Soy una esposa perfecta y mi esposo me consigue los amantes

Como verán al terminar de leer mi historia, soy una esposa perfecta, hoy con treinta y ocho años de edad, jamas le fui infiel a mi esposo, ni le seré, siempre cumplo todos sus pedidos, siempre atenta con el, no tengo secretos y mi matrimonio es perfecto tal cual es. El fue mi primer hombre, hace ya muchos años atrás, donde comienza esta historia, nuestra historia.

Tenía apenas dieciséis, jamás había estado con ningún chico, ni siquiera roces de labios, es que vivía en una familia muy tradicional, patriarcal, papá, mamá, mi hermano mayor,yo y mi hermana menor.

Papá por sobre todo era muy celoso de sus dos hijas mujeres, si por el fuera aun seríamos vírgenes, y a veces odiaba mi hermano por gozar libertades que nosotras nunca tendríamos.

Mi abuelo, el padre de mi padre, Antonio García, había sido presidente en uno de los dos clubes mas importantes de la cuidad, mi padre, era socio vitalicio y teníamos toda una historia relacionada con los deportes, ese club era como nuestro segundo hogar.

Domingos de interminables parrilladas y en época estival casi que vivíamos en el natatorio recreativo. Mi hermano practicaba voley, por su altura privilegiada, y también algo de basquet, mi hermana era un poco adicta al tenis, ella es bastante personal y egocéntrica, triunfa sola y se hunde sola, en cambio a mi me iban los deportes de equipos, por lo cual desde muy pequeña me había decantado por el hockey sobre césped.

En esos días pasaba muchas horas en el club, y era inevitable el roce con muchas personas, entre las cuales apareció Alan.

El me llevaba un par de años de edad, jugaba al fútbol en las divisiones inferiores, creo que nos gustamos desde siempre, tal vez porque el medía mas de un metro noventa, y yo, un metro ochenta, yo me sabía bonita, pero el también era un bombón, con su larga cabellera rubia y sus ojos celestes, con un físico privilegiado, era sin dudas el mas llamativo del equipo y mis compañeras de jockey hablaban todo el día de él, tenía mas perfil de modelo masculino de ropa interior que de futbolista profesional.

Alan jugaba en la defensa, yo no entendía demasiado ese deporte pero junto a él poco a poco fui aprendiendo. Esa tarde por casualidad me quedé viendo una práctica, aunque en verdad estuve ahí por el, muchas veces nos habíamos cruzado las miradas y fue ese día, que me invitó a tomar algo.

Así empezaron nuestros días de pareja, Claudia, mi mejor amiga y compañera de juego, me tenía sana envidia porque como decía, me había llevado el premio mayor, y llegaron los besos y llegó nuestra primera vez.

Y mi primera vez fue un fiasco, todo lo bello, todo lo enorme, todo lo espectacular que Alan tenía a la vista se derrumbaba con la pequeñez de su miembro, tenía una miniatura y si bien le dije que lo había pasado bien, en el fondo había sido una pesadilla.

Cuando se lo conté a mi amiga ella no lo podía creer, me dijo que lo dejara, antes que fuera tarde, pero a mi me daba pena por el, yo me había encariñado, Alan era un chico muy bueno y el se mostraba muy ilusionado con nuestra relación, me trataba con respeto y estaba siempre pendiente de mis caprichos, me apenaba decirle en la cara que su micro pena era para mi un problema.

Seguimos adelante, y como me había advertido Claudia, poco a poco solo complicaron las cosas, entré a su casa, conocí a su familia, a sus padres, a su hermana y Alan a la mía, y fue del agrado de papá, y de mi hermano, con quienes se hizo muy confidente hablando y hablando de fútbol, de deportes, de la historia del club y de mi abuelo, el que había sido presidente.

Y poco a poco las cosas entre nosotros dejaron de fluir, tenía un corazón enorme, pero en la cama estaba todo mal, yo nunca había estado con otro pero si lo que él me daba se llamaba sexo, pues entonces el sexo no me gustaba.

Y no supe como encararlo, es que sabia que para el sería humillar su masculinidad, pero no hicieron falta palabras, mis caras de culo ya no eran disimulables después de cada encuentro y era notorio que trataba de evadirlo, él se dió cuenta, pero tampoco me dijo nada, jamás tocó el tema.
No sabía como salir de ese laberinto, el hombre perfecto con un sexo deprimente.

En esos tiempos, me llamó la atención que mi novio, empezara a hablarme de Joao, uno de sus compañeros del equipo.

Joao era brasileño y hacía un tiempo que su representante lo había traído por mis pagos a probar suerte, lo había visto algunas veces, jugaba arriba, delantero, era rápido como la luz y le pegaba muy bien al arco, era morenito, petisito, me llegaba a la altura de mis tetas, de cabellos crispados, chueco, con las piernas encorbadas de manera que sus rodillas quedaban muy distanciadas entre si, también llamaba la atención por su acento, y por su fealdad, el chico era feo con todas las letras, con una boca prominente por donde parecían escapar sus dientes en forma incontenible.

Así tenía varios apodos, ‘brazuca’, ‘chueco’, ‘petiso’, y cuando buscaban ser crueles solo lo llamaban ‘el niño rata’.

Pero por algo Alan lo traía en forma recurrente a nuestras charlas, el me contaba que en vestuario de caballeros, mientras se duchaban, Joao era tema recurrente de charla, también lo llamaban ‘tres piernas’ por la enorme verga que parecía llegarle a las rodillas.

Yo no decía mucho, solo escuchaba, pero algún tiempo después Alan me contaría que la forma en que se habrían mis ojos y se dilataban mis pupilas me dejaban en evidencia de cuan interesada me mostraba.

Y solo me hablaba de su compañero, de su verga y también me decía que el estaba enamorado de mi, de mis tetas, y de mi culo y que hasta le había confesado ‘que se masturbaba con la imagen de su novia jugando al hockey’.

Noté en mi novio ese juego de indirectas entre su pene y el pene de Joao, que no sabía hacia donde iban, solo que me dejaban bien mojada.

Una mañana de abril, un martes, estaba en una de mis prácticas habituales, fue Claudia, mi amiga quien me advirtió como chimento entre chicas, que en la tribuna, entre casuales curiosos que solían asistir, se encontraba mi novio junto al chico brasileño, pero no le di demasiada relevancia al tema.

Cuando terminamos, estaba toda transpirada, con olor a mujer, ya entienden, quería ir por una ducha pero Alan me salió al cruce, me dijo que tenía un regalo para mi, que era una sorpresa, noté que Joao no estaba ya con él, y no entendí nada, le comenté sobre mi deseos de asearme pero el insistió en que no debíamos esperar.

Fuimos caminando tomados de la mano, el me llevó hacia los viejos vestuarios del club que estaban un tanto apartados del complejo principal, hacía unos cuatro o cinco años que estaban abandonados y clausurados, ya que se habían construido los nuevos y modernos cerca de la piscina de natación, nadie iba a ese sitio ya, y tenía pactada fecha de demolición, apenas de vez en cuando solían juntarse los pequeños a jugar a las escondidas, pero no demasiado mas.

Yo no entendía nada, cuando llegamos, Alan me dijo que entrara tranquila, que él se quedaría en la puerta haciendo de custodia, respondí con una sonrisa nerviosa por la intriga, pero el me animó a entrar, se respiraba humedad y el moho estaba dominando el lugar, un molesto y pausado ‘tic tic tic’ evidenciaba una gotera de agua, sobre el fondo divisé a Joao, el me esperaba sentado, fui a su lado, nadie dijo palabra, se incorporó, sus ojos como de costumbre estaban a la altura de mis tetas, se estiró en puntas de pies, me tomó por la nuca y llevó mi cabeza contra la suya, metió su lengua en mi boca y al mismo tiempo tomando mi mano la condujo bajo su pantalón, donde me esperaba su pija dura como el acero.

Fue todo tan repentino que no me dio tiempo a nada, no salía de mi asombro, el me seguía besando y no cesó la presión hasta que notó que yo no me negaba, por el contrario, empezaba a relajarme, y solo acariciaba incrédula lo que él tenía entre las piernas.

Joao dejó mi boca, levantó mi remera transpirada, soltó mi corpiño y mis ricas tetas fueron todas suyas, era un tanto cómico para mi que el fuera tan petiso, o yo tan alta, como fuera, estaba justo para comerme los pechos y era muy rico, la transpiración de mi conchita empezaba a mezclarse con mis jugos calientes de mujer al tiempo que ya había bajado sus pantalones, mis ojos no daban crédito a la enorme verga que tenía ese chico, no se como su corazón bombeaba tanta sangre para mantenerla erguida.

Se la acariciaba con ambas manos, era tan gruesa que no alcanzaba a rodearla, no pude resistirlo mucho mas, solo lo empujé nuevamente contra el asiento, saqué mi short de gimnasia junto a mi tanga transpirada y mojada para ir sobre el, un tanto en cuclillas, como pude, con mis rodillas sobre el banco, lo abracé y solo me senté haciendo que entrara casi toda, era como si una flecha ardiendo atravesara mi fuego interior, haciendo de los dos uno, no pensaba, no razonaba, solo quería eso que él tenía.

Empecé a moverme, a comérmela toda, que rica verga que tenía, era enorme, era perfecta, los orgasmos empezaron a caer uno tras otro, con un dolor placentero imposible de describir, tomaba su cabeza y enterraba su rostro entre mis pechos, para que comiera mis pezones, el me decía lo rica que estaba y yo solo podía devolverle gemidos contenidos, el me estaba partiendo en dos, llenándome de placer, de una manera que Alan jamás lograría hacerlo.

Sentí acalambrarse mis piernas, solo giré buscando otra posición, le di el culo hacia su lado, y me senté nuevamente, ahora de espaldas, profundo, mas profundo, era demasiado, acariciaba sus bolas y notaba que aun me quedaban varios centímetros por comer pero sentí su glande incrustado en mi útero y me hacía gritar demasiado.

Pero Joao me había aferrado por las caderas y me ceñía contra su cuerpo, más y más profundo, hasta que me la hizo comer por completo, la sentía en el estómago, me acaricié el clítoris con fuerza y grité mi orgasmo con tanta energía que seguramente el mismo Alan me habría escuchado desde la puerta.

No podía más, además no tenía preservativos y debía interrumpir ese juego, fui de rodillas a chupársela, era tan grande que me intimidaba, curvada levemente hacia un lado, con un prepucio corto que se había corrido por la misma erección dejando su glande marcadamente descubierto, sentía mi corazón agitado y mis manos traspiradas, mis olores del deporte se habían mezclado con mis olores sexuales, lucía con olor a hembra, salvaje, caliente.

Se lo besé, se lo acaricié, Joao no tenía nada que ver con Alan, este chico definitivamente estaba para las ligas mayores y yo me vi desbordada por la situación, su glande apenas entraba en mi pequeña boca y yo no sabía como jugar con mis manos, era inexperta y nunca había estado con semejante animal.

Recordé alguna que otra porno que había visto con las chicas, y tuve la idea de solo pasarle mi lengua, lentamente, muy lentamente, como si fuera un helado, desde la base hasta la punta.

esposa perfectaCada vez que pasaba por su glande Joao se estremecía, se contraía de placer y se respiración se agitaba, al saber que estaba haciendo las cosas bien empecé a excitarme, sentía como mis jugos escapaban de mi sexo y chorreaban por mis piernas. De pronto, ante mis lentos movimientos noté que de su agujerito escapaba un líquido totalmente transparente, parecía que empezaba a llorar y solo rodó por su glande.

Lo llevé a mi boca, tenía un sabor exquisito, pero no me di cuenta que era el principio del final, el tomó mi cabeza con fuerzas y se aseguró que no pudiera escapar, los chorros de leche empezaron a pegar en mi garganta, con una caudal inusitado, a punto de ahogarme pero me las arreglé para no dejar escapar ni una gota.

Me quedé mirándolo, satisfecha, acariciando su pija que empezaba a perder erección, me ayudó a incorporarme, me dolían demasiado las rodillas, nos vestimos en silencio y en ese momento ya no pude mantenerle la mirada, estaba avergonzada, en ese momento había recuperado la cordura, no hablamos mucho, el me hizo unos halagos en su mezcla de castellano con portugués y solo me dejó.

Minutos mas tarde Alan, mi novio, vino a mi encuentro, se mostraba feliz por solo imaginar que yo estaba feliz, me abrazó con ternura y me dió un enorme e interminable beso en la boca. Sentí como mis mejillas se enrojecían de vergüenza, es que aun sentía el amargor de los jugos de Joao en mi boca, pero a él pareció no importarle.

Todo siguió con normalidad, pero mi cabeza era una encrucijada de pensamientos encontrados, por la noche, después de la cena, después de la ducha, en la oscuridad de mi cuarto, antes de conciliar el sueño solo me puse a pensar y a pensar, recordando y viviendo todo, y noté mis pezones erizados y mi conchita completamente mojada, otra vez, no quería hacerlo pero mis deseos eran muy fuertes, y solo empecé a tocarme, el rostro, los pechos, mi sexo, mi botoncito y en mi mente solo estaba esa enorme verga que me había dado tanto placer, en las puertas de mi orgasmo me mordí los labios con fuerza para no hacer ningún ruido, mi hermana descansaba en la cama contigua, en la misma habitación.

Recién después de la explosión pude relajarme, me metía los dedos muy profundo en mi conchita y luego me los chupaba, una y otra vez, me encantaba haberlo, me encantaba mi sabor, solo así pude conciliar el sueño.

Al día siguiente, los mismos pensamientos me asaltarían, necesitaba hablarlo con alguien porque iba a explotar, fui a contarle a Claudia, mi consejera, quien no salía de su asombro y parecía no dar crédito a mis palabras, pero era la única con quien podía hablar de esos temas y todo se hizo dificil de digerir.

Esa situación volvería a repetirse días después, y a la semana siguiente, y otra vez mas, y mas pasaba mas difícil era pensar con cordura, Alan era mi novio, yo lo amaba, pero Joao era el que me hacía sentir mujer.

esposa perfectaAlan a veces se contentaba con solo entregarme al pequeño moreno, otras veces, venía mi lado a masturbarse mientras yo le contaba los detalles de lo sucedido, y cada vez que pasaba, mi amiga se enteraba, siempre le contaba como se la chupaba, como me cogía, lo grande que la tenía Joao y lo pasivo que se mostraba Alan, solo no pude contarle lo que sucedió una mañana en especial, mañana que nunca olvidaré.

La rutina parecía ser la de costumbre, nos perdíamos los tres, lejos de la multitud, disimuladamente, el grandote hacía de campana mientras el pequeño me cogía. Pero ese día, Joao tenía otros planes.

El, como todos, acostumbraba a llevar un bolso de mano con ropas para cambiarse y elementos para higienizarse, y en medio de nuestros juegos previos, cuando era evidente que me la metería, fue por sus cosas, y sacó un pote con crema, me hizo poner en cuatro y sin avisarme me enterró un par de dedos embadurnados en el culo, debí haberme resistido, naturalmente, y aunque el miedo me paralizaba también tenía mucha curiosidad por saber que se sentía, el me dijo que me tranquilizara, que me dejara llevar, que las cosas solo fluirían. Cerré los ojos, mordí mis labios y lo sentí venir.

Diablos, que dolor, creí que iba a romperme toda, le supliqué que se detuviera pero el solo empujó poco a poco, era demasiado para mi, Joao me había aferrado por la cintura y me mantenía inmovil, y poco a poco su carne se abrió paso en la mía, era demasiado gruesa, me hacía gritar, no podía evitarlo, y pronto me rendí a el.

Cada tanto me la sacaba y hacía ese ruido a botella cuando se destapa una champagna, y siguió y siguió y esta vez si se vino todo dentro de mi, por atrás.

Fue mi primera experiencia anal, no diré que fue malo, tampoco fantástico. La parte cómica fue que me había quedado con la imagen de mi colita toda abierta, como esas chicas de películas condicionadas que había visto, y si bien en la actualidad no me molesta, en esos días era muy jovencita y tenía muchos prejuicios.

El culito me dolió como unos diez días, y como dije, no podía hablarlo con nadie, fue vergonzoso hacer una consulta médica y tener que narrar parte de lo que había sucedido con Joao, me juré que nunca volvería a hacerlo por atrás.

En verdad, esa promesa duró mientras duró mi dolor, y mis temores, pero la segunda vez sería mejor que la primera, y mejor la tercera, a la cuarta me había encantado y a la quinta fui yo quien le pediría que me la diera por el culo, ya lo tenía adaptado al diámetro de mi amante y en la siguiente, mientras me hacía la cola yo masturbaba mi clítoris para tener un rico orgasmo.

Pasarían dos años, las cosas se fueron enredando poco a poco, y todo se hizo confuso en mi cabeza, seguía enamorada del porte de Alan, pero también de la verga de Joao, hubiera necesitado trasplantar su sexo entre las piernas de mi novio.

Alan me cogía poco y nada, es que a mi no me daba placer, él prefería masturbarse a un lado, pero las cosas así no podían seguir. Claudia mi amiga me llenaba la cabeza, a esa altura me decía que terminara con ellos, que solo estaba jugando con mis sentimientos y que tarde o temprano todo se derrumbaría.

Sobre fines de año estaba decidida a cortar con Alan, aunque el seguía siendo el hombre mas dulce sobre la faz de la tierra.

Me enteré que Joao volvería a Brasil, su préstamo caducaba y no sería renovado, todo parecía estar decidido.

El destino jugó sus cartas, Alan en una práctica se rompió los ligamentos cruzados y tuvo unas semanas del demonio, operado, enyesado, con muletas y su futuro como futbolista pendiendo de un hilo. No tuve corazón para terminar, no pude agregar mas sinsabores a su vida, no en ese momento.

Ese domingo jugábamos la última fecha de hockey, terminaba la liga y llegaban las fiestas, mi novio estuvo con mi familia en la platea del estadio, y cuando todo terminó, el se dirigió con las muletas cruzando la cancha por todo el cesped, llegó a mi lado, se arrodilló, metió la mano en su bolsillo y me ofreció las alianzas proponiéndome matrimonio, todos lo sabían, todos eran cómplices, todos menos yo.

Así es la vida, a principios de diciembre estaba a punto de cortar con el, y en febrero le di el ‘si’ en el altar.

Nunca más supe de Joao, pero recuerdo esa primera vez como si fuera hoy, pero su ausencia no sería problema. Tenía casi veinte años, y Alan se encargó de conseguirme un nuevo amante, un reemplazante que me hiciera olvidar rápidamente de Joao, él siempre tuvo buenos ojos para encontrar tipos que me hicieran sentir mujer, y después otro más, y otro.

Mi esposo nunca terminó de recuperarse del todo de su lesión y su estrella como profesional se apagó antes de encenderse, pero siguió ligado al club, hizo el curso de técnico y le fue bien.

Sacó campeón al club en la liga por primera vez en la historia y mi papá se llena la boca hablando a todo aquel que quiera escucharlo ‘mi padre fue presidente, y mi yerno nos hizo dar la vuelta olímpica’, su nombre se hizo conocido, los contrataron de otros clubes, y solo empezó a rodar la pelota, se hizo internacional, Chile, Colombia, México, volvimos a Argentina, y el mundo sigue girando, nuevos desafíos, nuevos proyectos.

Pasaron muchos años ya, demasiados, Alan dirigió y dirige a muchos chicos, sabe lo que me gusta y siempre anda por los vestuarios, entre veinte y veinticinco, años, y centímetros de verga. Ya perdí la cuenta de cuantos amantes me ha conseguido, pero como dije, soy una esposa perfecta, siempre, pero siempre le fui fiel.

Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘LA ESPOSA PERFECTA’ a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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