Relato erótico, tan lejos, tan cerca… de Samantha una chica trans – Parte 1, 2 y 3

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PARTE 1

Años atrás yo iniciaba mis estudios secundarios en un colegio de orientación técnica. Empezamos en esos días una treintena de pequeños desconocidos, varones en su mayoría y poco a poco fuimos creciendo y nos fuimos conociendo.

Había de todo un poco en esos tiempos, compartimos esos años de crueldad adolescente, porque en esos días uno dice las cosas sin pensar en el otro, se agranda cada defecto y se divierten con las peores bromas.

A mí me volvían loco con el tema de mis lentes de aumento, me llamaban cuatro ojos y cuando me descuidaba me lo escondían, yo penaba suplicando casi a ciegas y todos se reían del corto de vista, recuerdo que tenía un trauma con eso y era mi cruz de juventud.

Pero de alguna forma todos éramos centro de burlas en algún momento y yo también disfrutaba mucho de los defectos ajenos, solo era cuestión de no ser el blanco, de saber poner a otro en ese lugar y confieso que era hábil en eso.

Así teníamos a Marta, la gorda, a quien humillábamos a diario, Laura, la nena de papá, la chica de plata quien con sus ostentaciones solía quedar excluida del grupo, Fernando, con su complejo de enano, Ramiro, el cerebrito, quien cada tanto recibía una golpiza grupal, por estar siempre sobresaliendo, tampoco le iba mejor a Roque un chico sucio que le esquivaba al agua y podría seguir dando detalles del resto.

Como notarán, a su momento, todos la pasábamos un poco mal cuando nos tomaban de punto, pero si alguien sin dudas sufría de nuestra desgarradora crueldad, ese era Angel Marcote.

Angel era un chico de mediana estatura, un tanto regordete en esos tiempos, de cabellos negros y enrulados, el tema con él era que se evidenciaba bastante marica, sus gestos, sus ademanes, su forma de hablar, su forma de agarrar sus libros de estudio, hasta su forma de caminar lo delataba, él era bueno, muy bueno y solo cuando fui adulto pude entender cuanto lo habíamos hecho sufrir, porque lo habíamos apartado del grupo de chicos como a un perro sarnoso, y siempre podíamos verlo haciendo amistades con las chicas.

Algunas veces se había acercado a mi lado buscando amistad, pero yo odiaba a los homosexuales, tenía miedo que ‘esa enfermedad se me pegara’, quería tenerlo lo más lejos posible y evitar cualquier confusión con mis demás compañeros. Una tarde para sacármelo de encima le grité ‘Angel Maricote’ tomando a su apellido como referencia, todos los que nos rodeaban estallaron en carcajadas, y sin imaginarlo, a partir de ese momento todos lo llamarían Angel Maricote, yo lo había bautizado y el con una dolorosa sonrisa llevaba ese apodo a cuestas.

Ya en los últimos años de estudio empezamos a ir a practicar gimnasia al campo de deportes municipal, que era cedido al colegio, tarde de futbol, basquet, voley y demás juegos en equipo. Angel sufría horrores esos días, como la mayoría de las mariquitas tenía cero habilidad y dependía del profesor de turno para no quedar marginado de los equipos, él era el compañero que nadie quería tener, el que te hacía perder un punto, en el que no podías confiar y el que te hacía perder el partido.

Pero también descubriríamos algo más, al terminar esas jornadas de deportes nos obligaban a ducharnos para volver limpios a casa, y aunque Angel se incomodaba con su regordeta desnudez, advertimos que el bastardo tenía colgando una verga terrible.

Nosotros ya habíamos perdido la inocencia, y ese descubrimiento fue un nuevo motivo de burlas, las injusticias de la vida, justo el marica tiene la pija de caballo que todos deseábamos tener.

Así un día le hicimos el jueguito a Noelia, ella era la típica putita, su reputación era famosa en el colegio, iba a otro de los cursos, y de chimento en chimento le hicimos saber lo que Angel tenía entre las piernas, ella mordió el anzuelo y nos divertimos mucho observando como ella, concha caliente hizo lo imposible para llevárselo a la cama, y comprobamos que el sexo de Angelito sin dudas iría por otros caminos.

Crecimos, la escuela se terminó y cada uno siguió su camino, como todos nos pasa en algún momento, se cierra una puerta, se abre otra y en poco tiempo Angel Marcote y toda esa banda quedaron archivados en el pasado. Seguí con mis estudios, llegaron mis primeros amoríos, mi primer empleo, mi esposa, luego fui padre, pasaron los años.

Llegaron las redes sociales, Facebook, Instagram, Tweeter, por cierto, el indispensable WhatsApp y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos el mundo cabía en la palma de una mano. Llegaron las amistades, y los amigos de los amigos, y poco a poco nos reencontramos nuevamente, se había armado el grupo de curso de nuestra escuela secundaria.

Claro, algunos se sumaron con facilidad, a varios tuvimos que buscarlos y a otros como Angel Marcote, la tierra parecía habérselos tragado.

Combinamos una reunión después de tantos años, unas pizzas y cervezas en un bar céntrico y ahí fui a reencontrarme con viejos amigos. En esa primera reunión apenas fuimos nueve, nos faltaba localizar a algunos, otros no pudieron y otros ya no vivían en la ciudad, pero fue un buen comienzo.

Como suele suceder, hablamos de nuestras vidas, estudios, empleos, familias, hijos, divorcios, recordamos momentos, anécdotas que compartimos, me enteré de que una de las chicas había fallecido en un accidente, Marta la gorda estaba muy gorda, y así poco a poco pasaron las horas.

Ahora habíamos crecido, éramos adultos y ya no tenían sentido las bromas del pasado, pero recordamos esos momentos, los crueles que éramos, y ahora nos compadecíamos mutuamente, como me humillaban por mis anteojos, y todas esas cosas. Alguien recordó a Angelito, y como yo lo había bautizado ‘Maricote’, nos reímos, pero en el fondo nos dio pena

  • Pobre Angel – dijo alguien
  • Qué será de su vida? – preguntó otro
  • Está desaparecido, no figura en redes, nadie tiene el contacto, nadie sabe nada de él, ya no sé dónde buscar – agregó la gorda Marta
  • Yo tengo una vecina que creo que es medio pariente o algo así, le puedo preguntar – dijo uno de los chicos

Y así seguimos hablando, era uno de los NN, y alguien trajo a luz la terrible verga que tenía, fue todo muy cómico hasta que la conversación se fue por otros caminos.

Esa noche, al volver a casa, me quedó pensando en ese chico, habíamos sido unos animales despiadados con él, realmente le habíamos hecho la juventud un camino de espinas, cuanta crueldad solo por ser diferente, y me pregunté a mí mismo el motivo de tanto odio por su incipiente homosexualidad, y no tuve respuesta.

Esa primera reunión dejó las puertas abiertas para un nuevo encuentro, la comunicación entre nosotros se hizo fluída dentro del grupo de whatsapp, fueron encontrando poco a poco algunos de esos NN, hasta que alguien mencionó que había dado con Angel, que estaba muy cambiado y que prefería no participar en los grupos y redes sociales y mantenerse al margen, pero sin embargo estaría presente cuando decidiéramos reunirnos.

En unos meses llegaría el segundo encuentro, llegué un poco retrasado y empecé a saludar, al fondo entre las mujeres, no pude reconocer a una rubia platinada, de gruesas cejas negras, con un maquillaje pronunciado en el rostro, con una remera demasiado ajustada y escotada donde era imposible no advertir los generosos pechos que parecían querer explotar, sobresalía del resto, repasé mentalmente todas las chicas de la adolescencia y ninguna me cerraba, quien diablos era?

Entre risas del resto, la rubia se incorporó, dejando notar la excelencia de sus caderas en un ajustadísimo pantalón de cuero negro, vino a mi lado y abrazándome dijo:

  • Seguro que no me conoces! a que no adivinas mi nombre?

Apenas en su voz, en una mezcla entre lo femenino y masculino pude recordar el timbre de Angel, era Angelito Marcote! increíble!!!

No pude articular palabra, estaba paralizado y fui centro de las risas socarronas del grupo.

Pasada la sorpresa inicial, seguimos adelante, nuevamente recordando anécdotas, solo que Samantha – ese era ahora su nombre, con una h inventada – fue centro de atención. Angel o Samantha, estaba muy cambiado, o cambiada, vivía con esa dualidad en mi cabeza tratando de darle forma a la inesperada situación, mientras ella contaba detalles de todos sus cambios, sus viajes, sus operaciones, sus luchas, sus desamores.

Me quedé pasmado con su belleza, ella sobresalía del resto, como suele suceder, la chicas ya mostraban el paso de los años, pero Samantha lucía esplendorosa, sexi, atractiva y no sabía que me pasaba, solo no podía quitarle los ojos de encima.

Llegada media noche, algunos de los chicos se fueron retirando y el grupo poco a poco empezó a reducirse, era tarde y entre las últimas cervezas me tocó vivir un momento incómodo, Samantha recordó sus días de secundaria, cuando era ‘Angelito Maricote’, sin recriminar, pero con un dejo de dolor clavado en el alma, nos hizo revivir lo mal que la había pasado en esos días, todo lo que había sufrido, generalmente hablaba sin levantar la vista, como si aún no pudiera superar esos días.

Se hizo un silencio prolongado, y siguió hablando, también contó de un amor prohibido que tenía en esos días, que estaba enamorado de un compañero, y que lo amaba en silencio, que siempre lo había amado, pero claro, ese amor no correspondido era justamente quien más lo agredía y peor lo hacía sentir.

Fue como si una soga apretara mi cuello, no podía tragar y tenía las manos sudadas, todos nos dimos cuenta que ella hablaba de mí, incluso, cada tanto, levantaba la mirada y buscaba mis ojos, como un perro golpeado por su amo, solo para saber si de mi parte habría compasión o más golpes.

Fue un momento muy tenso, y como un náufrago en el mar llegó mi salvavidas, el mozo que atendía nuestra mesa interrumpió el monólogo para saber si necesitábamos algo más.

Y dado que la noche se estaba poniendo tensa, uno de los chicos pidió otra vuelta de cervezas y salió con otros temas que cambiaron la atmósfera.

Una hora después, dimos por terminada la reunión, le pedimos el celular a Samantha, pero volvió a negarlo, dijo que ella nos contactaría, que prefería seguir un tanto clandestina, tome una servilleta de la mesa, saqué un bolígrafo, anoté mi número y se lo di, le dije que si quisiera, tendría a alguien para llamar, esta vez no me importó que dijeran mis compañeros, de hecho lo tomaron como algo natural, como cosas de adultos que tratan de borrar un pasado, de una nueva oportunidad, pero en mi interior, sabía que solo tendía un puente para que me llamara, porque tuve miedo de no volver a verla.

No supe más de Samantha, di el tema por cerrado, ni siquiera se lo comenté a mi esposa, nadie hablaba de ella en el grupo de WhatsApp, y mi orgullo machista no me dejaba preguntar, mostrarme interesado, no podía permitir que se mal interpretaran las cosas.

Pasaron seis meses, y llegó el tercer encuentro, yo había perdido un poco el interés en esas reuniones, pero la sola idea de volver a encontrarla me hizo confirmar mi asistencia.

Para mi desgracia, esa noche me enteré de que nuevamente Samantha había desaparecido, nadie sabía de ella, y sentí una gran amargura. Esta vez las cosas no fueron por donde yo pensaba que irían, mis compañeros, los varones aprovecharon su ausencia para hablar de ella, claro, reflotando todo el pasado y hablando de lo buena que estaba, que el culo, que las tetas, que como la chuparía, que la verga que tenía, y entre risas y jocosidades me di cuenta de que nuevamente habíamos puesto a angelito como el payaso del circo.

Fue desagradable, esta vez no disfruté de las confabulaciones machistas, el bullying, la homofobia, y hacia afuera me reí de cada broma que lanzaron sobre Angel Maricote, es que no podía estar fuera de la manada. Era loco, alguna vez había estado tan lejos de Angel, y ahora estaba tan cerca de Samantha, empecé a sospechar íntimamente que todo mi odio a ese chico en verdad era un mecanismo de defensa por temor a parecerme a él.

Después de esa noche empecé a tomar distancias del grupo, en el fondo, éramos las mismas mierdas, lo único que había cambiado era que de adulto se adquiere una palabra que no se tiene de niño, hipocresía…

Una mañana estaba en mi empleo, y recibí una llamada, era ella, no lo esperaba, me dio mucha alegría y me dijo que agendara su número, si es que no me avergonzaba de ella, que lo había meditado mucho y no sabía cómo yo lo tomaría.

En verdad, un poco me hice el desentendido, como una charla de compromiso, aunque por dentro me moría de alegría, pero yo era muy macho para abrirme a una chica trans.

Pasaron los días, solo nos escribíamos por WhatsApp, yo era un hombre casado, con familia, y tenía que cuidar mi mundo perfecto, ella lo entendía, lo aceptaba, no pedía mucho más.

relato erotico chica transHonestamente, con el tiempo empecé a tener cierta dependencia de sus textos, de sus audios, y la extrañaba cuando solo desaparecía, ella notó que yo había cambiado, que no era el chico que ella había conocido, algunas veces hasta se había animado a invitarme a su casa, vivía sola, para cenar, para merendar, pero yo siempre la evadía, le explicaba sobre mi mujer, sobre mi hija, ella decía que era solo charlar un rato, pero yo sabía dónde terminaría todo.

Sobre finales de año, mi hija, que hacía patinaje artístico, fue invitada a una competencia provincial, era solo un fin de semana a unos doscientos kilómetros de casa, era todo pago, para ella y un acompañante, una linda oportunidad para no dejarla pasar por alto.

Lo hablamos con mi mujer, un poco la empujé para que fuera, ella era la mamá, era un deporte de mujeres que me aburría, y ella lo pasaría mejor, además mi trabajo me imposibilitaba alejarme mucho de mi domicilio. Todo cerró perfecto para darle fuerza al nombre que se repetía en mi corazón en cada latido, ‘Samantha’.

PARTE 2

No tardé en ponerla al tanto, y me decía a mí mismo que sería solo una cena de viernes por la noche, aunque sabía que me mentía a mí mismo.

Ese día al atardecer, acompañe a mi esposa y a mi pequeña a la estación de ómnibus, donde nos encontramos con una decena de compañeras y padres que estaban en la misma situación que nosotros, y a pesar de lo especial de ese momento mi excitación pasaba por lo que sucedería en poco tiempo.

Como es habitual, nos quedamos en el andén saludando a los que se iban, quienes respondían efusivamente por las ventanillas del coche. Pronto el micro se puso en marcha y lo vimos alejarse a paso de hombre hasta la avenida principal.

Volví a casa, estaba anocheciendo y tenía cosas por hacer, me bañé, me perfumé y busqué mis mejores prendas, saqué uno de mis mejores vinos y de paso a su casa compré un postre helado.

Al llegar no podía más con mis deseos, toqué la puerta, ella no tardó en abrir, estaba radiante, en tacos altos era más lata que yo, me besó en la mejilla y me dejó impregnada una exquisita fragancia femenina

  • Que guapo estás!

Fue todo lo que dijo, mientras me invitaba a pasar.

Fuimos a la cocina, ella tomo unos minutos para guardar el vino en la heladera y el postre helado en el refrigerador, unos minutos que me alcanzaron para llenar mi vista y ver la criatura increíble en la que se había convertido Angelito, unas piernas torneadas y desnudas rozando la perfección, una minifalda plateada brillante tan ajustada que resaltaba sus grandes y macizos glúteos, y un tipo mini vestido suelto, amplio, dejando notar que no usaba sostén y que sus hermosos pechos se movían libremente de lado a lado, marcando sus pezones en una manera demasiado sugerente contra la delgada tela, su piel bronceada lucía algunos tatoo que se me hacían muy ricos. Samantha me sorprendió perdido en sus curvas, y empezó a reírse tontamente.

Hablamos un rato, pavadas, me dijo que era horrible cocinera, que tenía intenciones de pedir sushi, pero no sabía si era de mi agrado, por suerte tuvo la idea de consultarme, odiaba esas cosas raras, así que tomé mi celular y fui por lo de siempre, un pedido de pizzas y cervezas.

La cena fue amena, recordamos tantas cosas, esta vez con nostalgia, ella me comentó que en nuestra adolescencia, cuando era Ángel, estaba perdidamente enamorado de mí, el chico cuatro ojos, que era virgen y soñaba con que yo fuera su primer chico y recordó la primera vez que yo la llamé ‘Angel Maricote’, cuanto lo habían lastimado esas palabras y las burlas de todos, y lo que más le había dolido, que esas palabras salieran justo de mi boca. A medida que ella hablaba me sentía más y más mierda, y cada vez se me hacía más difícil pasar los bocados de pizza. Los minutos pasaron, los recuerdos se sucedieron unos a otros, algunos tristes, otros risueños, ella era la que más parloteaba, yo era quien me perdía más y más en su belleza.

Llegó la hora del postre, Samantha fue a al refrigerador a buscar la torta helada que yo había traído, y en ese andar me llené la vista con su culo hasta tener una incontenible erección, ella volvió a mi lado sabiendo que la miraba, y disfrutaba con que yo la mirara, era un perfecto juego de seducción.

A todo esto, aun nos tratábamos como ex compañeros compartiendo una cena, nadie pasaba la raya, a las dos de la mañana habíamos agotado los temas de conversación, por lo que fui por la botella de malbec que aun descansaba en la heladera, y saque a relucir un tema que me tenía intrigado desde el momento en que había pisado su departamento, el lugar era demasiado lujoso, con excelentes terminaciones, y estaba emplazado en uno de los sitios más caros de la ciudad, y todo esto llevaba a pensar en una clase media alta, o clase acomodada de la sociedad, de hecho, ella había dicho en la reunión de meses atrás, que se ganaba la vida con una boutique, y ninguna boutique, por más ganancias que tuviera, podría solventar semejante estilo de vida.

Expuse abiertamente mis dudas, algo no cerraba en toda la historia, ella solamente dibujó una sonrisa en sus labios, me hizo sentar en un amplio sillón y me indicó que sirviera dos copas de vino, la vi perderse en su cuarto, para volver en minutos con un álbum de tapas negras y brillosas, se sentó a mi lado, entregándome lo que traía y dijo

  • La boutique es solo una pantalla, es una larga historia, pero digamos que soy prostituta vip, estoy en una agencia que no es conocida públicamente, no la encontrarás en Internet, es algo digamos oscuro y hay mucha gente involucrada a la que no sería conveniente descubrir sus intimidades, me explico?

Escuchaba con suma atención las palabras de Samantha, prosiguió narrando

  • Me contactan en forma privada, me pagan fortunas, no imaginas los que pueden hacer los hombres por una verga como la mía, hombres con muchísimo dinero, muchísimo poder, hombres que tienen familia, esposas, hijos, pueden ser políticos, empresarios, futbolistas, ni imaginas con quien me he acostado, gente que tuvieron de todo en la vida, que están aburridos, que se cogieron a las putas más ricas y que vienen a mí por algo nuevo, por algo distinto

Samantha embebió sus labios con el vino, y me dijo que ese era su book privado, era como su catálogo de presentación, me indicó que pegara una hojeada y le diera mi opinión

Dejé mi copa sobre la mesita ratona y me dediqué a ver sus fotos, mierda, que verga que tenía la maldita, era enorme, y era obvio el motivo por el que la buscaban y pagaban tanto dinero, me quedé como tonto mirando una y otra vez sus fotos, su pija era rara, como un misil, con un glande pequeño en punta, pero con un tronco que se iba haciendo más y más grueso a medida que llegaba a la base

  • Hija de puta… cuento mide? – pregunté aun incrédulo
  • Unos veintiocho, pero lo mejor está en lo gruesa – respondió con un aire de soberbia

Me dijo que necesitaba pasar al baño a orinar, y mientras se iba tiré una moneda al aire, una broma con doble sentido

  • Y a mi también me vas a cobrar?
  • No papi… cómo te voy a cobrar a vos.. – respondió sin detener la marcha y sin siquiera girar la cabeza.

Estaba tan duro que me sentía explotar en esos instantes, no me importaba nada, solo quería clavarme a Samantha

Minutos después Samantha volvió a mi encuentro, pero las cosas estaban cambiando, bajo esa pollera plateada que tan justa le quedaba, se marcaba su terrible verga parada hacia un lado, me tiró la tanga en el rostro y me dijo

  • Esta tanga me estaba matando ja ja! creo que así está mejor…

relato sexo con chica transEn esos instantes, yo aún estaba sentado y su verga al alcance de mi mano, pero no me animaba, ella vino a mi lado y se sentó sobre mis piernas, mi boca quedó a la altura de su cuello a medio camino entre sus boca y sus tetas, me acarició los cabellos y me enterró su lengua en mi boca, buscando la mía con la suya, con mi mano derecha la abracé por la cintura y con izquierda le apreté dulcemente las tetas por encima del vestido, fueron instantes muy ricos, sabía lo que había más abajo, pero no me animaba a más.

Samantha me dijo que no fuera tímido, que era su noche soñada por años y que no la defraudara, que no tuviera miedo, que todo se daría naturalmente entre nosotros, mientras susurraba estas palabras en mi oído, tomó mi mano con la suya, la que tenía en sus tetas y me guió hacia abajo, hasta llegar a su verga que ya se había escapado por debajo de la pollera y estaba dura como una piedra.

Seguíamos besándonos, mantenía mis ojos cerrados, y dejé a mi mano adivinar muchas cosas, era realmente terrible, a pesar de ser hombre y tener manos grandes, no alcanzaba a rodearla por lo gruesa que era, empecé a masturbarla lentamente al tiempo que dajaba caer su vestido para que le lamiera los pechos siliconados, y al mismo tiempo bajaba mi otra mano de la cintura a sus glúteos. Con el correr de los segundos Samantha empezó a ceder a todas mis estimulaciones, le atacaba la pija, las nalgas, los pechos, la boca, y empezó a gemir en forma inconsciente, hasta que detuvo el juego y me dijo

  • Basta… me vas a hacer acabar… quiero que me hagas la cola…

Ella dejó caer al suelo las pocas prendas que tenía, incluso sus zapatos de tacos altos, quedó completamente desnuda, y en la media luz del lugar pude llenarme la vista con sus sexis líneas de bronceado, los contraluces logrados por el sol y su diminuto traje de baño, era perfecta.

Se puso en cuatro, muy provocativa y se dió una nalgada a si misma en forma muy puta, escupió en su mano y se untó el esfínter que lucía bien estirado. Me desnudé con torpeza y confieso que me sentí muy mal, mi pija peluda apenas llegaba a doce centímetros, una porquería que solo le provocaría cosquillas y contrastaba con el monumento todo depilado que ella lucía.

Como fuera fui por todo y se la metí hasta el fondo con suma facilidad, era humillante, porque a pesar de sus gemidos era evidente que había demasiado por llenar y no había herramienta con que hacerlo.

La giré sobre si misma quedando su espalda sobre el sillón, levanté sus piernas y volví a metérsela, en esa posición podía ver su pija en total plenitud, eso era lo que quería, eso era lo que me excitaba, y fuimos dos cuerpos en uno, transpirados, enloquecidos, su sexo era tan terrible que en esa curvatura la punta llegaba a sus pechos.

Ella me pedía una y otra vez que le llenara el culo de leche, y empecé a masturbarla, como yo me masturbaba, siguieron los gemidos, me pidió que no dejara de moverme, que estaba llegando, sentí las contracciones de su esfínter en mi pija y como el semen subía por la suya, la encorvé más y más viendo que llegaba el final, su glande estaba ya cerca de su boca y sin decir palabra compartimos el mismo perverso pensamiento, ella empezó a acabar en largos e interminables chorros de semen, apunté a su boca y ella abrió la misma, su rostro empezó a llenarse con cada disparo y trataba de acaparar todo con su boca, era muy caliente ver como ella bebía su propios jugos, y como me había pedido me vine todo en su interior.

Había sido todo muy rápido, mu explosivo, quedamos rendidos.

Ella fue al baño a lavarse el rostro, luego mi turno de orinar, y al fin nos encontramos nuevamente en el sillón, desnudos, ya más tranquilos, aun sin poder creer lo que estaba haciendo, lo que estaba pasando, tanto me había burlado de Angel Marcote, tanto había odiado su homosexualidad incipiente, y ahora estaba teniendo sexo con Samantha, con ella, con esa criatura perfecta, mi cabeza y mi corazón parecían luchar en ese momento, por qué él era ella, y ella era él.

Un tenso silencio dominó el lugar en ese momento, seguramente ella intuyó lo que sucedía en mis pensamientos y fue por dos nuevas copas de vino. Reparé nuevamente en su verga ya sin erección, le llegaba a media pierna, terrible asesina.

No sabía que esperar en adelante, ella dejó la copa sobre la mesa y se recostó a mi lado, como lo hacía mi esposa, mientras me acariciaba los bellos de mi pecho, luego fue a mi vientre, y luego a mi verga, empezó a tocarla dulcemente y aunque me sentía avergonzado por mi diminuto tamaño la deje hacer, y en minutos estaba con una nueva erección. Samantha se dejó caer poco a poco, cerré mis ojos y me entregué a sus juegos, me la empezó a chupar toda, se la comía toda y note lo buena que era, jamás ninguna mujer me había chupado la verga como ella me la estaba chupando, era perfecto, sabía cómo hacerme desear, sabía cada punto sensible de mi sexo a la perfección, ella era hombre, nada tenía que explicarle.

Subió a mi boca a besarme, en sus labios percibí una mezcla exquisita mezcla de sabores, entre su saliva, su leche que se había tomado, el vino, y el sabor de mi propia verga, se lo hice saber, se río y exhaló adrede su aliento en mi nariz, fue terrible…

Volvió a su trabajo, y producto de toda la excitación note que su pija se volvía a endurecer, y tuve un deseo irrefrenable, incontenible, busque la forma de acercarme, poco a poco, se me hacía agua la boca, su sexo era terrible, lo llevé a mi boca, lo besé dulcemente cuan largo era, luego metí su glande, lo acaricié con mi lengua, llené de besos su interminable tronco y metí sus depilados testículos en mi boca, lo masturbé lentamente con una mano, con las dos. Empecé a excitarme de tal manera que toda mi atención estaba en el trabajo que yo hacía y había dejado en segundo plano la mamada que Samantha me estaba dando.

Nunca había imaginado que chupar una pija podía ser tan rico, y el solo imaginar que en algún momento mi boca se llenaría de semen me llevaba al éxtasis

Samantha había dejado mi sexo de lado y hacía algunos minutos que me chupaba el culo con insistencia, ambos sabíamos las intenciones pero nadie lo decía, hasta que ella en un momento me arrancó de donde estaba, me besó en la boca y en un susurro me imploró

  • Quiero que ese culito virgen sea mio…
  • Estás loca! – repliqué – me vas a matar con eso…

PARTE 3

En ese momento tenía muchísimas ganas de probar, pero también muchísimo temor, si mi mujer se quejaba cuando yo se lo hacía, con la pequeñez que tenía, imaginar todo eso en mi culo, era complicado…

Entonces ella me invitó a pasar a su dormitorio, para estar más cómodos, y ahí fuimos.

Buscó entre sus cosas en la mesa de luz, sacó algunos preservativos, tenía un arsenal de productos íntimos, algunas cremas, lubricantes, y tomó un envase blanco y azul con letras violáceas, me dijo tranquilamente, que lo que yo estaba pasando muchos lo habían pasado – nuevamente noté su fanfarronería alardeando por el tamaño – y me dijo que me relajara, que me aplicaría un relajante muscular, que además tenía un poco de anestesia para facilitar la penetración.

Ella empezó a untarme lentamente, se tomó su tiempo y en esos minutos las ideas se agolpaban en mi cabeza, que era lo que sucedía conmigo? qué era lo que estaba haciendo? sentía una lucha interna, mis convicciones, mis pensamientos, mi crianza tiraba hacia un lado, mis deseos, mis ganas, mi excitación hacia otro.

Ella se limpió los dedos embadurnados en una toalla, y mientras el producto hacía efecto en mi culito, tomó un preservativo y empezó a ponerlo en su pene, me explicó que, si el relajante con anestesia entraba en contacto con su verga, la misma se adormecería y la haría perder sensibilidad, así que por eso necesitaba poner una barrera.

Lo cómico de la situación fue ver como ella luchaba para meter su pija dentro del látex, era imposible, y me trajo una sonrisa cuando de tanto forzar terminó rompiéndolo con sus afiladas uñas. Tomó otro maldiciendo y esta vez sí, cubrió hasta donde llegó, unos cinco o seis centímetros del tronco quedaban por fuera del preservativo, mi Dios…

Hizo que me acomodara en cuatro patas, vino por detrás y en verdad estaba nervioso, a pesar del efecto de anestesia local, sentí sus dedos colarse y empezar a jugar, y lo deseaba, en verdad lo deseaba, Samantha empezó a hacer puntería y a empujar lentamente probando mi reacción, poquito a poquito, ella me traía a su lado y yo me escapaba hacia adelante, era mucho, demasiado, dándome una nalgada me recriminó

  • Dale! no seas maricón queres?

Fue muy cómico ese reclamo, justo el, justo yo…

Como parecía no querer entrar, ella sugirió cambiar de posición, se sentó sobre la cama y me dijo que yo regulara la penetración a mi gusto, a mi placer, que yo me sentara sobre ella y probara cuanto era suficiente. Me pareció una buena idea, así que le di la espalda y empecé a sentarme lentamente, apoyando mis brazos sobre sus muslos, bajando lentamente mientras ella hacía centro en mi culito.

Empecé a relajarme, intentaba relajarme y dejar que me penetrara, pero era demasiado, forcé todo lo que pude y en algún momento pensé que me había entrado toda, pero ella me dejo saber que quedaba mucho camino por recorrer.

Samantha en algún punto se cansó de mis interminables histeriqueos, y asumió que jamás lo lograría por mí mismo, solo me tomó de imprevisto, y con sus manos pegó fuerte en mis antebrazos hacia afuera, haciéndome perder el equilibrio y caí sentado sin remedio

  • Aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!

Exclamé en un grito sordo, en un abrir y cerrar de ojos me había ensartado con casi treinta centímetros de gruesa carne, creí que me moriría de dolor en ese momento, ella me mantuvo a la fuerza sentado, con todo adentro mientras me susurraba al oído

  • Tranquilo, tranquilo… ya está, ya está, está todo adentro papito, solo un tiempo, ya te acostumbrarás…

Y poco a poco me fui acostumbrando, era cierto, como explicarlo, era un dolor terrible, pero un dolor que me daba placer y a más dolor, más placer, era como estar al límite de lo posible, y sin embargo querer más.

Ella empezó a moverse dentro mío, a jugar, y me fui entregando, empecé a disfrutarlo y empecé a gemir como una perra, cambiamos de posiciones, y empezaron los juegos verbales

  • Te gusta? te gusta putito que te rompa el culo?
  • Si!!!! si!!!! mi amor… me estás rompiendo el culo… ahhh!!!
  • Te gusta mi verga? decime que te gusta mi verga!
  • Siiii!!! que pija tenes!!! me encanta!!!

Todo fue terrible en esos minutos, de costado, en cuatro, de parados, yo arriba, después abajo, al fin se cansó de hacérmelo, sacó su pija de mi trasero, también el preservativo, apoyó su pene contra el mío y masturbó uno contra otro, era tan sexual, tan único, nos vinimos casi al mismo tiempo solo que yo en tanta excitación no dejaba de acabar, el semen saltaba de mi verga como nunca lo había hecho, al punto que ella empezó a reírse

  • Parece que te gustó…

Cuando terminamos mi pecho estaba todo sucio del jugo de ambos, empecé a limpiarme y ella un tanto reflexiva me dijo

  • Te la aguantaste bastante bien, mandé a varios hombres al hospital con el culo roto, no te rías…

Miré la hora, eran casi las seis de la mañana, era suficiente, tiempo de volver, pero Samantha me pidió que me quedara a dormir con ella, cuál era el problema, sábado, no teníamos compromisos, mi esposa llegaría el domingo por la noche, y qué sentido tendría irme en ese momento. Me recosté mirando al techo, en verdad no veía nada porque la habitación estaba a oscuras, ella, como lo hacía mi mujer, en una postura muy femenina se acurrucó sobre mi hombro, y acarició mi pecho hasta que la sentí quedarse dormida.

Solo me quedé meditando, Samantha tenía una de sus piernas cruzada sobre la mía, yo estaba acostumbrado a sentir la conchita desnuda de mi mujercita sobre mi piel, ahora sentía una pija terrible que descansaba en paz. Lo hecho, hecho estaba, cerré los ojos hasta quedarme dormido.

El despertar del sábado sería cerca del mediodía, al abrir los ojos vi el techo de la habitación en color rosa y recordé que ese no era mi cuarto, giré mi cabeza, Samantha dormía plácidamente completamente desnuda a mi lado, se la notaba tranquila, relajada y hasta podría decir que su rostro irradiaba felicidad, solo me quedé mirándola, y mientras me perdía en la hermosura de sus curvas toda mi vida se fue agolpando en mi cabeza, esos días en los que odiaba a Angel y todo lo que estuviera en su mundo, la forma en que el destino volvió a juntarnos, como habían cambiado mis valores ahora que él era ella, también recordé a mi esposa, a mi hija, y que no había tenido la mínima decencia en hacerles una llamada, ni siquiera prestar atención a los cuantiosas WhatsApp que habían llegado a mi móvil.

Me levanté con suma sigila, tomé mi celular y me dirigí a la cocina, lejos del alcance de mi amante, antes de marcar pensé las respuestas a todas las posibles preguntas, y solo cuando asumí que tenía todo bajo control me animé a hacerlo.

Traté de sonar lo más natural posible, le expliqué a mi mujer, que había trabajado hasta tarde, que el celular se había quedado sin carga y todas las disculpas del caso, ella confiaba en mí, yo era un buen tipo, así que no hizo demasiados cuestionamientos. Empezó entonces a contarme algunas situaciones de lo que estaba viviendo, el lugar, la gente, lo que harían por la tarde y varias cosas que en verdad escuche sin prestar atención.

De pronto el ambiente se llenó con el exquisito perfume de Samantha, y la sentí llegar a mis espaldas, con sumo silencio, con sumo cuidado, asumo que fue tan peligroso como erótico, mientras hablaba con mi esposa sentí sus pechos desnudos pegarse a mi espalda, empezó a besarme sensualmente el hombro, alternando con inocentes mordiscos, mientras llevó mi mano a su verga, empecé a acariciarlo suavemente y lo sentí crecer entre mis dedos, confieso que me perdí con lo que mi mujer me decía, y antes de cortar, cuando le dije ‘cuidate, besos a la niña, te amo’, en verdad, solo pensaba en terminar esa conversación para dedicarme a mi amante.

Giré dejando el móvil sobre la mesada, ella tenía una sonrisa pecaminosa dibujada en los labios, solo le dije

  • Sos una puta…

La empujé sobre ese frío mármol que daba al ventanal del patio, hice lo que quería hacer, me arrodillé a sus pies y empecé a chupársela, tan grande y gruesa como era, pero esta vez lo hice a lo animal, sin importarme mucho si le podía hacer mal, solo quería atragantarme con tanta carne, ya no me importaba nada, lo masturbé con fuerza, con rapidez, ella solo se fue entregando, su enorme verga pasaba por mucho su ombligo, era perfecta y conforme se la chupaba sentía la dureza de la mía entre mis piernas.

Después de unos minutos intuí que así las cosas no iban muy bien, Samantha estaba sufriendo más que disfrutando, noté que le hacía doler con mis dientes y mis rodillas empezaban a acalambrarse, decidí cambiar de estrategia, empecé a masturbarla con lentitud desde la base y solo acaricié con ritmo la parte inferior de su glande desnudo, con mi lengua, con mis labios.

Ella empezó a caer rendida a mis provocaciones y solo me alentó a que no me detuviera, que así le gustaba, mientras me acariciaba los cabellos.

sexo con cachonda transexualLo sentí venir como lava de volcán, no solo que no me detuve, por el contrario, busqué que esos movimientos sean perfectos, y el semen salió expulsado con fuerza hacia arriba, certeros disparos calientes que fueron a parar a su vientre, a mi rostro, sentí su sabor exquisito, denso, pesado, viscoso, yo solo seguí haciendo mi trabajo y logré siete disparos continuos, uno tras otro, llenando todo de leche a su paso.

Samantha estaba fuera de sí, excitada, terminado de gozar una exquisita eyaculación, me incorporé y la besé dulcemente, con mis labios embebidos en sus jugos, muy porno por cierto.

Aun no salía de si, la giré a la fuerza y le hice apoyar su vientre y sus generosos pechos contra el mármol, su rostro quedó de lado contra el amplio ventanal, busqué con rapidez y se la enterré toda hasta el fondo, empecé a cogerla, a llenarme la vista con sus torneadas y bronceadas nalgas, con su diminuta cintura, sus gemidos llegaron a mis oídos y fue un combo demasiado irresistible, no tardé mucho en venirme, en llenarla con mi leche caliente.

Pasamos el desayuno, y mientras lo hacía estaba más y más confundido, miraba en silencio la perfección de sus facciones, era hermosa, pero también me asaltaba la idea que en el fondo ella era Angel, era hombre, tenía verga, y que verga, y sentía mis demonios y mis ángeles en una lucha eterna, entre lo que estaba bien y lo que estaba mal, en lo que pensaba y en lo que hacía, en mi mente y mi corazón.

Intente despedirme, pero ella nuevamente me convenció de que me quedara, y yo sabía que quería quedarme, después de almorzar terminamos de nuevo en la cama, volvió a romperme el culo, que verga tenía, como olvidarla…

Y por la noche, y al despertar el domingo, y hasta nos quedamos todo ese día en la cama, haciendo lo que imaginen…

A media tarde tomé una ducha, tenía que ir a la estación por mi esposa y por mi pequeña, tenía que dar vuelta la página, aunque ella se había transformado en un imán tan fuerte como peligro, entendió la situación, nos despedimos con un dulce beso en la puerta de su departamento.

Fui por mi familia, fue como cambiar un chip en mi cabeza, otra vez a ser lo que era, no sin comprobar que el culo me dolía a morir, Samantha me había destrozado y yo había abusado. También descubrí que me había perdido de todo lo que había sucedido con mi pequeña, no tenía idea de lo que me contaba emocionada en el viaje de regreso y me sentí una mierda de padre. Me juré cerrar una etapa, me juré que Samantha sería solo un buen recuerdo, me juré ser un buen esposo, me juré ser mejor padre, no podía borrar lo hecho, pero lo hubiera borrado.

Los días pasaron y las cosas parecieron volver a su cauce, llegó una nueva reunión de compañeros a la cual dudé mucho si debía ir o no, pero no podía solo desaparecer.

Para sorpresa, apareció esa noche Samantha, quise que la tierra me tragara, ella no estaba en mis planes y tuve terror a que ella contara lo que había sucedido, no podía humillarme delante de todos, claro, yo lo hubiera negado, pero la situación era una mierda.

Ella me daría una lección esa noche, a pesar de todas las humillaciones a las que la había sometido desde la adolescencia, Samantha, o Angel, mantuvo su boca cerrada, no deslizó nada, solo fue una más, solo fuimos extraños, solo me sentí ignorado.

A despedirnos, aproveché unos instantes de privacidad solo para agradecerle, las cosas habían cambiado tan rápidamente en un abrir y cerrar de ojos, la vida me había cambiado, mis creencias habían cambiado, mis gustos habían cambiado, como asumir ante mis fanfarrones amigos de estudios, que, al fin y al cabo, sentir la enorme pija de Angel Maricote metida en mi culo terminaría siendo la más exquisita e inconfesable experiencia vivida?

Samantha solo sabía de sufrimientos y lejos de ella estaba pretender pagarme con la misma moneda, disimuladamente me invitó pasar por su casa, solo un momento. Y ahí fui, otra vez, en esta oportunidad algo fugaz, mi esposa me esperaba en casa, solo sentir su verga en mi culo una vez más.

Me despedí de ella nuevamente, una vez más, no debía volver, sabía que no debía hacerlo, Samantha debía transformarse en un fantasma en mi vida, pero ya había probado el placer, y no quería dejarlo.

Nos transformamos en amantes, ella seguía con su vida, yo con la mía, pero cada tanto conveníamos encontrarnos a escondidas, me hice a adicto a ella.

Mi historia terminaría de la peor manera posible, el diablo metería la cola…

Una noche como tantas Samantha y yo llegábamos a su casa, y fuimos interceptados por un par de ladrones de ocasión, dos cacos de poca monta, estaban nerviosos, apurados y parecían drogados, intenté tranquilizar la situación y no poner resistencia, pero Samantha no pensó como yo y empezaron los forcejeos, yo solo trataba de apaciguar a todos pero no pude lograrlo, creció la violencia y terminamos con algunas heridas de armas blancas, yo tuve unos cortes en los brazos pero ella se llevó un par de puntazos que derivaron en una internación con cuidados médicos.

No hubiera pasado de ahí, algunos policías para las denuncias correspondientes, un mal momento y listo, pero Samantha era una chica trans, y ese morbo atrajo a los reporteros como abejas a la miel, lo sucedido se hizo viral, y todo fue cuesta abajo.

Con la efusividad de una nota periodística de minutos habían arruinado toda mi vida, a ellos no les importa el daño que hacen, solo que como explicar lo inexplicable, que hacía yo metido en una disputa entre ladrones y travestis? eso fue todo lo que vio mi mujer, eso fue todo lo que entendió, no importaron mis palabras, mis mentiras, mis ruegos, mis perdones, ella adivinó que era lo que sucedía, primero vinieron los reproches, los gritos, las acusaciones, luego llegaron los abogados, y con ellos el divorcio.

Seguí solo mi camino, perdí a mi mujer, después de la separación ella entró en un pozo depresivo, le dolió demasiado que yo la engañara con lo que en el fondo, era otro hombre, mi hija, pequeña para entender, y a su vez grande para no darse cuenta de las cosas, ella sabe que algo pasó, que yo fui el culpable, y asumo mi culpa, solo trato que ella no me deje, que no me odie, que solo me acepte y que pueda perdonarme, tampoco volví a juntarme con los chicos de la secundaria, me fui del grupo de WhatsaApp, los borré de mi vida, se me caería la cara de vergüenza. Por último Samantha, la persona que había cambiado mi presente y mi futuro, el hombre del que tanto me había burlado, del que estaba tan lejos, la mujer de la que me había enamorado, de la que estaba tan cerca, solo supe que si quería empezar nuevamente no podía hacerlo a su lado, solo la dejé partir.

Hoy doy mis pasos en la vida solo, sin compañías, tratando de entender que es lo que realmente quiero tener a mi lado…

FIN

Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘TAN LEJOS, TAN CERCA’ a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo únicamente para este relato erótico…

 

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