Relato erótico de tres días en el paraíso y un trío inolvidable

Arturo pasaba ya los cincuenta y cinco, y yo estaba pisando los cincuenta, cerca de cambiar el cuatro por el cinco, iniciando una nueva década de vida.

Nos habíamos conocido de jovencitos por un amigo en común, congeniemos, nos enamoramos, nos casamos.

Compartimos la vida, peleamos muchos problemas juntos y a la par, siempre buscamos la manera de llegar a puerto seguro.

Fuimos padres, una vez, otra vez, y una tercera, niña, varón y niña, crecimos en familia y como familia, y de pequeños inseguros pasaron a ser adultos, ellos también encontraron sus amores, formaron sus propias familias, y uno tras otro fueron abandonando el nido, volando detrás de sus propios sueños.

Y cuando nos dimos cuenta, a la vuelta de la esquina, Arturo y yo nos reencontramos a solas, como en esos días de noviazgo, había llegado el momento de refundar la pareja, de reconocernos, de volver a enamorarnos.

Es cierto, todas las etapas son bonitas, pero ahora era mirar atrás y ya más tranquilos notar que la vida se había pasado demasiado rápido, con problemas escolares, con problemas laborales, con obligaciones, con quehaceres, en un parpadeo, en un suspiro, habían transcurrido casi treinta años.

Arturo hacía seguridad industrial y viajaba bastante, de empresa en empresa, siempre tenía trabajo por delante, aunque nunca nada era algo fijo y seguro, su ocupación era muy nómade.

Por mi parte, estaba en trámites por retirarme, pero había trabajado toda la vida como maquilladora en un canal de televisión local, y por mi cuenta hacía trabajos para novias, quinceañeras y todas esas cosas

Puedo decir que me considero una mujer afortunada, siempre tuve fiaca para apegarme a un gimnasio, o una dieta de comida, comía casi de todo y siempre tuve un ángel guardián que se ocupaba de mantener milagrosamente mi figura, así, a mi edad, si bien no podía competir con veinteañeras, puedo decir que siempre fui una mujer atractiva e interesante, con medidas parejas y proporcionadas.

Además, gracias a mi profesión, siempre supe como pintarme, como maquillarme, como marcar unos ojos, resaltar unas cejas y dibujar unos labios, como lucir femenina, ganar casilleros con la sola presencia, daba igual el rubio largo de mi juventud a mis cabellos cortos y oscuros del presente.

Un día, una de nuestras hijas nos sugirió que nos tomáramos un tiempo para nosotros, como pareja, nos hizo ver que toda nuestra vida habíamos vivido solo para ellos, y que era tiempo de que hiciéramos algo diferente, casi que nos empujó hacía ello, y buscó convencer a Arturo, sabiendo que era el más permeable de los dos, pero Arturo, aún tenía muchas responsabilidades laborales y agenda ocupada.

Pero era cierto, nuestra hija había sembrado la semilla y empezaba a germinar en nuestras noches de cama, es que siempre habíamos sido el uno para el otro, sumamente fieles, mi primer hombre, mi único hombre, y tal vez, necesitáramos vivir cosas nuevas, el mundo había cambiado, los pensamientos habían cambiado, la vida había cambiado

Fue casi de improviso, mi marido vino un miércoles y me dijo algo así como

Vieja, prepará las cosas que el sábado temprano salimos…

Salimos? donde? cuánto? – respondí ante lo sorpresivo de sus palabras

No sé, tengo un hueco, nos vamos el sábado, volvemos el lunes por la tarde

Pero a dónde vamos?

No sé, ni idea, nos subimos al auto, ponemos el motor en marcha y en algún sitio terminaremos

Mi marido era así, un tanto descolgado, un tanto improvisado, no le gustaba atarse a nada, así que entre jueves y viernes preparé un poco de todo, si acaso solo estaba adivinando, le avisamos a nuestros hijos, se pusieron contentos, en especial Abril, nuestra hija mayor quien había sido la de la idea.

El sábado, cuando recién se asomaba el sol por el horizonte nos pusimos en marcha hacia cualquier sitio.

Viajamos un par de horas, mientras él conducía, yo buscaba en el celular información que nos fuera de utilidad, hablábamos de lo que haríamos, o lo que podríamos hacer, era loco, era aventura, era incierto.

Paramos en una estación de servicios a cargar nafta, en un sitio desconocido para nosotros, ante la pregunta de Arturo, el playero le recomendó un corredor costero, sobre la margen norte de un río donde había un montón de cabañas y complejos de alquiler que, al estar fuera de temporada, seguramente podríamos conseguir un buen sitio a precio de regalo.

Y ahí fuimos, como curiosos, viendo sitios muy bonitos, algunos que lamentablemente no estaban al alcance de nuestros bolsillos, otros que realmente no estaba al nivel mínimo que buscábamos, hasta que dimos con ‘Cabañas el Paraíso’, un complejo bastante moderno y llamativo, que de cabañas no tenía nada más que el nombre del lugar, pero si mucho de paraíso

Pasamos a ver como curiosos, la edificación era un enorme círculo perfecto, una corona circular, que se dividía en distintos departamentos, era muy original.

Estaban todas las habitaciones en planta alta, como en un primer piso, ya que la parte inferior estaba el espacio disponible para dejar el coche, sin dudas, muy bien pensado. Al frente, contra la calle principal que bordeaba el río, estaba la administración y comedor principal, fue donde conocimos a doña Rosa, la mujer encargada del complejo. Fuimos a ver las tarifas y ella, antes de largarnos el precio, nos pidió que la acompañáramos a ver el complejo, la vieja zorra sabía que nos haría entrar por los ojos lo que largaríamos por la billetera.

Y si, una enorme piscina circular estaba en el centro del complejo, con agua cristalina, con sillas y sombrillas en derredor, fuimos a uno de los cuartos, estaban pensados para parejas y, de hecho, el lugar solo admitía parejas. Los pisos estaban cubiertos con alfombrados y pieles, las paredes decoradas en rojo daban un toque muy sexual, como así también las luces y la enorme cama, era la cama más grande que había visto en mi vida, también había una pequeña cocina, mesa, sillas, y lo mejor, en el baño un enorme jacuzzi nos esperaba.

Nos mostró también que tanto el frente que daba a la piscina, como el fondo que daba a los pies de unas montañas, estaban vidriados de arriba a abajo, protegidos por unos amplios cortinados en tono borravino.

Había mordido el anzuelo, le dije a Arturo que negociara, pero no pensaba moverme de ese lugar, había encontrado el sitio perfecto.

Después de los arreglos pertinentes donde nos dijeron horarios, protocolos, y nos interiorizaron cómo funcionaba todo, Arturo estacionó el coche en nuestro lugar asignado y acomodamos las cosas en el departamento.

Y empezamos a hablar, a imaginar, muchas horas solo para nosotros dos, nos juramos tener la libertad para hacer muchas locuras, para dejar fluir nuestra imaginación, estábamos casi solos, en un sitio caído del mapa.

Fuimos a almorzar, en el mismo comedor principal, pedimos unas pastas, tallarines, el con salsa roja y yo con salsa blanca, nos atendió una chica jovencita, aparentaba la edad de nuestra hija menor, simpática, y como casi estaba desolado se nos dio por platicar, contamos de donde éramos, ella por su lado algunas cosas del lugar, esas típicas que se preguntan en un sitio desconocido.

La joven era un tanto llamativa, a decir verdad, tenía unos pechos bastante enormes y un escote pronunciado en su remera, yo no podía dejar de mirar puesto que, entre sus tetas, había un llamativo tattoo, y noté que la mirada de mi esposo, aunque tratara de disimular, también iba al mismo sitio, pero claro, el maldito solo le miraba las llamativas tetas, y ciertamente en otra ocasión me hubiera molestado, pero acá todo estaba permitido, aunque sea por tres días.

Clara – ese era su nombre – no pareció intimidarse por nuestras miradas indiscretas, y nos regaló sonrisas en cada momento

Después del almuerzo, fuimos a probar la cama e hicimos el amor, era raro, me sentí distinta, poseída, y mi esposo se sorprendió por lo puta que me había portado, en nuestras cabezas había jugado la imaginación de esa chica que terminaba de servirnos el almuerzo

No te conozco! – me dijo entre risas cómplices –

Naturalmente, luego de almorzar y hacer el amor, hubiéramos dormido una siesta, pero tres días pasarían volando y dado que el sol estaba a pleno y la temperatura amena, dijimos en bajar un rato a la piscina.

El se puso su short naranja que tanto le gustaba y yo mi traje de baño de una pieza, tomamos nuestros lentes de sol, bronceador y demás cosas necesarias para ese momento

Bajamos, me arrimé al borde, toqué el agua, estaba demasiado fría para mi gusto, así que preferí acomodarme bajo el sol en una de las sillas laterales, Arturo, es hombre, así que casi como un niño corrió y se tiró de cabeza, para empezar a nadar de un lado a otro.

Tome mi celular, soy mujer, debía comentarles a mis tres polluelos que estábamos bien, y solo eso, me puse a ver alguna noticia y me desentendí del entorno.

Minutos después, al levantar la vista, otra pareja que no vi llegar estaba al otro lado, en su mundo, un chico bastante musculoso al extremo, emprolijaba la cerca cortando con una tijera de podar los ligustros, parecía ser alguien de mantenimiento, doña Rosa, en la planta alta estaba tratando de convencer a una tercera pareja para que tomaran otro de los departamentos, y algo más, en la piscina, además de mi marido, Clara, la joven del comedor terminaba de meterse bajo el agua.

Me quedé mirando intrigada, ella apenas estuvo un par de minutos, salió, sacudió su corta melena como se sacude un perro y caminó bordeando la piscina hasta sentarse cerca de donde estaba

Hola, – me dijo – puedo tutearte? no te molesta?

Así empezamos a dialogar, ella tenía unas piernas delgadas y unas caderas escuetas, pero el tamaño de sus tetas no dejaba de llamarme la atención, en especial ahora, con la piel mojada, bajo un sostén amarillo que hacía marcar sus pezones, con ese tattoo entre ellas, se dio un diálogo natural entre ambas, me confesó que era solo un recreo entre su horario de la mañana y de la tarde, y que apenas era una licencia que le permitían tomarse en temporadas bajas, cuando casi no había gente

Y hablamos, era una joven muy ‘open mind’, al menos para mi generación.

Llegamos al tema de ese tattoo, si bien pude notar varios más en su cuerpo, le pregunté si no era doloroso, si es que aún no dolía, ella tomó mi mano, me dijo que no y la llevo sobre él, entre sus tetas, para que lo percibiera en mi tacto.

La situación me sobrepasó, su piel estaba húmeda, y yo sentía mis dedos hervir entre esos pechos enormes, era demasiado inesperado, sugestivo, era en verdad solo una extraña que acababa de conocer, pero ella me miraba de una manera que ninguna mujer me había mirado jamás.

Mi esposo nos sorprendió en ese momento, me cohibí un poco, pero Clara, solo le dijo que era un buen mozo, un tipo interesante y me dijo a mí, que lo cuidara, que no abundaban hombres llamativos por esos lados, y que, por cierto, ella admiraba el mundo de nuestra edad, sentí que su provocación velada era demasiada en ese momento

Así, así era ella, punzante, coqueteaba con uno y con otro de una forma demasiado excitante, y solo nos dejó, puesto que tenía que seguir con su trabajo vespertino

Por la tarde solo iríamos a caminar un poco, a conocer los alrededores, algunos caminos de montañas, bordeando la margen del rio, descansando bajo hermosas arboledas, hasta que el sol empezó a esconderse por el horizonte. Fue una caminata muy caliente, donde nuestras palabras hicieron encender esas llamas que estaban en reposo, era un momento de reencuentro de pareja, si hasta habíamos perdido la costumbre de caminar tomados de la mano

Al regreso, nos dimos una ducha compartida en el jacuzzi, y si bien la situación daba para intimar nuevamente, preferimos dejarlo para otro momento.

Nos cambiamos, nos pusimos informales pero elegantes para ir por algún restaurante de ocasión, bajamos, fuimos hasta la recepción para conocer a Atilio, el hombre que hacía las veces de encargado en turno noche, si bien el sitio era seguro, siempre es mejor no tener una mujer para las horas de la madrugada.

Le consultamos por algún sitio para salir a cenar, donde se comiera bien y barato, el tipo muy amable nos dio opciones, una pizzería si preferíamos ese tipo de comidas, también un restaurante donde servían las mejores carnes y las mejores pastas, o también, si era de nuestro agrado, un sitio un poco más retirado, a la orilla del río, donde se especializaban en todo tipos de pescados, fritos, hornos, parrilla, lo que gustáramos elegir, también nos dejó saber que era un pueblo chico y que no había muchas más opciones, por último, una heladería donde hacían los mejores helados artesanales y también servían exquisitos cafés.

Le agradecimos, fuimos al coche y como aún era temprano, improvisamos un paseo por el pequeño pueblo con aspiraciones de ciudad.

Entre vueltas y vueltas, terminamos en la pizzería, Arturo pidió una pizza pequeña para el solo, yo, unas empanadas de verdura y queso, y una cerveza para compartir.

El lugar estaba bastante concurrido, era viernes y parecía que todo el pueblo salía a cenar afuera, los mozos que atendían iban de un lado a otro casi sin descanso, y el bullicio hacía el sitio un tanto áspero

A pesar de eso, logramos inventar una intimidad, olvidándonos del resto, y empezamos a recordar momentos de nuestras vidas, cuando nos habíamos conocido, cuando nos casamos, nuestro primer embarazo, el segundo, el tercero, y cada una de esas cosas con las cuales el tiempo nos había modelado como una dócil arcilla para darnos forma en este presente

Y en algún momento de la cena íntima, al levantar la vista por sobre el hombro de mi marido, me detuve en unos jóvenes que habían ingresado minutos atrás, chicos, muy bulliciosos y extrovertidos, muy de la edad de mis hijos, pero entre todos, alguien me saludó muy efusivamente moviendo en alto su mano, si, era ella, Clara, la chica del almuerzo, y de la piscina

Le devolví el saludo apenas levantando mi mano, regalándole una sonrisa, mientras Arturo, no pudo evitar voltear y repetir el gesto.

Y solo volvería a colarse en nuestras palabras, en ilusiones, tenía un jean celeste muy holgado que no decía mucho, pero sin dudas Clara era consciente de sus enormes tetas, y sabía cómo explotarlas, con un top negro que se ceñía por debajo y por el cuello, dejando al medio una prominente abertura por donde se asomaban los laterales de ambos pechos, luciendo ese maldito tatuaje y solo consiguiendo que las fantasías volvieran a rondarnos, es que mi marido no ocultaba sus deseos, y jugábamos a un trío que no sucedería

Poco después, un impensado aguacero suspendería nuestras intenciones de ir hasta la heladería que nos había indicado Atilio, el casero del turno noche, y decidimos a esperar a que parara, como la mayoría de los clientes que se vieron acorralados por el agua que caía impiadosa desde el cielo.

Pasaron los minutos, uno tras otro, ya habíamos ido por el plan B, comer un postre en el mismo sitio para hacer tiempo, pero después de una hora, lejos de parar, la lluvia se transformaba en diluvio.

Decidimos que era suficiente, nos habíamos cansado, íbamos a afrontar las gotas que caían del cielo, en el camino nos cruzamos con ella, su rostro nos decía del hastío, de sentirse prisionera tras una cortina de agua, mi esposo, se ofreció a alcanzarla con el coche hasta su casa y un brillo resaltó en sus ojos.

Corrimos los tres hasta el auto, solo fueron segundos desde la puerta de la pizzería hasta zambullirnos en el interior del auto, pero igual estábamos empapados.

Arturo conducía, yo de acompañante y ella en el asiento trasero, al medio, risueña y desinhibida.

Yo me volteaba sobre mi asiento para verla y conversar, sobre todo un poco, todo normal, la miraba directo a sus ojos miel, y podía notar con mi natural perspicacia de mujer, que cada tanto ella desviaba la mirada, para ir directo al espejo retrovisor, es que se hacía demasiado obvio que Arturo, aprovechaba la situación para observarle las tetas, y ella, aunque yo estuviera, se mostraba excitada con el juego, incluso se marcaban sus pezones bajo la negra tela de algodón mojada por la lluvia

Llegamos a su casa, nos había contado que vivía sola, era de su anciana abuela que había fallecido tiempo atrás y quien la había criado como si fuera su madre, aún llovía, como menos intensidad, pero aun llovía, paramos bajo una galería que nos daba protección, entonces nos invitó a pasar un rato hasta que el tiempo mejorara un poco, estábamos mojados, y mi esposo, en forma unilateral aceptó la propuesta, por un café

Y acá me hice la pregunta, que diablos hacíamos nosotros dos, personas de cinco décadas, perdiendo el tiempo con una jovencita que podía ser nuestra hija, si nosotros teníamos una pareja sólida, estructurada, diferente, y la respuesta es que no tenía respuesta, no sé, tal vez ese nuevo noviazgo, tal vez dar rienda suelta a tantas fantasías postergadas, tal vez solo tomar la oportunidad…

 

Clara se descalzó dejando de lado sus zapatillas mojadas, nos dio un par de toallas y solo fue a preparar un par de cafés, puso el agua al fuego, y mientras lo hacía solo monologaba a la distancia, sobre que no tenía novio, que no le gustaban los chicos de sus edad, que le parecían tontos, inmaduros, que en cambio, las parejas que visitaban el complejo solían ser interesantes, personas aplomadas, con experiencia, y que siendo franca, sus pocas parejas siempre habían tenido arriba de cuarenta años.

Todo sabía a provocación de sus labios, no podía confesarlo, pero me ardía la concha en ese momento y Arturo no podía dejar de mirarla con deseo

Volvió a nuestro lado con las bebidas humeantes, probamos unos tragos, tratamos de hablar de otros temas, pero ella una y otra vez volvió a ese lado sexual y provocador, sabiendo usar cada palabra y sacando pecho en forma demasiado caliente, hasta que se cansó de rodeos, me miró directo a los ojos y me dijo

Sandra, quiero chuparle la pija a tu marido

Se hizo un silencio, no esperaba esa jugada, por cierto, Arturo tampoco, entonces aceleró a fondo y dijo

No solo eso, quiero que vos me mires como se lo hago, eso me calentaría mucho

Y si antes quedamos mudos, ahora, además, paralizados

Clara dejó el pocillo a un lado, se fue al piso, de rodillas y se dirigió donde él estaba, mi esposo se acarició la barbilla con justificados temores, su mujer de toda la vida estaba presente y por primera vez, un tercero se metería al medio, separando como una daga filosa años y años de una unión perfecta.

Pero mientras él dudaba y yo solo miraba incrédula a corta distancia, Clara ya se había acomodado entre sus piernas y con suma rapidez le soltaba la hebilla del pantalón, habría su cierre y buscaba bajo el slip. Ya estaba, ya tenía su pija entre sus dedos y la acariciaba muy rico, logrando una rápida erección, y un tanto admirada dijo

¡Guau Arturo! que verga hermosa que tenías escondida!

Era cierto, confieso que mi esposo tenía una respetable pija, generosamente grande y era una de las cosas por las cuales me había enamorado de él.

Clara empezó a chupársela muy rico, muy deseable, a corta distancia, sus cachetes se hundían en cada succión controlada, su lengua se deslizaba devorando su glande rosado, su mano derecha lo rodeaba por la base acariciando al mismo tiempo las bolas, todo se hacía muy caliente, yo miraba contagiada, deseosa, me mordía los labios y tenía la boca seca, casi en inconciencia me acariciaba discretamente los pechos por encima de mi ropa.

Cada tanto ella me miraba, sonreía, como diciéndome que estaba ocupando el lugar que naturalmente era mío, y me sabía excitante, caliente, y sentía fuego en mi concha, como si miles de hormigas se estuvieran introduciendo en mi hueco, Arturo jadeaba y le decía que se la estaba chupando rico y sus palabras endulzaban mis oídos.

El disfrutaba, yo disfrutaba, pero ella tenía el control, ella jugaba con ambos al mismo tiempo y llegado el momento me miró como perra y me dijo

Quiero ver tu concha, mostrame como te caliento, quiero ver que te masturbes mientras juego con él

Levanté mi pollera, me saqué la ropa interior, abrí mis piernas lo suficiente para complacerla, llevé mis dedos a mi clítoris y empecé a masajearlo con fuerzas, no sé, me gustaba y entendí que a mi esposo también le gustó

Clara entonces dejó de chupársela, tomó la pija de Arturo y la pasó por debajo del top, entre sus tetas, quedó rodeada y aprisionada, y empezó a fregársela, adelante, atrás, una vez y otra vez, y solo ahora ya me miraba fijamente, tenía toda su atención, y mientras masturbaba a mi esposo veía como yo misma lo hacía con el espectáculo que me regalaba.

Sentía punzar mi conchita, mis pezones, muy rico, morir en deseos, y me sentí venir, ella jugaba a dos puntas con el sexo de mi esposo atrapado entre sus pechos y con su mirada concentrada en mi persona, la vi deslizar una de sus manos por su vientre, por debajo de su amplio jean, para tocarse muy rico, evidentemente ella también se perdía con todo el juego.

El semen de Arturo nos tomaría por sorpresa, empezó a llenarle las tetas y el top de leche, y fue inevitable en ese final de película que yo también tuviera un orgasmo inesperado, enorme, raro, distinto y ella, en un grito contenido fue también por lo suyo.

Después de ese momento se produciría un quiebre, mi esposo y yo estábamos en ebullición, pero Clara, como si fuera algo totalmente natural, se incorporó, se sacó el top dejando sus enormes pechos desnudos, limpiándose su piel embardunada en leche, pasando sus dedos y llevándolos a su boca, para saborearlos como si se tratara de un postre, pero no era en tono de provocar, no, su mente había salido del juego, caminó hacia la ventana para cerciorarse que ya no llovía y nos dijo en forma franca

Chicos, mejor lo dejamos acá, es tarde, mañana tengo un día duro por delante

No entendimos mucho, ella usó un ‘chicos’ como si tuviésemos la misma edad, y notando que nosotros parecíamos no entender, aseveró

Ustedes están de vacaciones, pero yo tengo muchas obligaciones por delante, y mañana, la alarma del celular sonará muy temprano

Volvimos al coche para retornar a casa, viajamos los cortos cinco minutos que separaban su casa del complejo, solo en silencio, es que ambos nos entendíamos sin hablar, y habíamos pasado límites que jamás habíamos imaginado pasar, la fantasía de estar con otra mujer siempre había sido eso, una fantasía, pero esto, esto era diferente, era real, era tangible, tenía rostro, y se llamaba Clara

Fuimos a la cama, hicimos el amor como adolescentes, es que ella nos había dejado calientes y nos había quitado la respiración, me costó conciliar el sueño, un día habíamos tenido más sexo que en el último año, y no había sido un sexo por rutina, por cumplir, era pasión, era calor y aun sentía en los labios la impronta de los labios de mi marido, porque me había besado como hacía tiempo que no me besaba

El sol colándose por la ventana, me acariciaba el rostro en un nuevo despertar, la tormenta había pasado, había refrescado y ese sábado definitivamente no visitaríamos la piscina del complejo

Fuimos por el desayuno, Clara se cruzaría con nosotros nuevamente, y aunque las cosas entre los tres estaban de cabeza, mantuvimos las distancias como una pareja de vacaciones y una empleada del complejo, solo nos permitimos risas cómplices y palabras disimuladas por lo bajo, Arturo se animó a decirle que quería desayunar ‘mermelada sobre sus pechos para lamérselos todos’, lo que provocó un pellizco cómplice de mi parte.

Pero lo cierto es que nosotros no habíamos ido a ese sitio a buscar una jovencita para enredarnos en una aventura, sino a reencontrarnos como pareja, así que solo salimos a pasear en el coche, dimos algunas vueltas por el pequeño casco céntrico, vimos vidrieras, caminamos, conocimos la antigua parroquia que se levantaba frente a la plaza central y un museo pequeño que resumía la historia del pueblo.

Fuimos a almorzar a la orilla del río, al otro sitio recomendado, el de los pescados, y fue muy lindo, la música amena se mezclaba con el sonido del agua que corría con velocidad muy cerca nuestro, recordamos historias, momentos, es que ahora ya estábamos más lentos, con más tiempo, bebimos, reímos, comimos un postre y partimos nuevamente, habíamos preguntado en ese lugar y nos habían recomendado otro lugar, un paraje donde alquilaban caballos.

Por la tarde, nos encontraríamos en un sitio quedado en el tiempo, donde, además, había quesos, salames y dulces artesanales, hechos en casa, así que, estando fuera de temporada, fuimos los únicos en andar por ahí.

Se pasaron las horas entre cabalgatas entre cerros, meriendas, caminatas y demás cosas que improvisamos en el lugar

Cuando caía el sol, emprendimos el retorno, trayendo con nosotros un poco de todo, esos quesos, salamines y dulces para llevarle a nuestros hijos al regreso.

Preferimos cenar en el complejo, Jorge era el chico que cubría el comedor del turno noche, no había muchas opciones, pero tampoco estábamos en modo pretensiosos, solo algo para pasar el momento con una rica botella de vino tinto.

Arturo aprovecho para hablar un poco con el joven que nos atendía, sobre el lugar, las personas, él era muy de entrar en confianza con rapidez, pero solo sería una cena más.

Dijimos de ir a tomar un helado, donde Atilio, el encargado, nos había recomendado la noche anterior

Nos vestimos normal, como todos, y en diez minutos pedíamos una copa helada para compartir en ‘Pingüino’, un sitio que sin tratar de sonar pedante no pasaría de un sitio medio pelo en mi ciudad, pero acá, lo consideraban de excelencia.

Era aún temprano para retornar, estábamos cansados por la larga jornada, pero también estábamos de vacaciones, la noche estaba perfecta, no había viento, el cielo estrellado y la temperatura justa, no hacía frío, no hacía calor, así solo decidimos caminar bordeando la margen del río, por la acera que lindaba con los reducidos locales del lugar.

Fuimos por acá, por allá, nos cruzamos con un sitio para tomar unos tragos, la música estaba fuerte, Arturo me invitó a una copa, y aunque seguramente pareceríamos un tanto fuera de edad en ese lugar, habíamos decidido darnos todos los gustos.

No estaríamos mucho tiempo, solo una copa, así que nos acercamos a la barra, pedimos y bueno, volvimos a hablar los mismos temas de siempre, que los hijos, que el trabajo, que los problemas, y todo iba en ese orden hasta que mi esposo, me indicó que, a un lado, en un sitio un tanto privado, Clara estaba con algunas chicas de su edad, casualidad? destino? quizás, en un pueblo tan pequeño no había muchos sitios donde ir y solo supo habitual, todo el mundo se conocía con todo el mundo, y todo el mundo se encontraba en los mismos sitios

Nos miramos, nos saludamos con gestos, miradas, y nos mantuvimos distantes, pero alertas, por alguna razón nos fuimos de la conversación que habíamos entablado y sin proponerlo estábamos hablando ahora de lo que habíamos vivido con esa chiquilla, y naturalmente el erotismo empezó a aflorar en nuestra piel.

Clara tiraría más leños al fuego, obviamente solo porque nosotros estábamos presentes se acercó a la chica que tenía a su derecha y empezó a besarla en la boca, muy caliente, muy apasionado, como si solo estuvieran ellas dos en ese sitio.

A esa chica parecía no importare el motivo por el cual se estaban besando, pero Clara solo alternaba esos besos con miradas directas hacia nosotros.

Desconozco como habría terminado esa noche de domingo de seguir adelante, porque Arturo ya se había envalentonado y quería ir a la mesa donde ellas estaban, pero lo tomé por el brazo, y en verdad, era nuestro tiempo de pareja, un tiempo que nos debíamos desde muchos años, y no todo sería revolcarnos con una putita que se había cruzado en el camino.

Así volvimos a nuestro lugar, dejamos el coche en el estacionamiento y subimos a nuestro departamento. Abrimos los cortinados, sin encender las luces, en la penumbra del lugar adivinábamos nuestras formas, invadidos por la luz externa del complejo, apenas el sereno deambulaba aburrido de un sitio a otro, todo era quietud, como una postal congelada en el tiempo, el agua de la piscina se veía tranquila, como un espejo, era muy erótico.

Lentamente dejé caer mis ropas en silencio, me había depilado por completo porque sabía que mi esposo se enloquecía en esa situación, el avanzó para besarme, pero en un juego de seducción lo rechacé.

Caminé hacia el baño, donde estaba el yacusi, lo llené con agua tibia mientras el me seguía el juego dejando sus ropas de lado.

En minutos, nuestros cuerpos desnudos se mimaban piel a piel bajo el agua, sus chorros acariciaban el entorno y la espuma del jabón en la superficie impedía ver por debajo.

Así nos llenamos de besos, le acariciaba su verga enorme, y cada tanto asomaba a la superficie mis pechos, donde mis pezones marcados y filosos despertaban sus bajos instintos.

El me daba besos por el cuello y me decía que yo misma me tocara los pechos, eso le gustaba mucho y en verdad, todo lo que a él le calentaba a mí también me calentaba, amaba provocarlo

Arturo pasó entonces una de sus piernas por debajo de mis glúteos y me empujó hacia la superficie, quedando expuesta ahora mi vagina depilada., tomó la ducha de mano, y la llevó a mi sexo, directo, los finos chorros de agua tibia jugaban en mi clítoris, me gustaba, traté de hundirme, no aguantaba ese roce continuo, pero el aún tenía su pierna bajo de mí y con facilidad lograba mantenerme a flote.

Le supliqué que ya no lo hiciera, pero mis jadeos contenidos me delataban y ya me acariciaba los pechos por mi propio placer, me mordía los labios y mi esposo solo aceleraba a fondo, me mordía con delicadeza el cuello y los hombros, me sentí venir, el maldito no pararía hasta salirse con la suya y en el borde del abismo exhale todo el placer contenido, entonces sí, sacó su pierna riendo y me permitió hundir nuevamente mi sexo aun hinchado

Solo atiné a comprobar su verga, estaba dura, fui sobre él, lo monté, me la metí toda, y metí mis pechos en su boca, me los chupó con pasión, mientras yo apretaba su cabeza contra mi propio cuerpo y sentía toda su hermosa pija entrar y salir, tan grande y perfecta como era.

Tuve muchos pequeños orgasmos más sintiendo su sexo dentro del mío, y solo me detuve cuando lo sentí explotar en mi interior, amaba terminar con la conchita llena de su leche.

Llegaron los minutos de mimos después del sexo, era tarde, salimos, nos secamos y aun con la piel húmeda fuimos a la cama, me puse de lado, sentí que Arturo me abrazó por detrás y solo me quedé dormida

Un nuevo día me despertaría casi en la misma posición en que me había dormido, hacía tiempo no descansaba de tal manera, respiré profundo, giré un poco y mi marido estaba en la misma situación que yo, un poco dormido, un poco despierto, me noté desnuda y recordé que él también estaba desnudo, llevé mi mano a su sexo y como cada mañana estaba duro como piedra, solo empecé a acariciarlo muy rico, no me conocía a mí misma, tenía un apetito sexual insaciable, vivía con mi conchita hirviendo y solo lo seguí provocando

El reaccionó, pasándome sus brazos por debajo de los míos empezó a acariciar mis pechos y me susurró al oído lo puta que me estaba portando, nos besamos, me giró, me levantó las piernas y me la metió toda

Empezó a cogerme, fuerte, más fuerte, me decía lo bonita que me veía y eso me encantaba, estaba mojada, mis pezones marcados, llevé mi mano a mi clítoris, pero Arturo, abusando de su masculinidad impidió que me tocara, me dijo que no, que me quería dejar bien caliente, maldito perverso, me sentía hervir y solo me mordía los labios hundida en mi impotencia, jugaba a violarme y solo no podía con tanto

Lo sentí venir, pero el salió de repente y vino sobre mi rostro, me dijo que abriera la boca, era hora del desayuno.

Lo hice, su glande desnudo estaba a un par de centímetros de mis labios, estiré la lengua fuera de mi boca solo para acariciar el extremo de su sexo y solo esperé

Su jugo caliente empezó a chorrear y lo sentí sobre mi lengua, sobre mis labios y empecé a tragar poco a poco, estaba espeso, sabroso, solo me encantó

Luego se encorvó sobre mí y me dio un beso profundo, aún tenía parte de el en mi boca y no podía ser un final más perfecto

Poco después, bajamos a desayunar, el sol brillaba en el cielo, parecía ser un día perfecto a no ser por una ventisca persistente y un tanto fresca que cruzaba el complejo proveniente desde el río, chocando con las montañas que estaban al otro lado.

Saludamos a la señora Rosa, cruzamos unas palabras, y entre algunas cosas, nos indicó como buena lugareña que ese viento traería agua, era típico del lugar.

Nos sentamos contra el ventanal que daba a la calle, fue cuando llegó Clara con una tetera con café y otra con leche, la saludamos, pero su rostro estaba cortante, distante y casi se limitó solo a su rol de empleada cliente

Que le pasa a esta? – preguntó mi marido cuando ella se retiró

La respuesta era obvia, soy mujer, estaba despechada, seguramente la noche anterior, en el bar, tenía otras intenciones, seguro un nuevo juego de tres, pero no había tenido lugar en nuestra pareja

Cuando ella volvió minutos más tarde, y como si nada ocurriera, le pregunté que sugerencia nos daba para pasar ese domingo, puesto que sería ‘nuestro último día’ y ya no había muchas opciones

Clara, comprendió que en mis palabras el mensaje, no había tiempo para histeriqueos, el tiempo se agotaba, lo meditó y nos dio un par de opciones como para zafar, pero lo que en verdad importaría del momento, fue que nos dejara un papel donde estaba anotado su celular, mientras nos confesaba que el lunes sería su día libre y que, si nosotros quisiéramos, por la noche tendría disponibilidad para despedirnos.

Decidimos improvisar de escaladores de montañas, en verdad eran solo unos cerros de poca altura, pero nos habían comentado que el pueblo se veía muy bonito desde arriba y ahí fuimos.

La aventura no resultaría del todo bien, a medio camino nos dimos cuenta de que nos habíamos embarcado en un proyecto demasiado ambicioso, en especial para mí, que arrastraba una lesión de por vida de mis días de jugadora amateur de jockey en mi rodilla izquierda, así que solo decidimos parar y conformarnos con lo que habíamos conseguido, nos sentamos a descansar en un paraje, sacamos unas fotos de recuerdo y bajamos más rápido de lo que subimos.

Volvimos al departamento, descartamos la opción de pasear en bicicleta, mi rodilla no lo permitiría, así que fuimos otra vez por un plan B, nos cambiamos, sacamos el coche y fuimos nuevamente a recorrer el pequeño casco céntrico, vimos vidrieras, compré algunas cosas que se me antojaron y terminamos sin querer en las puertas del restaurante que nos habían recomendado el primer día.

El destino nos llevó a almorzar, Arturo pidió unas carnes asadas a la parrilla y yo fui por un plato de arroz y vegetales, se nos agotaba el tiempo. Un flan con dulce por mi parte y una torta helada por la suya oficiaron de postres, y cerca de las tres de la tarde con un café concluíamos con la panza llena y el corazón contento

Le sugerí a mi esposo volver al complejo, a tomar sol y meternos en la piscina, el día estaba hermoso a pesar del viento que había crecido en intensidad, pero yo, entre tantas cosas, me había comprado un nuevo traje de baño bastante audaz para mi edad, quería que él me viera, aunque con honestidad diré que, por algún tonto motivo al comprarlo, había pensado en esa chica y en las fantasías que me despertaba.

Llegamos, Arturo me observaba a la distancia mientras me ponía lo que me había comprado, demasiado cavado, demasiado pequeño, demasiado llamativo, mi marido se había excitado con solo verme, pero yo pensaba en Clara

Bajamos, esta vez sí me zambullí y nadamos juntos, nos hicimos unos mimos con discreción y salimos a tomar un poco de sol y nos sentamos lado a lado.

El viento sobre mi piel mojada provocaba que mis pezones se marcaran como dos llamativos botones, y en forma consciente buscaba la atención de esa chiquilla, pero en esa tarde, donde yo buscaba placer, ella tenía su cabeza metida en su trabajo y casi pasé desapercibida a sus ojos.

La caída del sol por el horizonte marcaba para nosotros el principio del fin, mi esposo había dejado para esa última noche hacer alguna carne asada en la parrilla de la planta baja, algo que era siempre muy rico y que él hacía para mi

Mi turno era el de preparar la guarnición, y mientras pelaba unos vegetales en la cocina, sentía el incipiente crepitar de los leños al fuego junto a esa humareda característica con ese aroma dulzón que entraba por la ventana que daba al sur.

Al mismo tiempo, mi atención estaba sobre el celular que descansaba corta distancia, sobre la mesa principal, y en ese celular recordaba haber agendado por la mañana el número de Clara, y eso me despertaba muchas ganas de llamarla.

Era curioso, pero naturalmente mi esposo debería haber sido el de proponer jugar con esa jovencita, pero a él se le hacía un tanto indiferente, según sus palabras era un tanto insolente, un tanto irrespetuosa y solo veía en ella un par de tetas, pero mi curiosidad por estar una vez en la vida con otra mujer se me hacía terriblemente excitante y me mojaba toda de solo pensarlo.

Sin que él lo supiera, me animé a llamarla, hablamos en privado y le dejé saber en forma indirecta lo intrigante que me resultaba, palabras fueron, palabras vinieron, complicidad femenina y todo fue como había imaginado.

Hora después, teníamos la última cena romántica antes del regreso, a media luz, un rico vino, carnes asadas, una mezcla de verduras y la intimidad de una pareja adulta que habían compartido demasiados años de su vida.

Terminada la cena, Arturo se había puesto romántico, pero yo tenía otros planes, le dije de un último paseo, el tiempo había cambiado nuevamente y ya no había amenaza de lluvias, era momento de compartir un último helado en ‘Pingüino’, el accedió y me cambié para él, bastante coqueta y un tanto provocativa.

Se sorprendió cuando tomé las llaves del coche y le dije que yo conduciría, era parte de mi plan.

El destino era otro, el departamento de Clara, y el no entendía nada, solo detuve el auto en su dirección, le dije que me acompañara, y cuando ella abrió la puerta al otro lado, todo quedó demasiado claro

Clara estaba demasiado llamativa, con sus cabellos recogidos en un gran rodete, mirándonos a través del marco de unos lentes de aumento de gruesos marcos negros, donde sus ojos celestes se hacían intrigantes en un rostro demasiado bonito, más abajo un enorme escote para mostrar sus enormes tetas, y era cierto, no tenía muchas caderas ni un trasero llamativo, pero tampoco le hacía falta.

Arturo meneó la cabeza riendo, por mis locuras, por mi sorpresa, y ella nos invitó a pasar y a sentarnos a una mesa redonda un tanto antigua que era centro del pequeño ambiente principal

Entonces fue al refrigerador y trajo un pote de helado, sirvió tres copas abundantes, dejó una donde estaba mi esposo, otra para mí y luego se sentó con la suya a mi derecha, a mi lado dejándome al medio

Todo iba según lo habíamos planeado, le helado se derretía en mi boca y nuestras miradas decían demasiado, ella lo degustaba en una forma un tanto provocativa, jugando con la cuchara entre sus labios y su lengua, en algún momento me dijo

Mirá! te manchaste, permiso…

Me alcanzó son su mano y me pasó un dedo delicadamente por la comisura de mis labios, pasaron unos segundos, nos miramos a los ojos, le lamí el dedo, me gustó hacerlo, estaba nerviosa, ansiosa, excitada, caliente, todo al mismo tiempo

Dejé pasar unos segundos y le dije

Que tonta, vos también te manchaste…

Pero me acerqué y en lugar de un dedo pasé mis labios cerca de los suyos, y un poquito más y otro poco, para terminar, fundiéndonos en un beso caliente, prolongado y apasionado en el cual mi marido era solo un espectador vip de lo que ocurría. Nos separamos, fuimos por otra cucharada, entonces ella dijo

Ups! que tonta soy! volví a mancharme!!!

Esta vez, había dejado caer crema en sus pechos, y poco a poco se derretía y corría por su piel. Me sentí mojada, respiré con cadencia, dejé lo que estaba haciendo para arrodillarme entre sus piernas, sus enormes senos estaban a centímetros de mi rostro, solo cerré los ojos para pasar mi lengua por donde estaban manchados, y otra vez, y otra más, poco tiempo después estaban ya limpios, poro yo solo se los besaba y se los lamía con devoción, eran tan grandes, tan envidiablemente perfectos, bajé la remera escotada que tenía, no llevaba sostén, y sus pezones puntiagudos lastimaban como daga

Ella respiraba agitada, lo notaba en su pecho, aspirando, exhalando, me llenaba las manos con ella, la boca, la acariciaba y la besaba como a mí me gustaba que me lo hicieran.

Abrí los ojos, para mi sorpresa, mi esposo estaba a su lado, desnudo, y ella le chupaba le hermosa verga, me gustó, y solo seguí en mi juego.

Después, empecé a subir con mis besos por su pecho alto por su cuello, por su rostro, busqué sus labios, pero una rica pija se interponía en nuestros besos, pero no en nuestras miradas.

Tomé una de las copas de helado semi derretido que había quedado sobre la mesa y le metí la verga en él, para después compartirlo entre nosotras, fue muy caliente y muy frío al mismo tiempo, lo mejor de un hombre, lo mejor de una mujer, testículos, glande, labios, lenguas, oídos, miradas, todo fundido en uno, hasta que ella sentenció

Sandra, Arturo, vallamos al dormitorio, quiero ver como cogen

Ella tomó la delantera indicándonos el camino, yo al medio, dejando caer mi vestido en el camino y Arturo cerrando el trío por detrás

Y ya estábamos tirados sobre un amplio colchón, yo acostada con mis piernas abiertas, él por arriba, entre las mías, penetrándome muy rico, haciéndome gemir, todo dentro, una y otra vez, llenándome los ojos con el amor de mi vida y la jovencita que a un lado se terminaba de desnudar y empezaba a masturbase lentamente con lo que veía.

Pero Clara no estaría mucho tiempo como espectadora, ella vino a la cama, y se recostó de lado, invertida a mi posición y noté su rostro demasiado cerca de nuestra intimidad, entonces, mi esposo sacó la pija de mi conchita y se la metió en la boca, se la chupaba muy rico, yo miraba y le acariciaba los cabellos, y volvió a cogerme, y a su boca, una vez, otra vez.

Ella fue cambiando de posición, como con disimulo, de estar a mi lado, pasó una pierna sobre mí y se puso en cuatro, sus intenciones eran obvias, su conchita estaba muy cerca de mi boca, su clítoris inflamado se mostraba empapado por sus jugos y era demasiado sugestivo

Arturo, que hasta el momento solo parecía hacer lo que a nosotras se nos antojaba tomó un rol activo y dijo

Pendeja puta, quiero cogerte…

Entonces vino por todo, se acomodó y se la metió hasta el fondo arrancándole un grito de gata, un maullido de placer, y solo vi como la enorme pija de mi marido se perdía en el interior del sexo de esa chica

Seguramente no tendría otra oportunidad como esa, y no me moriría con el arrepentimiento de no haberlo intentado, fui por todo, pasé lentamente la lengua por su pubis, por sus labios, por su clítoris, seguí por el tronco que entraba y salía y hasta por sus testículos, una vez, otra vez, y otra más

Clara acalló sus gemidos entre mis piernas y empezó a darme sexo oral, y yo respondí en consecuencia, solo me concentré en su clítoris, me prendí a él y llegaron nuestros orgasmos, todo en uno, al mismo tiempo que el semen caliente de Arturo rebalsaba de su interior y llegaba a mi rostro y a mi boca, donde nuevamente, se mezclaba lo mejor de un hombre y de una mujer.

El se retiró exhausto, a su edad le costaba mantener una erección, pero en esos tres días se había portado como un toro, nos dijo que era su turno de observar, pero en verdad nosotras también estábamos en una meseta de post orgasmos, solo nos besamos en la boca, una vez otra vez, ella acariciaba mis pequeños pechos con la enormidad de los suyos e intentaba sin éxito entrecruzar las piernas para refregar su vulva contra la mía, estaba demasiado sensible y solo no hubiera sido placentero

A un lado, mi esposo volvía a ponerse duro como piedra, y otra vez, tomando la iniciativa dijo

Pendeja, quiero dártela por el culo

A lo que ella respondió

Mmmm…. si vos me rompes el culo a mí, yo se lo rompo a tu mujer, que te parece? creo que es justo, no?

Yo no entendí en esa proposición, pero ella fue a un lado a un cajón dónde entre su ropa interior sacó unos lubricantes íntimos y un arnés con una enorme verga blanca, tan grande que hacía ver hasta ridícula a la de mi marido.

Por alguna extraña razón que no puedo explicar, en esos tres días parecía tener el ‘no’ prohibido, y ella misma pareció dar las directivas, mientras se lubricaba la verga de juguete mi esposo hacía lo propio con la suya.

El se sentó, ella fue sobre él, y bastaron un par de intentos para que el pequeño culito de Clara se rindiera ante la imponente verga de Arturo.

Era mi turno, fui sobre ambos, y con mucho esfuerzo traté de meterla, pero era demasiado grande

La experiencia resultaría bien solo para cumplir una fantasía, en verdad estábamos incómodos y parecíamos más acróbatas de circo que amantes de motel, recordé esas tontas películas condicionadas que alguna vez había mirado y solo decidimos cambiar, y esta vez sería yo la que quería cumplir una última fantasía

relato de un trío en tres días

Le dije a ella que se recostara y yo fui a montarla, esta vez sí, en mi conchita golosa el juguete entró con mayor facilidad, tomé con mis manos sus muñecas y llevé sus brazos hacia atrás, como su estuviera sometiéndola, empecé a moverme, miraba sus ojos, era sexual

Arturo vino por detrás, la otra parte de mi fantasía, y como tantas veces me lo había hecho, me la metió toda por el culo.

La tenía a ella por delante, a él por detrás, gritaba, era demasiado, demasiado dolor, demasiado placer, la besaba a ella, lo besaba el, todo era morir, naufragar

Mi esposo salió de donde estaba cuando ya no podía más, vino con su sexo a punto de explotar para interrumpir un beso de mujeres, para impregnar nuestros labios con semen, para que nos diéramos un beso compartido, para entrecruzar nuestras lenguas pegotas y blancuzcas con sabor a hombre, para tocar las puertas del cielo, sin dudas, íbamos a coger toda la noche

Al abrir los ojos, noté por la fuerza de la luz que entraba por la ventana que el sol estaba demasiado alto ya, hice un par de pestañeos para que mis pupilas se acomodaran, traté de ubicarme en tiempo y lugar, mi brazo derecho estaba dormido por la mala posición con ese hormigueo tan molesto, traté de volteármele de lado, pero descubrí que Clara tenía sus piernas entrecruzadas con las mías, y en ese movimiento sentí la opulencia de sus pechos en mi espalda.

Con un par de movimientos más logre que ella también abriera los ojos, al notar mi presencia me regalaría una sonrisa, esas sonrisas que se regalan luego de una noche de fiesta.

Me senté, estaba completamente desnuda y ella también, y lo gracioso es que yo no tenía idea donde estaban cada una de las prendas con las que había llegado a su departamento la noche anterior.

Me estiré, tratando de recuperar la normalidad de mi brazo que parecía anestesiado, y en eso mi esposo llegó al cuarto, él ya estaba vestido, traía una bandeja con un par de tazas de café negro para nosotros, con una sonrisa sentenció

Se despertaron las princesas?

Y al acercarse a nuestro lado, dirigiéndose a mí en un tono ya más adusto continuó

Sandra, amor, se hace tarde, tenemos que pasar por el complejo a retirar las cosas, y nos queda por delante el viaje

Nos despedimos de Clara, con un tono amistoso, sin preguntas, de la misma manera que se había colado entre nosotros ahora ella debía desaparecer, quedamos en un futuro abierto, tal vez el siguiente año, o el otro, quien podía decirlo.

Volvimos, fuimos al departamento y preparamos en un abrir y cerrar de ojos nuestras pertenencias, entregamos las llaves, cruzamos las últimas palabras con doña Rosa, nos dirigimos al coche y Arturo emprendió el lento regreso

Mi vista, se pegó al espejo retrovisor de mi lado, donde tendría las últimas imágenes, incluso el cartel con la leyenda ‘Cabañas el Paraíso’ espejadas de derecha a izquierda.

Antes de tomar la carretera, paramos en una estación de servicios a cargar combustible, sería la última imagen de ese pueblito alejado de todo

Y solo sucedió, solo pasó, nuestra familia, nuestros amigos, conocen parte de la historia, la historia de matrimonio, pero nos guardamos la imagen de Clara solo para nuestra intimidad, para nuestras fantasías de pareja, y aunque pase el tiempo, cada tanto, en mi mente, y en la de Arturo, la chica de rostro angelical y pechos enormes se hace presente, nos da morbo hablar de ella, él se excita con mi lado de mujer a mujer, y solo es bueno

Volveremos a verla, no sé, lo dudo, pero la puerta siempre queda abierta.

FIN

Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘TRES DÍAS EN EL PARAISO’ a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de carácter ilustrativo para este relato erótico…

 

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