Relato de mis vivencias en Le Desir y el sexo con transexuales

Me dicen que soy metrosexual, cuido en demasía mi aspecto físico, días de gym, comidas cuidadas en calorías, víctima del consumismo y de la moda.

Mis cabellos deben estar acomodados a la perfección, uno por uno, mi barba rala solo la tocan los barberos especializados, me gusta perfumarme y me pierdo muchos minutos delante del espejo.
Trabajo en una empresa de márqueting, visto sofisticadas camisas, trajes que deben estar perfectamente planchados y zapatos tan lustrados que parecen espejos. Mi escritorio debe sobresalir del resto, nada sobra, nada falta, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar, soy perfeccionista, detallista y en exceso exigente, conmigo mismo y con mi entorno.

No hablo nunca de mi vida privada, nadie sabe nada, no tienen por qué saberlo, para mi familia, mis afectos, mis amigos, mis conocidos, mis compañeros, solo soy un cuarentón tan presumido que jamás pudo querer a alguien como me quiero a mí mismo, dicen que jamás tendré una compañera, y los dejó decir lo que quieran decir, no me importa, y no les importa.

Pero si tiene otra cara la moneda, tengo otra vida, una vida que solo dejo en un escrito, en forma anónima, porque es mi vida.

Mis experiencias sexuales con las mujeres no fueron buenas, siempre complicadas, difíciles de entender, muy apegadas a sentimientos, al corazón, no son prácticas y para todo tienen un ‘pero’ o un ‘no’.

Con los hombres tampoco me fue bien, no me sentía a gusto, era como estar conmigo mismo, con un espejo y tal vez ahí fuera cierto que no habría otro como yo.

No me sentía heterosexual, tampoco homosexual, no me gustan los rótulos, pero no encontraba donde encuadrarme.

Tuve mi primera historia con un transexual cuando tenía veintisiete, sería un antes y un después, fue único y maravilloso, tenía lo mejor de ambos sexos, todo en uno. Supe que no habría retorno, me encantaban las facciones de mujer, pero tenía una hermosa verga de hombre, quieren sentir como mujer, pero saben lo que le gusta a un hombre, no tienen excusas, días de menstruación, dolores de cabeza y no pueden engañar con orgasmos fingidos, y es diferente a estar solo con hombres, no hay ‘fotocopias’, no hay ‘espejos’, acaso no es perfecto?

Y solo se me hizo una adicción, tan necesario como respirar, y un mundo trans empezó a desfilar por mi cama, algunos pagos, otros no, mejores, peores, más varoniles, más femeninos, y si bien hacía de todo, poco a poco me sentí más identificado con un rol pasivo, me encantaba que me den verga de una manera que jamás había imaginado que sucedería y debo decir que fui muy feliz con eso, asumir lo que era, raro en mí, pero ya sin rótulos.

Así me hice del ambiente, contactos que me pasaron más contactos, sitios web, sitios nocturnos, recomendados, boliches, travestis cotizados, travestis de la calle, un poco de todo.

Entre tantas historias está en particular empezaría en diciembre, había llegado a ‘Le désir’, un pub nocturno donde no había lugar para mujeres, era una cueva sucia y pestilente donde solo se encontraba sexo, un mundo para gays y transexuales donde todo estaba permitido.

relato con transexualNo había ido al azar, me habían pasado información sobre Joana, una de las chicas que servían tragos en la barra, famosa por sus curvas de mujer y una enorme y viril verga, como a mí me gustaban.
Honestamente no me sentí muy a gusto en ese sitio, donde en general se resaltaba la homosexualidad, un lugar bastante under, y era como que yo no cuajaba en el sitio, un tipo pintón, demasiado prolijo, con traje, camisa corbata, no pasaba desapercibido.

No tardé en dar con ella, Joana era sencillamente escultural, con sus cabellos castaños que artificialmente llevaba a un rubio brillante, bien lacios, de carita preciosa y enormes ojos oscuros, sus labios era una tentación como la manzana prohibida, hice contacto con ella, cruzamos unas palabras, llamé su atención, ella se rio de mi vestir y me preguntó a qué hora daría el discurso, solo iba y venía, me atendía a mí, pero también a otros clientes, y se pasaron las horas entre charlas e insinuaciones, pero no tendría éxito esa noche de lunes.

Intentaría nuevamente el martes, y el miércoles, pero Joana siempre ponía peros de por medio.

Llegaría el jueves, le ganaría por cansancio, y Joana pareció resignarse a mi fastidiosa presencia, porque me tendía ahí cada noche hasta hacerla mía.

Ese jueves estaba espléndida, lucía un vestidito entre plateado y blanco que le quedaba muy sexi, resaltando con las luces del pub, era lo suficiente ajustado para marcar sus curvas y lo suficiente suelto para no ser vulgar, con escote cerrado el cuello donde ahí sí, era imposible no resaltar sus enormes tetas, incluso se marcaban los pezones de una forma que dejaba notar que no tenía sostén, por debajo, se ampliaba un poco, pero era lo suficientemente corto para dejar desnudos unos hermosos muslos, además, alcanzaba a notar unas lindas botas negras a media caña, con altos tacos.

Ya tenía la suficiente confianza con ella y en algún punto me dijo

No te vas a rendir cierto?, a las tres tengo mi descanso, esperame en la puerta de los baños

Sabía que la tenía, y ahí fui, donde estaban los baños, era un poco loco, por ley había uno identificado para hombres y otro para mujeres, pero en la práctica, eran todo lo miso, cualquiera iba a cualquiera, y cuando entrabas podías ver gente haciendo sus necesidades, pero también mientras uno se lavaba las manos y podía tener una pareja cogiendo a la derecha, y algún estúpido inyectándose drogas a la izquierda, si, así era esa podredumbre.

Cuando ella llegó a mi lado tenía mis hormonas en ebullición, nos colamos a uno de los baños y fuimos sobre la mesada de los lavabos, había algunos casuales como ya comenté, pero nada me importó, por el contrario, se me hacía todo muy sexual, muy caliente, empezamos a besarnos como desesperados, muy rico, sentía sus enormes tetas pegadas a mi pecho, llené mis manos con su escueta cintura, con sus grandes nalgas y tuve que ir por lo que deseaba, su verga, solo noté que estaba muy dura, la tantee con mi mano por encima del vestido, era realmente enorme.

Ella estaba apoyada en el mármol mientras espectadores casuales observaban sin entrometerse, reculé un poco, lo suficiente para llenarme la vista con sus formas, ese vestido ajustado le quedaba magnífico, sus pechos eran llamativos, su cintura, su cadera, pero ahora, una enorme vara mágica se marcaba ladeada hacia la derecha, casi llegando a la punta de la cadera, diablos, no pude más.

Fui de rodillas, levanté el vestido, la maldita no tenía ropa interior, y se verga me pegó en la cara, como un resorte, cerré los ojos, empecé a chupársela, muy rico, era la pija más grande de todas las que me había comido en mi vida, sabía rica, esponjosa, sabrosa, me perdí chupando y chupando, abría la boca todo lo que podía y solo trataba de engullirla, pero era demasiado.

Joana me tomó por detrás de la cabeza, por la nuca y solo empezó a empujar más y más profundo, lentamente, sentía que me invadía lo profundo de la garganta, me la iba hacer comer toda, poco a poco, sentí latir mi corazón, galopaba como un potro salvaje y morí de placer en ese momento de sumisión.

Me incorporé, no lo toleraba más, solté la hebilla de mi cinto y bajé lo suficiente el pantalón, le dije

Metémela toda! rompeme el culo mi amor!
Pero… no tengo condones encima… – respondió ella dudando –
No me importa, mejor, me encantan los riesgos, acaso tenes miedo? – respondí seguro de mí mismo

Ella se puso entonces por detrás, apoyé las manos a los lados de un lavabo y me dejé poseer, Joana me la metió por completo, y aunque mi culo había recibido muchas pijas, esta era incomparable, sentía exquisito, ese dolor tan placentero, tan único, tan perfecto.

Ella me daba sin piedad, jadeaba perdido, en medio de la locura, me miraba al espejo y solo no podía, por detrás veía su rostro lleno de placer, un par de gays hacían el amor el otro extremo y una rubia trans se lavaba las manos a mi izquierda, mirando por el espejo lo que sucedía, con una sonrisa cómplice y una mueca de deseo.

No tardaría mucho en venirse, le pedí entre gemidos que me lo llenara de leche y así la sentí llegar en mi interior, fue solo mágico.

Cuando terminamos, ella me dijo que tenía que volver a su trabajo, y yo necesite pasar por uno de los inodoros a limpiar mi interior. Luego volví a la barra, fuimos cómplices en sonrisas, pedí otro trago, y terminaría esa noche solo en mi cama, masturbándome muy rico aun sintiendo mi piel el perfume de esa exótica mujer.

Después de esa noche tuve muchos encuentros más con ella, pero eran solo encuentros, ella era un más para mí, y yo era uno más para ella, las cosas solo se daban, y si pintaban, terminábamos entrelazados.

Esa chica trans era bastante conocida en el ambiente, tenía muchos contactos y había coqueteado con la farándula, por eso el día que me habló de Arístides Mendizábal no me llamó la atención.

Arístides Mendizábal era un conocido coreógrafo, tipo de revistas, de origen español, radicado desde pequeño en Argentina, un gay prohibido por décadas, proscripto por años por su homosexualidad, que ahora, con estos vientos de cambios, había salido del closet con sed de venganza, un viejo de más de setenta, que intentaba recuperar en los pocos años que le quedaban por delante, todo lo que había perdido por detrás.

Habíamos hecho el amor, aún tenía ese rico gusto de su verga en la boca cuando Joana sacó el tema

Me dijo que el viejo hacía orgías en su quinta, que era un depravado y organizaba sus propias funciones, como hacía con las obras de teatro, le gustaba sentarse en su silla de director y darles forma a las perversiones de su mente.

En esta oportunidad estaba pensando en una orgía travesti con un chico sumiso que recibiera de todo sin quejarse

Cuando el viejo me contó de sus planes – me dijo ella mientras fumaba un cigarro – y me pidió por los ‘actores’, me di cuenta que el rol de chico pasivo a vos te vendría muy bien, que pensas?

Y yo no sabía que pensar, realmente una orgía con travestis me sabía muy excitante, pero ese viejo me causaba repulsión, cada vez que lo veía aparecer en los medios, esa mariquita asquerosa, histérica, con sus dedos llenos de anillos, con modales y prendas ridículamente femeninas, con un ego más grande que el mismo planeta, hablando siempre desde una posición superior que el mismo creaba, pues, no era para mí, ni siquiera para un puto asumido como yo.

Joana, viendo que estaba encerrado en mis pensamientos tiró

Si es por dinero no hay problemas, Arístides pone lo que tenga que poner.

Tiempo después llegaría a la apartada mansión que el viejo tenía en las praderas de la pampa Argentina, era todo muy fastuoso, el tipo tenía vigilancia privada, todo muy dark.

El encuentro en persona con Arístides me resultaría aún más repulsivo, dos putos que pensaban totalmente distinto, estaba con una túnica multicolor de seda importada, que trataba de disimular su exceso de peso, con los cabellos batidos como si fuera un adolescente, y unos enormes lentes de sol con llamativos marcos blancos, por mi lado, mi acostumbrado conjunto de saco y pantalón, con una remera ajustada, barba prolijamente recortada y los cabellos engominados, con una fuerte loción masculina y creí entender que el sentimiento de incompatibilidad fue mutuo, y se sintió una tensa guerra de egos en el ambiente

La imagen de ese almuerzo fue digna de una nefasta película, una larga mesa, en una cabecera estaba el, en una silla diferente a las restantes, más grande, de amplio espaldar, como el trono de un rey, alejado, en el otro extremo estaba yo, en silencio, observando a derecha y a izquierda, seis chicas travestis a cada lado, algunas más femeninas, otras no tanto, rubias, morenas, pelirrojas, cabellos cortos, cabellos largos, más altas, más bajas, más educadas, más grotescas, todos estábamos ahí por el mismo motivo, e imaginarme lo que pronto sucedería me tenía bastante excitado.

Caía el sol en el poniente cuando llegó la hora de la verdad, fue raro, pero sentí como si hormigas invadieran mi cuerpo, las cosas no serían como lo había imaginado, pensaba llevar el control, pero eran doce contra mí y solo sucumbí en un mundo travesti.

Arístides era un maldito perverso, todas tenían pijas enormes y eso no había sido casualidad, él se había sentado a un lado en su trono de rey, con las piernitas entrecruzadas, refregándose las manos, muy atento a todo, apenas pude pasar uno minutos besando a una y a otra, o lamiendo alguna rica teta, o tocando un hermoso culo, pero en minutos estaba desnudo, de rodillas, chupando una y otra, y otra y otra verga, me habían rodeado y me transformé solo en un juguete.

Alguien vino y me la dio por el culo, yo seguía chupando y chupando, se turnaron, me rodeaban, una salía, otra entraba, se masturbaban en mi derredor para follarme, como decía el maldito viejo puto que se relamía con lo que veía.

Decidieron que no era suficiente, iniciaron una doble penetración anal, fue sádico, perverso, pero también exquisito.

Seguimos por horas, perdí la cuenta, pero me habían dado tanta verga que ya no quería saber más nada, no sabía cuento semen había tragado, tenía el culo lleno de leche, y me habían dejado el trasero destruido, mi cuerpo parecía plastificado por todas las acabadas que había recibido.

Cuando terminamos fui por una ducha, me dolía todo, en demasía y las chicas trans se burlaron de mí. Solo tomé mi dinero y volví a casa.

Nunca volví a ver al viejo Arístides, sabía que así sería, el no repetía historias, ni personajes, el maldito puto depravado.

Volví al pub tiempo después, ‘Le désir’ siempre sería un buen sitio para alguien como yo, y siempre Joana me estaría esperando al otro lado de la barra, hablamos mucho, copas mediante, le conté en detalle los que había sucedido

Se me está parando la verga! – dijo ella – vamos al baño?

Menee la cabeza en forma negativa, aun me dolía el culito en demasía, no quería saber nada de nada, basta de pijas, por el momento.

Pasarían casi tres meses para que el deseo renaciera y poder volver a ser el que era, para volver a ese baño de pecado, para mamarle la enorme verga a mi chica y sentir sus jugos en mi garganta, para entregarme y dejarla que me rompiera nuevamente el culo, una y mil veces.

Fin de la historia, sigo siendo lo que soy, un tipo en apariencia varonil, de buen vestir, de buen pasar, enamorado de las chicas que tienen algo especial entre las piernas.

Arístides falleció meses atrás, lo encontraron en su casa, solo, con una sobredosis de calmantes, no me extrañó, la noticia no me produjo nada, no me despertó ningún sentimiento, ni lástima, ni congoja, ni nada.

De Joana ya no se demasiado, hace tiempo que no nos vemos, solo nos contactamos por algún llamado y nos cambiamos fotos de vez en cuando, dejó el pub en busca de un futuro mejor, vive en las playas de Maceió, Brasil, prepara tragos, da clases de baile a los turistas y según dice, los europeos pagan en euros por sus servicios, atiende hombres, mujeres, y parejas, todo por igual.

Yo sigo mi viaje, de vez en cuando visito ‘Le désir’, por algún encuentro esporádico, con alguna trans al azar, pero ya no es lo mismo desde que ella no está.

Si te gustó la historia puedes escribirme a ‘LE DESIR’ a dulces.placeres@live.com

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