Relato de una noche loca con un trans, el padre de Sandro…

Nos habíamos conocido en unas vacaciones de invierno, a kilómetros de nuestra ciudad natal, disfrutando de la nieve en los picos nevados. Cosas del destino, porque no había muchas probabilidades de cruzarte con alguien de tu misma ciudad.

Nora estaba con un grupo de amigas, por mi parte, había viajado por una propuesta laboral que no se concretaría y de paso, disfrutaba en los tiempos libres de todo el entorno turístico.
Yo estaba merendando unas tortas regionales en una confitería muy conocida del lugar y ella llegó de repente con sus amigas, fue amor a primera vista, me enamoré de su sonrisa profunda, de sus facciones de mujer, de sus largos cabellos enrulados y de su andar desprejuiciado.

En algún momento ella miró de casualidad donde yo estaba sentado, y solo me mantuvo la mirada, con sus bonitos ojos color miel.

No entraré en los detalles del momento, solo se dieron las cosas y al regresar a nuestra ciudad nos seguimos frecuentando y nuestra relación fue floreciendo con gran velocidad.

Ella tenía veinticinco, yo veintisiete cuando nos encontramos en el altar, ella de blanco, yo de negro, y decidimos ir de luna de miel al mismo sitio en el que nos habíamos conocido, a esos picos nevados de la Cordillera de los Andes.

Descubriría con el correr del tiempo que Norita era una terrible mujer, una gran persona y compañera de vida.

Llegaría Melany, nuestra hermosa beba, rosadita, rozagante, con los ojitos inquietos de la madre, quien ocuparía el segundo dormitorio de la casa y que nos puso en la tarea de no solo ser pareja, también tuvimos que aprender a ser padres.

Todo fue viento en popa, a Nora la habían ascendido en el empleo, lo que significaba más dinero, por mi parte seguía ampliando mi cartera de clientes, por cierto, soy abogado, nuestra niña crecía a pasos agigantados y todo iba viento en popa.

Decidimos que era hora de traer otro bebe al mundo, era un tanto cómico, Melany estaba crecidita y cuando jugaba con sus bebotes de juguete, siempre pedía ‘que le compremos uno de verdad’, ella quería un ‘bebé como el de la tía Marta’, – mi hermana –

Nora dejó sus pastillas anticonceptivas a un lado, y yo me olvidé de comprar preservativos, dejamos de cuidarnos, imaginamos como sería la nueva situación en un corto futuro, tiramos ideas para remodelar el cuarto de Melany, necesitaríamos espacio para una nueva camita para cuando llegara Rocío, si, ya le habíamos elegido nombre antes de procrearla. También evaluamos otra posibilidad, una remodelación más amplia para generar espacio para un nuevo ambiente, un tercer dormitorio por si llegara Sandro, el nombre para nuestro varoncito si eso eligiera el destino y era lo que íntimamente deseaba.

Llegaba un nuevo aniversario de la fecha de nuestro matrimonio, una ocasión especial para celebrar en una cena íntima de pareja, ella calculaba que estaba justo es sus días más fértiles del ciclo, así que habló con su madre y con gusto la abuela se haría cargo de Melany por esa noche, y bueno, a mi hijita le encantaba ir a dormir de la ‘Abu María’.

La dejamos temprano, con su mochila, con sus ropitas y sus bebotes preferidos, me abrazó fuerte con sus débiles bracitos y me largó un ‘chau pa’, le besé la punta de la nariz y le dije que se portara bien con la Abu, que no la hiciera renegar.

Ya en la soledad de pareja nos cambiamos con tiempo, teníamos reserva en un coqueto restaurante al pie de las montañas, muy de moda en mi ciudad.

Nora estaba muy bonita, lucía una prenda liviana símil pullover, en un gris claro con nevados en tono chocolate, de mangas largas y un gran cuello volcado, con unos pantalones tipo babuchas en un marrón satinado, esos holgados en las piernas pero que logran marcar sugerentemente esos culitos bien formaditos, como el que carga mi amor. Apenas se había maquillado, y había acomodado sus cabellos de lado, dejando una de sus orejas y el cuello descubierto, para lucir unos lindos pendientes que le había regalado en alguna ocasión.

Así es ella, una mujer que prefiere pasar por elegante a provocativa, cosa que se me hace muy seductora.

Yo también busque un tono de ropas informales, me había rasurado al ras y me había perfumado con una loción muy masculina que también ella me había regalado alguna vez, y ahí partimos a nuestra velada romántica

Ya en el sitio, había música muy romántica, en bajo tono, y todo estaba a media luz, estábamos sobre un lateral donde los amplios vidriados nos dejaban ver parte de las montañas que se fundían con parte de la ciudad.

Ella pidió un risotto con calamares, por mi parte bondiola de cerdo con puré de patatas, un buen vino y la magia estaba intacta.

Comimos, bebimos, nos seducimos, reímos, brindamos, nos excitamos en complicidad, le decía cuanto la amaba y ella me respondía que la tenía toda mojada y que solo me deseaba dentro.
Daban las dos de la mañana cuando decidimos volver a casa, Nora estaba desinhibida en demasía, había tomado demasiado y estaba al límite de la ebriedad. Yo tenía un mejor control de la situación, aunque ciertamente no debería haber conducido, pero no había otra opción.

Cuando salimos el viento había cambiado, un viento del este que siempre traía lluvia consigo, el cielo estaba grisáceo, con nubes que viajaban a baja altura y se notaban con nitidez unos amenazantes relámpagos en el lejano horizonte, nos besamos, emprendimos el regreso.

Todo iba perfecto, conducía muy despacio, con ella recostada a mi lado, mirándome profundamente como solo mira una mujer enamorada, escuchando los temas con los cuales nos habíamos conocido, no había mucha gente en la calle a esa hora de la madrugada, llegamos a una esquina como tantas y la luz roja del semáforo detuvo nuestro paso, algo llamaría nuestra atención, a un lado, algunos metros, una chica que por su vestir evidentemente era prostituta discutía acaloradamente con tres tipos, fue obvio que la estaban molestando y las cosas no se veían bien para ella, Nora y yo solo observamos hasta que sucedió lo impensado

Ella, notando que estaba en desventaja, optó por salir corriendo del entuerto, y ellos salieron por detrás, fuimos su única salida, y en un acto desesperado se metió en la parte trasera de nuestro coche y entre gritos nerviosos me pidió que arrancara. Fueron esos segundos donde uno actúa por instinto, donde no se puede pensar y solo se toma una decisión, los tipos ya estaban llegando al coche, apreté el acelerador a fondo, cruzamos en rojo y zafamos de la situación.

Miré por el retrovisor, noté rápidamente que la chica que terminaba de subirse al coche en verdad era un chico, estaba muy nerviosa, le temblaban tanto las manos que no podía coordinar para encender un cigarro

Dijo llamarse Morena, y se produjo un diálogo improvisado, era raro, en nuestra noche de amor se había colado un travesti en nuestro asiento trasero. Su casa estaba de paso de la nuestra, ella esquivó los detalles del problema, pero entendí que eran esas discusiones típicas de prostitución a altas horas de la madrugada, travestis, dinero, engaños, homofobia, un poco de todo.

Nora, perdida en su borrachera era la que más hablaba, la que más le preguntaba al punto de sonar entrometida, mi mujer es bastante inocente para estas cosas y en ese punto asumía que ella no se había dado cuenta que ella en verdad era él. Yo solo miraba cada tanto por el espejo retrovisor, Morena tenía unas tetas muy generosas y como buena puta estaban casi desnuda, y, además, había que admitirlo, su rostro se veía demasiado femenino, tan solo en su voz, se notaban matices de su parte masculina.

Cuando llegamos, Morena nos invitó a pasar a su departamento en muestra de agradecimiento, a tomar unas copas dijo, Nora ya le había comentado de nuestra noche de festejo de enamorados, me excusé y le agradecí, pero mi mujer, un tanto perdida solo quería seguir el juego, estaba confundido y fueron las dos que insistieron en contra de mi respuesta, y ahí fuimos.

El departamento en verdad era demasiado pequeño y modesto, estaba desprolijo y había de todo por todos lados al punto de ser caótico para un tipo tan estructurado como soy yo.

Nos ofreció unas copas y nos pidió unos momentos para ponerse cómoda, Nora y yo nos quedamos a solas unos instantes en el escueto comedor, le dije aprovechando el momento

Nora, que estamos haciendo acá? te diste cuenta que esta ‘mujer’ tiene verga, cierto?

Pero ella solamente se rio y me besó profundamente, con sus labios impregnados en amor y en alcohol, era una locura.

relato sexo con transMorena volvió a nuestro lado, se había recogido el cabello, lucía un baby doll azul transparente, donde se marcaban en demasía su cuerpo de mujer, sus pechos eran realmente preciosos, tenía cintura de avispa, un culo llamativo y unas piernas modeladas cubiertas por medias de red en el mismo tono azul, y unas botas largas negras que incluso pasaban por encima de sus rodillas, con altos tacos, era demasiado bonita, pero claro, también se dibujaba una generosa verga depilada que se movía libre.

Tomó una copa y bebió un trago, puso una canción en inglés muy triste, muy lenta, de esas que invitan a llorar, Nora y yo solo mirábamos, ella, copa en mano cerró sus ojos y comenzó a moverse lentamente, con cadencia, en forma sexi y provocativa en una versión de striptease que evidentemente lo tenía muy ensayado, porque todo parecía perfecto.

Nora de pronto se paró y fue a su lado a acompañarla en los movimientos, me sorprendió, mi esposa, me quedé sentado solo como un tonto espectador, había una diferencia considerable de alturas y proporciones, Morena comenzó a acariciarla sensualmente mientras clavaba sus ojos en los míos, Nora le apretó las tetas, la besó en la boca y luego empezó a morderle los pezones en una forma suave y rica, como respuesta, mi mujer recibió las manos indiscretas de la travesti en su culo, y volvieron a besarse apasionadamente, yo seguía confundido en extremo, siempre había asumido que las fantasías de pareja siempre quedarían en eso, en fantasías, pero mi esposa parecía fuera de control, incluso olvidándose de mí.

Y claro, todo este juego trajo consecuencias, por debajo del baby doll la pija de Morena se puso rígida y enorme como barra de acero, y mi esposa solo empezó a sobársela con sus manos.

El siguiente movimiento fue obvio, mi mujer se dejó caer de rodillas, levantó la tela transparente, observó ese miembro unos segundos y empezó a chupárselo muy rico.

Fue raro, yo solo miraba y no hubiera soportado ver que mi esposa le chupara la verga a otro hombre, pero no sé, en este caso no me incomodaba, si, ya se, de todas maneras, estaba chupando otra pija, pero Morena se veía tan mujer, y sabía que, entre mi esposa y yo, ella se hubiera quedado conmigo. La chica trans se dejaba mamar mientras me miraba con regodeo, se sacó el baby doll y su torso quedó desnudo, sus pechos sugerentes sonaban intimidantes, me miraba sonriendo sabiendo que mi mujer estaba prendida a su tronco, me dijo

Veni tonto, no tengas miedo, no muerdo…

Me acerqué al dúo, a su lado, ella intentó besarme en la boca, pero la esquivé, no era lo mío, solo se rio nuevamente comprendiendo la situación, tomó mi mano y la puso en sus pechos artificiales, se sentían ricos y sentí una erección punzante en mis pantalones, volvió a hablarme.

Sos un hombre afortunado, Norita la chupa muy rico, doy fe!

Era todo muy loco, más cuando noté que mi mujer se había prendido a mi pantalón y buscando mi sexo y empezó a chupármela, solo me quedé mirando a la perra de mi esposa, su mano izquierda aferrada a mi verga peluda, curva y blanca, la derecha en otra, perfectamente depilada, prolija, esvelta y con un generoso glande circunciso, ella me la chupaba a mí, y a ella, abstraída del entorno, olvidándose de la situación, desprejuiciada, muy puta…

Yo empecé a lamerle las tetas a la chica trans, por cierto, muy sabrosas, estaban muy bien logradas.

Estábamos en ese bonito juego cuando Morena se dejó caer de rodillas, lado a lado con mi mujer, solo yo quedé de pie, se besaron en un beso muy porno, me dejaban ver adrede sus lenguas retorciéndose entre sí, hasta que Morena se metió de golpe mi verga en su boca, ella empezó a manejar los tiempos, me la chupaba, luego dejaba que Nora lo hiciera, o tal vez volvían a besarse, o solo me la comían ambas al mismo tiempo, una por acá, otra por allá, era demasiado.

Acá es correcto mencionar un punto, mi mujer lo hacía muy bien, por cierto, pero lo de Morena era increíble, tal vez por su lado masculino tuviera muy en claro por donde ir, con unas penetraciones orales completas que te llevaban a la locura, jamás una mujer, ni Nora, ni ninguna me la había chupado tan rico.

No pude resistirlo, la excitación era demasiada, estaba profundo en la boca de Morena y me dejé ir, sentí eyacular con mucha fuerza y se sintió genial, ella seguía chupando y chupando sin dejar derramar una gota. Cuando no hubo más, se retiró un tanto, abrió la boca de mi esposa y desde una posición superior dejó caer parte del semen que tenía en su boca.

luego volvieron a besarse en un enorme beso blanco cargado de erotismo para volver a chuparme la pija entra ambas con sus labios embebidos en semen. Esa chica trans era dueña de mil batallas y sabía muy bien como jugar las cartas

Ya con mi verga flácida me retiré a un lado con una nueva copa de vino, nuevamente en un rol de espectador. Nora tomó la iniciativa llevando a la trans a sentarse a mi lado, en un sillón contiguo, se acomodó sobre ella, le agarró el miembro y solo se lo enterró entre sus piernas, mi mujer empezó a cabalgarla moviendo las caderas en una forma muy sensual, acariciaba sus pechos contra los de ella, a veces se los lamía, a veces dejaba que Morena hiciera lo mismo con los suyos, masturbaba su clítoris, jadeaba, gemía.

Era curioso, tampoco hubiera soportado esa situación con otro hombre, pero en el fondo, sabía que Morena era hombre, aunque se viera como mujer, pero no me molestaba, me parecía hasta seductor, como una escena lésbica, era todo muy confuso en mi cabeza.

Mi esposa me miraba cada tanto, me preguntaba si me gustaba y esa era otra incógnita para mí en ese momento, que pasaba por la cabeza de mi esposa, que sentía, que pensaba.

Morena tomó la iniciativa, ahora mi mujer estaba recostada a mi lado, me tomó fuerte de a mano, fui a besarla, la travesti le levantó las piernas hacia a atrás abriéndola toda para volver a clavársela, volvieron los gemidos, fui a besarla, sus besos sabían excitados, me insuflaba aire inconscientemente y la sentí llegar en ese momento, en esos espasmos tan ricos, tan femeninos.

Cuando volví a mirar hacia el otro lado, Morena se había retirado y la conchita de Nora no dejaba de chorrear ese pegajoso líquido blanco que supo muy caliente

Después de unas nuevas copas volvimos al juego, bueno, para ser correcto ellas volvieron a los besos, yo quería ya volver a casa, pero Nora estaba desconocida, volvía a chuparle la verga a ella y en segundos estaba lista para seguir adelante, Morena se arrodilló en cuatro sobre el sillón y mi mujer por debajo mamándosela muy rico, el culo de esa travesti se veía demasiado rico en esa posición, me noté excitado con lo que veía y pronto estaba con una nueva erección. Fui a unirme al juego, y solo empecé a lamerle el esfínter todo depilado y dilatado que se abría a mi lengua. No sé cómo explicar el momento, porque no me olvidaba que era hombre y sus testículos brillosos estaban a un par de centímetros de mi boca, y un poco más abajo, los ojos de mi mujer se cruzaban con los míos mientras ella le engullía la pija, peligroso? excitante? raro?

Fui por todo, me acomodé y se la metí sin contemplaciones, le llené el culo con mi carne y empecé con el juego de meter y sacar. Creo que para Morena fue lo mejor de la noche, gemía y apretaba sus uñas rojas en el espaldar del sillón, estaba siendo sodomizada por un macho y tenía una hembra comiéndola la verga al mismo tiempo.

Le acabé todo adentro, fue muy rico, era suficiente…

Cuando me retiré, ella aún seguía mamando y el esfínter de Morena empezó a escupir hilos de semen, fue demasiado perfecto y solo se dejó venir en la boca de mí mujer.

Nora se incorporó, fue evidente que disfrutaba de los jugos que tenía en su boca, lo movía de lado a lado, incluso separó sus labios para que yo lo viera – solía hacerlo con mi semen porque sabía que me gustaba – se pasaba la lengua blanquecina por sus labios, entonces inclinó la cabeza hacia atrás y lo dejó pasar por su garganta en un trago.

Ya con la boca vacía, no pudo contener una carcajada por lo puta que se mostraba conmigo.

Los primeros rayos del amanecer nos advirtieron que era hora de despedirnos, nos lavamos un poco, nos cambiamos y saludamos a Morena, ella nos dijo que la había pasado genial y esperaba volver a vernos pronto, cosa que nunca sucedería.

Llegamos a casa, no habíamos hablado mucho en el camino, tampoco lo hicimos en ese momento, solo nos abrazamos y ya.

Tampoco hablaríamos mucho a futuro, una noche de borrachera, algo distinto que no volvería a repetirse, ninguno juzgó a ninguno, sin reproches, éramos adultos, estábamos enamorados y podíamos permitirnos una licencia.

Pero Morena volvería a colarse poco después como un fantasma, cuando Nora confirmó su embarazo y calculó las fechas según su última falta, bueno, el embarazo podría haber ocurrido justo esa noche.

Y así llegamos al presente, Sandro no tiene mucho de su madre, tampoco mío, curiosamente, cuando lo miro veo mucho de Morena en él, su tono de piel, sus ojos, la sonrisa, no se. No conocimos mucho a Morena, apenas una noche de sexo y borrachera, pero fue suficiente para saber quién es el padre de Sandro.

No importa, padre no es quien lo engendra, sino quien lo cría.

Solo seguimos felices por la vida, Nora, Melany, Sandro y yo.

Si te gustó esta historia puedes escribirme con título ‘EL PADRE DE SANDRO’ a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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