Relato de sexo express en el estacionamiento con mi jefa

Después de haber tenido un momento de sexo con mi jefa en su oficina, que por cierto lo recuerdo bien, cada detalle, cada momento, cada sensación, antes de una junta cuando le ayudaba a buscar sus papeles y terminé buscando en sus bragas… Bueno pues ahora toca contarles sexo express en el estacionamiento.

Después de aquello ella me trató con desprecio, indiferente, fría y tan solo como un empleado mas, me sentí utilizado por aquella mujer mas no podía y no puedo dejar de pensar en ella, en si sentirá algo por mí, si piensa que aquello fue un error, fue su necesidad sexual solamente o es que tiene miedo de averiguar más de que es esto que pasa entre los dos, no lo sé, estúpida intriga.

La empresa decidió hacer un convivio en celebración de los buenos resultados de los empleados, estaba dudoso si ir, pero quería verla, estaba entre la lucha de puedes tener una oportunidad y no seas estúpido te sentirás peor con su desprecio, claramente si estoy aquí contando esta historia erótica es porque elegí la primera opción, sabia o estúpidamente, ya no lo sé.

Llegando al salón la veo de lejos, sentada de pierna cruzada y con una falda un poco provocativa, le veo sus piernas largas y como menea un pie con delicadeza, voltea y le sonrio, sonríe incomoda y se voltea.

sexo express en el estacionamientoEn ese momento estuve a punto de irme, sentí un puñetazo en mi estómago, pero me quedé, los tragos fueron haciendo efecto en mí y en ella también… Notaba su mirada indiscreta de vez en cuando, se acercó en algunas ocasiones para una plática casual, bailó entre cerca y lejos de mí y con unos y otros para que no hubiera obviedades.

En una ocasión sin darme cuenta la tomé de la cintura, ella se retiró y volteando a los lados me dijo:

– ¿Qué estás haciendo?, olvídalo, supéralo, fue solo una vez, tu y yo no somos nada.

Con mi jefa, sexo express en el estacionamiento

En ese momento agarré camino hacia el estacionamiento para marcharme, al borde de la ira y del llanto. Cuando llegué al carro sentí una mano en mi hombro, volteé y era ella.

Tenía la cara hecha trizas y arrepentida por lo que dijo, cuando iba a comenzar a hablar le dije:

– Cállate, no quiero escucharte.

La besé. Me besó. Nos besamos. El carro estaba apartado y no había nadie cerca, la empujé hacia el carro y seguimos besándonos.

No me detuvo, no me detuve, acaricié sus piernas y llegué a su sexo, estaba húmedo, resbaloso, preparado, cuando estaba por meter los dedos ella me detiene y me desilusionó un poco, pero para mi sorpresa me dice:

– Esta vez no quiero que sean tus dedos los que me penetren.

Me baja la bragueta y saca mi pene, se baja los calzones y se pone de espaldas.

– ¿Estás segura?, nos pueden ver…

– ¡Hazlo!, de una vez, ya no aguanto más.

Obedecí como cachorro y la penetré, mi pene entró con fluidez y nos movimos con naturalidad, encajamos perfecto. Nuestros gemidos eran sinfonías silenciosas, rasgaba el carro con sus uñas para contenerse, cada vez se pegaba más al carro, parecía que iba a desvanecerse…

Cuando ella llegó al orgasmo saqué mi pene y ella comenzó a masturbarme hasta que lo tiré todo en su mano, lo chupó y me miró sexosamente. Me subió la bragueta y luego se marchó, creo que de nuevo fui utilizado, pero valió la pena.


Imagen de caracter ilustrativo para el relato de sexo express en el estacionamiento

 

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