás hubiera imaginado, hasta me sentí mal por mi hombría y el sexo que no podía ofrecerle, pero así es la vida, y disfruté lo que debía disfrutar.

Ella estaba en cuatro y el fue por detrás, sentía mi mujer pedirle que se la diera por el culo en manera de súplica y honestamente escuchar a la mujer de tu pida pedirle eso a un extraño, que decir, me hervía la sangre.

Vi sus puños apretando las sabanas, gimiendo con fuerza, rebuznando como animal, Eduardo en una imagen bien de película pornográfica pasó sus piernas a los lados de las caderas de ella para darme el mejor plano, las generosas curvas del trasero de mi esposa, con su cocha depilada y caliente, con su culo perforado una y otra vez por la verga de ese animal, en medio de gemidos, de placer, de lujuria, donde yo era el mejor de los espectadores.

No duró mucho, alcancé a notar el orgasmo de Eduardo, con esas contracciones típicas del pene largando semen, segundos de placer que parecieron una eternidad.

Había terminado, lentamente le sacó la verga del culo y se hizo a un lado.

Fue cuando no pude resistirlo, tomé la decisión, tomé el lugar de Eduardo antes que mi mujer pudiera reponerse, bajé mi pantalón y mi ropa interior, saque mi pija, la tomé por la cintura y se la metí por completo, con fuerza, con lujuria, la cogí como, mis ojos se centraban en su escueta cintura, en sus amplias caderas, en sus perfectas nalgas, como de costumbre, pero ahora en verdad me enloquecía su esfinter, como lucía abierto y estirado, hermosamente deformado, me encantaba, podría haberle metido mi verga sin dificultad, pero me excitaba verlo, y mas cuando en los movimientos que le propinaba empezaba a escupir semen de su amante, chorreando por su vagina, llegando a mi propia pija. La quería hacer gritar, empujaba con todas mis fuerzas pero jamás lograría en ella lo que Eduardo había logrado, no me importó, exploté en su vagina, fueron segundos apenas, pero los mejores segundos de mi vida.

Lo loco de la situación era que en el plan trazado por mi, yo solo sería observador, pero solo se dió que seguimos un buen tiempo mas en un trío que no estaba programado y que hicimos realidad muchas fantasías.

Pasó el tiempo, Eduardo sería el primero de muchos, solía buscarle machos para armar esas escenas, y ella también consiguió algunos, le dí alas, y con eso el premiso que cogiera con otros aunque yo no estuviera presente, no me molestaba, mientras estuviera a mi lado podía comerse todas las vergas que quisiera, aunque ella fuera la única en mi cama.

Hace unos días estábamos desayunando, solíamos hablar cada tanto de esta situación, y me asaltó la duda de saber con cuantos hombres se había acostado, pregunté

No llevo la cuenta exacta, pero debemos andar por cincuenta, sesenta

Ella me miró y respondió muy segura de si mima

Trescientos veintiuno, si contamos solo relaciones, si sumamos situaciones en las que estuve con dos al mismo tiempo sería un poco mas

La miré un tanto incrédulo y sorprendido, respondía tomando aire

Dame un minuto, dejame asimilarlo…

Nos reímos cómplices, solo seguimos desayunando, como cada día.

FIN

Si te gustó la historia puedes escribirme con título MOLDEANDO UN ESPOSO CORNUDO Y SUMISO a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

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