Relato erótico, las ventanas indiscretas de un voyeur y cornudo…

Tenía poco más de quince años cuando me inscribí en ese gimnasio del barrio, en mi incipiente adolescencia, quería verme como un adulto y lucir atractivo para las chicas, fue cuando conocí a Dalma, quien me llevaba un par de años de edad.

Ella seguía la carrera de educación física y se ganaba unos pesos como ayudante e instructora en ese lugar, apoyada por su tío, quien era el dueño de dicho gimnasio.

Dalma era sencillamente inigualable, esas chicas tocadas por la varita mágica de la perfección, todo en ella se veía llamativo, a medida, justo en su lugar, con un rostro de ángel, con unos ojos enormes y oscuros, de largas pestañas, de naricita chata como perrita pekinesa, labios marcados y gruesos que le dibujaban una boca muy sexi de grandes dimensiones.

Con una armonía física que te obligaba a verla como tonto, al irse, al venir, de pechos llamativamente grandes, de cintura escueta, de vientre plano y de caderas marcadas y nalgas de ensueño, con unas piernas y unos muslos que invitaban a pecar. Siendo exigente para encontrarle un defecto, podría mencionar que tal vez era un tanto petisa, falta de estatura, lo que sin embargo le daba ese toque especial que tienen las petisas, donde se destacan unas buenas tetas y un buen culo.

En esos días lejanos de gimnasio, ella estaba rodeada de los chicos más lindos y musculosos, los apuestos y varoniles. Yo ni siquiera pensaba en ella, solamente la hacía mía en mi mente, en mis noches solitarias, porque ella era de esas mujeres inalcanzables, alguien que nunca estaría en mi órbita, ella estaría siempre en las grandes ligas.

Dalma era de esas chicas que siempre tendría a todos a sus pies, la que podría elegir a quien quisiese elegir, como una reina en un panal de abejas.

Ciertamente yo siempre fui un chico muy torpe con las manos, el que siempre hacía los papelones, el que no podía encastrar las piezas de un rompecabezas, el atolondrado que rompía todo y esas cualidades no pasaron desapercibidas en el gimnasio, siempre me golpeaba, siempre hacía mal las cosas y siempre era el centro de las anécdotas risueñas, y solo por eso ella siempre era muy buena conmigo, siempre me ayudaba, siempre me enseñaba, siempre estaba para darme una mano.

Dalma me daba charla, y siempre le sacaba una sonrisa con mis disparatadas ocurrencias, porque era cierto, tenía salidas disparatadas y el traje de bufón parecía hecho a mi medida.

Con el correr de tiempo, ella se ponía más y más hermosa, estaba más mujer, más desarrollada y había decorado su cuerpo con sugestivos y audaces tatuajes y sin entender, ella se fijó en mi.
Me sentí el hombre más afortunado del planeta, empezamos a salir como novios y ella se transformaría en mi primera mujer en la cama, aunque ella ya había tenido demasiados chicos de ocasión, era la de tomar la oportunidad y darse los gustos.

Pasaron algunos años más, las cosas habían cambiado, el gimnasio para mí era solo un recuerdo, había terminado mis estudios contables, y gracias a un contacto había empezado a trabajar en la dependencia gubernamental de recaudación de impuestos, Dalma también había dejado ese gimnasio, era profesora de gimnasia, instructora fitness y personal trainer, trabajaba de a pocas horas, pero en muchos sitios, haciendo de todo un poco.

Fuimos a vivir juntos, como pareja bajo el mismo techo, y ella era enorme a mi lado, tan hermosa, tan perfecta, y solo parecía vivir un sueño, tenía en mi cama la mujer que todo hombre deseaba tener y era solo mía

Alguna vez ella me propuso casamiento, de esos a la antigua, civil, iglesia, vestido blanco, fiesta, me opuse. Yo sabía que lo nuestro era un amor destinado al fracaso, tarde o temprano se terminaría, ella disfrutaba de mi compañía, yo la amaba.

Vivía esos días como un jugador que estaba en el casino, en una racha de suerte frente al destino de una ruleta, pero sabiendo que tarde o temprano la banca ganaría y yo solo regresaría a mi casa con los bolsillos vacíos.

Ella siempre me decía que no, pero yo siempre le decía que el día que se terminara toda la efervescencia de nuestro amor, cuando nos invadiera la rutina, ella me abandonaría.

Y ese cansancio de pareja llegaría antes de lo pensado, discutíamos mucho, es que ella era demasiado bonita y provocativa y no me gustaba que cada hombre que se cruzara en nuestro camino fuera una tentación para el abordaje.

Llegaba fin de año y con ello las vacaciones veraniegas, donde medio país elige las sierras de Córdoba y la otra mitad la costa atlántica, y en esos sitios es donde se hacen las grandes facturaciones, donde se mueve todo el dinero y donde naturalmente, se hacen las mayores evasiones fiscales, y donde el fisco mete sus narices y manda sus sabuesos.

Así fue que me propusieron, como a tantos, viajar a la costa desde diciembre a finales de marzo con todo pago, para hacer lo que sabía hacer, inspecciones de rutina por los distintos sitios del lugar.
Lo hablé con Dalma, no quería dejarla sola tres meses, por mis propias inseguridades, asumía que seguro me sería infiel, la convencí de que me acompañara, y dado que ella le encantaba el mar, la arena, el sol y por, sobre todo, mostrarse, no tuvo demasiado reparos es postergar por tres meses todos sus proyectos personales.

Hice algunos arreglos en el empleo, lo consensue con mis superiores del momento, me debían algunos favores y no objetaron demasiado el hecho de que yo pusiera dinero de mi propio bolsillo para solventar la diferencia que mi esposa suponía, aunque estaba muy claro que esto era un viaje de trabajo y no de placer.

A principios de diciembre nos dirigimos a la costa, en una de las playas cercanas a Mar del Plata, y cuando caía el sol llegamos al apartamento que Dalma había elegido, era muy moderno, muy actual, con vidriados completos que iban del piso al techo dando una imagen de caja transparente, en segundo piso, frente al mar, en una inmejorable posición que dejaba ver las olas de un lado a otro. Valía la pena los cuantiosos billetes que había puesto encima de lo que me correspondía por mi empleo

Los mejores días serían justamente esos, los previos a las fiestas y fin de año, aún no llegaba la muchedumbre de enero y febrero que arrasarían todo a su paso, se vivía el aire de un pueblo tranquilo y se podía ver a todos los dueños de negocios preparando la artillería para la inminente temporada.

El empleo fue tranquilo, era más un tema de reuniones logísticas y capacitaciones que me permitían disfrutar la compañía de mi amada esposa. Solo con Dalma estaba ese ronroneo que me indicaba que una tormenta se avecinaba, es que ella era perfecta, y se había comprado unos trajes de baños por demás llamativos y provocativos, y verla casi desnuda deambular por la arena, o meterse al mar como una sirena, no se como describirlo, pero ella llevaba en su cuerpo esa exaltación sexual que incomoda a la mayoría de las mujeres, ella disfruta saberse observada y deseada, Dalma levantaba suspiros de cada hombre y envidia de cada mujer a su paso, su figura se hacía más y más imponente y la mía más y más insignificante.

Y además de todo, ella estaba alejada de todos los problemas del día a día, muy inspirada y solo quería coger y coger como una ninfómana.

Esa noche después de cenar hacía demasiado calor, al ir a la cama intenté encender el acondicionador de aire, pero mi esposa prefirió levantar los blackouts de los ventanales y abrir las mismas, para que entrara el frescor y se escuchara con nitidez el mar golpeteando en la orilla una y otra vez.

Resultó ser muy erótico, una luz violácea ingresaba dejando la habitación en una penumbra muy sensual, podíamos ver con nitidez los ventanales de uno de los cuartos del complejo vecino, separados por no mas de cinco metros, también algunos edificios más distantes, con sus luces brillando como luciérnagas y parte de la iluminación propia de la ciudad.

Hicimos el amor como hacía tiempo no lo hacíamos, con nuestros cuerpos y ese erotismo a flor de piel de imaginar que pudiéramos ser observados desde el exterior, desprovistos de nuestra intimidad. Lo hicimos hasta quedarnos dormidos embriagados de placer.

Lo repetimos al día siguiente, y al próximo y la adrenalina nos devoraba sin cesar.

Una nueva noche, la misma historia, en algún momento estaba recostado mirando al techo, Dalma me cabalgaba con lujuria y yo me llenaba las manos con los movimientos de sus impresionantes ancas y la boca con el filo de sus pezones que pasaban una y otra vez muy cerca de mi rostro mientras sus gemidos se hacían más y más audibles.

En algún punto levanto un poco mi cabeza para llegar con mi boca a la suya, en el camino, en forma casual mis ojos pasan por el amplio ventanal, y entonces diviso con suma nitidez, en el balcón contiguo, un hombre sin ninguna inhibición se deleitaba observando el espectáculo gratuito que le estábamos regalando

Me sentí paralizado ante la situación, una cosa era el morbo de imaginarlo, otra muy diferente era que realmente alguien estuviera al otro lado, detuve con mis manos la cabalgata enloquecida que Dalma estaba realizando un en susurro le dije al oído

Amor, hay un tipo mirando por el balcón que esta al frente!

Cualquier mujer se hubiera metido bajo la cama por la vergüenza de la situación, pero Dalma… para Dalma fue como inyectarle adrenalina en las venas, y solo respondió

Dejalo que mire, o no es lo que imaginábamos?

Ella acentuó sus movimientos y gimió como nunca había gemido, se tornó todo demasiado caliente y no tardé en llenarle la conchita de leche.

Cuando terminamos, sin el menor reparo, ella se levantó de la cama, completamente desnuda y fue a cerrar los ventanales, a pesar de que el extraño permanecía inmóvil al otro lado.

Yo seguía recostado en la cama, y mientras ella se lucia desnuda como una prostituta, pude comprender que no había sido una actuación para mi, ni siquiera para ella, no, su placer había pasado por el tipo que observaba en la penumbra de la noche

Las cosas se enredarían un poco al día siguiente, cuando movidos por la curiosidad, nos enteramos que el complejo contiguo, era una hostería de dos pesos que el gobierno reservaba para los guardavidas que iban de temporada y no tenían sitio donde pasar la noche

Marcelo era uno entre muchos, no era un modelo de película, pero a mi mujer le sedujo ese morbo del guardavidas invencible que sabe a héroe, y no pudo resistir la tentación de buscarlo en la playa y establecer un dialogo inocente con el.

Yo me había quedado a la distancia, bajo la sombra protectora de nuestra sombrilla, la miraba con el estomago retorcido, es que ella era demasiado llamativa en ese traje de baño tan diminuto y que tan bien le quedaba, diablos, cada vez la veía mas grande y cada vez me sentía más y más insignificante en nuestra relación de pareja, ella era demasiado mujer para un solo hombre, y al verla tan complacida en esa charla distendida solo lograba clavarme puñales en un situación que tarde o temprano llegaría, con ese guardavidas o con cualquier otro.

Las noches siguientes hicimos el amor una y otra vez con los ventanales abiertos, con un tipo mirando al frente, como una normalidad, y en rigor de verdad, mi mujer se había potenciado con sentirse observada, estaba desinhibida, esplendorosa y sus orgasmos eran terribles, y lo dejaba pasar, a pesar de que ella estaba más pendiente de nuestro vecino de lo que sucedía en el cuarto.

Durante el día, las cosas también habían cambiado en la playa, ella parecía jugar a dos puntas, y compartía su tiempo conmigo, y con Marcelo, y su esplendor no dejaba de enceguecerme a la distancia.

Era curioso, el guardavidas y yo, jamás interactuamos, solo miradas a lo lejos, pero ambos estábamos con un mismo objetivo en común, Dalma, mi esposa.

Dalma me mantenía al tanto de todo lo que pasaba, de lo que le decía, Marcelo le proponía que una noche subiera a su cuarto, y que el tonto de su esposo fuera quien tuviera que observar. La situación me excitaba en mis pensamientos de la misma manera que me molestaba, asumía que ella era demasiado para un tipo como yo, y también sabía que la estaba perdiendo.

Con la calma de diciembre llegarían los sobresaltos de enero, el momento esperado por el gobierno para engordar sus flacas arcas a costa de impuestos y más impuestos y la debacle comenzaría entre fiestas, antes de cerrar el año. Había un boliche muy conocido, tanto para los lugareños como para los ocasionales visitantes, un lugar de paso obligado y donde había mucha recaudación, mucho dinero. Mi superior me había confirmado que estaríamos de rutia de inspección y sería una larga noche de control.

Dalma no se quedaría sola, era obvio, con una remera negra entallada en la que parecían explotar sus pechos y un short de cuero negro tan ajustado como indiscreto, estaba realmente exultante y llamativa.

Me gustaba mirarla a la distancia, ver lo que otros veían y mi mujer conforme pasaban los años, como un buen vino, se ponía más y más llamativa.

Llegamos temprano al sitio en cuestión y empezarían los tiempos de trabajo pesado, donde tratar de combinarlo con placer no parecía ser una buena idea, mientras que con otros inspectores tuve que ir a ver libros contables, se me hizo imposible evitar que mi esposa se perdiera entre la multitud del lugar, la deje con un dejo de amargura y esa sensación indescriptible de que algo sucedería.
Revisamos papeles, documentación, registros contables y algunas horas mas tarde habíamos quedado liberados.

Fui por mi esposa, buscando acá y allá, y a media distancia la pude ver sentada a un lado de la barra, muy llamativa, muy enfrascada en una charla muy risueña con un caballero que estaba a su lado.
Fue una situación incómoda puesto que él la tenía un tanto abrazada por la cintura, con su mano descansando indiscretamente sobre unos de sus glúteos, como casual, Dalma bebía, reía y apoyaba una y otra vez su mano y antebrazo en el pecho se ese tipo, que como imaginarán no era otro que Marcelo, el guardavidas.

Después de casi un mes de idas y vueltas, de charlas, de secretos, de jugar al observador indiscreto, de rechazar propuestas indecentes, supe que no debía entrometerme en un juego que llegaba al final, solo le mandé un audio a mi mujer, le dije que debía seguir haciendo inspecciones y que no llegaría a casa hasta la salida del sol, solo necesitaba dejar que el mundo siguiera girando y sucedieran las cosas que debían suceder.

Volví al departamento, abrí una cerveza y di una vuelta por la tv, pasando de canal en canal, como un estúpido, sin ver nada, porque mis pensamientos estaban con mi esposa y el guardavidas.
Tomé otra lata y fui a la cama, me recosté con la espalda apoyada en la pared, mirando fijamente a la ventana, en la penumbra de la noche.

No podía conciliar el sueño, esperaba a mi mujer, ya sea en nuestro departamento, o en el que estaba al frente.

Cerca de las cinco de la mañana, en los albores de un nuevo amanecer, la ventana contigua se abrió de par en par, y por si no fuera suficiente se encendieron las luces del cuarto, Marcelo y Dalma se abrazaban y se besaban frenéticamente, adivinando que había un observador agazapado a unos metros.

Poco a poco sus prendas fueron cayendo y jamás me había imaginado que ser un voyeur con mi propia mujer podía ser algo tan excitante.

Me noté duro casi al mismo comienzo, otras manos en su cuerpo, otra boca en su boca, otro sexo en su sexo.

Escondido entre penumbras, como un fisgón principiante, me puse a observar lo que sucedía al otro lado, Marcelo tenía un cuerpo nada llamativo, hasta una pancita incipiente y brazos laxos, y entendí una vez más, que a mi esposa solo le seducía el morbo de que el fuera un guardavidas, cuando ella se desnudó volví a enamorarme de su belleza y no podía ser tan perfecta, sentí una erección profunda y no pude evitar acariciarme, después de unos besos y unas caricias mi mujer fue hacia abajo y empezó a lamerle las bolas muy rico mientras masturbaba la llamativa verga de su amante, mirando de reojo cada tanto hacia donde yo estaba, porque por cierto, ella sabía que yo estaba ahí.

Marcelo tenía una pija mucho mas grande que la mía, larga y gruesa, sabía que eso no era del agrado de mi mujer, no le gustaban tan grandes, muchas veces me lo había dicho, pero en mi cabeza de varón cornudo esa situación era un disparador muy efectivo.

Ella le lamía el glande, podía ver su lengua pasando una y otra vez por esa cabeza rosada y ensalivada, no podía creer lo que veía, y cuando tuvieron suficiente, ella lo montó, como lo hacía conmigo, su enorme trasero ocupaba casi toda la vista sobre la ventana, y la verga de Marcelo la penetraba una y otra vez a su antojo, Dalma hacía los movimientos mas lentos, más rápidos, más profundos, mas leves, sentía todos los gemidos, el repiquetear en la cama, y veía con nitidez el brillo de los jugos de mi esposa impregnando el sexo de su amante, era demasiado, mi esposa actuaba para mi y casi sin querer noté mi propia mano llenarse de semen, admito que fue tan doloroso como excitante.

Era demasiado tarde, o demasiado temprano, las ventanas del departamento contiguo se cerraron y minutos más tarde sentí las llaves de la puerta que me indicaban su regreso, Dalma pasó al baño y luego vino a mi lado, empezamos a charlar, muy pegados, ella me contaba todo con lujos de detalles, y yo hacía lo propio con ella, en su aliento trataba de notar el aroma a verga, esa verga que se había chupado, y sus besos me supieron a pecado.

Notó mi dureza y no pude evitar la tentación de llevar mi mano entre sus piernas, bajo la ropa interior para llegar con mis falanges a esa melaza pegajosa del semen de Marcelo, no pudimos evitarlo e hicimos el amor hasta quedarnos dormidos.

Nos despertamos pasado el medio día, con un excelente día de playa, fuimos como cada día, solo que esta vez lo hice con desconfianza, con vergüenza, es que Marcelo podría mofarse de mi, el pobre cornudo que llevaba con la frente en alto sus guampas, me mantuve a distancia, pero el se portó como un caballero, me ignoró toda la tarde, fui uno más, aunque la puta de mi mujer no dudó en exhibirse paseando de un lado a otro, ella siempre quería ser la reina del lugar.

Por la noche la situación se repetiría, y la siguiente, y la próxima, en la primera quincena de enero me acostumbraría a la situación, los roles habían cambiado, Marcelo ya no era el espectador, era mi turno de hacerlo y masturbarme a escondidas, para Dalma lo que no estaba prohibido estaba permitido y yo jamás tendría voluntad para prohibirle nada.

Me acostumbré, lo asumo, me excité cada noche en sentir en su piel el aroma a otro hombre, a que otro la tocara, a sentir en su boca el morbo de ese beso profundo con sabor a semen, escuchar sus relatos, ver el placer en su mirada, sentirla una maldita y perversa puta, esa adrenalina en la sangre que te consume poco a poco y que no puedes resistir, la peor de las adicciones, infidelidad, sexo, morbosidad, cuernos, placer, consentimiento, tantas palabras para describir la situación.

Lo peor llegaría en la segunda quincena de enero, la cresta de la ola, donde debería olvidarme del gozo para concentrarme al cien por ciento en mi trabajo, interminables auditorias, trasladarme fuera de la ciudad por toda la costa, saltando de un lado a otro, sin descanso, dormir en cualquier sitio y lo que no podía evitar, una casi impúdica soledad de mi mujer con su amante de ocasión.
En esos días, ella me mantuvo informado por Whats App de cada detalle, ‘te extraño mucho, no tengo a quien presumirle’ parecía ser su frase de cabecera, que inevitablemente venía acompañada de exultantes fotos pornográficas, sin dudas se estaba divirtiendo con Marcelo.

Y era curioso, Marcelo y yo no dejábamos de ser dos extraños, jamás hablábamos, jamás nos mirábamos, solo compartíamos a la criatura mas bonita que existiese en el mundo y todo lo que sabía de él era solo por lo que ella me contaba.

Sobre Febrero volvería un poco la tranquilidad, al menos en el plano laboral, pero las cosas habían cambiado en la intimidad, Dalma pasaba más tiempo con su amante que conmigo, cogía más con él que conmigo y el rol de cornudo voyerista parecía ser un traje hecho a mi medida.

El veinte de ese mes, era el cumpleaños de Marcelo, o al menos eso me dijeron, quien sabe cuanto de verdad y cuanto de mentira había en eso, solo parecía ser una excusa para un regalo e ir un poco mas lejos.

Ya por la mañana mi mujer me había adelantado los planes, era increíble, pero el guardavidas le había pedido que fuera yo quien eligiera las mejores prendas para que se viera lo más puta posible para él, show completo.

Había un conjunto de ropa interior que me enloquecía, parecía hecho a su medida, en blanco con bordados rosas y transparencias muy sugerentes, una cola lees muy provocativa y un sostén armado que solo hacía notar mas grandes su grandes pechos, elegí un top blanco, con mangas ajustadas que llegaban a sus codos, muy cortito y unas calzas engomadas, con un brillo satinado en negro que no hacía más que resaltar su perfección.

Si imaginarla fue bueno, verla fue mortal, los pezones se marcaban nítidamente en el top, su cintura endemoniada era un camino al infierno y su trasero, bueno, no hay palabras para describirlo, pero como fuera, me besó me dijo que me divirtiera observando, dejándome con una marcada erección.

Casi en un abrir y cerrar de ojos, mi mujer estaba al otro lado, bebían unas copas de champagne pegados a la ventana y las manos indiscretas de Marcelo recorrían cada centímetro se su cuerpo.
Sabía que hablaban de mí, sabían que estaba escondido, pero a pesar de todo, no tenía la valentía para asomarme y discutir con el por algo que creía mío, no, prefería masturbarme en secreto y excitarme viendo como otro se la cogía.

Hicieron de todo un poco, estuvieron desnudos antes de lo pensado, Marcelo le comió las tetas, también su conchita depilada, ella volvió a devorarle esa enorme verga, con la boca, con su sexo, y llegaría el ansiado momento del regalo especial por su cumpleaños

Dalma se puso en cuatro patas, bien acomodada contra ese ventanal para que yo tuviera el mejor plano, Marcelo tomó un pote de lubricante y empezó a untarle el esfínter, lentamente, con paciencia, pronto coló un dedo, luego dos, y al final tres, en una danza muy erótica. Fue por todo, a montarla con una pierna a cada lado, bajó lentamente y en un primer plano veía sus nalgas, sus bolas y su enorme verga bajando como un taladro amenazante, poco más abajo, la perfección del culo de mi mujer, su ano apetitoso y deseoso y su los labios de su rosada conchita chorreando néctar de placer, con sus uñas esculpidas y pintadas en rojo resaltando mientras sus deditos inquietos acariciaban su clítoris

Pronto llegó a posición y con cierta dificultad Marcelo se la metió por el culo, y empezó a moverse en su interior, ella gemía en cada embate y le decía con voz entrecortada que la tenía muy grande y que la estaba matando, él le replicaba, le preguntaba quien la tenía mas rica, quien le daba mas placer, si la suya o la mía y Dalma solo no dejaba de alabarle la hermosa verga que tenía y lo rico que le rompía el culo.

La actuación era convincente, sabían que yo escuchaba al otro lado y no pude evitar venirme como un adolescente caliente.

Minutos después el guardavidas sacó su miembro y empezó a acabar por todos lados, sobre las nalgas, sobre sus labios, sobre sus piernas y sobre todo, en su esfínter abierto como un cráter, como una puta pornográfica.

Sentí el corazón latir como nunca y un repiquetear sanguíneo en mis sienes, con la respiración agitada y manchado por todos lados con mi propio esperma.

Luego se cerraron los ventanales y me recosté esperando el regreso de mi mujer, cosa que jamás sucedería.

Cuando abrí los ojos me di cuenta que el sueño me había vencido y que mi esposa dormía a mi lado, casi desnuda, solo con esa tanga de infarto enterrada en su culo, no la había sentido llegar.

Tenía la pija dura, la moví un poco para despertarla, pero entre dormida dijo entre balbuceos algo como ‘basta Marcelo, no puedo mas, el cornudo se va a molestar’.

Tragué saliva, su inconsciencia decía lo que su conciencia callaba, y me decidí a avanzar, me tiré sobre ella, la besé casi a la fuerza, le comí las tetas con locura y fui mas abajo, casi arrancándole la ropa interior, la besé por todos lados, por cada recoveco de su intimidad, sonde había una sabor perverso y nauseabundo, mezclas de sus jugos, de lubricantes y del semen de su amante, estaba enceguecido y nada me importaba.

Mi erección se potenció cunado pasé con mi lengua por su esfínter, era un pozo aun abierto por lo que había hecho nuestro vecino y Dalma aun entre dormida me dijo que ‘por ahí no, ya había tenido suficiente y le dolía’.

Puse sus piernas sobre mis hombros y se la di por el culo con fuerzas, sin miramientos, su rostro estaba de lado y su entrecejo fruncido, se mordía los nudillos de uno de sus dedos y sus tetas se bamboleaban como olas en cada embate que le daba, sentí mi pija diminuta en ese agujero, había entrado sin esfuerzo, y jamás se lo había sentido tan dilatado.

Al final se la saqué y le acabé todos mis jugos sobre sus enormes pechos y sobre su rostro, me había quitado el veneno de encima.

Con la llegada de marzo también llegaría el retorno a la ciudad y el fin de la historia con Marcelo, no había sido buena idea intentar mezclar trabajo con placer, porque yo tuve mucho de lo primero y ella mucho de lo segundo. Al menos, había abierto una puerta que ya no podría cerrar pero prefería vivir una dura realidad a una farsa imaginada.

Marcelo fue el primero, y llegó otro y otro, le robaban sexo, y el final era previsible, solo era tiempo para que llegara alguien a robarle el corazón.

Carla es una buena mujer, la crucé una tarde haciendo compras en el mercado, me preguntó por un precio, me detuve a ayudarla y así comenzó todo, no es bonita, no llama la atención, es solo una mujer más, como todas, como tantas, me ama con locura y me dio un hijo, ahora está embarazada, esperamos la niña.

La amo a mi manera, lo mejor que puedo, me engaño día a día en esta relación, porque a pesar de todo, yo jamás podré amar a nadie como amé a Dalma.

Es una historia pasada, mi esposa apenas sabe algo de ella, lo mínimo, lo indispensable.

No volví a verla, no se que fue de su vida, seguramente ni me recuerde, o sea uno entre tantos de su pasado, a mi me marcó para siempre, esa mujer impresionante, que muchos desean, pero pocos pueden decir ‘yo estuve con ella’.

Si te gustó esta historia puedes escribirme con el título VENTANAS INDISCRETAS a dulces.placeres@live.com

 

En vivo ahora

Deja un comentario

esposasymaridos


Continue in browser
To install tap Add to Home Screen
Add to Home Screen
Relato erótico, las ventanas indiscretas de un voyeur y cornudo…
Instala para acceder directamente como desde una App.
Install
See this post in...
Relato erótico, las ventanas indiscretas de un voyeur y cornudo…
Chrome
Add Relato erótico, las ventanas indiscretas de un voyeur y cornudo… to Home Screen
Close

For an optimized experience on mobile, add Relato erótico, las ventanas indiscretas de un voyeur y cornudo… shortcut to your mobile device's home screen

1) Press the share button on your browser's menu bar
2) Press 'Add to Home Screen'.