Relato porno de una fiesta swinger con nuestras esposas

Cuatro amigos: “Cejitas”,” Pequeñín”,” El moreno” y Yo (Pepin) decidimos hacer un festejo muy especial, lo organizamos en un club de estriptís donde el dueño era conocido nuestro e iniciamos desde la tarde, estaba casi desierto tan solo con la presencia del administrador y un par de empleados de limpieza, lo mejor se veía en el segundo piso que era el área de clientes V.i.p., escogimos una suite que daba hacia la calle y desde ahí se podía ver algo.

Mientras nos entonábamos con licor y música, el dueño del local nos sugirió que invitemos a unas chicas. Debió haber pasado una hora y entre copa y copa, chistes y demás se escuchó un taxi. Yo me encontraba muy próximo al baño y me acomodé para ver cómo eran las chicas que llegaban y con este conocimiento escoger con anticipación a la que más se ajuste a mi gusto, pero la sorpresa fue grande, no lo podía creer, salí corriendo a la habitación y le dije a cejitas: ¡! Tu esposa acaba de entrar con otras chicas!! Supongo que él debió pensar que se trataba de una broma ya que no se preocupó y los demás se echaron a reír, en un par de minutos la puerta de ingreso a la habitación sonó, uno de mis amigos la abrió, y yo no lo podía creer, era algo irreal y quedé pasmado, petrificado, ingresaban: mi esposa, la esposa de cejitas, la de pequeñín y la mujer del moreno, las cuatro esposas nuestras que rara vez se juntan en nuestras reuniones estaban ahí en este mismo lugar.

Lo primero y malsano que se cruzó por mi mente fue que nuestras señoras se dedicaban a la vida alegre y pasaron un montón de cuadros de las travesuras que mi esposita podría estar haciendo. Pero al rato me indicaron que era todo planeado para que el festejo sea con nuestras esposas.

Así los licores circulaban, las primeras fueron risas nerviosas de esta reunión tan particular en este lugar tan especial. Ellas pidieron inicialmente que hagamos juegos traviesos, algo distinto a la rutina de las reuniones de amigos y se nos ocurrió “llamar a una chica de las profesionales para que haga el baile erótico” para que nuestras esposas también pudieran aprender.

Pasarían unos treinta minutos cuando el ruido de otro vehículo sonaba abajo en la puerta, el baño estaba ocupado y no podía ver a nadie, decidí bajar a la entrada y llegaba una chica hermosa, al abrir la puerta del salón quedé loco, describo la preciosa muñequita, alta, delgada, súper esbelta, piel canela, cabello cobrizo lacio y largo hasta la cintura, unos ojos verdes y una naricita respingada, labios carnosos, dibujaban una boquita de ensueño, lo mejor venía cuando la miraba hacia abajo, senos gigantes, seguramente obra de cirujano, que se desbordaban de la blusa de transparencia y brillos, cintura de avispa con un abdomen de gimnasta y en su cadera las más preciosas nalgas perfectamente colocadas tal cual la forma de manzana, una verdadera obra de arte, tenía el volumen y la curvatura más apetitosa que en años había visto y para cerrar con broche de oro todo este mujerón emanaba un perfume finísimo dulce, sensual, único.

Mientras todo esto me alucinaba, en la suite del piso alto, nuestras esposas también nos preparaban su sorpresa, subí y ellas ya estaban en ropa interior, cada una con sus mejores galas de ropa de presentación intima, algo inaudito para mí pues siempre pensé que por lo menos mi esposa ante mis amistades era muy recatada y conservadora, pero verla así con lencería divina que sólo la luce para nuestro momento de sexo y una que otra foto para el álbum de pareja, quedé sin palabras, estaba helado, pálido de los celos, algo molesto porque se dejaba ver de mis amigos así, impactado además por como quedaban los ojos de mis amigos al ver sus enormes tetas, respingadas y con sus grandes areolas y pezones erectos que se veían y notaban a través de la gasa de transparencia de su negligé, así mismo entre sus movimientos al sentarse se notaba evidentemente su deliciosa raja, debía estar depilada ya que sus labios vaginales se acomodaban traviesos por lo diminuto de su tanga hilo dental que apenas tapaba su intimidad. Una mezcla de celos, rabia y para variar una arrechera bárbara; yo estaba prácticamente por eyacular ya de la emoción de este cuadro.

Comenzamos a bailar todos, aprovechando cada minuto en darles de beber a las damas, acompañando con el ritmo de la princesa profesional que nos alentaba a alternar parejas cada pocos minutos y nosotros aprovechar mirando a cada una sus formas, sus detalles, sus atributos e imaginando que hacerlas cuando se mareen. Los ojos se nos iban de las orbitas, la saliva se escapaba por los labios y los líquidos seminales manchaban la ropa interior de cada uno de los asistentes, las luces del salón hacían lo suyo, nos alocaban a imaginar y suponer lo escasamente escondido, todos los hombres y cada uno por nuestra cuenta aprovechábamos para toquetear de una manera escondida a nuestras parejas ocasionales, que trataban de imitar a su instructora, nosotros tratando de abrazar y apretar un poquito de más cuando se bailaba y se les daba las vueltas, los más traviesos abrazando y rozando sus cuerpos, susurrando los piropos un poco más subidos de tono cada vez y ellas sintiéndose divas y deseadas por todos a la vez.

La hermosa bailarina a la tercera pieza musical quedó totalmente desnuda, los hombres que estábamos ahí apenas podíamos reaccionar, la rodeamos, estábamos en primera fila, acariciando sus perfectas tetas y la diminuta y lindísima vagina, tenía todo su cuerpo ligeramente sudado y con brillos y emanaba un olor delicioso a hembra y perfume, era en ese momento la diosa del salón, a más de perfecto cuerpazo tenía carácter y discretamente comenzó a jugar con cada uno de sus observadores, armó parejas cambiadas, escogió al azar y tomaba una mano del hombre y una de la mujer de la pareja escogida y las guiaba para que la acaricien, desde el cabello, la cara, lentamente bajaba a su cuello, enseñaba con delicadeza como le gustaba que la tocasen, no soltaba ambas manos escogidas y las guiaba a sus senos, ambas manos de la pareja tocaba cada uno de sus senos, acariciaba su redondez, les pedía que jueguen con sus pezones, les disponía que le estirasen con suavidad y poco a poco las juntaba, las dos manos junto con la suya eran luego una sola que seguían sus movimientos, se las llevó a la vagina y comenzó a metérselas en su hueco, se masturbaba con ellas, las metía, sacaba, manoseaba su intimidad, ¡las mojaba con su boca y se volvía a meter en su vagina! y de un momento a otro pidió al resto que estábamos que escojamos nuestras nuevas parejas y que hagamos lo mismo que ella, la música era el cómplice de este inicio de orgía, camuflaba perfectamente la infidelidad que todas las parejas asistentes al evento estábamos comenzando a hacer, todos manoseábamos al mismo tiempo a nuestras parejas y a la bailarina que permanecía en el centro del salón, ella nos tomaba de las manos y acompañaba el manoseo a la vagina y culo, pedía que se dejen tocar el clítoris y gemía junto con las homenajeadas de la excitación, nuestras mujeres se ofrecían a todos que las tomemos, quien quiera e incluso todos a la vez.

Nuestra bailarina invitada era toda una motivadora profesional, lo mejor de ella dejó para el final, se sacó los zapatos de tacón y untó en sus pies licor de menta, lo mismo colocó en sus pantorrillas, muslos, abdomen y canalillo entre los senos, se sentó sensualmente en un sillón de la sala de baile, abrió sus piernas lo más que podía dejando ver la carne rosada de su hermosa vulva, pidió a dos amigos que se sitúen uno a cada lado y saboreen el dulce licor de sus pies, ellos cual esclavos lo hicieron de dedo en dedo, acariciando suavemente el empeine y la planta, metiendo la punta de sus lenguas entre los dedos y nosotros los otros dos acariciando las bellas pantorrillas y muslos de esta diosa, besando su abdomen, lamiendo su piel, pero no más que eso, nos pedía reservarnos para nuestra fiesta privada, para nuestras invitadas.

Las mujeres entendieron el mensaje que serían ellas las homenajeadas y fueron en grupo a la habitación invitándonos a que las sigamos, nos llamaban y decían que nos estábamos perdiendo de algo rico, al minuto uno de mis amigos fue al llamado, yo lo seguí después de despedir a la bella dama; al entrar al salón ví de reojo que en la cama estaban ligeramente tapadas con el cobertor nuestras cuatro esposas frente al amigo moreno, en actitud de ofrecidas se mostraban en cuatro patas, enseñaban los senos, se abrían de piernas mientras él las contemplaba y ellas lo disfrutaban. Me entró una furia mezclada con celos y placer, podía reconocer los pies de mi esposa jugueteando bajo las piernas de mi amigo, se podía ver que las chicas estaban entre mezcladas todas sobre y abajo el cuerpo de él.

Me quedé a centímetros de la cama, de inmediato ví que las chicas se acomodaban pero mi esposa se puso frente a él, entre sus piernas, éste se mantenía recostado sobre la cabecera de la cama, se despojó del cobertor, se colocó en posición flor de loto con las piernas lo más abiertas, yo la contemplaba pasmado desde atrás y dominaba su espalda y esa silueta de guitarra, acomodó su cabellera a un lado de su cuello y sólo aprecié como deslizó las tiras del brassiere. Los ojos de mi amigo se salían y sus manos no se quedaban quietas, lo mismo debe haber sucedido con su pene ya que los ojos de las otras chicas se posaron sobre éste.

El moreno maldecía de la excitación por lo preciosas, grandes, bien formadas, blancas y saltonas tenía las tetas, alababa mi suerte al disfrutarla siempre, las compañeras con poca fuerza la aproximaron hacia él para que con sus dos manos tome cada uno de esos deliciosos melones, los besó los ensalivó iniciando las chicas su faena de masturbarlo, la esposa de pequeñín deslizó el bóxer hacia abajo, se inclinó hacia el pene y lo sacudía, lo estrujaba, lo mamaba con pasión, yo no podía más, me acerqué en silencio y me metí entre las otras chicas, iniciando a ellas el masaje sensual a todas su bellas vaginas y traseros y anos.

Yo atendía a la esposa de cejitas con más lujuría y pasión que a las otras chicas, nunca antes había estado en la intimidad con una mujer de talla grande, alta, rellena, de carnes muy firmes, con nalgas tan grandes y atractivas, aunque no tenía senos acordes a su tamaño lo compensaba ya que era muy sexy y su personalidad era la de una verdadera putona, gritona.

La esposa del moreno a quien también la disfruté era un poquito mayor en edad pero aún lucía muy bien, aunque era pequeña se sentía un cuerpo muy tonificado, lo más atractivo de ella eran sus piernas muy lindas, carnudas y bien torneadas, aparte de sus nalgas y senos normales pero con una boquita de mamadora que me ponía a suspirar, ella fue atendida después de mí por parte de su cuñado cejitas que entró a la habitación.

La esposa de pequeñín era de cara bonita y piel blanca, pecas en el pecho, pezones muy rosaditos, el resto de su cuerpo nada fuera de lo normal pero atractiva y muy sensual, inició con su esposo, se alternaba luego con el moreno y mi esposa, ahí aprovechaba yo para chuparle sus tetitas.

Bastante después casi entrando la noche, pedimos en coro rotar de parejas, las cuatro chicas se fueron a asear al baño y a arreglarse nuevamente, al regresar se acomodaron sobre el sofá, y nosotros en la cama, seríamos ahora quienes las escogeríamos, ellas ponían sus caras y poses más provocativas, mi esposa recostada de lado sobre el sofá, tenía las piernas descubiertas y se apreciaba hermosa forma desde los pies hasta los muslos, lucía unos zapatos de tacón que hacían juego con su perfecto pedicure.

La música y el licor cumplieron su cometido, mi esposa se mareó, se contorneaba mientras bailaba y casi perdía el control, sus enormes y preciosos senos estaban a centímetros de nuestras bocas y creo que todos estarían contenidos en comérselas nuevamente, hacían juego con su collar de piedras coloridas, sin duda despertaba envidia de sus compañeras de faena, al agitar su melena negra cubría apenas las areolas y los pezones, todos queríamos lanzarnos a deleitarnos con ese par de melones que se escaparon con sus rápidos movimientos, en un momento conté hasta seis brazos sujetando los senos, bocas que se peleaban por besar y morder sus pezones, no lograba distinguir bien pero las apretaban, magreaban, estrujaban y con esto ella gemía y comenzaba a soltarse, a permitir que la devoren.

No se pudo detener el curso que tomó esta fiesta, espontáneamente los cuatro hombres nos dirigimos primero directamente a mi mujer, la sometimos tomándola de los tobillos y muñecas, la acostamos en la cama, quitamos los zapatos que traía y sin más comenzamos: primero yo a chuparle la vagina y el ano, dos más a chuparle los senos y hacer que los masturbe y el otro a colocar su pene en la boca. Las chicas ayudaron en contener el cuerpo que se salía de la cama por las embestidas de mis lamidas, de las contorsiones de la homenajeada hasta después dejarle nuestras marcas de semen y saliva en cada parte de su piel.

Minutos después cambiamos de mujer, le tocó el turno a la esposa de pequeñín, a ella también la sujetamos entre los 4 hombres y las chicas ayudaban a sostenerla, inicialmente le mordíamos los pezones, besábamos su boca, manoseábamos su culo, dos hombres tuvimos el gusto de terminar con semen en su cara, su esposo en las tetas y el morenos en la vagina.
Le tocó el turno a la esposa de cejitas, me encantaba, me apoderé de sus nalgas, pedí le den la vuelta y besaba su ano, metía mi boca entera ahí, sus nalgas eran como mis cachetes, no me aguantaba y pedí a ella y a su esposo me dejen meterla por atrás, ellos asintieron y aproveché, me coloqué un preservativo, unté licor de menta y con fuerza metí mi pene en su culo, ella gritó mientras mamaba a pequeñin y a su esposo, sentí un calor indescriptible, una sensación única de domador de fieras, estaba tan excitado que terminé en pocos minutos, yo estaba servido y satisfecho, me retiré a descansar.

Cada una de nuestras esposas recibieron similar trato, las tomamos todos al mismo tiempo, los cuatro hombres a una sola mujer, en otros momentos alternábamos dos con una sola mujer hasta quedar al final de la noche cada uno con nuestras propias parejas.

Mi correo es: pepin1970@hotmail.es

 

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