La historia sexual de como terminé cogiendome a la esposa de Oswaldo

Hoy les vengo a contar la historia sexual de cuando me comí a la esposa de mi amigo Osvaldo, ¡aquel mismo que nunca supo que su mamá fue mía y ahora años después su mujer sería mi perra!

Osvaldo y yo desarrollamos una gran y fuerte amistad pese a todo, él siempre fue mi escudo y espada, tanto que me consiguió trabajo a su lado en la empresa en la que él trabajaba, los tiempos de la música ya habían pasado y ahora el ya era un hombre responsable, pero yo continuaba en mis desmadres!

En varias ocasiones me invitó a cenar a su casa, en una de estas ocasiones conocí a su esposa Caro, ambos tenían 26 años, yo 27.

Caro es bajita y algo llenita, con buenos pechos y trasero mediano, es blanca de piel, ojos verdes, pelo largo castaño y rizado, y con eso que llaman cuerno de viuda (ojalá lo fuera) en la frente, siempre me ha fascinado ese tipo de pelo porque yo ando un poco escaso, aunque no sea calvo, es muy simpática y aparentemente callada, es intuitiva, se da cuenta de todo, tiene una mirada intensa, profunda y viva, ¡es una delicia!

Empezamos a ser muy amigos, aunque la amistad era buena, era notorio que éramos muy diferentes, el más serio, responsable y respetuosos y yo loco, vale madres y acelerado, eso hizo que Caro se forjara una imagen sobre mí y que poco a poco tuviera más interés en conocerme más.

A Caro le gusta mucho llamar por teléfono y casi todos los días llamaba a la oficina para hablar con su marido, pero alguna que otra vez no se podía poner por no dejar sus ocupaciones de ese momento, y algunas veces le oí decir vaya otra vez esta pesada.

La primera vez que oí eso me dolió mucho que pensara y sintiera eso por una mujer como Caro, empecé a pensar que tenía mucha suerte de estar casado con ella pero que no la merecía.

Si su marido no podía hablar me llamaba a mí, así pasó que algunos días hablamos horas y horas desde la oficina, yo como no tenía que ganarme prestigio como Osvaldo, tenía menos ocupación y además me encantaba hablar con ella.

Teníamos un tono cariñoso, cálido, yo me empezaba a mojar apenas comenzaba la charla con ella, no es que yo percibiera que su relación con su marido se deteriorara, pero notaba también que estaba muy a gusto conmigo, que lo pasaba bien llamándome y hablando de sus cosas, de si estaba mala, de sus temores y alegrías, para mí como pueden suponer esto era un conflicto porque él era mi amigo y sin embargo me gustaba más hablar y estar con ella.

Nunca en nuestras conversaciones yo le dije que me gustaba, pero eso creo que se notaba, le preguntaba de todo, hasta llevaba la cuenta de cuando tenía la menstruación y se lo recordaba si estaba más triste o más simpática.

Mis deseos se iban acentuando, resultó que Osvaldo decidió dejar la empresa y ponerse por su cuenta en una empresa de construcción, no tenía dinero, pero pidió préstamos, compró un piso, contrató gente y comenzó su gran aventura, la aventura de su vida, era lo que le gustaba.

Eso le entusiasmaba más que su mujer, a ella no le hacía mucho caso, por eso me llamaba a mí cuando quería hablar con alguien.

Al principio era la excusa de que como él estaba muy ocupado no quería molestarle con sus tonterías, luego llegó a tener una dependencia absoluta de mis llamadas, de mis consejos, de mi presencia, al menos al teléfono.

Yo no les visitaba mucho últimamente, Caro a pesar de que no le gustaba ese tipo de trabajo se puso a ser secretaria de una empresa para colaborar económicamente.

Fue un día notable para mí cuando su primer día de trabajo me escribió una carta, diciendo que era un día importante para ella, está asustada y nerviosa y quería escribir, con lo mucho que le costaba hacerlo, a una persona muy especial para ella, y ese era yo, deshaciéndome en deseos por ella, pero sin decirle nada.

Inmediatamente la llamé por teléfono dándole las gracias por el detalle y le dije que era majísima y cualquier cosa la iba a conseguir porque valía un montón.

Nos veíamos de tarde en tarde, más bien poco. Pero sucedió algo más que cambió las cosas.

Caro tuvo que operarse de un pie porque se hizo un esguince, dejó de trabajar dos meses, me seguía llamando y ahora con el dolor de su pie, mimosa y con ganas de ánimo.

Yo no podía más, estaba loco por ella, le dije que su marido tenía mucha suerte y que era una pena que estuviera casada y además con mi amigo Osvaldo, Caro estaba emocionada, coqueta, sonreía, aunque me decía que no dijera esas cosas.

C: No digas eso, ¡oye porque no vienes a comer conmigo!

J: Pues no sé, ¡tendría que huir de aquí!

C: Ándale, ¡además Osvaldo está súper ocupado!

J: ¡Deja me las arreglo y voy para allá!

Pedí permiso para salir a un asunto urgente y con los pantalones mojados y una gran erección, además del corazón a mil, fui rápido en mi coche hasta su casa.

Estaba con las muletas, su pelo rizado suelto, se había quitado las gafas, se veían muy bien sus preciosos ojos verdes y amplia sonrisa.

Llevaba un vestido negro que le favorecía mucho, resaltaba su figura, la prominencia de sus senos y perfilaba sus preciosas caderas, ¡se había vestido para la ocasión!

Acababa de salir del baño porque todavía se podía oler en su casa y manos el gel de baño, al verla me acerqué a darle un par de besos, ¡estaba radiante!

Hicimos una comida sencilla entre los dos, le ayudé en algunas cosas y eso permitió que sin darme cuenta nuestros cuerpos se rozaran más de una vez debido a la estrechez de la cocina.

Creo que notaba que yo me acercaba de más y que tenía una significativa erección, no podía más así que puse mis manos delicadamente en sus caderas y la acaricié mientras acercaba mis labios a su nuca.

C: ¡Quítate!

J: ¿En serio?

Dijo que me quitara, pero de un modo muy suave, como pidiendo guerra, indicando que le gustaba, comencé a besarla el cuello y seguía moviendo mis manos por encima de su vestido, ¡suavemente!

C:  No por favor, Osvaldo puede llegar de un momento a otro, es mejor que lo dejemos, bésame, ¡dame un beso pequeño solamente!

Ella seguía luchando contra sus instintos y decía que esto no podía ser, pero yo había decidido que no se podía escapar, ¡que tenía que conseguirla ese día o nunca!

Seguí acariciándola, mientras me daba la vuelta, ahora frente a frente la abracé y dije que tranquila que no pasaba nada, si no quería no habría besos, pero mis manos hacían lo contrario, le tocaba sus nalgas en círculos, ella estaba excitada también, ¡creo que podía sentir mi bulto en su falda!

Me dijo que nos sentáramos en el sofá, la situación era patética porque ella iba con sus muletas, yo no sabía cómo cogerla con aquellos hierros que me estorbaban para mi propósito.

Se sentó y pensó que conversaríamos, pero yo insistí, quería un beso, me tumbé hacia su lado, ella seguía diciendo que no podía ser, ¡pero el forcejeo creo que la estaba calentando!

Logré meter la mano por una abertura que tenía su vestido y llegar a su sujetador, era negro de encaje, introduje mis dedos hasta llegar a su pecho, alcancé su pezón izquierdo, estaba duro y erecto, como un centímetro, ¡seguía forcejeando excitada!

C: ¡Basta! ¡Uhm!

J: Tu boca dice eso, ¡pero tu cuerpo no!

C: ¡Jajá, ya soy muy tímida!

J: ¡Eso me gusta más!

Mi mano seguía acariciando su pecho y mi boca seguía consiguiendo algunos besos robados, me dijo que, de acuerdo, que ella misma se quitaría un momento el sujetador, que no quería que se rompiese.

Entonces pude contemplar un espectáculo único, se quitó la parte de arriba del vestido y el sujetador negro, ¡sus pechos se balanceaban libres ante mí! Con unas aureolas medianas y rosadas y unos pezones inmensos, ¡nunca vi nada tan bello!

Sus pechos eran grandes y mullidos, pero nada fláccidos, mis manos no podían más, se lanzaron a acariciar esas maravillas.

C: ¡Ah, tranquilo, uhm!

J: ¡Que ricos los tienes!

Noté como cerraba los ojos con pasión, ¡cómo respondía a mis caricias y se mordía el labio inferior, aproveché para acercar mi boca a sus labios y nos besamos con pasión!

Nuestras lenguas se mordían y acariciaban, nuestra saliva se mezclaba, mis manos habían tomado posesión de sus pechos y pellizcaban sus pezones que seguían saludando el precioso día.

Acerqué mi boca al pecho más cercano, lo besé con ternura, lamí su pezón en círculos, ¡podía escuchar sus jadeos levemente, como suspiros!

C: No, no puede ser, ¡no sigas!

relato cogiendo a la esposa de mi amigoPero yo no hacía caso, ese tesoro era mío, todavía tenía puesta el vestido, mis manos ahora buscaban algo más, se introdujeron por debajo del elástico y pude palpar mientras mi boca seguía entretenida con su pezón izquierdo, pude palpar digo, sus braguitas de seda negra.

Al girar la mano por el contorno de su muslo pude alcanzar las gomas del liguero que sujetaban las medias negras que llevaba. Seguí acariciando sus muslos con mis dos manos.

Poco a poco, Caro se iba abandonando, gemía a rítmicamente, de modo variado según le venían espasmos y sensaciones voluptuosas diversas.

Mis manos fueron bajando su vestido, quedando al aire su precioso trasero solo oculto por unas bonitas bragas, apenas usadas, compradas para la ocasión.

Mi boca estaba ya en su ombligo, ella seguía con los ojos cerrados, ¡No, no puede ser, no me hagas esto! Pero yo ya no podía parar.

Bajé su vestido hasta sus tobillos, tuve cuidado con su pie derecho, el del esguince, aún tenía las bragas y las medias sujetas por los ligueros, seguí acariciando mientras observaba con detenimiento aquel hermoso paisaje, sus bragas eran pequeñas y se podía observar su vello púbico asomar tímidamente por los bordes.

Con una mano acariciaba su trasero y con la otra su entrepierna, ¡aparté un poco las bragas y le introduce acariciando mi dedo en sus labios vaginales!

Tenía vello no abundante, se ve que lo recortaba de vez en cuando, era de color castaño claro, como su pelo, ¡ella seguía jadeando y ahora noté que cambiada su discurso!

C: No, no puede ser, Jonathan, me estás volviendo loca, loca de pasión, ¡ah!

J: Me tienes loco nena, cuanto moría por esto, estas buenísima, ¡que rico cuerpo tienes nena!

Yo ya no me podía controlar, estaba desnudando a mi amiga, mi amigo podía llegar de un momento a otro y me iba a follar a su mujer, en su casa, ¡en su sofá!

Mi dedo seguía metido en su vagina, se movía a su antojo, buscaba el botón de la felicidad, subía hacia arriba y por fin lo encontré, no era largo pero duro y gordo.

Seguí acariciando en ese punto, estaba muy mojada, ¡mi mano estaba llena de su flujo!

C: ¡Ah!!! ¡Que rico lo haces uhm!

J: ¡Esta muy cachonda!

C: ¡Creo que en el fondo quería esto!

J: ¡Lo se nena, uhm!

Caro no podía más, gemía, gritaba y clamaba de placer, seguí acariciando con dos dedos cada vez más rápido, noté como una eyaculación en mi mano, otra más.

Mi otra mano seguía acariciando sus nalgas e introduciéndose en la raja y acariciando en esa parte, ¡bajé mi boca a su coño y le metí la lengua poco a poco!

Sorbí todo el líquido que había por allí, me encantó su sabor que se mezclaba con mi saliva, mis manos bajaron sus braguitas, a estas alturas ya empapadas y poco a poco acariciando sus piernas fui besándolas y bajándolas hasta los tobillos. ¡Caro ya no decía nada, se dejaba hacer, estaba enloquecida!

Creo que nunca había gozado tanto, estaba en esa placidez semiconsciente que dejan los orgasmos repetidos en las mujeres, mis manos se perdían en caricias por todo su cuerpo, cara, pelo, cuello, pechos, pezones, ombligo, caderas, coño, ¡clítoris, piernas y precioso y riquísimo pie, que pude besar y chupar repetidamente!

Yo me había quitado la camisa, pero ahora me quité los pantalones y calzoncillos, ¡mi pene estaba chorreando de líquido pre seminal!

Estaba completamente erecto, 20 cm de pene rosado y duro como una roca y con testículos peludos, Caro no podía estar más lubricadas tras mis operaciones anteriores y su pasión incontrolable, así que no me resultó difícil ensartarle mi verga hasta las bolas, como en los toros, y arremeter bombeando, mete y saca, una y otra vez, ¡yo pensaba en la muerte para evitar eyacular demasiado pronto!

C: ¡Ah, que rico, Jonathan, que rico!

J: ¡Ah, ¡Caro, uhm!

C: ¡Cógeme, si, así, soy la mujer más feliz, que rico!

J: ¡Dios nena, me tienes a mil!

Como no quería lastimarla me invente e improvise unas posiciones, para continuar dándole de mi verga, ¡finalmente tenía a la sensual esposa de Osvaldo para mí!

J: ¡Que rico, uhm, que rico!

C: ¡Ah! Si, ah, dios, ¡hace tiempo que no sentía esto!

¡Que idiota! Pensé eso de Osvaldo que descuidaba a ese majar, que comenzaba a mover su cadera de forma riquísima, yo estaba súper excitado, tenía que respirar y distraerme para no venirme aun, ¡ya que quería seguir disfrutando de esa mujer!

J: ¡Caro, que rico, uhm, me vas hacer venirme!

C: ¡Si, uhm, que rico, uhm!

J: Dios, muévete nena muévete, ¡pero no te vayas a lastimar!

C: ¡Ah!! Que rico, que rico, ¡te siento bebe!

No puede aguantar más de 10 minutos empujando una y otra vez, y tuve una corrida tan abundante, ya que hacía algunos días que no me masturbaba, que el sofá negro de cuero resplandecía y brillaba con el espeso y límpido material acuoso, ¡mezclado con el líquido que expulsaba Caro!

Lo había conseguido, ¡finalmente me había cogido a esa mujer descuidada por un hombre que su ambición supero su deseo y amor por ella!

Caí en sus senos, exhausto, cansado, feliz y satisfecho, por fin me había follado a la mujer de mi vida, mi mejor amiga, ¡la mujer de mis sueños!

¡Caro abrió levemente los ojos y me miró pensativa! De su pupila derecha resbalaba una lágrima. ¿Pensaba en Osvaldo? ¿Cómo seguirá la relación? ¿Podremos seguir siendo amigos? ¿Llevará bien los cuernos mi amigo Osvaldo?

Le ayude a vestirse, ella continuaba muda, limpie el sofá y le dije que me iba, justo ene so ella me abrazo y llorando me pidió no le contara de eso a nadie, que no fue correcto, ¡que fuimos malos!

Yo la abrace y le dije que no tenía que ponerse así, ¡que no hicimos nada que no queríamos y que Osvaldo jamás se enteraría!

La amistad no fue la misma, los días y meses siguientes ella me evitaba, ya no me hablaba, de hecho, Osvaldo se dio cuenta y discutieron, al verla muy deprimida no me quedo de otra más que alejarme de ellos, ¡pero nunca olvidare el día que me la cogí en su sofá!

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