Relato erótico de los pañales de Yanela, mi vecina

Era una chica tímida, siempre que pasaba por su puerta ya sea de entrada o de salida, saludaba y se entraba a su departamento. Era una muchacha educada y eso me gustaba, también le gustaban los animales, con regularidad la encontraba en el corredor jugando con un perrito y alguna vez con una tortuguita.

Rompimos el hielo una vez que se le escapó el perrito y me tocó la puerta para preguntarme si no lo había visto, desde ese día, una que otra vez coincidimos en el corredor y hablábamos un poco, luego ella se metía a su departamento.

Yo vivía solo en mi departamento y ella ocupaba el departamento de al lado con su mamá, con quien no llevaba una buena relación, pues escuchaba que a veces le llamaba la atención agitadamente y hasta la hacía llorar en ocasiones cosa que no me gustaba, había llegado a tenerle cierta simpatía a esa chica callada y tímida.

Claro que cuando se soltaba, era otra cosa, se ponía muy divertida, de lo callada que era pasaba a soltarse de la lengua.

Fue en una de esas ocasiones en que reíamos a carcajadas y nos tomamos más confianza que le pregunté:

-Casi nunca te veo salir fuera. ¿Por qué no vas a la universidad o estudias algo? Ella un poco entre broma me contestó.
–Como, si ni siquiera he terminado el secundario.
–A vaya, pero tampoco te veo salir con amigas o amigos, menos novio.
–Estoy mejor así.

Terminó diciéndome, pasamos una buena parte de la tarde riendo, entrando en confianza y encontrándonos afinidades. Lugo al día siguiente salí de mi departamento con la esperanza de volver a encontrarla, no estaba afuera de su departamento, pero esperé un rato.

Hasta que salió y nos dimos a la charla, ya parecía que nos conocíamos de toda la vida, a momentos entre risa y risa yo aprovechaba para tocarle el brazo.

Por su actitud un tanto huraña siempre me pareció que ocultaba algo, por lo que entre broma y serio, le pregunté que ocultaba, ella me hizo soltarle del brazo, pero siguió riendo conmigo, al poco rato, mientras reíamos noté que me miraba directamente a los ojos como queriendo decirme algo y me sorprendió al hacer lo que hizo.

Se levantó la faldita que llevaba puesta y me dejo ver su ropa interior, llevaba puesto un lindo cachetero verde del cual sobresalía de los bordes un pañal, quedé asombrado pero no puedo negar que eso me gustó, pues yo también llevaba pañal, ambos sufríamos de incontinencia, quedé maravillado con eso, al fin encontraba alguien como yo.

En ese momento me abrí el pantalón y también le dejé ver mi pañal, ella también se asombró, pero mirándome a los ojos me dijo:

–Tú y yo somos iguales.
–Sí, quien diría que nos cruzaríamos en la vida.
–Sí, esas cosas no ocurren u ocurren una sola vez en la vida. Por lo menos yo nunca pensé encontrar alguien, así como yo.

Esa plática fue por demás hermosa, pero luego nos besamos, nos abrazamos con mucho afecto, casi reconociéndonos uno en el otro, y sin dudarlo, ella me invitó a pasar a su departamento, pues su madre había salido a trabajar.

Nos acomodamos en su sillón, ella abrió sus piernas desde un principio como invitándome a que la toque, yo levanté su faldita y puse mi mano encima de su ropa interior, sentía el pañal ajustado a su sexo, volvimos a besarnos, ella quería hacer lo mismo, me abrí el pantalón me lo bajé y dejé que me tocara encima el pañal.

Eso le gusto tanto que terminó, sacándose el suyo, dejó su pañal a un lado, me mostró su vagina, perdió todo miedo, ella misma puso mi mano en su vagina, no le importó soltar sus chorritos calientes en mi mano, a mí tampoco, la toqué con todas esas ganas que tenía guardadas de tocar el sexo de una mujer, fue maravilloso.

Ella abrió lo más que pudo las piernas y me dejó acariciar su vagina, rozar su clítoris, meter mi dedo del medio en su orificio, todo eso acompañado de sus chorros de pis.

Eso lejos de disgustarme me excitaba más, dejé que ella metiera su mano en mi pañal para tocar mi pene, lo masajeo entre sus dedos, me lo puso duro, toco hasta mis testículos tocaba, y tampoco le molestaban mis chorros de pis.

Ella misma me abrió el pañal, me miro el pene, lo exploro, no sabía chupar pero intento hacerlo lo mejor que podía, luego se sentó encima de mí y condujo mi pene hacia su vagina, al sentir la proximidad de nuestros sexos, ambos nos orinamos, uno encima del otro, no nos importó nada, se lo metí, ella lo recibió con un fuerte alarido.

relato con los pañales de la vecinaPronto empezó a gemir muy fuerte y yo se lo metía sin detenerme, estar dentro de su vagina era glorioso, en cada ida y venida lo disfrutábamos más, nada nos detenía, éramos libres, nuestros sexos estaban en comunión, ella me abrazaba, me besaba, gemía; se abrió la blusa, saco sus pechos del sujetador y me los llevó a la boca, yo se los agarré a chupadas, me los comía casi por completo, ella saltaba más sobre mis piernas, yendo y viniendo con mi pene dentro su vagina.

A lo así llegamos al climax y terminamos abrazados, mirándonos a los ojos, agradecidos el uno con el otro, felices de habernos encontrado, como si nos hubiéramos estado esperando por toda la vida.

Luego nos fuimos a la ducha, salimos de ahí como si nada, muy renovados, la confianza era completa entre ambos, ella me prestó un pañal y me fui para mi casa. Desde entonces la pasamos muy bien juntos y compartimos los pañales.

Bien hasta aquí mi historia ficticia, pero quisiera que fuera real, pues como dije en mi relato anterior de cosa de pañales, mi propósito al contarles estas historias eróticas es relacionarme con personas como yo (con incontinencia), para de alguna manera poder disfrutar y darnos placer que bien lo merecemos.

Así que, si alguien con el mismo problema sin importar la edad, la condición ni nada, quiere compartir algo conmigo, para que sea muy personal y en completa reserva, aquí dejo mi correo, por favor los curiosos abstenerse: tiago0002@yahoo.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico.

 

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