Relato lésbico con una compañera y con varias sorpresas

Llegaba a los veinte cuando conocí a Daniela, en esos días estaba intentando saber que haría de mi vida y nos cruzamos en una carrera universitaria que ninguna de las dos terminaría, fue un año, apenas un año.

Daniela venía de una familia muy acaudalada, tenía mucho dinero y era un bicho raro en ese ámbito, todos los que estábamos en esa universidad pública éramos personas de clase media, media baja, quienes no podíamos pagar una cuota para poder estudiar, por eso su presencia era rara, siempre las chicas como Daniela iban a universidades privadas, para mantener las tontas diferencias de clases, el nivel.

Pero ella era una chica simple, normal, sin altanerías por su posición económica y se hizo normal que la juzgaran por eso en forma injusta, ya que ella jamás había hecho alarde de su situación.

Primero fuimos compañeras, luego amigas y en esos días nos hicimos confidentes e inseparables.

Era muy bonita a mis ojos, de estatura media, largos cabellos castaños que ella aclaraba en peluquería, ojos negros, de mirar profundo, con unas cejas muy marcadas, de rostro alargado y una boca amplia que lucía siempre sonriente por la cual escapaban sus blancos y relucientes dientes, tenía una nariz perfecta y preciosa, aunque nunca me negó que tuviera cirugía estética sobre la misma.

Un cuerpecito muy armónico, tirando a delgada, con pechos pequeños y una cola bastante llamativa, pero lo que más me llamaba la atención era el diámetro de su cintura, envidiablemente pequeña, entallada, y los huesos delanteros de sus caderas marcándose llamativamente, resaltando la planitud de su vientre.

Claro, ella me miraba con ojos de amiga, pero yo la miraba con ojos de mujer. Si, nunca lo había ocultado, a mí me gustaban las chicas, siempre había sido así y eso no cambiaría, a pesar de que yo fuera muy femenina, muy señorita, pero definitivamente los hombres no eran lo mío.

Y en esos días yo la amé en silencio, tenía un profundo metejón con ella, y si bien nunca se lo había dicho en la cara, ella lo adivinaba, porque era muy obvio la forma en que yo la miraba.

Pero Daniela miraba a los chicos de la misma manera en la que yo la miraba a ella, y muchas veces naufragaba en mis propios fracasos, en mis propias decepciones.

Una noche de primavera habíamos ido a bailar, éramos varias chicas, ocho en total, amigas, y si bien todas iban a buscar chicos, yo solo iba a divertirme, a escuchar música y a pasar el rato.

Ella estaba preciosa, con una pollera negra muy cortita, casi casi mostrando el culo y un top también negro que le quedaba pintado, con su cinturita de avispa desnuda, muy típico de veinteañeras, ella calentaba la noche con su presencia. Yo en cambio tenía unas calzas rosa chicle, y una remerita negra de hombros caídos, cortita a la cintura, porque como dije, era muy femenina y tenía un lindo culo del que presumir, me gustaba sentirme observada, es la verdad.

A media noche, Daniela estaba aburrida, y honestamente yo también, la atmósfera se mostraba densa y la música que ponían en el boliche era horrible, decidimos volvernos antes de terminar, nos despedimos de las otras chicas.

Caminamos juntas por la acera, eran cerca de las cuatro de la mañana, hacía calor en la calle y no había casi nadie a esa hora, hablamos, reímos, recordamos sonseras y me sentí muy bien a su lado, tal vez un poco de los tragos que había tomado me envalentonaban, llegamos a una enorme plaza que nos quedaba de paso, le propuse cruzarla en diagonal para acortar camino y así nos perdimos entre el verde follaje florecido de primavera, las luces amarillentas y gastadas de lugar y el silencio profundo de la noche que parecía cortarse con un cuchillo.

Para mi fortuna, al pasar bajo un enorme árbol de grueso tronco ella pareció pisar en falso con sus finos tacos y doblarse un pie, por lo que instintivamente, maldiciendo se recostó sobre ese árbol

Fue instinto, me abalancé sobre ella y la besé muy profundo en la boca, ella, me apartó sorprendida y me dijo

Laura, pará… que haces? te volviste loca?

Pero yo volví a hacerlo una vez más, arrinconándola contra el árbol, la besé, la besé, y sentí como se deshacía en mi boca, me separó nuevamente ahora con menos fuerza, y volvió a increparme, ahora con tono de súplica

Por favor Laura… esto no está bien…

Lo vi en sus ojos, estaba perdida, volví a besarla nuevamente, y esta vez la abracé con fuerzas, esta vez no pudo resistir mis besos y solo la hice mía como tantas veces había fantaseado hacerla, le besé el cuello, sentí su respiración agitada, y en la penumbra del lugar levanté su top para lamerle las tetas, entre los pliegues de su sostén, buscando sus pezones en forma de pecado, ella jadeaba con sus ojos entrecerrados, sus brazos descansaban en mis hombros y sus manos acariciaban mis cabellos, me sentí en control, no me costó nada colar mi mano bajo su corta falda y hacer a un lado su tanga para llegar a su concha empapada, empecé a refregársela muy rico enterrándole dos dedos en su conchita, sin dejar de besar sus pezones, su cuello, sus labios.

Relato lesbico con peticion matrimonioLa sentí venir, ella no podía retener los jadeos a pesar de tener sus labios apretados y parecía deshacerse en mis brazos, aceleré el ritmo, la besé profundo y acallé sus gritos y solo explotó en el orgasmo más hermoso que pudiera regalarme.
Con la respiración entrecortada y esquivándome la mirada por la vergüenza de lo que había sucedido, empezó a acomodarse sus prendas, mientras yo comprobaba que el frente de mi calza estaba empapado por la excitación que tenía, me sentí fatal, porque la mancha era demasiado grande y notoria, incluso mis fosas nasales se llenaban con el aroma de mi propio olor a mujer

Solo caminamos en silencio el resto del camino, se había terminado la jarana, las risas y las charlas.

Al día siguiente ella fue clara conmigo, me dijo todo lo que sabía que me diría, que le había encantado, que lo había disfrutado, pero que era un error, a ella le gustaban los varones y solo podía ofrecerme su amistad, sonreí, ya sabía de esas palabras y le dije que estaba bien, que solo me dejara ser su amiga, y que me permitiera amarla en silencio, Daniela me contestó que estaba todo bien entre nosotras, pero que solo no quería dame ilusiones a algo que no sería posible, algo que nunca sería correspondido.

Nuestros caminos se separarían en poco tiempo, cuando nos dimos cuenta que estábamos en carreras equivocadas, ella se fue por el lado del arte, yo por la medicina, nos escribimos algún tiempo hasta que solo perdimos el contacto entre nosotras, y solo seguí adelante.

Seguí mi vida, mi camino, Daniela se transformaría en un bonito recuerdo, conocí otras chicas, formé alguna que otra pareja, con alguna me fue bien, con otras no tanto. Estudié, me recibí de médica clínica primero y en obstetra después, abracé mi profesión con mucho amor y traer nueva vida al mundo me pareció el mejor empleo que pudiera tener, el mas maravilloso.
Me cansé de cortar cordones umbilicales, de ver padres felices, y mi consultorio poco a poco se fue llenando de fotografías con rostros, porque cada rostro era único y el ambiente era muy confortable.

Y solo pasaban los días, sin sobresaltos, uno tras otro, hasta que esa tarde, al repasar la lista de pacientes que tendría, como siempre hacía, el nombre de Daniela Alzamendi llamó mi atención, sería ella? no se cuantas ‘Daniela Alzamendi’ habría en mi ciudad, pero la situación me causó mucha ansiedad, le pregunté a mi secretaria pero ella no tenía mas información.

Esperé con sigila y cada vez que abría la puerta para llamar al siguiente paciente, trataba de reconocerla en la sala, falló a la primera, y a la segunda, pero la tercera vez no tuve inconvenientes en verla, estaba tan bonita como la recordaba, con un conjunto de pollera y trajecito en gris oscuro, con el cabello un tanto mas corto y mas rubio, ella ojeaba una revista pero miró de repente al sentir abrirse la puerta, nuestras miradas se cruzaron y la magia estaba intenta, lo sentí en esa sonrisa que nos regalamos. No es bueno lo que hice, solo me despache tan pronto como pude a los pacientes que estaban antes que ella, casi sin escucharlos, faltando a mi juramento hipocrático, pero el reencuentro valía la pena

A su turno nos sentamos frente a frente, como doctora y paciente, y hablamos de todo un poco, estaba más hermosa de lo que la recordaba, le dije de mis desventuras con las chicas, a ella no le iba mejor con los hombres, es más, estaba desencantada, primero un idiota la había dejado cinco días antes de casarse, con todo organizado, solo se fue con otra, y después, el cobarde que la había embarazado, estaba de dos meses y cuando vio mi nombre en la larga lista de obstetras no dudó en contactarme, aunque tampoco estaba segura que yo era su vieja amiga de años atrás.

En poco tiempo me resumió un poco de su vida, sería madre soltera, se había recibido en Bellas Artes y hacia exposiciones donde vendía sus cuadros. Vivía en un lujoso country, de esos para gente de plata, donde yo no hubiera podido vivir.

La revise como toda una profesional, olvidándome del pasado, vi su sexo denudo y me mantuve imperturbable.

Me visitó poco después con los resultados, y otra vez, y una vez mas, teníamos mucho de que hablar y el consultorio no era el mejor lugar, me invitó a cenar, como amigas, y fuimos a un restaurante en la zona céntrica de la ciudad. Cenamos bien y bebimos varias copas, ella ya lucía una hermosa pancita que evidenciaba su embarazo, pero estaba sexi, como siempre, y en esa conversación tan íntima se hicieron evidentes muchas cosas, su rechazo consumado al sexo masculino, y que me sentía muy bien con ella, y ella conmigo.

Solo se dio, terminamos en mi casa para seguir charlando, pero volví a besarla como esa noche contra el árbol, solo que ella esta vez no se resistió, besé su cuello, besé sus pechos, besé su pancita, la fui desnudando, se fue entregando, me perdí entre sus piernas, y no podía creerlo, al fin le estaba dando sexo oral a la persona que siempre había querido hacérselo, su concha estaba hermosa, y era loco, ahora no la veía como paciente, ahora la veía como amante

Le comí todo el clítoris, los labios, su hueco, su pubis y hasta su esfínter, le besé las piernas, el vientre, los pechos y solo me detuve cuando sentí que le había arrancado un enorme orgasmo, lo había conseguido, al fin lo había conseguido.

Me recosté a su lado, la besé en la boca, entonces me dijo

Laura, sacate la ropa, es mi turno…
No, no, no tienes porque hacerlo – respondí asumiendo que lo haría solo por devolver gentilezas –
De veras, necesito saber que se siente…

Sus ojos me hablaron de deseo, me paré a su lado, deje caer una a una mis prendas, me vio completamente desnuda por primera vez, me dio una nalgada y dijo

Pero que obstetra mas hermosa que tengo!

La besé en la boca acariciando mis pechos con los suyos, sus tibios pezones rozaban los míos y se sentía muy rico, muy caliente, su lengua sabía a pecado y fui yo misma quien llevó las tetas a su boca, me las chupo muy rico, muy rico, mordisqueando los pezones, ella estaba sentada y yo casi sobre ella, llevó una mano por mi frente y empezó a masturbarme metiendo un par de dedos en mi conchita, su otra mano la llevó por detrás, y al mismo tiempo me encajaba un dedito el culito y fue todo muy perfecto, me dejé ir, solo fue mi turno de llegar.

Volví a besarla, estaba agitada y mi respiración no cabía en su boca, bajé un poco, para que nuestros pechos volvieran a acariciarse entre si, con cuidado por su pancita cruce mis piernas con la suyas y para solo refregar nuestros sexos, muy caliente, donde nuestras lenguas se entrelazaban, donde nuestros pezones se fundían en uno, donde nuestros jugos hacían una laguna única, donde nuestros bellos púbicos es entrelazaban entre si como caprichosas enredaderas, donde nuestros botoncitos eróticos explotaron al unísono mientras nos sosteníamos por las manos con nuestros dedos entrecruzados, como un pacto de amor que no estaba escrito

Nos transformaríamos en amigas, paciente, doctora, y de esa primera vez siguieron varias, alguna de las dos dijo ‘te amo’, y alguna vez me propuso que fuera a vivir con ella, al country, bajo el mismo techo

Y fuimos pareja, me enamoré de ella, y todo fue perfecto acompañándola en el crecimiento de su pancita, en una tarea de pareja, de amor, de compartir momentos, de hacernos el amor. A veces me esperaba de mi trabajo con una rica cena, a veces ella estaba pintando una de sus obras y era mi turno de cocinar, cuando podía la acompañaba a sus exposiciones y nuestras familias en este mundo moderno no se opusieron a un amor de mujer a mujer.

Para mi era todo muy confuso, había traído a muchos bebes al mundo, pero la llegada de Amparo, ese sería su nombre, suponía un compromiso especial, no se, yo sería yo la primera en recibirla, en tocarla, y como Daniela decía, yo también sería su mamá, y verdaderamente jamás me había imaginado estar en esa situación, y si, me hice a la idea, estaba esperando a mi propia hija

Daniela tuvo uno de los partos más rápidos y simples de los que yo recuerde, y puse a Amparo a mi cuidado personal hasta que pude reposarla en su pecho, la mocosita lloraba con mucha fuerza, tenía unos buenos pulmones.

Pero sin imaginarlo, pronto comenzarían los cambios…

Empezaría a conocer a otra Daniela, y un poco entender el motivo por el cual había fracasado con varios hombres, la llegada de Amparo significó para ella un botín de lucha, propio de una persona insegura, como que necesitaba reafirmar en cada momento que ella era la madre y yo solo su pareja, con algún temor velado y oculto de que en un futuro cercano la pequeña me prefiriera a mi sobre ella.

Empezaron las discusiones por sonseras, cualquier tema era motivo para iniciar una batalla campal y mi convivencia con ella se transformó en una auténtica montaña rusa, era estar abajo, o estar arriba

A veces Daniela era el paraíso, a veces era el infierno, me echaba de su country para que volviera a mi departamento, y al mismo tiempo me llamaba para que volviera a su lado, solo no podíamos estar juntas, nos odiábamos en esos momentos, pero tampoco podíamos estar separadas, nos amábamos demasiado.

Y así estábamos, pasaba algunas semanas sola, y otras con ella, y eran mis días mas felices, porque la amaba y veía mi dulce Amparo crecer y dar sus primeros pasos, pero a veces, la convivencia con ella era solo insoportable y solo el amor tan grande que tenía por ella hacía posible que estuviera a su lado.

Daniela vivía con una alta carga emocional, un estrés galopante por fantasmas e inseguridades que ella misma creaba.
Empezaron a evidenciarse algunos problemas de salud, sufría de algunos calambres nocturnos en su pierna y en su brazo derecho, alguna vez se encorvaba acusando un fuerte dolor pasajero en el vientre.

Ella lo tomaba a broma, y yo también en un punto sabía que era mas loca que una cabra, y supuse juegos de manipulación para tenerme a su lado, porque generalmente sus síntomas aparecían en los días en los cuales estábamos distanciadas.
Visitó a algunos doctores, con diagnósticos dispares, agotamiento, tensión, stress, le recomendaron ejercicios, terapias alternativas, medicación, y fueron momentos de tratar de reacomodar las piezas sobre el tablero, si ella no arreglaba su cabeza, el cuerpo le seguiría cobrando intereses.

Me preocupé en serio una tarde de otoño, estábamos en una plaza las tres, Amparo jugaba a la distancia en e pequeño arenero, Daniela empezó a toser suavemente, luego con mas insistencia, se llevó su pañuelo a la boca y fue la primera vez que la vi escupir sangre.

Le dije que viera urgente a un médico, que estaba preocupada, y me dijo que no era nada, aunque hacía un tiempo que me venía ocultando también algunas molestas líneas de temperatura, lo que parecía ser un proceso gripal de los primeros fríos que estaban llegando.

La obligué consultar a un médico, me dijo que no, volvimos a discutir, muy fuerte, y le dije que y ya no quería volver a verla
Nos separamos, odiaba su terquedad, y no entendía porque me discutía, yo era médica y algo mas que ella sabía, era como si yo le discutiera a ella por una obra de Rembrandt

Pasaron dos meses sin saber de ella, y ya estaba en la cama por ir a dormir una siesta luego del almuerzo cuando volvió a llamarme, atendí de mala gana cuando vi su número, y en verdad solo lo hice para tener noticias de Amparo, la extrañaba demasiado

Ella tenia la voz apagada, se mostraba angustiada, dijo

Fui a ver algunos doctores, por darte el gusto, más que nada, me mandaron a hacer mas estudios, y otros, y otros, no quise molestarte porque sabes como soy…

Hizo una pausa prolongada

Tengo cáncer

Fué un golpe durísimo a la mandíbula, una no está preparada para recibir estas noticias, y en mi carrera de doctora había visto muchas cosas tristes y dolorosas, pero esto me tocaba directamente al corazón.

Me levanté de la cama, me cambié y fui a su casa, necesitaba hablar con ella, que me contara.

Nos sentamos lado a lado en un par de sillas, al lado de la piscina, mientras la pequeña Amparo correteaba de un lado a otro, desentendida de la realidad, con risas inocentes y cara de ángel

Daniela estaba extrañamente tranquila mientras yo me había comida ya todas las uñas, meneaba en su mano una copa de vino que había servido, me contó una parte de la historia, y la otra la averigüe luego por mis medios, tenía muchos médicos conocidos y hable con los mejores oncólogos que podía conseguir

Ella tenía una extraña afección, un tipo de cáncer raro, muy peculiar, muy agresivo, estaba alojado en el duodeno y había que removerlo en forma urgente, respiré resignada cuando me enteré que tenía dos años de vida, y el mejor de los pronósticos decía que podía llegar a cinco.

Daniela tomó la situación de la forma más valiente que podría tomarla, de una forma que yo no hubiera tenido el valor para hacerlo, le plantó cara a la enfermedad y aseguró que pelearía con todas sus fuerzas, y que ningún maldito cáncer le arrebataría el anhelo de ver crecer a sus hija

La operación se hizo tan pronto como fue posible, Amparo se quedó a cuidado de los abuelos y yo prácticamente me interné con ella. Las noticias no serían del todo buenas, el tumor era mucho mas grande de lo que habían podido observar, se pudo remover en su totalidad, pero las biopsias posteriores demostrarían su malignidad.

Ella empezó a recuperarse, yo no me moví de su lado y mis propios colegas me aconsejaron tomar un descanso, no podía vivir postrada junto a su cama en el sanatorio, incluso temieron por mi salud mental. Pero si había un momento para denostarle mi amor, justo ese era el momento

Y me animo a decir, que a partir de esa situación nos amamos como nunca nos habíamos amado.

No tardarían en llegar malas nuevas, después de varios estudios descubrieron células malignas ya avanzadas en los pulmones, también en los riñones, la metástasis hacía su trabajo y pronto varios órganos más estarían comprometidos, llegó la hora de la quimioterapia y y los rayos.

La acompañé a cada sesión, a cada maldita sesión, y toda esa mierda que la iba consumiendo en vida, a pesar que ella seguía con su fuerza inquebrantable y proyectaba nuevas exhibiciones de sus obras, pero la realidad se palpaba con solo mirarla, estaba delgada en extremo, pálida, y había perdido todos los cabellos, recuerdo que le compré una peluca rubia, larga, como a ella le gustaba, y si no la mataba la enfermedad lo haría el remedio

Y en algún momento habló de algo que yo no quería hablar, Amparo, necesitaría una madre, y yo sería la mejor madre que ella pudiera tener, fue un momento horrible, porque así no debían ser las cosas, pero ella insistió en firmar papeles de adopción en vida, para cuando ella no estuviera, una situación complicada, pero que se solucionaba con contactos y dinero. Me sentí bendita por su decisión, pero firmé los papeles con la vista nublada en lágrimas

Hubo un alto el fuego, en esos continuos estudios, el cáncer pareció entrar en remisión, todos sus indicadores empezaron a mejorar, recuperó el color y un viento nuevo pareció pasar por su rostro, Daniela se mostraba contenta, perceptiva de la evolución, con ánimo, con alegría y la anime a mas.

Pero yo hablaba a sus espaldas con los médicos, todo era un espejismo, que este tipo de cáncer entrara en remisión no era buena señal, por el contrario, se estaba preparando para el asalto final, también me confiaron que habían encontrado más células malignas, ahora en su cerebro.

Como fuera, creo que vivimos en esos últimos días lo mejor de nuestro amor, sincero, puro, a corazón abierto, y yo solo hice todo lo que ella quiso hacer, a veces eran solo besos, caricias, compañías, a veces sacaba lo mejor de ella y un buen sexo oral era como un buen vino, se saboreaba, se disfrutaba, se bebía sorbo a sorbo

Esa mañana de mayo, había salido a hacer unos trámites, hacía muchos papeleos de autorizaciones de estudios y todas esas cosas que las obras sociales ponen peros, a pesar de que su familia era acaudalada y a pesar que yo misma tenía muchos contactos e influencias

Su llamado a a las diez de la mañana me tomó por sorpresa, me dijo que no sabía cuanto tiempo le quedaba, que últimamente se estaba sintiendo mal nuevamente y cuando quise interrumpirla me dijo que solo callara y escuchara lo que tenía por preguntarme

Quieres casarte conmigo?

Me quedé muda, no esperaba ese pedido, y el si enorme se me atragantó en mi propia emoción, no pude llegar a responderle, puesto que ella me dijo de hablar a mi regreso

Fue la mejor propuesta de mi vida, y en las siguientes dos horas que me pasé haciendo trámites, solo tenía una loca idea, llegar a casa, besarla, decirle que si y hacerle el amor

Pero otra llamada me traería a la realidad, ahora era su madre, estaba preocupada porque había recibido un llamado de su hija, con un molesto dolor de cabeza y solo había cortado la comunicación, estaba preocupada, y quería saber si yo acaso sabía algo

Cuando llegué al sanatorio Daniela se debatía entre la vida y la muerte, estaba en cirugía, una hemorragia cerebral la alejaba de este mundo, no me permitieron pasar, aunque yo fuera doctora, aunque fuera mi amor, solo tuve que aguardar afuera.

Los médicos no daban crédito a su resistencia, la gravedad de la lesión la había dejado completamente postrada, casi un vegetal, su cabeza estaba vendada por completo, apenas movía los ojos y solo eso hacía, me seguía con la mirada donde quiera que yo fuera.

Me partía el alma verla así, me pasaba horas haciéndole masajes en sus pies, no sabía si ella los sentía, pero podía verme, y eso era suficiente, cada tanto, las lágrimas rodaban por sus ojos, ella estaba lúcida, consiente, atrapada en ese cuerpo moribundo y si bien nunca fui creyente rece por un poco de piedad para que esa agonía se terminara.

Los médicos seguían haciendo mas estudios, con un poco de suerte apostaban a unos cinco meses de rehabilitación para que ella pudiera volver a hablar, solo era demasiado

Poco después Daniela tendría un segundo ataque cerebral, empezó a convulsionar y ya, todo terminó…

A veces, entre paciente y paciente tomo un receso, lo necesito, me preparo un te caliente y me paro frente a la ventana del consultorio, la que da al exterior, veo las siluetas de las personas enfrascadas en sus actividades diarias, lejos de toda mi historia y es cierto que cada persona es un mundo

Luego me siento, en mi silla de doctora, de obstetra, miro la fotografía sobre el escritorio, Amparo, mi hija, crece muy rápido, demasiado, ella me llama ‘mamá’ y mientras yo trabajo ella se queda al cuidado de sus abuelos, los padres de Daniela, a veces solo les hago una llamada para saber que todo está bien y nos llevamos como una gran familia, ella se lo merecía.

Después miro la otra foto, la suya, se la ve feliz, fue una de las últimas que le tomé, cuando tenía peluca, la extraño demasiado, apenas pude disfrutarla ocho meses desde ese día que me lo confesó su agonía.

Como fuera, con altos y bajos, con idas y vueltas, en mi corazón vive el amor de mi vida

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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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