Relato perdiendo el respeto al marido y primera infidelidad con desconocido

“A una mujer siempre se le debe respeto”

Le había enseñado su madre desde que era una niña.

Conocer a Mario, mantener un correcto romance y llegar con él al altar fue toda una continuidad de situaciones que Anabelle aceptó de buena manera…

Todo lo normal que sus padres y ella tenían considerado para su proyección futura; conocer un buen hombre, serio, respetuoso, trabajador; con él formar una familia y sobrellevar una vida tranquila.

“Nuestro hogar será un nido de paz” le había dicho su marido; una felicidad plácida, sin alteraciones ni discusiones molestas, como ocurre en tantas relaciones de pareja que terminan deteriorándose y destruyendo el matrimonio.

“Algo así como una vez por semana, Mario en una serie de movimientos pauteados, me besaba muy suavemente los labios y acariciaba con delicadeza mis pechos, para luego penetrar mi vagina sin lubricación y luego de unas breves introducciones él eyaculaba; yo asumía que eso formaba parte de la relación matrimonial y como todo lo efectuaba con ternura yo aceptaba sin oponer resistencia ni objetando nada.

Ahora bien, no podría decir que eso era del todo placentero, es cierto, los suaves besos y las caricias en mis senos se sentían agradables, pero la penetración, en verdad, no era disfrutable y solo esperaba que soltara su chorro, para luego lavarme y dormir”.

En fin “Una esposa acepta las acciones y decisiones de su marido, porque así es el matrimonio. Pensaba yo… considerando que Mario era un perfecto caballero que respetaba y concedía todo cuánto capricho se me ocurría en el orden material; si quería una tele más grande él llegaba con una más grande, si deseaba una trotadora para ejercicios de última generación, él la traía enseguida, si quería cambiar el auto, él lo cambiaba de inmediato, y si quería viajar, viajábamos; no, no podía reprocharle nada.

Es así como transcurría nuestra vida, esperando quizás, la bendición de la llegada de un hijo, algo que quien sabe el por qué no derivaba en un embarazo”.

En ocasiones, visitábamos casas de amigos de mi marido, reuniones de parejas, o éramos nosotros los anfitriones, cuando en nuestro hogar recibimos a dos o tres parejas con las cuales compartíamos agradables momentos, degustando exquisiteces y escuchando buena música.

Fue de esa manera que conocí a Patricia, la esposa de uno de esos amigos, era ella una persona voluptuosa de desbordante simpatía y desenfado; a solas me decía comentarios procaces de su marido, tales como “A este lo tengo que apurar” , a veces llega algo desganado y no está muy dispuesto a cumplir con “su deber”.

Intrigada, le pregunté ¿Y cuál es su deber? A lo que Patricia respondió. Anabelita ¿Cómo me puedes preguntar eso?… ¡Él tiene que satisfacerme! Esa es su obligación, él lo sabe muy bien, yo necesito mi dosis diaria, tal vez cuándo sea vieja le acepte cierto distanciamiento, pero ahora tiene que cumplir y bien “Y bien” lo recalcó con firmeza.

¿Relaciones todos los días? – Sí claro, o bueno…casi todo los días – ¿Ustedes no lo hacen seguido?-

-La verdad, que él no lo hace tan seguido- respondió Anabelle.

-¡O sea, “ambos” no lo hacen muy seguidos! ¿Y por qué no? Replicó Patricia. – La verdad es que no lo sé-

-¡Tú tienes que pedirlo niña! ¿O no sientes tantas ganas?

-No sé, parece que no tanto-

-¿Y tú no lo provocas?

-¿Cómo provocarlo?

Seduciéndolo, por cierto

No sé, es que Mario es muy respetuoso y yo también le respeto su cansancio.

-Anabelle. Estás realmente equivocada, las cosas no son así. Tú tienes que ser una hembra para tu marido y él tiene que ser tu macho…así es como funcionan las parejas, de otra manera, mejor vive con una amiga o con un hermano… ¿No sabes el dicho?

-¿Cuál dicho?

– Una mujer tiene que ser una dama en público, pero en privado debe ser completamente puta. Y cuando digo en privado, no solo me refiero a relacionarse con el marido, también me refiero a las relaciones de tipo clandestino.

-Patricia dices ¿Ser infiel?

-Por supuesto. Si existe la posibilidad con otro hombre que te gusta, claro que sí. Te contaré que en una época estuve separada de mi marido, por una estupidez de tipo familiar, fue como un mes de separación…De esos días, él todavía cree que yo sufría su ausencia, pero no fue así, me fui a la casa que mis padres poseen en la costa y… –

-¿Y qué pasó?-

-Iba en las noches a algún bar, y no te miento que en ese mes, al menos conocí a tres tipos… se acercaban, sin mediar mucho tiempo, yo dejaba muy en claro desde el inicio que yo era casada y que si llegaba a pasar algo pasaría y eso sería todo… noche de sexo y sin pensar que habría repetición. Bueno, hubo repetición en algunos casos, porque yo quise- Dijo soltando una risa…

-¡Cuando es bueno, se repite, obvio!-

-Cuando volví del “sufriente exilio”, estaba mi marido esperándome y además pidiendo que lo perdonara… ¡Y borrón y cuenta nueva! Nunca nadie supo de eso y ¿Sabes? ¡Lo disfruté a concho!

Imagínate, como ellos sabían que debían disfrutar la noche, porque no habría otra, se esforzaban en mantenerme cachonda hasta el amanecer…y lo conseguían. ¿Cómo decirte? Nunca había tenido tantos orgasmos en un mes. ¿Cuando tienes un orgasmo, no te dan ganas de seguir teniéndolos?-

-¿Tener un gustito sexual?-

-¿Gustito? ¡Gustazo! Un orgasmo es una explosión de placer, mojada entera ¿A ti no te ocurre?- Anabelle respondió con una sonrisa, sin decir nada.

En los días siguientes, dicha conversación sembró una semilla en la mente de Anabelle.

“…¿Patricia se acuesta con otros hombres cuando su marido está ausente, y ella no siente la más mínima vergüenza ni nada de  arrepentimiento?…

Si esa infidelidad, no la conoce nadie más que ella ¿Qué temor podría tener?… Y no es porque su marido no la satisfaga sexualmente, sino que es porque ella gusta de experiencias nuevas, de relaciones sexuales distintas, saber de orgasmos envueltos de emoción y riesgo, pero un riesgo protegido por la privacidad, claro está… ¿Mojada entera?…

Eso nunca me ha sucedido. Sentir un placer breve con las caricias, ¿Pero con una penetración seca?… en verdad es hasta algo desagradable… él eyacula y se acabó, él se duerme y yo sucia a lavarme… luego escuchar sus ronquidos y yo perturbada sin dormir…”

Sin saber cómo, Anabelle empezó a ver en internet, algo que estaba censurado en su hogar, por ser considerado por su marido y también por ella, como imágenes sucias e inmorales, ver sitios porno en la web.

Entre los centenares de videos que aparecieron en una de esas páginas, eligió uno que decía “Asaltada por un extraño”, en él se observaba a una hermosa mujer caminando de noche por un parque y de repente era sorprendida por un tipo que la conducía a unos matorrales, ella enmudecía de terror.

El hombre con un cuchillo le ordenaba que se sacara las bombachas, mientras subía su brassier , dejando al descubierto sus pechos, que el hombre besaba en un inicio, para luego succionarlos, la mujer paralizada ya no se observaba asustada, con los ojos cerrados parecía gustar de lo que ocurría; luego el tipo le indicaba que abriera el cierre de su pantalón, lo que ella realizaba y luego le mandaba que sacara su verga y la apretara.

Los ojos de Anabelle se agrandaron al ver que la mujer sacaba de ese pantalón una enorme verga y el hombre le decía “ Ya putita, ya sabes lo que tienes que hacer”, ella de inmediato lo masturbaba, luego de un rato el hombre le repetía “ Te dije que tú sabes lo que tienes que hacer”, y ella de inmediato empezaba a lamer ese inmenso garrote, al principio muy despacio, para luego decididamente chuparlo con desenfreno…

En eso tras los árboles aparecían las luces de un auto policial, alumbrando lateralmente, el hombre huía y la mujer arrodillada quedaba estremecida por un placer que le fue de golpe arrebatado; luego se veía a la misma mujer todas las noches concurriendo a ese parque… buscando.

Anabelle, con la boca abierta, muy impresionada, notó que su vagina se había acalorado y también humedecido. Se volvió adicta a ese tipo de videos.

Empezó a mirarse desnuda en el espejo, imitando poses y posturas que había visto; a veces se vestía y maquillaba como prostituta, le agradaba verse como si fuera una persona más bella y atrayente; llegó a la conclusión que cuando una mujer es sexy es más bella aún y que el rol de la mujer es ser una verdadera hembra seductora y que el recato era para las abuelitas, no para una mujer joven y atractiva como ella.

En las noches, Mario no notaba eso en ella, para él todo seguía igual. En una ocasión le indicó que se cubriera porque se le asomaban los pezones, ya que ella llevaba una blusa sin sostenes.

– ¡Pero si estoy en mi casa Mario!—ella le había respondido.

–Una mujer es una dama en cualquier lugar, debe ser siempre digna de respeto —fue la respuesta de su marido. Ella quedó descolocada.

Sintió que cada día que pasaba, sus pensamientos y sueños tenían una dirección distinta, lo erótico le atraía con mayor intensidad, algo que antes no existía y no solo eso, ahora pensaba que el erotismo, la desnudez del cuerpo, la sensualidad, no poseían nada de inmoralidad, que era una condición natural en los humanos y que injustamente se le denostaba; es más, íntimamente lo porno cada vez más la entusiasmaba.

En el supermercado, con disimulo observaba la entrepiernas de los hombres, imaginando qué verga tenían, especulaba y se sorprendía; como cuando miró a un mozo que llevaba unas cajas y según ella aquel tenía un “paquete” contundente, que solo ella había visualizado.

Anabelle, al ver los videos, comenzó a masturbarse, algo impensado en ella y…se mojaba, eso con Mario no sucedía.

Decidió dar el salto.

“Se dijo. Lo principal es la privacidad, un secreto solo de ella, Patricia será muy hábil, pero me lo contó a mí, yo ni siquiera a una amiga le contaré lo que haga. Inteligencia y privacidad. Cierto, una dama en lo público y puta en lo privado… ¿Pero cómo? Es complicado, no puedo salir de noche, despertaría sospechas, tampoco traería algún tipo a mi casa, de ningún modo. No deben saber ni mi nombre ni mi domicilio”.

Y la ocasión se presentó.

Su marido asesor financiero, debía acompañar a la plana gerencial de su empresa a un viaje de análisis a un país extranjero, un plan de trabajo de tres días, de lunes a miércoles incluido, lo llamativo es que partía un viernes en la mañana, y que luego del viaje, descansar, para abocarse sábado y domingo a preparar en el hotel el trabajo que empezaría el lunes.

Cuando Anabelle fue informada de aquello, inmediatamente lucubró sobre donde salir la noche de ese viernes.

“No quiero ser reconocida, me soltaré el cabello ya que siempre lo tengo tomado, me pondré falda, todos saben que uso jeans diariamente, me maquillaré, nunca lo hago.” Fueron sus primeros pensamientos.

¿Y a donde? ¿Un Bar? “No, no estoy preparada para eso. Tal vez menos alcohol y más música… ¡Una Disco! … ¡Eso!” Entre las enunciadas en un sitio web, eligió una que señalaba “Mujeres gratis hasta la una a.m.”, ya que consideró que nadie se extrañaría si ingresaba sola al lugar.

A las cero horas, dejó su auto en un estacionamiento privado, no lejos de la Disco elegida, bastó con que saliera de este camino al local nocturno, para escuchar con sorpresa, varios piropos dirigidos a su figura, que la ruborizaron, debido a que quizás no tuvo conciencia hasta ese momento, que su falda oscura muy corta, hacía lucir unas piernas espléndidas y un bello trasero que obligaba a mirarlo; llevaba una chaquetilla negra ceñida y bajo ella una remera roja delgada…no llevaba sostenes.

“Ricura que culito tienes, te lo comería entero”

“Zorrita, me dejaste goteando”. Fueron algunas frases que escuchó sin dejar de mirar adelante; una mezcla de miedo y placer llegó a su pecho, al darse cuenta que llamaba la atención sexual de los hombres. Se percató de que no pasaría desapercibida.

Ingresó al recinto; el portero le efectuó una venia de bienvenida. Estaba oscuro, con una variable iluminación estroboscópica, la música sonando fuerte; la pista de baile copada de parejas bailando separados, pero bastante juntos, a pesar de que se trataba de una música electrónica bastante rítmica. Tomó asiento a un costado de la pista, junto a la barra del bar.

-¿Qué deseas bella, el primer trago es gratis para ti?

-No gracias, solo mineral- Respondió ella.

No transcurrió mucho tiempo, para que se acercaran varios tipos de diferentes edades invitándola a bailar; era atrayente verla sentada ahí mostrando sus bellas piernas… y algo más, sin que ella se diera cuenta.

Ella repitió varias veces –No gracias-, simplemente porque no les agradó a primera vista la presencia de quienes la invitaron; primero rechazó a un tipo grueso al que consideró muy tosco, a otros por estar aparentemente bebidos, pero lo esencial de sus rechazos eran porque no vio en ellos una atracción sexual.

Al cabo de un rato, se acercó un joven alto de quizás veinte años, unos cinco años menos que ella, que le preguntó acaso estaba sola –Estoy esperando a unos amigos – respondió ella.

-¿Pero por mientras podrías bailar conmigo?-

Ella lo observó, encontrándolo atractivo y educado en su trato.

-No, no quiero bailar-

-Qué pena, habría sido muy hermoso verte bailar-

Anabelle consideró de mucha ternura esa reacción.

-No quiero bailar esos ritmos tan rápidos-

-Pero un tema más lento ¿Lo aceptarías bailar conmigo?

-Quizás, depende del tema-

-Por mientras podríamos brindar con mineral, yo también estoy bebiendo mineral-

Eso le agradó a Anabelle, no quería relacionarse con tipos ebrios.

Chocaron las botellas y vio en él una sonrisa de simpatía.

… y se escucharon las primeras notas de un tema de melodía lenta, en la pista se observó que todas las parejas se estrecharon al son de la suave música.

-¿Este tema no creo que te desagrade y es lento de verdad, bailemos?

¿Por qué no? Pensó ella. “Después de todo a eso vine y este joven educado está de lo mejor y cree que tengo su edad, parezco más joven, eso me halaga”

-Ok-

Entraron a la pista, antes ella dejó su chaquetilla en el respaldo de una silla. El brazo derecho de él rodeó la cintura de Anabelle y el rostro del joven quedó casi pegado a la mejilla de ella. Anabelle empezó a tiritar convulsivamente, estaba demasiado nerviosa, la situación la estaba sobrepasando.

-Linda ¿Tienes frío?- dijo él.

-Sí, algo- respondió ella, por cierto no era de frío, estaba vibrando de nervios, sensaciones contradictorias cruzaban su mente, estaba en los brazos de un hombre que no era su marido, por una parte un cargo de conciencia la acongojó un

instante, pero estaba también ejecutando lo que por un largo tiempo estuvo planeando, palpitar las sensaciones sensuales imaginadas…y las estaba sintiendo.

-No te preocupes. Déjame quitarte el frío- le dijo el muchacho estrechándola entre sus brazos y besando su cuello y el lóbulo de su oreja.

Anabelle se estremeció, al sentir esa combinación de nervios y de placer erótico, su cuello era una de las partes más sensibles de su cuerpo; él al percatarse de que ella no efectuaba ningún acción de rechazo y ayudado por un mayor oscurecimiento de la pista, besó con suavidad repetidamente el borde de la nuca de ella y el dedo pulgar de su mano derecha rozó el pezón izquierdo de Anabelle, estaba duro, bajo la remera sin sostenes…

primera infidelidad con desconocidoUn escalofrío de goce la invadió entera e instintivamente acercó su pubis a él, sintiendo en plenitud la erección de la verga de su pareja de baile, él la apuntaló más, estrechándola con su mano presionando el inicio de sus nalgas, ella sintiendo un agradable olor en él , acercó aún más su mejilla a la del joven y sus labios se encontraron, él la besó con suavidad al inicio, para continuar con un apretado beso con lengua, ella le respondió y le gustó el sabor de esa boca, de esa lengua, al tiempo que se rozaba al duro paquete que la apretaba.

La oscuridad era casi total, sin que terminara el tema, continuó otro más lento y sensual que el anterior, no se despegaron; esta vez el metió su mano por debajo de la remera roja de ella y empezó a jugar con los pezones endurecidos de ella.

-Tenemos que salir a un costado- dijo él.

-Lo que digas- respondió ella, dejándose llevar como hipnotizada; él la condujo, siempre en la oscuridad a un sector cercano a los baños, detrás de unos paneles, quizás destinados precisamente para las parejas; ahí se besaron ya con total desinhibición, y él sí que metió mano abajo, acariciando los húmedos labios vaginales de Anabelle, los pechos de ella ya estaban al descubierto y él succionando sin parar.

Sin mediar mucho tiempo, él le dijo – Tesoro, haga lo que tiene que hacer – Anabelle recordó de inmediato la escena del video “Asaltada por un extraño”, pero ella le añadió una variación, que creyó la más adecuada. – Lindo, primero tú tienes que hacer lo que tienes que hacer – …se lo dijo jadeando.

– Sera un placer- respondió él, arrodillándose al tiempo que bajaba el colaless de ella; al sentir la lengua del joven persiguiendo su clítoris, Anabelle creyó desfallecer, le estaban chupando la vagina y era algo grandioso, por primera vez en su vida sentía el verdadero placer, su sexo se empapó de saliva y de sus líquidos personales.

-Preciosa, sé que te ha gustado. ¿Y?

Supo que su boca necesitaba algo, tomó la verga de él con las dos manos, era grande y en la oscuridad le pareció deliciosa y de un olor envolvente, su lengua la pasó sobre ella, como lamiendo un helado caliente, pero su instinto le señaló lo que de verdad deseaba… y chupó succionando con intenso y afiebrado placer, repetidas veces.

-Me voy a venir. Dijo él

Ella apartó su boca, sin saber por qué.

-¿Qué haces? Sigue chupando esa leche es tuya- Ordenó él… Y ella siguió y se tragó un inmenso chorro cremoso que llenó su boca.

-Eso perrita, trágatela toda, límpiala con tu boquita, déjala seca; Anabelle enceguecida con todo su ser hirviendo, obedecía enajenada lo que le ordenaran; sintió placer en ser guiada, imaginó ser una esclava del placer, todavía tragando encontró conformidad en esa sumisión.

Ambos se apegaron al panel, cansados; ella aun apretaba la verga del joven que sus labios habían limpiado, en tanto que él quitaba los restos de semen que aun escurrían de la boca de ella.

De improviso, en una reacción inesperada ella espetó

-Tengo que irme, mis amigos seguramente se equivocaron de Disco-

-¿Te volveré a ver?-

-Seguro ¿Vienes seguido a este lugar?-

-Todos los viernes-

-Entonces, ya sé cómo encontrarte, pero debo retirarme-

-Te acompaño a la salida ¿Aun no conozco tu nombre?

-La próxima vez te lo diré_

-¿El próximo viernes?

-Quizás-

El la despidió con un beso, justo en la entrada iluminada del local; Anabelle lo pudo ver con claridad a plena luz…

¡Era un jovencito! Muy atractivo para ella, por cierto.

Anabelle se fue caminando muy rápido al estacionamiento.

… “Tan jovencito. Si es como un niño grande” Se decía. “Nunca imaginé que iba a ocurrir así”…pero delicioso. Ha sido la noche más feliz de mi vida.

Llegó rauda a su hogar, para seguir sintiendo con alegría las emociones y el inmenso placer que la invadió.

“No supe su nombre ni él el mío” Perfecto. Ha sido algo mágico.

“Es cierto, no me di cuenta y sin intención se me pasó la mano con la apariencia, no pensé que la falda era tan corta, ni que se notaran tanto mis pezones a través de la remera”

“Adoré que me miraran con deseo. Si las prostitutas sienten eso cuando son objeto de deseo, no me molestaría en absoluto ser una puta, en privacidad desde luego, sin que nadie me conozca, solo con desconocidos. Estoy contenta. Y ya sé que lo volveré a estar en el futuro. Me encargaré de que vuelvan a faltarme el respeto…


Imagen de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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