Relato sexual de mis dos amores y como me entregué a otro hombre

Muchos años han pasado, demasiados…

Mis labios siempre estuvieron sellados, un secreto que llevaría a la tumba, en verdad, un silencio que me impuse, una realidad que siempre preferí ignorar, hasta ahora, tiempo de reflexionar…

En esos días yo era muy joven, apenas tenía veinte, con toda una vida llena de proyectos por delante, con un mundo por descubrir, en esa hermosa edad donde todo es perfecto. Los estudios de facultad eran en ese entonces el eje de mi vida, sin embargo vivía un incipiente noviazgo con Walter, el que a futuro sería mi esposo, y quien actualmente comparte mi cama cada noche.

Y un día como cualquiera, casualidades de la vida, nos cruzamos con un amigo suyo, me lo presentó, Gustavo era su nombre, nos besamos cruzando las mejillas y hablamos un buen rato hasta que cada uno siguió su camino.

Luego me enteraría que Gustavo tenía apenas diecisiete, aunque hubiera jurado que era mayor que yo, se veía demasiado maduro para su edad, tal vez porque el no estudiaba, el se ganaba la vida trabajando en la construcción y tal vez eso lo hiciera crecer antes de tiempo, noté que tenía una labia increíble que podía seducir al mismo demonio, con un léxico de muy buen nivel, usando las palabras correctas en el sitio correcto, y sin dejar de mencionar la increíble estampa masculina que tenía, un sex apeal imposible de resistir.

Yo estaba muy a gusto con Walter, pero adiviné que Gustavo sería una piedra en el camino…

Y como ellos eran muy amigos, fue lógico que nuestros caminos volvieran a cruzarse, y era evidente lo que pasaba, nuestras miradas eran calientes, había electricidad en nuestra piel, y nuestras palabras decían mas de lo que por si solas significaban, la conexión flotaba en la atmósfera y todos los caminos llevaban al pecado, pero había un obstáculo, Walter, su mejor amigo, mi novio.

A pesar de todo, y de que nada pasara entre nosotros, compartíamos cada vez mas horas juntos, en cada fiesta que nos encontrábamos, en cada pub, en cada cruce de la vida, nos sentábamos los tres juntos y hablábamos hasta el amanecer, hasta que nos vencía el cansancio.

Obviamente, mi novio vivía ajeno a todo lo que pasaba, el confiaba en mi, confiaba en su amigo, así que era ciego ante tantas evidencias, muchas veces me dejaba al cuidado de Gustavo, mientras el se iba a hacer cosas con otros amigos, y así, como una macabra jugarreta de la vida, a espaldas de mi novio empezamos a compartir sueños, ideas, deseos, penas y alegrías.

Y a medida que el tiempo pasaba las cosas se hacían mas confusas y peligrosas, solo se daban inocentes roces de manos, besos robados cuando la conversación era profunda y emotiva, esos besos peligrosos que llegaban a tocar las comisuras de los labios, esos besos que me dejaban perpleja y con el corazón galopando como potro salvaje, despedidas con abrazos fuertes y eternos, y mientras todo eso crecía a espaldas de mi novio, el solo confiaba más y más en nosotros, así que aprovechaba a estar con sus amigos, solo cada tanto regresaba a preguntar si todo estaba bien, o a compartir una sonrisa, o un trago, todo parecía estar bien, no era molestia, y generalmente terminábamos los tres en un taxi donde parecíamos las mejores personas del mundo, entre risas e historias.

Pero ya sola en mi intimidad, me negaba a aceptarlo, amaba a Walter, pero me estaba enamorando de Gustavo.

Y en esa peligrosa situación en la cual día a día caminaba por una fina cornisa, el destino jugó sus cartas, Gustavo por temas personales tuvo que emigrar de la ciudad, fuimos a despedirlo al aeropuerto, y tuve que contener la emoción, no podría haberle explicado a Walter por que corrían lágrimas por mis mejillas, así que lo abracé adivinando que nunca mas lo abrazaría y sabiendo que muchas cosas quedaban pendientes entre nosotros, solo lo dejé partir.

El tiempo se encargó de apagar ese fuego, lentamente todo quedó en cenizas y mi sentimiento por Gustavo quedó dormido.

Pasaron los años, terminé mi carrera, seguí mi camino con Walter, me enteré de algunas cosas que me había ocultado, el ya tenía dos hijos, uno de un matrimonio anterior, y una niña de una relación fugaz, pensé en dejarlo pero ya estaba enamorada de él, me gustaba mucho, él fue mi primer hombre, jamás me había acostado con nadie, yo era solo de besitos tontos de adolescentes, Walter era un hombre encantador, maravilloso, me decía que quería que envejeciéramos juntos, lado a lado, que había encontrado en mi a la mujer de su vida, y sucumbí a su encanto.

Tenía veinticuatro cuando nos casamos, fue un tanto cómico, tenía ya un embarazo de ocho meses, así que la novia tenía una super panzota.
A pesar de tener un título bajo el brazo me dediqué a ser madre, no pude disfrutar de tener un trabajo acorde a mis estudios, algo que siempre había deseado y me juré a mi misma hacerlo algún día.

Eso lo hice posible cuando mi bebe cumplió tres años, conseguí empleo y nada hacía prever que las cosas cambiarían.

Fue entonces cuando Gustavo regresó a mi ciudad, y la película empezaría a repetirse.

El empezó a visitarnos como en los viejos tiempos, se enamoró de Agustín, mi pequeño y lo trataba como si fuera su propio hijo, incluso algunas veces venía a casa solo para jugar con el, y no era de extrañar que apareciera con costosos juguetes.

El seguía soltero, y cada tanto me presentaba alguna que otra novia, pidiéndome mi opinión de mujer, cosa que me incomodaba, como ser imparcial y objetiva? si esas chicas ocupaban el lugar que yo deseaba ocupar.

Los tiempos habían cambiado, estábamos crecidos, la mayoría tenían parejas formales, se habían terminado las fiestas de adolescentes, así que Walter empezó a hacer reuniones en casa, los fines de semana, invitando a sus viejos amigos y a sus mujeres, en general ahora las chicas estábamos en planes de maternidad así que ese solía ser el tema recurrente de charlas, los hombres por su parte siempre tienen sus temas, volvimos a congeniar, la magia había regresado.

Maduramos, llegó Tomás, nuestro segundo hijo.

Él por su lado estaba metido en una relación tóxica, se había casado, a pesar que le advertí él no me escuchó, se entregó a una mujer que lo celaba demasiado, sin motivos, al punto de la locura, tuvieron un hijo pero al poco tiempo se se separaron.

Gustavo pronto encontró una nueva compañera, inteligente, a la altura de él, una amiga de trabajo, yo lo veía bien con ella, ‘linda pareja’ solía decirles, incluso hoy en día somos buenas amigas, empezamos a salir en parejas, mi esposo, yo, Gustavo y ella, parejas amigas.

Todo parecía ir bien entre los cuatro, él y yo habíamos pasado demasiados años en amagues, y en esos días nuestras respectivas relaciones de parejas estaban en el mejor nivel, pero las cosas pasan cuando una menos lo espera…

Gustavo nos había invitado a su hogar, una cena de amigos, armó todo en el patio trasero de la casa, ya que en total éramos una veintena de personas, comimos, bebimos, reímos, y nos pasamos de copas, se armó un karaoke improvisado, y Walter me empujó a cantar, soy buena cantando y se dió por casualidad que Gustavo tomó el rol masculino de la canción, un tema que hablaba de corazones desencontrados, y fuera de toda la parafernalia del momento, sus miradas, sus gestos me calaron muy profundo, al punto de sentir que solo estábamos nosotros dos, y que esa canción, era nuestra canción.

Al terminar, me excusé y pasé al baño, me encerré y me puse a llorar como una chiquilla, por años y años de ocultar un amor. Me repuse, me lavé el rostro y arreglé el maquillaje.

Pero al salir Gustavo estaba al otro lado, esperando en silencio, sin decir palabra me aferró por la cintura y me apretó a su lado, puso sus labios sobre los míos y me besó profundamente, me derretí en su boca, en esos segundos dudé de todo lo que había vivido con Walter, me sentí incómoda, pero no había vuelta atrás, solo me giró sobre mis pies y me apoyó contra la pared, quedando el a mis espaldas, no dije nada, lo sentí levantar mi pollera con torpeza y hurgando con sus dedos corrió mi ropa interior a un lado, me penetró sin contemplación, su verga entró toda hasta el fondo en mi sexo acalorado, fue precioso, me empujaba con tanta fuerza, con tanta vehemencia que me obligaba a estirarme en puntas de pies, solo cerré los ojos…

Una de sus manos pasó hacia adelante de mi cuerpo para aferrar por encima de las ropas una de mis tetas, hizo lo propio con la otra pero solo para tapar con fuerza mi boca, ya que inconscientemente estaba gimiendo demasiado fuerte…

Fueron solo unos cinco minutos hasta que lo sentí acabarme dentro, cinco minutos que resumieron mas de veinte años de deseos, tan hermoso, tan perfecto… solo acomodó mi ropa interior en su lugar, volvió a girarme para besarme nuevamente, con esos besos que hacen doler los labios, luego nos miramos y nos largamos a reir como adolescentes.

Volvimos donde todos estaban como si nada pasara, fui con Walter, el con su esposa, disimulamos, solo sentía su semen aun caliente moverse en mi interior, habíamos pasado la barrera, habíamos empezado un nuevo capítulo en la historia…

Me llamó al día siguiente, me propuso lo que era lógico proponer, no tuve amigas a quien consultar, no era un tema para consultar, era una decisión propia, muy íntima, mi esposo había sido mi único hombre, toda la vida, pero ahora se sumaba él…

El volvió a insistir, una vez y otra vez, con esa dulzura que me derretía, pero yo… solo yo… pensaba en mi amor, en mi amado Walter, no quería arruinar quince años de perfecto matrimonio, pero tampoco podía decirle que no a Gustavo.

Fue una mañana de Julio, en vísperas de mis vacaciones de invierno, ya no tenía niños en el colegio, solo iba a reuniones que empezaban a las nueve de la mañana, me levanté pasadas las seis, recién aclaraba, le dije a mi marido que tenía que adelantar unos informes, salí presurosa.

Él me esperaba a la vuelta de la esquina en su auto, fuimos a un motel cerca de mi trabajo para aprovechar el tiempo al máximo, y fue entre esas paredes que nos entregamos uno al otro sin remordimientos, nos fundimos en abrazos, en caricias, explotamos en el frenesí de estar solos, sin tener que dar explicaciones, consumamos con un poco de culpa y de placer el encuentro prohibido, nos enredamos entre sábanas, rodamos cómplices, lloramos, reímos, nos consolamos, viajamos del cielo al infierno en un abrir y cerrar de ojos.

Empezamos a besarnos, mezcla de lujuria, deseo y hasta desesperación, con la rapidez y la torpeza de adolescentes, nos desnudamos con premura, de hecho Gustavo ni se dio cuenta del conjunto de ropa interior que me había comprado para la ocasión, todo quedó de lado, y como en el paraíso, nuestros cuerpos desnudos se fundieron en uno…

Nos besamos, nos recostamos, me tomó prisionera contra el colchón de la cama, apretando mis muñecas, besándome en la boca y en el cuello a su antojo, bajó lentamente, llegó a mis pechos, mis pezones estaban afiebrados en deseo y el solo roce de su piel me estimulaba demasiado.

Empezó a lamerme suavemente, rápidamente, cambiando una y otra vez, haciendo que los quejidos escaparan de mi boca, deseaba que bajara, pero solo se mantenía ahí, sentía que me mojaba demasiado, mi clítoris latía y tuve que rogarle, le supliqué que me chupara la conchita, solo sonrió y lo vi perderse camino al sur, solo cerré mis ojos, sostuve sus manos con mis manos y las puse sobre mis pechos, tan suaves, tan varoniles.

Su lengua y sus labios se pegaron a mi sexo fue grandioso, incluso mejor que lo que hacía mi marido, fue imposible no comparar, fueron apenas segundos, yo estaba al borde del precipicio, solo necesitaba un empujón, y el me lo dio, grité como nunca, al punto de sentir un sofoco, falto de respiración, hasta arrancarme lágrimas contenidas por años…

Gustavo volvió a mi lado, me abrazó protectoramente, acarició mis cabellos, me regaló una sonrisa. Era mi turno, solo me escabullí besando su pecho, luego su vientre, su verga dura me esperaba deseosa, estaba hermosa, perfecta, empecé a mamársela con esmero mientras acariciaba sus bolas, cada tanto observaba su rostro, sus gestos me indicaban si iba bien o no, quería pagarle con la misma moneda, ojo por ojo, quería su semen en mi boca y me perdí en el juego, me perdí en tiempo y espacio pegándole la mamada mas hermosa que pudiera pegarle, el acariciaba mis cabellos y me los apartaba de mi rostro, disfrutaba ver como lo hacía, y no pensaba dejar de hacerlo

Pero el me arrancó de repente y me arrastró a la fuerza sobre el, haciendo que me sentara y me comiera por completo su pija, mierda, empecé a cabalgarlo, como una perra, a besarle profundamente, dejándole en su boca el sabor de su propio sexo, sus manos no cesaban de acariciar mis nalgas y el buscaba alternar sus besos entre mis labios y mis enormes tetas que se bamboleaban de un lado a otro como campanas de iglesia.

Me estaba dando una hermosa cogida, pero decidí que quería entregarme por completo a ese hombre en ese lugar, tantos años de espera y quien podría haber asegurado que tendría otra oportunidad, si dejar de cabalgarlo tomé una de sus manos y empecé lamerle los dedos índice y mayor en forma muy puta, asegurando que el mirara, metiéndolos muy profundo, hasta la garganta.

Luego de ensalivarlos bien los conduje a mi esfínter, dejándole saber que podía tomarlo, él empezó a hurgar y pronto empezó a vencer la resistencia, yo me dejé caer para empezar a jadear en su oído a medida que sus dedos se colaban más y más en lo profundo, llevando la situación nuevamente al borde del abismo, tuve miedo a que acabara antes de poder hacerlo, bastante estaba aguantando.

Solo lo hice, saqué su verga y cambié de agujero, me la metí toda en el trasero y percibí su rostro lleno de placer, mi esfínter se la apretaba toda, tan rico.

relato con mis dos amoresMe moví un buen rato, hasta que nuevamente abusando de su fuerza masculina me giró dejándome de espaldas, el, colado entre mis piernas siguió dándome por el culo, luego volvió a mi concha, para dármela otro rato, y a mi culo, y a mi concha, lo dejaba hacer mientras yo me moría en eternos orgasmos que llegaban como las olas de mar llegan a la orilla, una tras otra, en una danza infinita.

Llegó su momento, sacó su verga y se masturbó con fuerza, su semen saltó una y otra vez, fu demasiado sexi para mi, en segundos los disparos pagaron en mi conchita, en mi vientre, en mis pechos e incluso llegaron a mi cuello.

Gustavo cayó exhausto mientras yo me quedé jugando con su leche, llevándola con mis dedos a la boca, quería sentir su sabor, deseaba su sabor…

Caímos en cuenta que el tiempo se había escapado como arena entre los dedos, tenía que llegar al colegio y ya estaba en apuros, no pudimos seguir adelante con un encuentro que aun tenía mucho para dar.

Al poco tiempo, su esposa, mi amiga, quedó embarazada, Gustavo se mostró feliz por su nuevo rol de padre, pero a pesar de todo, él y yo seguíamos viéndonos a escondidas, lejos de los ojos de su mujer, de los ojos de mi marido.

El fuego de la juventud había renacido de las cenizas, fue mágico, fue perfecto, mientras duró…

El tiempo nos va moldeando, a su manera, a su gusto, somos seres imperfectos en un mundo imperfecto, los sentimientos dominan a la razón, y la razón dominan a los sentimientos, todo se mezcla, todo se confunde, poco a poco Gustavo se centró en su familia, por mi lado, con nuestros hijos ya grandes, Walter y yo recuperamos nuestros tiempos, nuestra intimidad, renacimos como pareja, empezamos a viajar por el mundo, y nuevamente el fuego de amantes se fue apagando, nos distanciamos un poco, solo un poco.

Gustavo ya cumplió los cuarenta y nueve, yo tengo cincuenta y dos, y siempre todo es como el primer día, Walter muchas veces sospechó, pero siempre negué todo, es un secreto que llevaré a la tumba.

Mi matrimonio es bueno, amo con todo mi corazón a Walter, es el hombre de mi vida, pero cuando Gustavo se cruza en mi camino, y su mirada se posa en mis ojos, el volcán vuelve a encenderse.

Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘MIS DOS AMORES’ a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

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