Relato erótico de mi mejor amigo y su hermosa esposa

Sergio sin dudas era uno de mis mejores amigos, nos conocimos con unos veinte años compartiendo la carrera de medicina y rápidamente congeniamos. Solo estaríamos dos años juntos en la facultad, el dejaría prontamente sus estudios por no estar cómodo con lo que estaba haciendo. Sin embargo, eso no impediría que sigamos viéndonos a menudo, en el barrio, en partidos de fútbol, en salidas nocturnas y en cuantas ocasiones fuera posible.

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PARTE 1 DE 2

El mundo siguió girando, el tiempo pasó, después de varios noviazgos Aidé llegó a mi vida, nos enamoramos y nos casamos, esa bonita mujer se había transformado en mi esposa

Como suele suceder, Aidé tenía una amiga íntima, Clara, y ya imaginan, compartimos cena de cuatro, Aidé – quien en esos días era solo mi novia – Clara, su mejor amiga, Sergio, mi mejor amigo y yo.

Ellos congeniaron y también terminaron casándose, por lo que pronto el dúo se transformó en cuarteto, y todo iba viento en popa, esas amistades perfectas, de salidas interminables repletas de humor.

Profesionalmente, me había recibido ya de médico y empezaba a especializarme en ginecología, me fascinaba, era mi vida, y me pasaba largas e interminables horas en mi consultorio atendiendo a mujeres de todas las edades. Sergio por su parte, era visitador médico y representaba a un laboratorio internacional, así que hasta en eso nos juntó la vida, cada tanto venía a mi consultorio, con impecable traje y corbata, y yo lo recibía con mi infaltable guardapolvo blanco.

Charlábamos de tantas cosas, el bromeaba mucho acerca de mi fortuna de ver a diario tantas conchas y tetas, pero yo lo dejaba pasar, era un profesional, y en algún punto ya era monótono, solo conchas y tetas…

En una de esas charlas le confesé que iba a ser padre, Aidé estaba embarazada, y obviamente como ginecólogo tenía un plus impagable en toda esa etapa nueva de mi vida, por su parte, Sergio no tenía tanta suerte, las cosas con Clara marchaban de mal en peor, la relación de pareja se iba a pique y nada parecía remediarlo. Cuando nació Aníbal, nuestro bebé, ellos vinieron a conocerlo por separado, él por ser mi amigo y ella por ser la amiga de Aidé, todo estaba mal, no se hablaban y dormían en cuarto separados.

Poco tiempo después se separaron, punto final a la relación.

Fue un momento muy tenso, la situación incluso nos afectó a Aidé y a mí, cada uno inconscientemente tomaba parte por su amigo y surgieron roces, y decidimos de común acuerdo enfriar un poco la relación con nuestros respectivos amigos

Dos años después Aidé estaba nuevamente embarazada y Sergio me contaría de su nueva novia, Sonia, una chica bastante más joven que nosotros, casualmente también era visitadora médica, se habían conocido en el laboratorio y terminó presentándomela una tarde en el consultorio.

Con solo observarla, mi primera impresión me trajo a la mente una sola palabra: ‘problemas’.

Sonia tenía un rostro delicadamente perfecto, demasiado femenino y una voz dulce, de cabellos lacios castaños apenas pasando los hombros, ojos negros, grandes pestañas, y un cutis que parecía porcelana. Bastante alta por ser mujer, nada exuberante, pero podía notarse una perfecta sintonía en sus curvas, era de esas chicas que cualquier hombre hubiera querido llevarse a la cama.

Y las cosas poco a poco fueron enredándose, yo era médico, Sergio visitador médico, Sonia también, nos cruzábamos demasiado todo el tiempo. En alguna oportunidad traté de volver a armar el cuarteto, Sergio, Sonia, Aidé y yo, pero no resultó, mi mujer ya no cuadraba en el grupo, con dos hijos que le restaban mucho tiempo, además ella aún estaba de parte de su amiga Clara, por lo tanto en contra de mi amigo Sergio y por si todo fuera poco, no toleraba a Sonia, la veía como una putita calienta pijas, decía que le gustaba calentar a los hombres haciéndose la estúpida y en parte tenía razón.

Las cosas se complicaron aún más la tarde en que la reluciente pareja vino a mi consultorio, no como amigos, no como visitadores médicos, sino como pacientes, Sonia necesitaba un especialista que la revisara en sus partes femeninas y quien mejor que yo, su amigo de confianza para hacerlo.

Di muchas vueltas y puse muchas excusas, sabía que la oferta era tan atractiva como peligrosa, pero al final Sergio logró convencerme.

Recuerdo la primera cita, estaba tan nervioso como cuando había dado mi último examen, tenía las manos frías y sudadas, ellos estaban sentados frente a mi escritorio de por medio, hice las preguntas de rutina y llegó el momento del examen físico, le pedí a ella que pasara por el baño a sacarse sus prendas íntimas y fuera tras el biombo a la camilla, en posición ginecológica.

Mientras me ponía mis guantes descartables le hice un guiño a mi amigo y por primera vez tuve un contacto pecaminoso con esa mujer.

Palpé con cuidado sus dulces pechos buscando alguna inoportuna dureza, hablaba con ella y también con mi amigo que esperaba al otro lado del biombo, y noté que mientras lo hacía Sonia me miraba de una manera que no debía mirarme, su mirada iba más lejos de lo puramente paciente y eso me ponía más nervioso.

Llegó el momento de ir entre sus piernas para introducir el dedo, una situación que a toda mujer se le hace incómoda, pero ella se mostraba relajada y distendida, su vagina lucia completamente depilada, muy tentadora, muy prohibida.

Cuando terminé, mientras me quitaba los guantes le indiqué que pasara nuevamente por el baño a ponerse cómoda.

Fui con mi amigo y en confianza le dije que no era necesario que se depilara para una visita ginecológica, Sergio sonrió y me dijo que no era por mí, que era por ella y por él, me preguntó extrañado si acaso Aidé no se depilaba, que era muy sexi, opté por cortar camino y explicarle profesionalmente que no era aconsejable lo que hacían, que los bellos púbicos tenían una función y por algo estaban ahí

Nos saludamos para terminar la consulta y me quedé unos minutos a solas, me sequé el sudor de la frente, sabía que, de mi juramento hipocrático, sabía que era la mujer de mi mejor amigo, pero qué diablos, el guardapolvo blanco apenas podía disimular una terrible y dolorosa erección.

Y así seguiría la historia, todo mezclándose con todo, amistad, visitas médicas, consultas al doctor, ella parecía provocarme en cada encuentro, su vagina depilada se me hizo irresistible y a veces la revisaba solo por el gusto de verla y de tocarla, y adiviné que ella también jugaba ese juego, y también existieron muchas actitudes de mi amigo Sergio que me invitaban a pensar que él también era parte, tuve la idea que ellos se excitaban con un juego en que yo sin saberlo era parte.

Mi esposa Aidé jamás imaginó cuantas veces mientras le hacía el amor en mi cabeza solo estaba ella, Sonia.

Una vez más, todo se mezclaría con todo…

Solíamos hacer cenas entre colegas, era un tanto habitual, largas noches en las cuales no teníamos horarios y Aidé estaba ya acostumbrada a eso, solía regresar en esos días entre las dos y las cuatro de la mañana, era normal y en verdad no le daba motivos a mi mujer para que sospechara.

Esa noche estábamos en un bodegón clásico de la ciudad que recientemente había sido restaurado y modernizado, se había puesto muy de moda, éramos cuatro varones y seis chicas, todo parecía ser una noche más.

Estábamos en lo mejor cuan ellos entraron, Sergio y Sonia, casualidades de la vida, ella no escapó a mis ojos, como tampoco al resto de los comensales, ella nunca pasaba desapercibida, se sentaron a un costado, a la distancia.

Me disculpé con mis colegas y como correspondía me acerqué cinco minutos a saludarlos, Sonia estaba exquisita, con un perfume embriagador, con una remera blanca de cuello cerrado tan ajustada que parecía ser su propia piel, sus pequeños pero armoniosos pechos se mostraban sugerentes a la vista bajo esa prenda que dejaba notar con facilidad los contornos del sostén.

Volví a mi sitio y todo siguió con normalidad, aunque en mis pensamientos quedaron grabadas esas curvas del infierno.

Habría pasado una hora, cuando Sonia, se levantó para dirigirse al baño, y el baño estaba de paso a nuestra mesa, que mujer, ella me regalo una risa cómplice a su paso. Como antes estaba sentada no había podido notar que lucía un pantalón de cuero negro tan ajustado como la remera blanca, estaba preciosa, realmente preciosa, a su paso hizo murmurar por lo bajo a mis compañeros y a su vez se escucharon los reclamos por envidia de las mujeres de la mesa, yo ya no podía con toda esta situación.

Mi celular sonó entonces, para mi sorpresa era Sergio el que me llamaba al otro lado del bar y me dijo entre líneas que aprovechaba a llamarme dado que su mujer estaba en el baño, que quería hablar algunas cosas y que si no podía despedirme de mis acompañantes para ir a la mesa con ellos. No sabía qué hacer, que decir, tal vez fuera lo que pensaba, tal vez solo fantasías mías.

Necesitaba averiguarlo, me excusé con mis compañeros y cambié de mesa, el ambiente con mi amigo de toda la vida estaba distendido, cruzamos unas palabras, hasta que ella llego de regreso y se paró abrazándome amistosamente por la espalda, apretándome de tal manera que pude sentir la generosidad de sus pechos, en un acto que no era demasiado normal.

Luego se sentó entre ambos y estuvimos un tiempo hablando, entre cervezas y risas, Sonia cada tanto me tocaba la pierna, o el brazo y yo actuaba en consecuencia, la tomaba por la cintura o me pegaba a su cuerpo tan inocentemente como podía

Creo recordar que nadie lo dijo realmente, cuando pagamos la cuenta los tres sabíamos qué haríamos, las sonrisas eras cómplices, las miradas, los gestos, el contacto físico que ya tenía poco de casual, al punto que Sergio salió por delante en busca del coche y Sonia y yo por detrás, ella me tenía por la cintura y yo por el hombro.

Nos despedimos brevemente en el estacionamiento, es que yo también estaba con mi vehículo y enfilé detrás de ellos rumbo al mismo infierno.

En esas cuadras que conduje en silencio, en soledad, hablé con mi propia conciencia, era todo tan loco, muchas veces mi vista y mi tacto se habían llenado con la desnudez de Sonia como paciente, la conocía como a la palma de mi mano, y era loco que esa esa noche, al verla tan sexi con esa remara blanca y esos pantalones de cuero tan ceñidos solo me hacía desear verla desnuda, como si nunca la hubiera visto, solo quería acostarme con ella.

Llegamos a la casa de mi amigo y su mujer, Sergio nos dijo que nos adelantáramos, que fuésemos a la planta alta mientras él iba a la cocina por una bebida y unas copas, ella fue por delante mío, y la diferencia de escalones hizo que su terrible trasero quedara casi sobre mi rostro, detalle que ella no pasó por alto, puesto que se encargó de sacudir sus caderas de lado a lado en una forma demasiado tentadora, al llegar a la planta alta le di una fuerte nalgada como reprimenda por provocarme, a lo cual ella contestó con una sonrisa.

Ya en el cuarto solo me quedé mirando como un tonto mientras ella se quitaba la blanca remera para dejarme ver su sostén formado que le dibujaban unas tetas perfectas, dejó los zapatos de lado, luego desabrochó su pantalón, bajó el cierre, se tiró sobre la cama y me pidió que la ayudara a quitárselos, eran tan ajustados que no podía hacerlo sola. Tire con cuidado, hasta que ambos lo logramos, una tanga negra tan pequeña como provocativa se interponía entre mí y el paraíso.

En ese momento mi amigo llegó a la habitación y en tono jocoso dijo

  • Perdón? no se supone que deberían esperarme? – para agregar luego – adelante, adelante, en verdad quiero ver un poco lo que hacen…

Se disponía a servir unas copas cuando Sonia pareció abalanzarse sobre mí, para besarme profundamente, en un beso hermoso y prolongado, un beso que denotaba un deseo contenido por mucho tiempo, y respondí en consecuencia, porque muchas veces había imaginado ese momento, ella empezó a desnudarme mientras yo la tomé por sus terribles nalgas y la levanté lo suficiente como para que sus pechos quedaran a la altura de mi boca, esos pechos que tantas veces había palpado como profesional, ahora lo hacía como amante.

Se los lamí con esmero y sentí en sus jadeos involuntarios cuanto la excitaba, sus pezones aún estaban cubiertos por el sostén, por lo que buscaba bucear con mis lengua para llegar a ellos, y esto se le hacía irresistible, Sonia trataba contorsionando su cuerpo que sus pechos se liberasen, sin éxito, y en lo mejor, cuando la tenía a punto caramelo en deseo.

Sergio nos interrumpió para compartir unas copas de vino, fue un tanto gracioso porque estaba completamente desnudo con su verga apuntando al cielo, nos reímos, apenas mojamos nuestros labios y el volvió a insistir que lo excitaba mirar como su mejor amigo estaba por cogerse a su esposa, mientras hablaba con ella en una forma que me dejaba entender que esto era algo que ella hacía tiempo venía planeando.

Me desnudé también por completo, ella me tiró con fuerzas sobre la cama para abalanzarse sobre mí, pero se puso invertida, de manera que su sexo quedara sobre mi boca, y el mío sobre la suya, sentí como locamente empezaba a chuparme la verga en forma muy exquisita, ante mis ojos, sus enormes glúteos apetitosos con la tanga incrustada entre ellos de manera de notar la aureola amorronada de su esfínter escapando a ambos lados, como así también parte de sus labios tan depilados como siempre, también noté la tela negra empapada al tacto, para correrla a un lado y empezar a chuparla con devoción.

Me encantaba su sabor y pasaba una y otra vez mi lengua por su botoncito, mientras mis manos se regocijaban con la piel bronceada de sus nalgas. Por su lado ella parecía arrancarme la verga y los gemidos fueron llenando el lugar, mientras mi amigo se masturbaba lentamente a un costado bebiendo su copa de vino

Sofía entonces lo llamó por su nombre, le dijo que lo quería, que lo necesitaba y que se sumara al juego, el vino por sobre ambos, tomó su tanga entre los dedos para apartarla más aun, el rostro de Sergio estaba muy cerca del mío, nos miramos a los ojos, y mientras yo le seguía comiendo la conchita, el empezó a chuparle el culo, a punzarle el agujerito con la lengua, más y más, jugábamos con ella por ambos lados y eso le gustó tanto que perdió la concentración en la mamada que me pegaba.

relato amigo y su esposaY la hicimos nuestro centro de placer, la giramos y ella quedó mirando al techo, me tiré sobre sus pechos y empecé a lamerlos mientras su marido se perdió entre sus piernas, la sosteníamos con fuerza y empezó a retorcerse, pidió a viva voz ‘que quería pija’ pero ignoramos sus pedidos, giró de lado su cabeza, apretó con fuerzas las sábanas y explotó en un mar de placer.

Estábamos solo al principio de una loca noche de sexo…

Solo cuando había acabado, su esposo empezó a cogerla, y ella me pidió que la dejara chuparme la verga, que quería que su marido viera como me la chupaba, me puse a su lado e hicimos eso por un buen rato, fue muy sexi ver como ella pasaba la lengua una y otra vez por mi glande desnudo, perdida entre los jadeos ocasionados por el placer que le daba su marido.

Quería cogerla, en verdad quería hacerlo por lo que fui por el lugar que ocupaba mi amigo y lo relevé, entonces él fue a que se la chupara un rato, era todo demasiado excitante para tres personas conectadas que por primera vez hacían un trío.

Hicimos varias locuras, ella me pidió que la cogiera de parados, que le excitaba demasiado eso, Sonia era una mujer delgada y no pesaba demasiado, así que no tuve inconvenientes en alzarla por debajo de sus muslos, ella quedó en el aire con sus piernas abiertas, rodeándome con los brazos por el cuello, entregada, subiendo y bajando a mi voluntad, rozando sus pezones en mi pecho, besándome profundamente, dejándome el aliento de placer en la boca.

Fue cuando su esposo vino por detrás, nadie dijo nada, como si todo estuviera calculado, ella se mantuvo inmóvil con los ojos cerrados, y sentí en mi propia pija la presión de la verga de mi amigo entrando en el culo de su esposa, tan juntos, tan apretados…

Empezamos entre ambos a mover a Sonia en una doble penetración propia de películas condicionadas, ella estaba perdida entre sus sementales y regalaba besos a uno y a otro, entregándose por completo, las palabras de erotismo llenaban el ambiente, provocaciones, insinuaciones, los jadeos pronunciados de esa mujer siendo penetrada por los dos flancos eran realmente excitantes y solo escucharla estimulaba a llenarla de semen.

Ella empezó a resbalarse entre nosotros, nuestros cuerpos estaban sudados, mi verga empapada por sus jugos sentía como su marido le daba sexo anal.

Sergio parecía ser quien dirigía el juego, de pronto hizo que paráramos y me dijo que quería que yo solo observara un momento, cosa que me vino bien para calmarme un poco porque estaba a punto de eyacular, solo me quedé de espectador, Sonia se sentó en  la cama y empezó a chuparle la pija a mi amigo, su boca estaba en su sexo, su mirada en mis ojos, lo hacía tan rico, tan puta, sabiendo que estimulaba a Sergio y al mismo tiempo me enloquecía a mí, mi erección era terrible en esos momentos, lengua de serpiente, él la incitaba a seguir, a no detenerse, de pronto el semen empezó a saltar a chorros bañando su boca, sus labios, parte de su rostro, cayendo por sus pechos, incluso llegando a su vientre.

Ella tenía cara de puta golosa, toda sucia, excitantemente sucia, con una sonrisa en su rostro, aun acariciando la verga ya flácida de mi amigo me dijo

  • Dale, mi amor, ahora soy toda tuya…

A lo cual Sergio agregó

  • Hacele el culo a esta zorra, quiero ver como se la das por el culo…

Sonia se acomodó en cuatro patas y no esperé a que vuelvan a pedírmelo, fui por detrás, entró con suma facilidad hasta el fondo, su esposo ya había hecho el trabajo previo por mí, ella volvió a gemir, en un gemido contenido, y empecé a llenarme la vista con las geometrías de su figura, con esas nalgas preciosas y abultadas que en cada golpe que le asestaba temblaban como réplicas de terremotos, la tomé por la cintura con fuerza y solo la aferré a mi lado, para que no pudiera zafarse, ella reculaba buscando hacer la penetración más profunda.

A todo esto, mi amigo estaba detrás mío y necesitaba darle un mejor espectáculo.

Entonces me paré por detrás, pasé mis piernas por su cintura y bajé lentamente hasta embocarla nuevamente en su culo, así Sergio tendría el mejor plano, empecé a moverme y en esa posición mi rostro estaba demasiado cerca de suyo, ella estaba apoyada de lado en el colchón, con su cara con leche aun chorreando, empecé a susurrarle lo puta que era, si le gustaba mi verga, si le gustaba que le hiciera el culo, y si le gustaba que su esposo la viera con otro, ella respondía en balbuceos, que sí, una y otra vez, y que solo quería que se lo llenara de leche.

Era demasiado, no pude aguantar más, me sentí venir, solo se la saqué y empecé a acabar a centímetros de su esfínter, parecieron litros de semen, chorro tras chorro, el líquido denso y blanco empezó a llenar su cráter abierto a chorrear en derredor, corriendo por sus labios depilados por su concha, por toda su sexualidad.

Había terminado de acabar, pero aun con un dejo de erección me deje caer nuevamente en su trasero, fue muy caliente sentir como mi verga hacía rebalsar su culito lleno de mis jugos.

Lo habíamos hecho, habíamos tomado un camino, era solo el principio de una nueva historia…

PARTE 2 DE 2

Después de esa loca noche de sexo, tomamos unos segundos para relajarnos, era demasiado tarde ya, recordé a mi mujer, tenía que volver a casa, no existieron muchas palabras de despedida en esos momentos, lo hecho, hecho estaba y creo que los tres necesitábamos interpretar todo lo que había sucedido, y como que, sin decirlo, dejamos todo en una pausa para discutirlo en otra oportunidad.

Volví a casa, era realmente tarde, traté de ser cuidadoso y silencioso, los pequeños dormían profundamente, pasé por el baño, luego a mi cuarto, Aidé estaba de costado y me acurruqué a sus espaldas, mi mujer tenía una fragancia dulzona, y estaba completamente desnuda bajo las sábanas, apoyé mi pelvis en sus nalgas y la abracé descansando mi mano en sus pechos, ella solía esperarme de esa manera para sorprenderme, y me encantaba cuando lo hacía.

Entre dormida me preguntó qué hora era, si era tarde, solo la contuve y le dije que se durmiera. Y saben que sentí después de tanto placer? culpa, esa era la palabra que no me permitía cerrar los ojos, me sentí una mierda con ella, por haberle fallado, remordimiento de conciencia, pero ya no podía volver el tiempo atrás…

Había pasado apenas una semana, cuando los visitadores médicos, Sergio y Sonia se apersonaron entre visitas de consultorio. Les hice lugar entre paciente y paciente para sentarnos a hablar como personas adultas, sería una obviedad aclarar el verdadero motivo por el cual estábamos frente a frente en mi lugar de trabajo.

Convenimos en que la experiencia había sido fabulosa para los tres, había existido mucha química, mucho placer, nos excusamos en las copas de vino que habíamos bebido demás y solo expusimos nuestras vivencias y pensamientos.

Él era mi mejor amigo, mi hermano de la vida, ella su esposa, una mujer envidiablemente bonita como pocas, eran mis visitadores médicos, y ella también mi paciente preferida, todo se había mezclado con todo y cruzamos esa delgada línea entre la amistad y la sexualidad.

Solo había sucedido y convenimos los tres en que mejor dejar así las cosas, porque de seguir, la convivencia podría volverse peligrosa y alguien podría salir lastimado.

Me las arreglé con mi conciencia para seguir adelante, por mi mujer, por mis hijos, a cualquiera se le puede cruzar una loca oportunidad en la vida y solo tomarla, somos meros mortales, seres imperfectos llenos de defectos.

Un mes después tendría una nueva visita a mi consultorio, al abrir la puerta para llamar a una de mis pacientes, ella estaba sentada al frente, Sofía, con su look de visitadora médica, en un entallado trajecito azul apagado, con medias de nailon negras y brillosos zapatos tacos altos, muy elegante, por cierto, la saludé a la distancia y le pedí un minuto.

Mientras atendía a la mujer de turno, inconscientemente mis pensamientos se iban a ella, la esposa de mi amigo, a su estampa, a su belleza, a esa palabra llamada deseo, y aunque no quisiera todo volvía en mi cabeza a esa noche del trío.

Terminé esa consulta, despedí a la señora y me preparé para recibir a la siguiente, ella ya me esperaba de pie en la puerta, la saludé con un beso en la mejilla y me excuse, le dije que no podría atenderla en ese momento, había mucha gente y estaba atrasado, en verdad busqué sacármela de encima para no tener que afrontar una situación que no sabía cómo podría terminar.

Sonia me respondió con una sonrisa, ‘no hay problema – respondió – no tengo prisa, te espero’

Ya era tarde, demasiado tarde, Sonia esperó estoica hasta que no quedaran mujeres por atender, la hice pasar.

Ella se sentó y como buena visitadora médica empezó a hablar de sus nuevos productos, yo traté de desentenderme, no quería mirarla a los ojos porque sentía que era como mirar al mismo demonio tentándome a pecar, mientras hablaba dejé mi guardapolvo en el perchero y empecé a acomodar mis cosas, como dándole a entender que estaba en planes de irme rápido.

Ella tomó mis indirectas y cambió de tema, dejó su rol de visitadora médica y pasó al de paciente, comenzó a contarme que necesitaba que la revisara, que estaba con demasiado flujo y con picazones típicos de mujeres, que no andaba bien y no sé cuánto más, empezaba a transitar un camino espinoso, traté de disuadirla, pero Sonia estaba plantada en mi consultorio y no pensaba moverse de ese lugar.

Tuve que ceder, mientras buscaba unos guantes descartables le indiqué que pasara al baño a sacarse su ropa interior, pero ella muy suelta de cuerpo me indicó que después de lo que habíamos vivido con su marido, mi amigo, ya no tenía sentido tanta promiscuidad entre nosotros.

Sonia me daba la espalda tal vez con un dejo de intención de su parte, se bajó de sus finos tacos altos, desabrochó la ajustada pollera y con un esforzado contorneo la dejó caer al piso, lo primero que noté, fue que casualmente tenía la misma tanga negra que la noche del trío con su esposo, y todo eso ya había logrado una erección casi imposible de ocultar.

Ella siguió dándome la espalda mientras de una forma muy provocativa se sacaba las medias de nailon, al final, el turno de su pequeña tanga, de una manera tan puta que solo invitaba a penetrarla, tragué saliva, ella giró mirándome fijamente a los ojos, con su brillante y lampiña concha apuntándome a los ojos, con cero pudores, jugando con la tanga entre los dedos, solo le indiqué que se recostara para revisarla, sabiendo que no debía hacerlo.

Fui entre sus piernas, con solo observar comprobé que ella no tenía nada extraño más que el típico néctar de excitación femenina, solo me estaba arrastrando a un lugar peligroso, le metí un dedo profundo, le metí dos, y ella me miraba disfrutando lo que estaba sucediendo, tomó mi antebrazo y me hizo empujar bien adentro mis falanges, me dijo que la cogiera, que quería mi verga dentro.

Solo bajé mis pantalones, mi calzoncillo y se la metí toda y empecé a cogerla con fuerza, con rabia, con rudeza, era como castigarla por puta, y eso solo la excitó más, empezó a gritar, y tuve que taparle la boca con la palma de mi mano, alguien podría escuchar desde fuera y eso solo hubiera sido un problema.

No tarde mucho, en unos cortos minutos de sexo estaba chorreando mis jugos, Sonia estaba agitada y me dijo que la había dejado muy caliente, que quería que se la chupara toda.

Me senté entre sus piernas, mi semen había chorreado hacia su esfínter, por sus labios, cerré los ojos y pasé mi lengua para limpiarla, mi propia leche, estaba inundada y eso la calentó demasiado, me pidió que la limpiara toda y solo la chupé más y más, metiendo ahora mi lengua en su hueco para saborear la mezcla de mis jugos con los suyos, me prendí en su clítoris, pasé mis manos por debajo de su sostén para acariciar sus dulces pechos y estimular sus erizados pezones entre mis dedos, solo seguí llenándome con el placer de observar la perfección de sus curvas, y no paré hasta sentirla retorcerse de placer por la chupada de concha que le estaba dando.

Fui sobre su rostro y la besé profundamente, traté de meter mi lengua en su garganta y ella apretó tanto mis labios con los suyos que pude sentir sabor a sangre de alguno de los dos.

Terminamos, mientras acomodaba mi sexo dentro del pantalón y dejaba los guantes de lado, ella volvía a poner todas las prendas en su sitio, pasó por el baño a arreglarse, y todo estaba terminado, ella tenía un aire de suficiencia, como que había ganado, como que había obtenido lo que había ido a buscar.

Era tarde, cerré el consultorio, bajé las escaleras, en la recepción ya no quedaba nadie, las secretarias estaban hasta las ocho de la noche, miré mi reloj, eran casi las nueve, solo quedaba la gente de guardia.

Fui a mi coche, y de ahí a casa, con la mente en blanco, sin pensar en nada, nada de nada.

Al llegar mi pequeña hija vino corriendo a mi encuentro, la abracé con dulzura, el varoncito tomaba una ducha, Aidé preparaba la cena, fui a sorprenderla abrazándola por la espalda, pero ella me recibió fría y distante, buscó zafarse, fue evidente que estaba demasiado molesta.

La miré con cara de no entender, entonces empezaron los reproches, que donde estaba, que la hora que era, por qué no había contestado sus mensajes y lo peor de todo, tuvo que pasar a buscar Aníbal, nuestro hijo por el campo de deportes donde practicaba futbol porque hacía una hora que su papá estaba desaparecido.

Era cierto, yo me había comprometido a pasar a buscarlo, era mi responsabilidad, y también era el culpable de que mi mujer estuviera en llamas, todo por mi calentura con la conchuda de la mujer de mi amigo.

Suspiré resignado, pedí un perdón que no fue concedido, dije de mis pacientes, de mi trabajo, pero no era el momento de curar heridas, Aidé no era de perdonar fácil y menos cuando nuestros hijos estaban de por medio.

Fue mi turno de ducharme, necesitaba lavar mi cuerpo, pero quería lavar mi conciencia.

Me sentí una mierda de persona, había sido infiel por segunda vez en mi vida y honestamente, no me sentía bien, como explicarlo, supongo que me sentía como un adicto a las drogas, que en su momento de cordura sabe que no puede consumir esa porquería, pero al estar frente a ella mataría por tenerla, y una y otra vez se cae en un círculo vicioso.

No tardaría mucho en repetirse su visita al centro médico, pero esta vez con Sergio, su esposo, mi amigo.

Al verlos en la sala de espera quise que la tierra me tragara e imaginé miles de situaciones, tal vez el nada sabía y venían a proponer un nuevo trío, tal vez ella había hablado y tendría una escena de marido celoso y despechado o por el contrario, tal vez él hubiera sido partícipe del todo el juego y el engañado hubiera sido yo, o tal vez solo visita médica, miles de escenarios se mezclaban en mi cabeza y no podía concentrarme en lo que hacía, por lo que hice un paréntesis y los invité a pasar.

Para mi suerte, era poco más que una mera visita de cortesía, fueron solo unos minutos, hablamos de todo un poco, y pude notar que Sergio era ajeno a lo que había sucedido y que Sonia era una puta perversa que jugaba con las provocaciones delante de mi amigo, su marido.

No sabía cómo diablos me estaba metiendo en todo esto, solo sentía que estaba metido en un pantano de placer y que poco a poco me iba enterrando en el lento e irremediablemente.

Dos días después Sonia volvería a visitarme, esta vez sola y adiviné que a ella le gustaba jugar con toda esta situación de enredos, que la adrenalina de todos estos peligros de conocidos, amigos, pacientes, trabajos solo la llevaban a querer más, por lo que esta vez le indiqué expresamente que se detuviera, no era momentos de juegos de ninguna de sus locuras.

Ella solo se rio y me dijo que no me mostraba convencido de lo que decía, entonces se metió debajo del escritorio y su cabeza asomó de mi lado, y me reclinó hacia a atrás, hizo a un lado mi guardapolvo, abrió mi pantalón y buscó mi verga que estaba rígida, solo descubrió el glande por completo, me la besó, después sacó la lengua y me la pasó por debajo, en esa zona tan sensible que me hizo retorcer de placer, y volvió a hacerlo como si fuera una gata mimosa, mirándome a los ojos de una forma muy puta, y lo hizo otra vez, y otra más, y solo siguió en ese juego dejándome saber que no se detendría.

Y eso fue demasiado, poco a poco la estimulación hacía que sintiera más y más placer, y ambos sabíamos cuál sería el inevitable final si no nos deteníamos.

Llegué a clímax, una gota transparente salió de la punta de mi verga, fue involuntario, no podía retenerlo, ella pasó la lengua para sentir mi sabor y solo siguió en su juego, si quitarme la mirada clavada en mis ojos, y tras esa gota emergió un líquido blanco, y un poco más, que fue chorreando lentamente hacia abajo, pero solo siguió pasando la lengua como si nada estuviera sucediendo, solo sé que exploté en siete chorros continuos que ensuciaron todo a su paso.

Cuando terminamos todo en derredor estaba lleno de semen, mi ropa, mi sexo, su rostro, su mano, ella lo lamía como puta mientras me preguntaba si mi esposa alguna vez me había hecho algo tan rico, la respuesta era obvia, por lo que mantuve mis labios sellados, Sonia vino a sentarse sobre mí y me dio un terrible beso mortal, lleno de semen, para cerrar el encuentro, antes de irse me advirtió que pensara bien si realmente deseaba que todo terminara entre nosotros.

Con el correr de los días las visitas de Sonia a mi consultorio se hicieron tan rutinarias como peligrosas, no era normal que una visitadora médica tuviera tantos cruces con un doctor, menos una paciente a no ser que tuviera algún problema, y descubrí en ella una perra viciosa, como ese día me la había chupado, o antes me la había cogido, empezamos a hacer de todo un poco, ella tenía un variado repertorio de sexo para ofrecer y el juego era siempre dejar algo pendiente, un día solo me pedía sexo oral, otro día ella me lo regalaba, a veces una cogida rápida, lo mejor cuando llegaba y decía ‘quiero que me rompas el culo’.

Pero no todo eran rosas, mi relación con Aidé estaba cada vez más distante, es que yo disfrutaba el sexo que me daba Sonia, mi mujer sospechaba que andaba en algo raro, pero no podía saber bien que, me estaba perdiendo el crecimiento de mis hijos por no prestarle la debida atención, y lo peor, la tarde en que Sergio, mi mejor amigo se sentara conmigo frete a frente a confesarme que creía que su mujer le metía los cuernos.

Me decidí a poner un punto final a la situación, y me puse firme con Sonia, no podíamos seguir adelante, le dije abiertamente que entendiera que Sergio era mi mejor amigo, mi gran amigo, que yo estaba de su parte, ella me dijo que era un cínico, si mi plan de mejor amigo incluía acostarse con su mujer, solo bajé la vista y cerré mi boca.

Pasó el tiempo y llegamos a este presente, y en verdad no pude cambiar el curso de la historia…

Mi esposa me dejo, nos divorciamos, en verdad ella nunca pudo descubrir la verdad de la historia, siempre imaginó que tenía una amante, pero no más de eso, igual, no nos separamos por Sonia, nos separamos de común acuerdo porque había muerto el amor entre nosotros, no teníamos diálogo y solo discutíamos sin cesar, era agotadora la convivencia.

Sergio, mi amigo del alma, si se enteró de lo que hacíamos a sus espaldas, y si bien en un primer momento la relación estuvo muy tensa, después de charlar y charlar asumió que un poco era su culpa por haber sido parte en algún momento del juego que ahora le molestaba, nuestra relación quedó ahí, ni somos los mejores, tampoco los peores.

Sonia, mi amante, jamás pude cortar el hilo que me ataba a ella, se tornó en una obsesiva maldición, su sexo era lo mejor en mi vida, la adrenalina, el placer, la lujuria, la excitación, mil veces me juré dejarla, mil veces fallé, las cosas de la vida, ella por su lado no tuvo ningún problema para cortar conmigo y con su marido, estaba cansado de todo, partió a Australia para comenzar una nueva vida, ella fue la mujer que me dejó en soledad, perdí a mi mejor amigo, perdí a mi matrimonio…

FIN.

Si te gustó la historia puedes escribirme con título MI MEJOR AMIGO Y SU HERMOSA ESPOSA a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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