Relato porno aprovechando la oportunidad de mi esposo con dos desconocidos

Con Félix llevamos una vida de matrimonio relativamente normal, vivimos en la ciudad, él trabaja en una empresa cerealera, yo soy maestra jardinera, rondamos los treinta y cinco años y tenemos un niño y una niña, de once y nueve años respectivamente.

Nos llevamos bien, él es un buen hombre, yo no le doy motivos por los cuales quejarse, tenemos nuestra casita, nuestro autito, un perro y un gato.

En la cama no tenemos tabúes, podemos hablar abiertamente, a él le gustan las películas condicionadas y por mi lado prefiero leer historias eróticas. Si bien somos fieles, podemos compartir nuestras fantasías, él siempre hablaba de Juliana, su secretaria, una pelirroja de cabellos ensortijados con la que me había cruzado un par de veces, el fantaseaba con un encuentro entre los tres, ella, yo y él, algo que lo excitaba de solo pensarlo pero que a mí no me provocaba nada, las mujeres no estaban en mi radar de preferencias, no me gustan, así que por mí eso, solo quedaría en fantasías.

Por mi parte, algo que siempre me daba vueltas en la cabeza y era parte de mis perversas fantasías, era imaginarme con otro hombre, haciendo el amor, en las narices de Félix, que él estuviera observando, él lo sabía y reía una y otra vez cuando yo se lo mencionaba.

Al contrario de lo que deseaba mi esposo, donde la mujer era real, su secretaria, en mi caso, mi hombre no tenía rostro, no había nadie, en el fondo solo era el placer de sentirme observada por Félix, y solo era algo que solo podría suceder en circunstancias especiales.

A fines de abril del año pasado, él recibió una importante oferta laboral, de asistente pasaría a ser jefe, siempre había soñado con una jefatura, con un importante incremento salarial y demás beneficios sociales y todo era perfecto a no ser por un pequeño detalle, la vacante no era en nuestra ciudad, sino en la planta laboral que estaba ubicada en Magallanes.

Era toda una decisión de vida, Magallanes distaba más de mil kilómetros, en la otra punta del país, era solo empezar a vivir de nuevo, en un mundo desconocido, era dejar atrás todos nuestros afectos, familia, amistades, el barrio, la ciudad, mi empleo, el colegio de los chicos, amigos, y un listado interminable de ‘no’ que me hacían boicotear inconscientemente el traslado. Me sentí entre la espada y la pared, con miles de dudas, de angustias, con el miedo que inevitablemente se presenta ante lo desconocido, pero por el otro lado, Félix se veía muy entusiasmado, era un gran progreso laboral, lo que siempre había querido, un progreso de status, económico y una mejor vida para mí y para los niños.

Y como yo pude leer entre líneas toda la situación, Félix pudo ver también la otra parte de todo el cambio, no era solo su parte laboral, sino todo un nuevo proyecto de vida.

Lo charlamos mucho, y me tomó por sorpresa con dos pasajes de vuelo hacia Magallanes, ya había organizado todo y en la empresa le habían hecho un guiño para facilitarnos las cosas, estaba todo arreglado, estadía, itinerario, los chicos se quedarían con mis padres y ya. Había una agenda establecida, con horarios, con responsabilidades, mi esposo visitaría la empresa para ver de qué se trataba todo por dentro y yo me dedicaría a recorrer un poco la ciudad, para conocer la gente, ver donde podríamos vivir, donde cursarían el colegio nuestros hijos, ver la infraestructura de salud, clubes, vida social, también donde yo podría seguir ejerciendo como maestra para poner todas las cartas sobre la mesa y tomar la mejor decisión porque era un camino o el otro, y no había vuelta atrás.

Y ahí fuimos, mi primer vuelo, todo un desafío, recuero que dejé mis uñas marcadas en el antebrazo de mi esposo en el momento del despegue y en verdad al final de todo fue una linda experiencia.
Llegamos, un remise de la empresa nos esperaba en el aeropuerto y nos trasladaron al hotel donde pasaríamos unos pocos días, nos acomodamos en la habitación con prontitud, Félix debía seguir camino a la empresa y yo ya tenía pautadas algunas citas en mi agenda.

Magallanes más que una ciudad era un pueblo grande, estaba un poco aislado del resto de la civilización, flanqueado por zonas boscosas al oeste y al norte, y por un caudaloso rio que hacía de límite de la ciudad por el sur. Casi todos los movimientos por vía terrestre se daban hacia el este, por donde entraban y salían todas las carreteras y vías férreas.

Había nacido como una colonia de pueblerinos de los países nórdicos de Europa, donde muchos años atrás habían llegado al país empujados por el hambre, las miserias y las guerras. Hoy, se había transformado en una pujante ciudad, pero sin dudas tenía el sello marcado de sus orígenes, las construcciones, las casas, la arquitectura, con definidos trazos europeos recién empezaban a mezclarse con los diseños de este siglo haciendo una vista heterogénea entre pasado y presente.

Y el origen de Magallanes estaba marcado también en sus habitantes, eran todos o casi todos rubios, de ojos claros, corpulentos, de piel tan blanca como la nieve y en ese contexto me fue imposible no llamar la atención, no por una belleza sin igual, solamente por el hecho de que mi piel cobriza, mis ojos oscuros, mis largos cabellos negros y mis gruesas cejas super marcadas no fueran para nada habitual entre ellos, se me notaba extranjera, además mi acento al hablar era diferente y era evidente que sin proponérmelo me había transformado en centro de miradas indiscretas.

Recorrí un poco lo que era el centro de la ciudad, algunos colegios y también algo del sistema de salud, estuve sondeando costos y comprobé que las cosas eran un poco diferentes a lo que yo tenía acostumbrado en mi ciudad.

Al caer el sol volví a encontrarme con mi esposo en el hotel, era tarde, estábamos cansados por el vuelo, por la extenuante jornada, nos duchamos rápidos y fuimos al bar del lugar por una cena, había que acostarse temprano para un nuevo día que sería tan demandante como el presente.

Nos sentamos a una mesa, no había mucha gente, y empezamos a contarnos nuestras vivencias, por mi parte lo ya narrado, y el sobre sus impresiones en la que de aceptar sería su nuevo lugar de trabajo, él me decía que había notado personas humildes y que también le había llamado la atención que todos fueran rubios y de ojos claros, había tenido algunas reuniones con la gerencia, con sus pares, y con el personal de planta, habían hablado de objetivos, cuales serían sus responsabilidades, sus obligaciones y un poco también sobre la vida que nos esperaría en Magallanes.

Todo esto iba de maravillas, a no ser por un pequeño detalle, cuando miraba por sobre el hombro derecho de mi esposo, en un cuadro posterior sobre la barra del lugar dos caballeros compartían unos tragos y parecían estar demasiado pendientes de nosotros. No podía dejar notar como ellos miraban nuestra mesa, intuir que hablaban de nosotros, o de mí, puesto que cada vez que nuestras miradas se cruzaban al azar, recibía una sonrisa, o un gesto, como regalo, y eso me llevaba a un estado de nerviosismo que mi propio esposo pudo percibir, preguntó que me pasaba, y le narré con discreción sobre esos tipos cuyas miradas indiscretas parecía invadir mi privacidad.

El solo me tomó de las manos y me dijo que no le diera importancia, que una mujer tan bonita como yo seguro despertaba muchos deseos prohibidos.

Solo me reí ante mi adulador marido, sin embargo, no pude dejar de sentirme observada toda la jornada, incluso cuando volvimos al cuarto, adiviné sus ojos clavados en mi trasero, al punto que apuré el paso para colarme delante de mi marido para que al ofreciera un ‘escudo humano’ para que ellos no pudieran verme.

Nos quedamos dormidos y al día siguiente todo era un recuerdo, desayunamos rápido, un coche de la empresa nos esperaba para recorrer la ciudad, la idea era conocer los barrios, una visión general y visitar cinco propiedades disponibles de las cuales podríamos elegir alguna para alquilar, la empresa se encargaba de todo, de hacernos la vida más fácil.

Otro día agotador, por la noche una cena programada en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, una recepción del gerente de la empresa con algunos de sus laderos, como para darle relevancia al hecho de que Félix estuviera ahí, una forma indirecta para darnos a entender que camino debíamos tomar, en teoría teníamos un ‘si’ y un ‘no’ para elegir, pero era claro que todo esto se hacía para que fuera ‘si’ la respuesta, nosotros no estábamos eligiendo, ellos ya lo habían hecho por nosotros.

Volvimos bastante tarde y estaba un poco pasada de copas, y Félix me dijo de ir a la barra a tomar algo más, no tenía muchas ganas, pero traté de ponerle un poco de romanticismo a la situación, después de todo con los chicos en casa no teníamos mucho tiempo a solas para la pareja, además apenas nos quedaba por delante una jornada y un pronto regreso a nuestra ciudad.

Solamente un tema, en esa barra, nuevamente nos topamos con esos dos tipos, y a pesar que todo era casual, parecía no serlo.

Esta vez, seguramente desinhibida por mi incipiente borrachera, fui un poco más condescendiente con ellos, respondí a cada gesto con un gesto y a cada sonrisa con otra sonrisa.

Félix fue unos segundos al baño, y uno de los tipos pareció seguirlo, quedándome sola con el otro. Este muchacho, un rubión de llamativa estatura y barba perfectamente recortada se acercó discretamente a mi lado y buscó entablar conversación. En el corto tiempo que compartimos, me dijo su nombre, que estaba con su socio en la ciudad por un tema de negocios, y que habían reparado en mi belleza desde el momento en que me habían visto.

Me sentí muy halagada por sus palabras, pero a pesar de mi ebriedad pude poner distancias aclarando que como seguramente ya habían notado, estaba en ese sitio con mi marido, solo me respondió con una sonrisa y se retiró al notar que Félix volvía a mi lado.

Subimos al cuarto, fue rara la situación, le conté a mi esposo lo sucedido, y él me confió que mientras orinaba el otro tipo se había parado a su lado y le había insinuado acerca de lo bonita que yo era y que seguramente podríamos divertirnos todos juntos, seguro la pasaríamos muy bien. Esa noche hicimos el amor como animales, un poco bebidos, y otro poco por imaginar un encuentro que nunca sucedería, pero que, a los fines del erotismo, sabía muy rico.

El último día pasaría demasiado rápido, mi esposo nuevamente en la empresa y yo con entrevistas para ver de acomodarme en mi empleo de maestra, además de tener que ordenar papeleos que tenía pendientes, el avión de regreso salía a media tarde, teníamos que almorzar, preparar maletas, hacer check out y viajar al aeropuerto.

Todo iba bien, pero a medio día el tiempo comenzó a desmejorar, el cielo se pobló con rapidez de oscuros nubarrones y unas leves gotas dieron origen a un intenso aguacero, un fuerte viento sopló en forma intermitente atravesando la ciudad, haciendo que la temperatura bajara considerablemente en corto tiempo.

Estábamos en el lobby del hotel, con nuestro equipaje listo, mirando en infierno que se desataba afuera, esperando nuestro coche, una llamada llegó al celular de mi marido, de la empresa le avisaban que por seguridad había decido que tomáramos el siguiente vuelo que sería a las dos de la mañana, asumiendo que el tiempo ya se habría calmado para esa hora.

Y en medio de esa llamada, aparecieron los chicos de la barra, esta vez vinieron decididos a nuestro encuentro, como si fuéramos amigos de toda la vida, y solo cambiamos palabras, nos invitaron por unas copas, sin segundas intenciones, y ahí fuimos.

Una cerveza, y otra y otra más, Brian, el rubio que me había hablado la noche anterior, Jony, el que había acompañado a mi marido al baño, mi esposo y yo.
Entré en un juego que no debía entrar, no terminaba de tomar un vaso y ellos volvían a llenarlo, tal vez, con la seguridad de que Félix sería mi ángel protector, pero mi marido era tan novato como yo.

Me perdí en tiempo y espacio, todo me daba vueltas y todo estaba fuera de control, me reía, ellos me tocaban y yo dejaba que lo hicieran, no estaba tan ebria como para no notarlo, pero estaba excitada ante la situación.

Fue mi propio esposo que sugirió ir al cuarto un rato, es que estábamos haciendo demasiado bullicio y todo parecía salirse de control.

Subimos los cuatro por el ascensor hasta el octavo piso, donde ellos estaban parando, fuimos al cuarto, era grande, con dos camas de plaza y media, individuales, me noté excitada, mi marido vino a besarme sabiendo de que se trataba el juego, pero le dije que no y lo aparté de mi lado, en mis fantasías recurrentes él solo miraba y eso le pedí que hiciera, esta vez no había lugar para él, esta vez no.
Me estiré en puntas de pies y besé profundamente a uno de los chicos, su beso supo a una mezcla de alcohol y tabaco, fui luego por Brian, los bellos de su barba me hicieron cosquillas en el rostro, estaba algo transpirado y lo noté nervioso.

Me rodearon y poco a poco sus manos inquietas me fueron desnudando, y yo dejaba que lo hicieran, mientras miraba de reojo a mi esposo, quien parecía resignado y se había sentado semi desnudo en una de las camas en un plano pasivo pero expectante.

Acaricié los cuerpos de los hombres que en poco tiempo me iban a poseer, el alcohol recorriendo mis venas me desinhibían para poder hacer realidad mi fantasía, toqué sus vergas por sobre la ropa, estaban duras, y recordé que desde que Félix se había cruzado en mi vida, él había sido mi único hombre, yo no sabía cómo había llegado a ese punto, mi fantasía de estar con un extraño delante de sus ojos empezaba a cumplirse, y con el adicional de que no era uno, eran dos, y en mi puta vida se me había cruzado en la cabeza estar en un trío con dos hombres.

Después de los besos preliminares fui de rodillas a hacer lo que sabía que debía hacer, con la premura de principiantes calientes poco a poco nos quedamos desnudos, tenía una hermosa pija sobre mi derecha, otra sobre mi izquierda, y a mi frente el hombre de mi vida tocándose la suya, expectante.

Relato porno aprovechando la oportunidad de mi esposo con dos desconocidosMe podría haber enloquecido chupando a una y a otra como poseída, pero solo quería que el deslizar mi lengua húmeda sobre esas vergas fuera una obra de arte, porque en ese momento, no me importó el placer de Brian, ni el de Jony, ni el mío, aunque me encantara chuparla, solo quería darle el mejor espectáculo a mi marido, pelé una, pasé lentamente mi lengua desde la base hasta la punta, apoyé mis labios en el glande rosado, hasta sentir su temperatura, fui a la otra, y a la distancia notaba con claridad como el corazón de Félix parecía querer saltar de su pecho.

Fueron minutos muy ricos y en todo ese juego sentía como mis jugos calientes chorreaban entre mis piernas, tenía en mi cuerpo todo ese cosquilleo tan femenino que parecía conectar mis pezones con mi clítoris y todo mi placer pasaba por la conexión visual que mantenía con mi hombre.

Pero alguien se cansó del juego, Brian me tomó a la fuerza y me llevó sobre la cama libre, me recostó, levantó mis piernas y me la metió por completo, hasta el fondo, empezó a cogerme con ritmo, con fuerza y en cada embestida me arrancaba un suspiro, un gemido contenido, mi rostro, de lado, solo buscaba contactar a mi amor, era excitante, me acariciaba las tetas, los pezones, el clítoris, me perdía en placer, me envolvía en eternos orgasmos.

Jony se interpuso en el campo visual que me separaba de mi esposo, al borde de la cama, su verga estaba expectante, en primer plano, me hizo abrir la boca y me la metió tan profundo como pudo, hasta producirme una arcada, y solo me dejé coger por mi conchita y por mi boquita, ambos al mismo tiempo, sus palabras tratándome como puta, y a Félix como cornudo me ahogaban en placer, vivirlo definitivamente me resultaba más placentero que imaginarlo.

Jony fue quien vino por mí, me arrancó de donde estaba, me trataban como a un juguete, me levantó por el aire, me abrió las piernas sosteniéndome con sus brazos por debajo de mis muslos, me tome con los míos por su cuello para mantener el equilibrio, me bajó lentamente, hasta notar como me llenaba la conchita, bien rico, bien profundo.

Empezó a moverme hacia arriba y hacia abajo con la fuerza de sus brazos, mis tetas calientes se pegaban a su pecho amplio y transpirado, me llenaba la boca de besos calientes, y solo pude gemir una vez más.

Era todo perfecto, mis fantasías se hacían realidad, cogida por un par de extraños, regalando orgasmos a un par de desconocidos, y lo mejor de todo, no habría culpas, mi esposo era parte del juego, el solo se deleitaba con mi placer.

Cerré mis ojos y solo me dediqué a cabalgar a mi amante en el aire, sostenida por sus potentes músculos masculinos, me sentí naufragar.

Las manos de Brian me sorprendieron por detrás, en mis nalgas, lo vi venir, solo se acomodó, Jony detuvo los movimientos, con su verga caliente en lo profundo de mi vagina, el otro buscó mi orificio libre, estaba lubricado y poco a poco lo sentí entrar por detrás, jamás había imaginado una doble penetración, pero ahí estaba yo, en medio de ambos.

En unos segundos mi culito se adaptó al extraño que lo invadía y nuevamente empezaron los movimientos hacia arriba y hacia abajo, una y otra vez.

Me sostenía por el hombro de uno, y por el hombro del otro, besaba en la boca a uno, luego al otro, y ambas vergas eran demasiado para mi sola, me hacían gritar y por si fuera poco Félix no paraba de masturbarse a un lado.

Podría decir que ellos habían abusado de su fuerza, podría decir que producto del alcohol yo no tenía total dimensión de lo que estaba sucediendo, pero siendo honesta, me encantaba que me la dieran por detrás y por delante al mismo tiempo.

Los sentí llegar, los dejé llegar, mi esfínter recibió primero el líquido caliente de Brian y lo mejor quedó para después, cuando Jony rebalsó mi sexo sintiendo explotar su pija muy en lo profundo de mi centro de placer.

Me bajaron, era tiempo de relajarse un poco, miré mi marido, había terminado de masturbarse y su vientre estaba lleno de su propia leche, me sonreí, me arrodillé y fui sobre él, a lamerlo, a beber sus jugos, y fue muy loco, él parecía endemoniado, fue dulcemente agresivo tirándome de los cabellos, tratándome como puta, algo que jamás había hecho y que me llevó nuevamente a un alto grado de excitación.

Seguimos cogiendo hasta quedarnos sin fuerzas, hasta no poder, hasta consumir todo el erotismo.

Al día siguiente la tormenta había pasado, apenas una leve garúa persistía en el ambiente, las calles permanecían mojadas, fuimos hacia el aeropuerto donde un bimotor blanco con líneas azules descansaba en la pista preparándose a llevar a destino a una centena de personas.

Félix estaba raramente pensativo, su mirada estaba esquiva y en verdad yo no sabía tampoco como hablar con él, ni que decirle, ni cómo abordar el tema.

El vuelo de regreso fue igual, el mirando casi permanentemente por la ventanilla, yo escuchando música, y descubrí que había que darle tiempo al tiempo.

Volvimos a nuestras rutinas, con los niños, en familia, pero por algún motivo Félix y yo no volvimos a hablar de lo sucedido ese atardecer, como la tormenta, la situación nos había sorprendido, fue intensa, pero ya había pasado, fue solo cumplir una fantasía y fue entender que no habría más locuras por delante.

Mi esposo, en definitiva, no aceptó la propuesta, seguramente marcado por los recuerdos, y no mucho después acordó la desvinculación de la empresa, como dije, en verdad ellos nos estaban marcando el camino a seguir, no había lugar para un ‘no’ como respuesta.

Hoy solo seguimos adelante, como un matrimonio normal, sin problemas, como si nunca hubiera ocurrido y como si solo hubiera sido un sueño, pero ambos sabemos que no lo fue…

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Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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