Relato xxx de mi vida sexual secreta como piel de durazno

‘What love can be’ de Kingdom Come, el tema que me había enamorado de mi esposo, hoy suena de fondo en un striptease que hago casi desnuda en un caño, observada por desconocidos enmascarados que pronto me harán el amor ante miradas indiscretas y un aire denso que cuesta respirar.

Mario fue sin dudas el hombre de mi vida, lo había conocido en unas vacaciones, en un pub del lugar, se acercó a la mesa en la que estaba con las chicas y me llevó a bailar, casi a la rastra, entre palabras y palabras de esa noche increíble sonó ese tema y supe que sería nuestro tema mientras me estiraba en puntas de pies para juntar mis labios con los suyos.

Esa noche hicimos el amor en la playa, a orillas del mar, en la penumbra de un cielo nublado en que la luna se asomaba con vergüenza a observar que diablos estábamos haciendo

Con casi treinta con casamos, fuimos felices, llegó Celeste, luego llegó Amparo, y por último el pequeño Tobías.

El tiempo pasaba demasiado rápido, un matrimonio conformado con tres pequeños hermosos que crecían sin parar, envueltos en el amor de una familia casi perfecta.

Con casi cuarenta todo cambiaría, de la noche a la mañana, cena en casa de amigos, matrimonios conocidos, los chicos correteando por toda la casa, a las tres de la mañana llovía demasiado, Mario había bebido y no quería conducir, insistió para que yo lo hiciera, y yo no quería hacerlo, él siempre bromeaba diciendo que estando ebrio era mejor conductor de lo que yo era estando sobria, y parte de verdad tenía en esas palabras, pero él puso en mi toda su confianza.

Los niños dormían desparramados en la plaza trasera, Mario, a mi derecha, pronto dejó caer su cabeza de lado, y me sentí sola al manejo de mi familia, estaba muy oscuro, no podía ver demasiado y el limpia parabrisas no daba a vasto para barrer las copiosas lluvias que impregnaban todo el coche

No tengo vivos recuerdos de lo que sucedió, solo me vi perdiendo el control en una curva y rodando sin parar hasta el fondo de un profundo barranco.

Cuando me desperté estaba en la cama de un hospital, no recordaba casi nada, me vi a mí misma, con una pierna fracturada colgando en la cama, cuando respiraba me dolía a morir, producto de algunas costillas que habían sufrido la misma suerte de mi pierna, incluso perforando un pulmón, me dolía todo el cuerpo, como si un tren me hubiera pasado por arriba, me di cuenta que me faltaba la mayoría de los dientes y la sensación de casi no poder moverme fue desesperante.

Más desesperante fue escuchar de boca del médico un resumen de los treinta días que había pasado inconsciente, si, treinta días, aunque para mi fuera solo un abrir y cerrar de ojos, mientras controlaba mi suero atestado de medicamentos que me tenían demasiado dopada, me puso al tanto que era un milagro que estuviera viva, había perdido mucha sangre y el rescate se había hecho muy dificultoso, también supe que tuvieron que absorberme un coagulo de mi cabeza, siablos, hasta me habían perforado el cráneo.

Estaba muy débil y volví a desvanecerme en ese momento.

Pero aún me faltaba saber lo peor, me evadieron las respuestas a mis preguntas hasta que estuve mejor y la situación se hizo insostenible, Mario de había partido el cuello, Celeste murió aplastada por sus hermanos, Tobías había fallecido camino al hospital y Amparo parecía tener más chances, pero apenas pudo resistir una semana más.

Por desgracia solo yo sobreviví, yo conducía, y los psicólogos de turno trataron en vano de sacarme la culpa que sentía, solo algunos fármacos lograban llevarme un poco a una realidad paralela, pero el dolor que sentía en el alma era intolerable.

Y fui tan cobarde que hasta le esquivé a la idea del suicidio, porque esa era la única salida posible.

Me deprimí, dormía mucho, tomaba pastillas y me hice un poco alcohólica, no quería saber nada y nada me importaba.

Día a día era peor, una espiral descendente que me llevaba poco a poco al mismo infierno, no escuchaba a mis médicos, a mis familiares, a mis seres queridos, yo lo había perdido todo y ya no tenía a nadie por quien vivir…

Y en algún punto de mi eterna oscuridad una lucecita brillosa pareció encenderse, en algún momento de sobriedad me dije a mi misma que nadie podría sacarme de ese pozo si es que yo no quería a salir, tendría que empezar de nuevo, a reinventar mi vida a ser otra mujer, pararme en este presente para cerrar mi pasado y poder reescribir mi futuro.

No sería la misma, ni esposa, ni madre, ya lo había sido, ya lo había perdido, no me arriesgaría a volver a enamorarme, ya había perdido demasiado, solo sería mujer.

Y traté de divertirme, empecé a vivir de noche y dormir de día, las botellas de alcohol fueron mi compañía y dejé los cócteles de pastillas para fumar algunas hiervas que me llevaban a otra dimensión, conocí gente, hombres, mujeres, mala vida y con cuarenta años empecé a tener sexo con desconocidos, solo por placer, sin corazón y me vi envuelta en una vida de placer que fue nueva para mí, me anime a más y me di cuenta que no tendría freno.

Me hice de un nuevo círculo de amigos, y entre tantos, Amalia fue especial, confidente y casi un año después se me acercó y me dijo

Samantha, querés venir el viernes a una fiesta? es algo especial, no es para mucha gente

Qué clase de fiesta? – respondí intrigada –

Una clase de fiestas en la que solo se llega por invitaciones privadas, no hay publicidad, no hay nada, y en verdad esas fiestas, no existen para el resto de la sociedad, pero te conozco y asumo que te gustará

Me intriga – respondí – pero no entiendo…

No tienes que entender, no puedes entender, tenes que vivirlo…

Y era correcto, sabía qué clase de mujer era Amalia, y proviniendo la invitación de sus labios, asumí que muy decente no debería ser

Y como es el tema? – repregunté –

Mmmm…. – meditó ella su respuesta – solo gente conocida, libre, sin tapujos, que se animan a hacer en esa fiesta los que el resto de la humanidad no se anima a hacer

Pero no comprendo… – en verdad solo quería sacarle más información –

Ya te dije – respondió en medio de una carcajada contenida – tenes que vivirlo

El viernes? – repregunté –

Si, el viernes, cuanto contigo?

Ok, cuentas conmigo

Ah! – me advirtió antes de cerrar el tema – vestite elegante, en color negro, y no te vistas como una puta como te vestis siempre, no es necesario…

Me dio un pellizco amable en el rostro y seguimos bebiendo unos tragos en el pub en el que estábamos en ese momento.

Llegado el momento abrí mi placar, toda mujer tiene algún vestido negro de vestir, y yo tenía varios, descarté uno, luego otro, al final me decidí por uno muy ajustado que a mi difunto esposo lo enloquecía, un símil látex que se adhería de tal manera que dibujaba cada curva y evidenciaba cualquier defecto, recuerdo que Mario enloquecía por la forma en que me marcaba el busto, la forma en que me dibujaba la cintura, la forma en que exaltaba mis caderas, la forma en que agrandaba mi trasero. Y si, en esos días a mí me avergonzaba, es que me veía llamativa, muchas tetas, mucho culo, muchas piernas, pero ahora las cosas habían cambiado, tenía más de cuarenta, sin embargo, me sentía más sexi que nunca, me veía hermosa, llamativa y ya nada me importaba.

Me había peinado muy bonita, con un maquillaje correcto, conjunto de ropa interior de encaje que se marcaba demasiado bajo el vestido, zapatos tacos altos y ya estaba lista para lo desconocido.

Amalia pasó a buscarme según lo convenido, justo a punto, ella me vio, tal vez le llamara la atención el pronunciado escote, o el profundo tajo sobre mi pierna derecha que llegaba más lejos de lo aconsejado, o tal vez fuera un toque de envidia por opacarla, pero no pudo evitar una queja

Te dije que NO de puta…

No estoy de puta – contesté segura de mí misma – es un vestido de fiesta que por cierto sale mucho dinero

Ella meneó la cabeza dejando en claro que no estaba muy convencida, me subí a su lado y partimos.

Me indicó el asiento trasero donde había una bolsa blanca, me dijo que eligiera uno. Tomé la bolsa y encontré en su interior varias máscaras muy sexis, probé una, probé otra, hasta que encontré una a mi gusto, ella me dijo

Son las reglas, prohibido quitarte esa máscara hasta tu regreso, comprendido? – preguntó en forma de orden

Comprendido – solo respondí –

Noté que nos habíamos alejado del casco de la ciudad, poco a poco el paisaje de casas dio lugar al paisaje de verdes campos y me sentí perdida, Amalia tomó un camino de tierra, giró a la derecha, más adelante otra vez a la derecha y luego a la izquierda, hasta que noté una enorme mansión que se levantaba perdida en la nada misma, en varias plantas, con ventanales enormes y llenos de luces, brillando como luciérnagas en la oscuridad de la noche, como en esos cuentos de hadas que una y otra vez le había narrado a mis pequeños para que conciliaran el sueño

Al llegar ella estacionó el coche entre otros tantos, me dijo que estábamos en el sitio correcto, me pidió que me colocara mi máscara nuevamente mientras ella se ponía la suya y me recordó que esa era una regla irrenunciable, la máscara no podía caer. Me tomó de la mano en complicidad, seguro notó mi nerviosismo a lo desconocido, bajamos y caminamos hacia la puerta.

Antes de entrar, ella me detuvo ante un receptáculo donde había muchas medallas plateadas con cintas negras, me dijo que eligiera una, y solo tomé una al azar, en imprenta visible se notaba la inscripción PIEL DE DURAZNO

Ya tienes nombre – dijo ella mientras la colgaba en mi cuello, y al tiempo que me mostraba la suya, DIENTE DE TIGRE –

Ese será tu nombre, ya no eres Samantha, recuerda cumplir estas reglas.

Entramos, la casona era enorme, con escaleras que daban a pisos superiores, ella me dijo que disfrutara, ahí se terminaba nuestro camino juntas y me dijo de encontrarnos en el mismo sitio cuando saliera el sol.

No puede evitar que Amalia se deshiciera de mí, contra mi voluntad, me quedé sola, observando el entorno y empecé a comprender de que se trataba todo el juego, el interior de la casa parecía muy de anteaños, de altísimas paredes pintadas en blanco, con ventanales que daban la idea de acariciar el cielo, y arañas labradas que iluminaban el sitio como si fuera de día, el piso completamente alfombrado en color rojo fuego, y un ambiente perfumado muy acogedor.

Pero luego de repasar rápidamente el lugar, mi atención fue hacia las personas que daban vida al recinto, los hombres vestían impecables, muy formales, las mujeres también, todas en vestidos de gala, y en absolutamente todos predominaba el color negro, todos tenían máscaras en distintas formas y tamaños, todos llevaban medallas como la mía en sus cuellos, y hablaban cada quien en pequeños grupos, parecían felices, bebían champagne en copas.

Las edades de las personas iban desde unos treinta a unos setenta años, había de todo un poco, una mezcla heterogénea.

Un tipo se acercó entre tantos a ofrecerme una copa, parecía muy mayor para mí, detrás de su máscara asomaban unos lindos ojos verdes, tomó mi medalla entre sus dedos y leyendo con evidente dificultad dijo

Bienvenida Piel de Durazno, primera vez cierto?

Si… – contesté con timidez –

Por cierto, cuando estés preparada puedes ir a los pisos superiores, para eso estamos acá, todos somos solo rostros anónimos, te gustará…

Di unos rodeos y al fin me decidí a subir a la planta alta, solo observando que es lo que hacían el resto de las personas, noté que la escalera se extendía a un segundo piso y solo armé el rompecabezas de la historia, veía puertas y más puertas de habitaciones, gente entraba, gente salía, fui por una al azar.

En su interior había música, en el centro, iluminado, dos hombres desnudos se hacían al amor mientras un atento público en penumbras rodeaba la escena con suma concentración.

Fui por otra puerta, era un sitio sado, de cueros, atadura y castigos, en otra me encontré un trio de un hombre con dos chicas y en otra más que pareció ser el cuarto lésbico

Ya había tomado nota de que se trataba toda la historia, sexo libre, sin preguntas, sin juzgamientos, sin compromisos, sin nombres, sin rostros, cada quien podía sentirse libre de ejecutar sus más perversas fantasías, esas que todos soñamos, esas que no concretamos, solo por miedo a ser juzgados, solo había que encontrar la puerta adecuada.

Seguí husmeando de cuarto en cuarto, fui al segundo piso, llegué a uno donde una mujer era sometida al mismo tiempo por tres hombres, mientras una decena de personas entre risas y copas llenaban de gozo sus sentidos.

Por algún motivo me quedé pegada en ese cuarto, como un imán, me excitaba ver, la escena, la mujer, los hombres, el entorno, porque no solo miraba el acto en sí, sino también los rostros escondidos de los casuales espectadores.

Alguien que no había visto me habló en un susurro por detrás

Te gusta? queres participar? pronto el sitio estará disponible

Giré mi rostro para ver quien era el que me hablaba, pero claro, solo vi una máscara.

Cuando ellos terminaron, me noté toda mojada y si bien la idea de estar con varios hombres me parecía seductora, lo que más me motivaba era ese entorno, desconocidos, desconocidos haciéndome el amor, desconocidos observándome, porque detrás de cada máscara se escondía el placer prohibido de cada hombre, de cada mujer.

Cuando tuve oportunidad, avancé al centro, lentamente me saqué el vestido, los zapatos, la ropa interior, me quedé desnuda ante extraños y la potente luz que alumbraba la escena parecía quemarme los ojos, al punto de no poder distinguir los rostros de las penumbras.

Un tipo se acercó a ofrecerme su verga y se la empecé a chupar muy rico, entendí que el juego había empezado.

No había imaginado que yo terminaría haciéndolo de esa manera, una hermosa segunda verga me fue ofrecida a mi izquierda, tuve dos por chupar y solo me dediqué hacerlo con ganas, con esas ganas contenidas, era hermoso, exquisito, sentí a alguien por detrás, apenas giré un poco mi cabeza para notar un hombre mayor desnudo con un antifaz, presté atención, nuestras miradas se cruzaron y descubrí esos ojos claros de la persona mayor que me había hablado en la planta baja, como todos, lo dejé hacer, estaba concentrada con lo que tenía en mi mano izquierda, y en mi mano derecha.

Me penetró aferrándome por las caderas, muy profundo, muy grande, al punto de arrancarme un gemido contenido.

Estaba con tres desconocidos, no, ya eran cuatro y un quinto se preparaba para ingresar.

El viejo solo cambió de sitió y me la metió por detrás, y me entregué una vez más, para gozar un rico anal, de eso se trataba

Sin darme cuanta estaba fuera de eje, entregada y percibí que no llevaba el control de la situación, era solo un pedazo de carne en el cual los machos que me rodeaban satisfacían sus vicios en todos mis agujeros, me vi a mí misma, en una sensación difícil de explicar, como si mi alma hubiera abandonado mi cuerpo y mirara desde un rincón elevado del cuarto, por un lado, la imagen de mi familia perdida llegaba a mi mente, llevándome al borde del llanto, y sentía que todo esto era pagar el castigo, purgar mi culpa, pero por otro sentía el placer de ser única, de ser observada, de buscar uno a uno esos ojos en la oscuridad que solo se saciaban con lo que veían, porque cualquier mujer podía estar en ese sitio, pero yo la que estaba.

Y mi castigo debía ser ejemplar, único, el dolor se pagaba con dolor, estaba siendo sometida a una doble penetración, por delante, por detrás, pero no era suficiente, entre jadeos le dije a uno de esos extraños que fuera por más, quería más.

Lo sentí acomodarse, lo sentí venir, me dolió más aun, pero ese dolor era placer, tenía una verga en la conchita, otra en el culo, y ahora llegaba otra más por detrás, tres eran demasiado, sentí morirme, sentí quebrarme y los gemidos de loco placer solo eran acallados cuando los otros me enterraban sus pijas en la boca.

Cuando se cansaron de cogerme de mi me sentí plena como adolorida, el semen había sido desparramado por mi cuerpo, como un baño divino, como un castigo del infierno, mi rostro, mis labios, mi boca, mi espalda, mis nalgas, mi vagina, mis piernas, mi vientre, mis pechos, mis manos.

Me limpié como pude, el perfume de mi piel sabía a hombre, y no importaba quien, al fin y al cabo, éramos todos extraños tras una máscara.

Al amanecer volví a encontrarme con mi amiga según lo acordado, subimos al coche y emprendimos el regreso, dejando las máscaras en el asiento trasero. No entramos en los detalles sexuales, pero si me dijo que guardara la medalla para la próxima ocasión.

Después de esa noche volvería otra, y otra, y otra, solo era piel de durazno, solo era un rostro más entre tantos, probé más juegos, tríos mujeres, sado pero siempre volvía a lo mismo, el placer de verme observada entre varios hombres.

Pasó el tiempo y asumo que solo robé ideas para ser la dueña de mi propio destino.

Es este presente, tengo un lugar apartado donde cada noche llegan extraños de alto nivel, solo hombres, siempre con máscaras para ocultar su identidad, soy la única mujer, soy la única que exhibe su rostro, y siempre rompo el hielo bailando ‘What love can be’ en honor a mi amado Mario, el tema con el cual me robó el primer beso.

Los tipos de ocasión suelen dejarme dinero, pero para mí es lo de menos, solo trato de curar con sexo las heridas que aun duelen demasiado en mi corazón lastimado, borrar los recuerdos de la familia que tuve, de la mujer que alguna vez fui.

Si te gustó esta historia puedes escribirme con título ‘PIEL DE DURAZNO’ a dulces.placeres@live.com


Imagen unicamente de carácter ilustrativo para este relato erótico…

 

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