Relato porno lésbico, ¿se nace o se hace? Así es mi historia…

Tenía treinta y cuatro años cuando cerré una etapa de mi vida para abrir otra.

Venía de años de pareja con Edgardo, un tipo por demás interesante, buen mozo, seductor y con un sex appeal increíble. Cuando me casé con él todas mis amigas me tenían sana envidia y me decían una y otra vez lo afortunada que había sido, Edgardo era de esos hombres que enloquecían a una mujer con el poder de sus ojos, y si lo dejabas hablar, sus palabras te envolvían y te rendías sin remedio.

En nuestros diez años de convivencia tuvimos dos hijos, una niña y un niño, y siempre dábamos esa imagen de familia feliz.

Pero puertas adentro, mi esposo era un monstruo, enfermo del sexo y a poco tiempo de nuestro compromiso, en pleno embarazo, comprobaría su primera infidelidad.
Lo perdoné, y fue mi error, porque volvería a repetirse, una y otra vez, sistemáticamente, con cualquiera y en unos años ya solo trataba que no me doliera, cerraba los ojos para no ver, y lo dejaba pasar, solo lo dejaba pasar.

Pero gota a gota el vaso se fue llenando y el día que lo encontré en la cama con una de las que decía ser mi mejor amiga, fue la gota que lo rebalsó, estaba cansada de ser cornuda y esa vez no hubo vuelta atrás.

Separamos nuestros caminos, vendimos la casa y volví a la de mis padres, con los pequeños a cuesta, como dije, tenía treinta y cuatro años y fue recoger el mazo de naipes y volver a repartir. Edgardo viajó a Australia por temas laborales y sus escritos se fueron espaciando lentamente, hasta solo desaparecer y pasar a ser parte del pasado, y no me dolió por mi, sino por sus hijos que tuvieron que hacerse la idea de que papá se había olvidado de ellos.

Nunca me consideré ser muy bonita, de estatura tirando a baja, delgadita, mis pechos son pequeños y si bien era cierto que los embarazos me habían dejado una colita más llamativa, también era cierto que mi pancita chata de modelo había desaparecido.

A pesar de todo, estaba nuevamente en la vidriera, y propuestas no me faltaban, pero en esos días mi cabeza estaba en otra cosa, reacomodando mi vida junto a mis padres, con los hijos de por medio, buscando un nuevo empleo. Pero eso no era todo, aun me dolía en el alma no tener a Edgardo y jamás había imaginado que sería tan duro separarme de él, si es que me daba cuenta que seguía enamorada y presa de sus encantos, a pesar de todo, era una estúpida que jamás aprendería la lección, y en cada hombre que trataba de seducirme yo solo buscaba algún indicio que me recordara a Edgardo.

Poco tiempo después las cosas parecían acomodarse, mis padres resultaron ser un gran apoyo, en especial con el cuidado de los niños y yo había conseguido un empleo de cajera en un mercado de mediana importancia a unas cuadras de casa.

La paga no era mucha, pero al menos me ayudaba a mantener la cabeza ocupada en otra cosa y así los días pasaban un poco más rápido. Me metí de lleno en un nuevo empleo y conocí a mucha gente con la que poco a poco hice camaradería.

Celeste era una de las tantas mujeres que atendían caja como yo, y naturalmente se dio una amistad entre nosotras, cosas que solo suceden.

Ella tenía casi treinta en esos tiempos, era soltera y no hablaba mucho de su vida privada, a pesar que yo le había contado todo sobre mi con lujos de detalles.

Tenía un rostro sin dudas perfecto, una cara redonda con dos enormes ojos celestes, cristalinos, transparentes, una naricita diminuta y unos labios muy marcados, sus cabellos rubios platinados que caían por su espalda, muy sexi.

Pero a pesar de su rostro, Celeste tenía complejos con su cuerpo, de mí misma estatura, menudita, tampoco tenía busto, pero su trasero era desproporcionado con su cuerpo, era risueño, pero en verdad parecía que su culo no correspondía a su cuerpo.

Y solo nos hicimos muy amigas, íntimas, sin secretos, o casi, porque ella no contaba demasiado, generalmente era yo quien parloteaba sin cesar y ella solo ponía atención. Ella solo preguntaba por mí, si ya tenía nuevo novio, alguien que me gustara, y cosas que en esos momentos lo tomaba como curiosidades de chicas, sin poder ver más lejos de mi propia nariz.

Nuestra amistad trascendió el empleo, habíamos salido a tomar algunas copas, paseos de mujeres, alguna cena y cosas por el estilo, ella había venido a casa un par de veces, había conocido a mis padres y a mis hijos, pero su vida seguía siendo un enigma en algún punto, su familia vivía en un pueblo del interior y no tenía a nadie por estos lados, alquilaba un pequeño departamento en la parte costera de la ciudad y su único compañero era ‘Pelusa’ un gato viejo y gay, como ella misma siempre lo llamaba.

Todo empezó una noche de primavera, varios de los chicos del trabajo habían organizado una cena en un sitio donde se hacía algo de karaoke y también se bailaba, era de todo un poco, la idea de compartir unas horas de sana diversión, relajados y fuera del entorno laboral.

Me había comprado un vestidito delicado, ajustado al cuerpo, pero no demasiado, en color negro, discreto, nada que llamara mucho la atención, pero si me sentí rara, hacía tiempo que solo usaba pantalones y mis días ‘de cacería’ eran parte del pasado, no podría explicarlo, pero esa noche, después de mucho tiempo al fin volvía a sentirme mujer, y el eje de mis pensamientos pasaba por mi sexualidad, podía al fin desconectarme un poco de mis hijos, de mis padres, de mi empleo, de mi ex.

Llegué puntual y le guardé un lugar a mi lado a mi amiga, como ya habíamos acordado, Celeste llegó poco después, recuerdo que tenía unas calzas de licra en un color ocre pálido y una remera larga con la que trataba de disimular sus caderas, en negro con unos dibujos brillantes en el frente y de hombros asimétricos, su rostro estaba maquillado, me llamó mucho la atención porque rara vez lo hacía, sin embargo, esa noche estaba muy bonita.

Cenamos, bebimos, reímos, algunos se animaron al karaoke, pero nosotras no, demasiado vergonzosas para un ridículo público.

Matías, un chico que varias veces me había invitado a salir sin éxito me llevó a bailar, parecía no resignarse mis negativas, y en esos momentos había bebido demasiado, y solo quería divertirme.
No me di cuente de muchas cosas, en modo inconsciente tomaba para olvidar cosas que aún me dolían, y la diversión solo eran excusas para lágrimas de un pasado que todavía dolía. También pasé por alto que Celeste se había quedado sola en la mesa, y que me seguía con la mirada donde fuera que yo estuviera y era como que las piezas no terminaban de encajar.

Eran las cuatro de la mañana cuando decidí volver, pero Celeste me dijo si no quería ir un rato a su departamento, a charlar un poco, a tomar algo, al fin de cuentas jamás había ido a conocer su hogar, ni siquiera a su gato. Dudé un poco, pero qué diablos, mis padres me habían dejado en claro que no me preocupara por horarios, que hacía tiempo no me divertía y además era cierto, no conocía de departamento de mi amiga.

Poco después, estábamos las dos solas, en su modesto lugarcito en el mundo, era pequeño pero acogedor, tenía algunas fotos familiares sobre una repisa, encendió unos sahumerios, puso música a muy bajo volumen y fue por unos tragos.

Nos sentamos en un amplio sillón, de esos para tres personas, una a cada extremo, empezamos a hablar, o más bien, yo hablaba y ella escuchaba, le dije si no le molestaba que me quitara miz zapatos tacos altos, estaba falta de costumbre y me dolían los pies, ella solo se rio y me dijo que me sintiera como en mi casa.

Honestamente no recuerdo de que estaba hablando, solo ella me miraba muy serena, muy tranquila, se acercó un poco, y otro poco y sin que lo viera venir, Celeste se pegó lo suficiente para acallar mis palabras con un beso, me sorprendió, y me hice a un lado, no entendía.

Ella volvió a atacar, sus labios rozaron los míos y su lengua busco mi boca, sentí su respiración demasiado cerca y sus manos aferraron mis hombros

Que hacés? estás loca? – reaccioné con energía poniendo distancia entra ambas –

Nunca estuviste con una chica? – dijo ella con voz muy pausada –

No, no estuve, ni estaré – respondí con suficiencia –

Se que te gustan los chicos, no te pido nada, solo pasemos un buen rato – volvió a repetir muy serena –

Pero Celeste, no sé qué te traes… – repondí con dudas –

Solo no hagas nada, solo déjate llevar, volá… – ella parecía tranquilizarme con su voz –

Recuerdo que la discusión e intercambio de palabras siguió por unos minutos, aun hoy no sé por qué me deje llevar, seguramente por la abstinencia sexual que acumulaba, o por probar algo diferente, o tal vez solo por complacerla, o por todo el alcohol que tenía en la sangre…

Celeste terminó de acallar mis dudas y mis palabras con sus besos, olía muy rico y sentí sus manos jugar en mi piel, sus besos tímidos fueron a mi cuello y eso me gustó demasiado, respiré profundo, me dejé llevar.

Sus dedos recorrieron mi piel por donde no cubría el vestido, por los brazos, por mis muslos, y por mi pecho alto jugando con una gargantilla que llevaba esa noche, solo cerré mis ojos y cuando ella volvió a buscar mis labios solo respondí con un beso enorme y perdido en el tiempo, hacía tiempo que no tenía ese deseo en mi boca y fue como un renacer, y sentí mojarme entre mis piernas, y sentí que perdía el control.

Los dedos de Celeste buscaron colarse por el escote del vestido en una forma muy discreta, incluso bordeando los límites de mi sostén, sentí el deseo en mis pezones, y sentí que ella me observaba con ojos de pecado, respiraba profundo, mordiendo mis labios, resistiendo lo irresistible y viendo que ella parecía haberse quedado en ese punto, solo jugando con mis deseos, solté el vestido y mi sostén, dejándolo caer hasta la cintura, mis pechos quedaron desnudos para ella y solo le rogué que ya lo hiciera.

Una sonrisa cómplice se dibujó en su rostro, Celeste me besó y con su lengua afilada bajó por mi pera, por mi cuello por mi pecho hasta llegar a uno de mis pezones, su saliva estaba tibia y solo empezó a lamerlos de una manera tan rica que no puede evitar pequeños gemidos.

Ella sabía que todo iba de maravillas, y con una de sus manos libres seguía jugando en mis muslos, sin dejar de comerme las tetas, como solo una mujer podría hacerlo, me moría, sus dedos inquietos buscaron mi ropa interior, estaba empapada literal, y ella me lo dijo al oído

Pero que zorra, mirá como estás…

Solo me relajé y casi sin pensarlo abrí mis piernas como una ramera, solo para que ella lo hiciera

Celeste coló su mano completa entre mi sexo y mi ropa interior, sentí como metía un par de dedos en lo profundo de mi conchita y como masajeaba con ritmo mi clítoris, y todo esto sin dejar de lamerme los senos, me sentí venir, era obvio y me retorcí en su sillón en un mar de placer, gimiendo al borde de las lágrimas.

Me quedé unos segundos tratando de recuperar mi respiración, al abrir los ojos, Celeste a un lado se lamía pacientemente los dedos, dejándome saber lo rico que sabían mis jugos, ella dijo entonces

No te voy a pedir nada a cambio, pero solo quiero que sepas lo que provocas en mi

Ella levantó un poco su remera solo para que observara su calza, estaba impregnada con sus jugos, todo el pubis, su entrepierna, incluso llegando casi al elástico que estaba a la altura de su ombligo, impresionante, y asumo que me sentí dulcemente halagada por tan terrible excitación.

Celeste dio por terminado el juego, empezaba a aclarar y tenía que volver a casa.

Al día siguiente, lejos del efecto del alcohol, mi cabeza se transformaría en auténtico martirio, me moría de vergüenza por lo que había sucedido con mi amiga y ciertamente no sabría como seguiría adelante, como volver a mirarla a los ojos.

El lunes por la mañana volvimos a cruzarnos en el trabajo, ella me saludó muy natural, como si nada, con un beso en la mejilla, como saludaba a cada chica, y yo me quedé encerrada en mis propios laberintos, pasaban las horas, ella estaba caja de por medio a la mía y nada, como si yo solo no existiera.

Salimos por la tarde, como cada día, ella se despidió de todas, de la misma manera, pero yo la alcancé y le dije que necesitaba hablar con ella, explicar y entender muchas cosas, así terminamos mesa de por medio en un bar a unas cuadras del mercado.

Intenté aclarar muchas cosas, ella me intrigaba, pero lo mío eran los chicos, me había gustado pero que estaba ebria y era mujer, y también le pregunté por qué nunca me lo había dicho, fue cuando Celeste me miró a los ojos y me dijo

Bárbara, es que estás tan ciega y encerrada en tu mundo que solo tu mundo es relevante, solo tus cosas parecen importantes, que tu ex, que tus hijos, que tus padres, que esto y que lo otro, solo vos hablas y yo siempre estoy para escucharte, para poner el hombro en silencio, alguna vez me preguntaste que sentía? cómo estaba? sí era feliz en mi vida? alguna vez te preguntaste por que vivía sola, por qué jamás un chico? ni uno solo?

Bajé la mirada, creo que una cachetada en la cara me hubiera dolido menos, porque ella tenía razón, jamás la escuchaba, jamás

Ella, el notar mi rostro, me tomó de las manos y me dijo

Bárbara, disculpa, yo no puedo obligarte a nada que no quieras, pero me gustas, y me enamoré de vos poco a poco, sin quererlo, sin proponerlo, de tus locuras, de tus berrinches, de tu simpleza, amo ese tic que tenes con acariciarte la oreja derecha, amo ese lunar que tienes en el cuello, amo el tono de tu voz, amo en la forma que caminas, y todo en vos me parece perfecto, solo te pido que no me odies, que no me alejes de tu lado, y solo me conformo con amarte en silencio, sin pedidos, sin reclamos, quiero ser como la luna que gira presa de la tierra, solo así, iluminarte cunado me necesites, desaparecer cuando lo desees…

Celeste hablaba a corazón abierto y con esa postura, como se supone que yo le diría algo?

Dejamos esa noche como que pasó lo que debía pasar, noche loca de amigas, sin reproches, sin reclamos, y solo dijimos dar vuelta la página y seguir adelante y Celeste pareció poder cumplir con eso, solo que yo… Dios… solo no podía… no podía quedarme a mitad camino entre algo sucio que sin embargo me había encantado, probar de la fruta prohibida fue tan excitante como peligroso.

Le propuse una nueva a charla, a solas, necesitaba entender…

Ese viernes, nos encontraríamos nuevamente en su departamento, a compartir una cena, solo eso.

Ella estaba muy normalita, de entre casa, con unas chancletas de playa, un gastado short de jean que le hacía más enorme su enorme culo y una camisita entallada sin mangas, no tenía maquillaje y era obvio que no quería despertar en mi ninguna emoción que me confundiera, sin embargo, yo ya estaba confundida.

Nos sentamos a comer frente a frente, como amigas, ella había preparado unos ricos fideos enrulados, abrimos una botella de vino y esta vez fue mi oportunidad de escucharla, ella hablaba y yo tomaba una copa, ella hablaba y yo tomaba otra. Me di cuenta cuantas cosas no conocía acerca de ella y solo me fui perdiendo en sus palabras.

Esta vez fue mi turno de jugar, fui yo quien acallé sus palabras pegando mis labios a los suyos, y esta vez fu su turno de mostrarse sorprendida, ella dijo

No Bárbara, está bien, no juguemos un juego peligroso, yo tengo sentimientos muy fuertes contigo y se cuáles son tus gustos, no quiero que hagas cosas por lástima…

Celeste tenía los ojos brillosos, enjuagados en lágrimas que trataba de contener con todas sus fuerzas para no mostrarse vulnerable. La miré con dulzura y respondí

No hago lo que hago por lástima, lo hago porque me gusta, lo hago porque me sale, solo lo hago…

iniciación al mundo lesbicoVolví a besarla, ella respondió esta vez con locura, haciéndome doler los labios, y esta vez quería ser yo quien la sorprendiera, no sabía bien que hacer, ni cómo hacerlo, era todo un mundo nuevo para mí, desconocido e intrigante.

Le pedí que se sacara ese ajustado short que contenía su enorme trasero, me dio gracia porque yo sabía cuánto ella lo odiaba sin imaginar cuanto yo lo deseaba, ojalá hubiera tenido un poco de lo que ella tenía.

La hice sentar en un banco pequeño, fui por detrás, aspiré el perfume de sus cabellos, besé su nuca, le pedí que se relajara, que me dejara hacer.

Sin dejar de posar mis labios en su piel fui quitando las pocas prendas que aun tenia, bajé por su espalda lentamente, mis manos acariciaron sus nalgas, pasaron por su vientre y subieron a sus pequeños pechos, sus pezones estaban afilados y percibí en el silencio el lugar sus gemidos contenidos

Bajé más y más, me senté en el suelo, sus terribles cachetones quedaron frente a mi rostro, veía su esfínter, su sexo jugoso, cerré mis ojos y me dejé llevar, sabía a mar, tibio, espeso, abundante, por minutos lamí toda su conchita y su rico culito, y me perdí en interminables besos sintiendo en mis oídos sus dulces quejidos.

Tiempo después Celeste me confesaría que no había alcanzado el clímax, es que yo era inexperta y tenía que aprender, pero en ese momento me sentí plena y asumí que le había arrancado hermosos orgasmos.

Ella volvió a besarme, muy rico, mis labios aun tenían su sabor, me miró a los ojos y casi en un susurro me dijo

Bárbara, dejame demostrarte que puedo ser todo lo que quieras que sea.

Ella desapareció de mi vista yendo a su dormitorio, en unos minutos estaba llena de interrogantes, solo dejé caer mis ropas para recibirla. Celeste apareció con un arnés en su cintura, entre sus piernas colgaba en pene de juguete en color negro, minado de esferitas plateadas que lo hacían ver muy llamativo, me causó tanta impresión como vergüenza, no pude contener una risa nerviosa

Estás loca Bárbara – le dije mirándola a los ojos

Pero ella además traía un pequeño plug anal inexpulsable que brillaba en la penumbra, solo empezó a chuparlo muy golosa y volví a decirle que no, que estaba loca.

Bárbara me tomó del brazo y simulando un sexual forcejeo me puso de espaldas, el metal del juguete estaba tibio por su saliva y lo sentí empujar suavemente en mi ano. No sé el motivo, mi cola era virgen, se lo había negado muchas veces a mi ex y a los hombres que habían pasado por mi cama, pero con ella fue diferente, no pude evitarlo, me dejé llevar.

No tardó demasiado en colarse en mi esfínter, mi músculo se cerró automáticamente al pasar el mayor grosor y me arrancó un hermoso suspiro

Celeste entonces puso una de sus manos en mi espalda y jugó con el pene en mi conchita, en la puerta, estaba tan mojada que sentía como mis flujos habían chorreado por mis piernas, maldita
Ella empezó a cogerme, fuerte, despacio, profundo, superficial, me dejé llevar, no podía resistirlo, acaricié con fuerzas mi clítoris y me vine, una, dos, tres veces.

No podía más, ella me seguía dando con fuerzas, mis piernas empezaron a temblar y me faltaba el aire, era demasiado

Pará Celeste, pará…. – rogué tratando de tomar más aire del que podía – me vas a matar!

Ella volvió a girarme, quedamos frente a frente, siguió cogiéndome, besándome, acariciándome, hasta caer rendida de placer

Pasaron los años, ella fue mi imán, mi norte, mi guía, y poco a poco con esos juegos secretos me fui enredando en su tela araña. Ambas perdimos el empleo cuando se hizo pública nuestra relación, es que no toleraban relaciones homosexuales, no nos importó.

Con el dinero de nuestras indemnizaciones pusimos un negocio en el barrio, lencería femenina, fuimos socias, amantes, y al final, pareja.

A mis padres no les gustó saberlo, pero con el tiempo se hicieron a la idea.

Celeste fue mamá, un embarazo con semen de donante anónimo, y sería nuestra niña en común.

Siempre me había visto a mí misma como una persona heterosexual y compartir mi cama con otra mujer era algo que no pasaba por mi cabeza, hoy soy feliz a su lado, pueden vernos por algún parque, tomadas de la mano, con los tres niños, jugando, divirtiéndose.

Encontré en Celeste, el amor que jamás pude encontrar en ningún hombre

Si te gustó esta historia puedes escribirme con título ‘SE NACE O SE HACE?’ a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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