Relato erótico de una sesion sexual sadomasoquista con mi novia

sesión sexual sadomasoquistaLes voy a contar una historia erótica de una de una sesión sexual sadomasoquista que tuve con mi novia. Es difícil encontrar alguien con tus mismos fetiches, con las mismas perversiones o tal vez no las mismas pero que esté dispuesto o estén dispuestos a entrar en tu juego perverso y a satisfacerte con las más raras o inquietantes situaciones.

A mí me excita el dolor, el ardor, los moretones, los chupetes, presumir mis marcas.

Una buena pulsada en el trasero después de un par de nalgadas, una quemazón en la espalda después de unos rasguños profundos, un palpitar en mi clítoris después de unas palmadas o unas costras en mis pezones después de unas mordidas. Todo esto me encanta y me excita al borde de llegar al orgasmo sin penetración o estimulación directa al clítoris. Y hoy les traigo a narrar una de mis sesiones de las más leves, para probar sus mentes.

Relato de una sesión sexual sadomasoquista con mi novia

Estaba con mi novia buscando una película que hablara sobre prácticas o juegos sadomasoquistas. Me salió a relucir “la secretaria”, una película que no es para cualquier mente, ya que requiere de cierta abertura mental para no ver a los protagonistas como unos locos.

Aunque en si la película no se trata de algo puramente sexual a mí me dejó más que prendida. Al acabar la película y después de un par de cervezas yo estaba destilando calor. Mi novia me agarró en un beso apasionado y me mordió el labio tan fuerte que me salió una pequeña lágrima de mi ojo derecho; pero me gustó.

Después me tiró sobre la cama y me desabrochó la camisa, comenzó a lamer mis pezones y a darle pequeños mordiscos durante unos segundos y el último lo mordía con fuerza. Hacía que me retorciera entre el dolor y el placer, —¡pégame!, le gritaba con furia. Entonces ella me cacheteaba y yo sonreía retándola a darle más fuerte, ¡zas!. Se escuchaba el contacto de su mano sobre mi mejilla derecha, luego sobre la izquierda y luego de nuevo rematando con la derecha.

Mis cachetes ardían pero querían más, me tomó por el cuello y apretó fuerte, —déjame sin aire —dije. Me miró entre sorprendida y excitada por la seguridad y seducción con la que gritaba lo que deseaba. Me apretó del cuello y yo elevé mi cabeza, me apretó y me apretó hasta que no podía respirar.

Sentía como lubricaba y se escurría algo por mis piernas, sentía que me iba a soltar y con la poca movilidad que me quedaba le indiqué que no, que aún no me soltara. Ella no estaba convencida, pero me obedeció, ahí estaba, ahí venía.

Sentía mi clítoris hincharse y la adrenalina recorriéndolo desde abajo hasta la punta, ahí estaba mi orgasmo viajando en mi enorme clítoris, apunto de sentir que mis pulmones explotaban pero también que mi orgasmo salía de mi cuerpo. Ella me vio entre pidiendo aire pero mojada, el orgasmo llegó y me soltó.

Me retorcí en la cama, aun sentía mi orgasmo y quería más, necesitaba más. Ella lo notó, lo noto en mi mirada provocativa y extasiada. Entonces me apretó los pezones con sus uñas, —mas, mas, mas— pedía desmesuradamente.

Seguía apretando cada vez más fuerte, luego me soltó y comenzó a pegarme palmadas en los pechos, de tal modo que se movían de derecha a izquierda. Unas fuertes cachetadas en mis pechos, ¡uff!, las sentía adoloridas mientras también sentía mi vagina dilatarse. Con sus uñas agarró mi abdomen y bajó desde las bubis hasta mi pelvis con sus uñas enterradas en mí.

Lo hizo como 3 veces más y mi abdomen quedó todo rojo y lleno de líneas. Cuando llegó a mi pelvis me pegó una palmada, una palmada que tocaba mis labios y sentía mi clítoris también. Me cerré en automático, pedí perdón y me abrí de nuevo.

Me pegó de nuevo, resistí, pedí mas y me dio más, mis labios y mi clítoris ardían, palpitaban, gozaban, sin esperarlo me penetró, hasta el fondo y de regreso, una y otra vez, con su fuerza me movía hacia arriba y yo apretaba mis pechos fuerte. Mientras me emboscaba con la otra mano me tomó de nuevo del cuello; mi debilidad, fue así como tuve mi segundo orgasmo. El último lo tuve cuando me hincó en el suelo y me puso su vagina en la boca mientras yo me masturbaba para llegar con ella a la culminación.

Mientras le lamia su clítoris y sus labios superiores e inferiores ella me gritaba “maldita zorra”, “puta barata”, “maldita lagarta”, “chúpala bien, si es que sabes”, “por esto te pagué, putita”, volví a escurrirme cuando que me gritaba algo y me jalaba de las greñas.

Terminamos en la cama jadeando y yo sintiendo una quemazón en todo mi cuerpo, con marcas de rasguños, con sangre en mis pezones y ardor en mi vagina. Y es ahí, cuando estoy tirada con mis laceraciones y mis humillaciones que me siento complacida y sé que he tenido una buena sesión sexual de sadomasoquismo, sobre todo es ahí cuando sé que he encontrado a quien ahogar en mis locuras.


Imagen de carácter ilustrativo para el relato sesion sexual sadomasoquista

 

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