Relato porno de mi oscura obsesión con la esposa de mi mejor amigo

Edgardo era un amigo de toda la vida, nos habíamos cruzado en los pasillos de la facultad de ingeniería al comienzo de nuestros estudios terciarios. Compartimos días de exámenes y noches de fiesta, crecimos entre apuntes y latas de cervezas, conocimos la dureza de reprobar una materia y el placer de conquistar a una mujer, crecimos…

Pasó el tiempo, nos recibimos y decidimos empezar un pequeño emprendimiento, queríamos ser independientes y ganarnos nuestro propio dinero, fijar nuestras reglas, ser culpables de nuestros fracasos y también disfrutar en el paladar el sabor del éxito.

Empezamos a ser asesores en empresas, crear contactos, y nos fue bien ciertamente.

Así nació Smith y Barragan Asociados, nuestra propia fantasía, poco a poco nuestra agenda se fue cargando, de páginas en blanco pasamos a llenar todos los huecos, de nuestra ciudad pasamos a la provincia, luego al país, y cruzamos los límites, habíamos empezado en un galponcito en el fondo de la casa de sus padres, luego una modesta oficina, y después una más grande, con espacio para secretaria, y llegaron los primeros empleados administrativos.

Después de varias relaciones sin futuro, Rocío llegó a mi vida, mi novia, mi amor, quien pronto se transformaría en mi mujer. En esos días ella trabaja en una de las tantas empresas clientes que teníamos, una chica muy bonita, y muy inteligente por cierto.
Rocío supo ganarse un lugar en mi familia, en especial con mi madre, con quien se hicieron cómplices femeninas ante el equipo que formábamos papá y yo.

A todo esto, mi amigo y socio parecía no estar muy de acuerdo con una relación, como el mismo decía su verdadero amor era el trabajo, y no tenía tiempo más que para encuentros sin compromisos.

Rocío no estaba muy de acuerdo en este punto, por lo que buscó la forma de presentarle a una de sus mejores amigas, Eugenia.

Ella era íntima de mi esposa, y Edgardo, era mi mejor amigo, improvisamos una cena de a cuatro y solo dejamos los cimientos para una relación de futuro incierto. Eugenia no era mi tipo de mujer, pero tengo que admitir que lucía con orgullos unas tetas enormes que llamaban la atención, y fue por donde le entró a mi socio, fue el tema de charla de hombres al día siguiente.

También me enteré por su boca que una semana después terminaban enredados entre sábanas y todo fue viento en popa.

Pisábamos los treinta cuando ellos al fin se casaron, en esos días mi esposa cursaba el sexto mes de embarazo de quien sería mi primer hijo, recuerdo que, para la noche de boda de nuestros amigos, ella lució su marcada pancita enfundada en un llamativo vestido rojo, fuimos los mentores de esa unión, Eugenia, Edgardo

Cinco años después mi vida iba mejor que nunca, estaba por ser padre nuevamente, era feliz en mi familia, el empleo me sobraba y el dinero también, auto, casa, diversión, viajes y todo lo que imaginen. Pero Edgardo estaba cambiando, casi sin darse cuenta, se mostraba desinteresado por nuestra sociedad, por los nuevos proyectos, lo mismo le daba ganar un cliente que perderlo y en algún punto noté que yo era el único que tiraba del carro y que yo estaba trabajando por dos.

Tuvimos que enfrentarlo, su vida de pareja no era lo que había imaginado, no se llevaban bien, distintos objetivos, distintos pensamientos, y no eran problemas de infidelidades ni nada por el estilo, no había terceros en el medio, solo las cosas parecían no encajar entre ellos, solía ser confidente de Edgardo y tenía su parte de la historia, pero lo cierto es que Eugenia hablaba por su lado con Rocío, y podía ver la otra cara de la moneda. La relación de pareja de nuestros amigos salía a la luz cada tanto en medio de nuestras propias charlas de pareja.

Eugenia quería ser madre, pero a Edgardo no le interesaba ser padre, además, siempre había habido entre ellos una disputa de poder por el manejo del dinero de la pareja, y parecía no ser cuestión de quien tuviera razón, solo era ganar por ganar.

La situación se acercaba a un punto sin retorno, tanto en su matrimonio como en su vida laboral, mi amigo estaba contrariado, deprimido y me confesó que no estaba viviendo la vida que había imaginado vivir, y fui yo mismo quien le aconsejó que solo re escribiera su propia historia.
Poco después nos invitaron a cenar, los cuatro como en los viejos tiempos, y lo que Rocío y yo imaginamos como una cena de amigos en verdad fue un encuentro de noticias, negocios y despedidas.

Mi amigo se había tomado muy en serio mis palabras, empezar su vida desde cero, había conseguido un empleo en Colombia, a través de una de las tantas empresas a las que asesorábamos en esos días, nos tomó por sorpresa, realmente ni lo hubiéramos imaginado y de paso, la idea era reencontrarse con Eugenia, nuevamente, volver a intentarlo.

Así fue como disolvimos la sociedad, Smith y Barragan Asociados pasaría a llamarse solamente Smith Consulting Service, o popularmente conocido por las siglas SCS. Edgardo solo tomó parte del dinero que le correspondía, lo suficiente para no tener problemas en lo que sería la adaptación a un entorno desconocido, pero me dejó la cartera de clientes, y todo lo que eso suponía.

El mundo siguió girando, nos hicimos a la idea de que ellos ya no estaban, pero seguíamos en contacto por medio de toda la tecnología disponible. Dos años después el matrimonio entre Edgardo y Eugenia llegaba a su fin, no iba más, punto final.

El siguió viviendo en Colombia, ella regresó a Argentina, volvimos a cruzarnos y nos contó un poco de todo, de las costumbres, de la vida y obviamente también sobre el final. Rocío, mi mujer, estaba justo en medio del tercer embarazo y en algún punto Eugenia le dijo que le tenía sana envidia, un hombre incondicional que la amaba, la bendición de dos críos y un tercero en camino, la familia perfecta, que más se podía pedir?

Sabía que mi amigo había regresado a sus días de soltero, terminada la historia con la amiga de mi mujer, con un empleo prometedor, viviendo solo en un lugar extraño, se hizo evidente que pronto encontraría un nuevo amor.

Así recibí las primeras fotos de Leonor, Edgardo quería mostrarle a su amigo del alma la mujer de la que se estaba enamorando y hubiera sido una mujer más de no ser por un detalle que para nada pasaba desapercibido, su piel era negra como la noche, una hermosa mujer, muy llamativa, más para nuestro entorno donde ese color de piel no es nada común.

Mientras ellos vivían sus primeros tiempos de pareja yo me dedicaba a mis tareas de nuevo padre, ahora por tres, y llevar sobre mis hombros el gran peso que suponía SCS, por su parte, mi mujer solía tener largas charlas de amigas con Eugenia, y poco a poco se produjo un distanciamiento con mi amigo, y con su nueva mujer, era algo que obviamente sucedería.

Así que toda esta relación tomó un nuevo camino, por un lado, habían quedado mi mujer y su amiga, por el otro, mi amigo, su nueva esposa y yo, y sin llegar a ser motivo de discusiones, Rocío y yo tuvimos distintos puntos de vista al respecto, y me recordó a esa vieja rivalidad mamá y Rocío contra papá y yo.

Apenas un par de años atrás las cosas volvieron a cambiar, si Edgardo tenía un defecto, sin dudas era parecer esos chicos caprichosos que nunca se conforman con nada, y de repente, solo se cansó de su vida en Colombia. Convenció a Leonor para que lo acompañara a Argentina y así fue como decidieron volver.

Conocería a Leonor en una cena improvisada, mi amigo, ella y yo.

En esos días mi mujer ya no quería saber nada con Edgardo, estaba muy molesta con toda la situación, ella en parte le guardaba rencor por la relación con Eugenia y él entendió que era lo que pasaba.

Esa noche entre copas de vino se mezclarían muchas cosas, nuestros recuerdos del pasado, su vida en Colombia, la mía en Argentina, y las miradas al futuro, él tenía algunas ideas de como rearmar nuestra antigua sociedad, algo que no estaba en mi cabeza en ese momento, yo ya me había acostumbrado a la soledad y a hacer las cosas a mi manera.

Sin embargo, habría algo más, algo que no estaba en mis planes, es que yo me quedé pasmado con la mujer que él tenía ahora, como describirla, por su piel tan negra, tan suave, tan brillosa, por su simpatía y esa sonrisa permanente pegada en sus labios, por la armonía de sus perfectas curvas, o tan solo por esa dulzura al hablar con un acento del norte que me hacía derretir los tímpanos.

Discretamente, sin ser obvio ante la mirada de Edgardo, cada vez que podía me perdía en las curvas de Leonor, recuerdo que lucía un vestido naranja fuerte, que resaltaba con el tono de su piel, muy discreto por cierto, a media pierna, holgado, aunque dejaba dibujar la armonía entre sus pechos, su cintura y sus caderas, con un culito respingón y llamativo, muy propio de las mujeres caribeñas.

Si bien la idea de la nueva sociedad no prosperó, lo cierto fue que quedé muy pegado a mi amigo, él tenía que empezar nuevamente y yo tenía muchos contactos para darle una mano y mi cercanía a él, me llevó a acercarme a ella.

Y sin quererlo mis ojos se llenaron poco a poco con sus curvas, con sus miradas, y ella se fue colando en mi cabeza, en mis pensamientos. Lo peor para mí, fue que Leonor me respondía de la misma manera, uno entiende de esas cosas, no era solo un camino de ida, no era solo mi imaginación, y la situación poco a poco se volvería peligrosa.

Edgardo trabajaba mucho, estaba en el inicio de su nueva empresa y Leonor se sintió extraña en un país extraño, sin familia, sin amigos, yo era la única persona a la que llamaba como confidente, y sus llamados a escondidas se me hicieron costumbre, sus palabras, su acento, su voz al otro lado, y lo más excitante, el peligro de lo prohibido, a espaldas de mi amigo, a espaldas de mi mujer

Hace unas semanas recibí su llamada, estaba molesta puesto que Edgardo tendría un viaje de negocios todo el fin de semana, y claro, ella estaría sola y aburrida, tomé la indirecta, le dije que yo iría a hacerle compañía un rato, a tomar unos mates, puesto que a ella ya se le había pegado esa costumbre de mi país, así que inventé en casa un tema laboral y el sábado temprano partí a su encuentro.

A las nueve de la mañana estaba en su casa, con unas facturas para desayunar, ella abrió la puerta, sus largos y renegridos cabellos estaban sueltos, sus ojos negros me miraron con intriga, sus enormes labios carnosos eran la manzana prohibida, entre ellos resaltaban con una blancura inmaculada sus dientes, bajé la mirada con descaro, sin pudor, un top ajustado dibujaba la perfección de sus pechos, donde se marcaban amenazantes sus pezones y un diminuto short de licra en un amarillo chillón resaltaba sus anchas caderas y me dejaba adivinar las líneas de su ropa interior.

No hubo palabras, no hizo falta decir, nuestros cuerpos hablaban, pasé, cerramos la puerta y nos fundimos en un eterno beso, las facturas solo quedaron de lado, la abracé por la cintura, me llené las manos con sus nalgas, ella me rodeó con sus brazos por mi cuello y sentí su pecho agitado pegado al mío

Esperé mucho este momento – balbuceó con su acento tan caliente –

Solo la hice recular hasta la mesa de madera que llenaba la sala, poco a poco, apretando mi verga dura contra su vientre, la tomé por la cintura, la levanté en el aire y la senté sobre ella, besé sus labios, su cuello, me embriagué con el aroma de su piel, ella jadeaba, incluso iba más rápido que yo, ella misma sacó la remera que cubría mi torso y también el top con el sostén que cubría el suyo, sus tetas de justas dimensiones quedaron expuestos a mis ojos, esferas de perfectas medidas, los pegó a mi pecho para refregarlos, nos abrazamos y nuestras diferencias en blancos y negros se mezclaron en un color único.

panocha negraLa separé un poco, solo lo suficiente para bajar a ellos, para acariciarlos con suavidad y pasar mi lengua recorriendo sus pezones, solo lamiendo, sin ser brusco, uno, el otro, volviendo a su boca, bajando nuevamente, para que se retorciera en deseos, hubiera sido fácil para mí solo cogerla, pero prefería torturarla para llevarla al borde de la locura, percibí que me regalaba un pequeño orgasmo solo lamiéndole los pezones, llenando al mismo tiempo mis manos con su vientre, con su espalda, con sus piernas, con sus cabellos.

Leonor solo se entregó a mis juegos, entre gemidos de pecados, bajé más, enganché el pequeño short por el elástico de la cintura y con mediano esfuerzo se lo arranqué junto a su ropa interior, mis dedos por casualidad llegaron a su bombacha, impregnada en jugos de mujer y eso solo me enloqueció, los metí en su boca solo para que ella misma los lamiera, para que sintiera su propio sabor, miré entonces su concha renegrida y totalmente depilada, el aroma fuerte de su sexo caliente llegó a mi olfato y eso solo logró que mi verga se pusiera aún más dura de lo que ya estaba, pasé mi lengua con suavidad, su sabor me resultó exquisito y noté cuan húmeda estaba, su clítoris era enorme y lo aprisioné entre mis labios, lo recorrí en círculos, baje a su ano y prontamente mi lengua afilada se coló por su apretado orificio, volví a sus labios, y a su botoncito, rápido, lento, a un lado, a otro, arriba, abajo, me perdí en placer dándole el mejor oral de mi vida, me deleitaba viéndola gozar.
Entre jadeos que se transformaron en gritos interrumpidos ella llegó a un enorme orgasmo, al punto de cerrar sus piernas con fuerza para impedir que mi boca siguiera provocando su sexo, me pidió que la cogiera, que por favor lo hiciera.

Saqué mi verga entre las ropas, ahora si con premura y se la metí toda, hasta el fondo, hasta las bolas, solo la cogí sobre la mesa, llenando nuevamente mis manos con sus curvas, con sus pechos, su placer era mi placer y sus gemidos llenaban mis oídos, solo me repetía que no dejara de cogerla y que se la llenara de leche, diablos! como resistirlo?

Las patas de la mesa chirreaban rítmicamente como acto de protesta al esfuerzo al que la sometíamos, acaricié sus nalgas, tan grandes, tan perfectas, sus jugos habían desbordado de su sexo, y con eso no me costó trabajo meterle un dedo por atrás, ella se contrajo en placer, fue inevitable, solo me sentí venir y ella me sintió venir, me sentí acabar como nunca, llenándosela toda de leche como ella deseaba.

Me tiré hacia atrás rendido y agitado, su sexo había quedado abierto y chorreando mis jugos blancuzcos, para mi asombro, yo seguía con una pronunciada erección, es que, con la costumbre del matrimonio, no era fácil ni siquiera a la primera con mi amada Rocío.

Leonor quería más, me había sentado en un sillón y ella vino por mí, se arrodilló con una pierna a cada lado, me miró a los ojos, agarró mi verga entre sus dedos y bajó con delicadeza, la sentí entrar ahora en su culo, en sus ojos vi la lujuria, solo me quedé dejándola hacer, era su turno de trabajar.

Una vez dentro, la morena empezó a mover su trasero en una forma indescriptible, llenándome de placer, basándome, masturbándose, dejando en mi pubis el semen que chorreaba de su concha, una diosa, era muy caliente y adoraba cuando una mujer tomaba la iniciativa, y más, si era por atrás, moviéndose como poseída.

Me sentí venir nuevamente, Leonor si sabía hacer bien su trabajo, y apenas empecé a acabar ella salió disparada como un resorte y llevo su boca a mi sexo, mi semen saltó por su rostro y me hizo terminar con una lamida muy rica y muy caliente.

Me quedaron grabados esos instantes, esos labios gruesos y carnosos, emblanquecidos por mis jugos, la forma en que ella lo saboreaba mirándome en una forma muy perversa, tragando mi semen, jugando hasta que mi pija irremediablemente perdiera erección.

Hicimos una pausa, nos limpiamos un poco, preparó entonces unos mates y comimos las facturas, para luego ir al dormitorio a seguir jugando en la cama.

Cuando dejé la casa de mi amigo, sentí la culpa sobre mis hombros, ahora pensaba con la cabeza, ya no con mi sexo, y me quise morir, pero no podía desandar el camino desandado, y todo fue peor cuando tuve que verlo a los ojos, el ajeno a todo, confiándome todo, con una alegría prefecta y yo solo recordando lo que había vivido con Leonor.

Y si eso era un puñal en mi corazón, peor aún fue enfrentar a Rocío, tocarla, hablarle, regalarle una sonrisa, hacerle el amor.
A la mañana, al levantarme y mirarme al espejo, solo podía ver a un bastardo, a un traidor, y sentí que las culpas me devoraban, me juré a mí mismo dar vuelta la página y cerrar ahí mismo esa historia.

Unos días después, estaba en la empresa, en una reunión de negocios, terminamos cerca de las once de la mañana, al abrir la puerta de mi despacho, ella estaba en la recepción, sentada, solo esperando, miré a mi secretaria, ella vino a decirme, pero la corté con cortesía, le dije que estaba bien, que atendería a Leonor.

Ella pasó, cerré la puerta, no era el mejor momento, no era el mejor lugar, pero tenía que cerrar la historia.

Pero Leonor… Leonor tenía otras ideas, entre mis ‘no’ y sus ‘si’, idas y vueltas, me llevó contra mi sillón, a costado del escritorio, soltó la hebilla de mi cinto, abrió mi pantalón, se arrodilló y empezó a chupármela, muy rico, muy profundo, parecía que iba a arrancarme le glande, o se la metía tan profundo que parecía atorarse en su garganta, a veces solo le pasaba la lengua lentamente, mirándome a los ojos, en una forme muy perversa.

Me sentí venir, y ella me sintió venir, se lo advertí, pero no hizo caso, empecé a acabar en su boca mientras sus gruesos labios envolvían el tronco de mi verga, solo eyaculaba, más y más, su ceño fruncido me dejaba saber que se llenaba de placer, puse mi mano en su garganta, suavemente, solo para sentir los movimientos que hacía al ir tragando toda mi leche, fue fantástico.

Ella se dio por satisfecha entonces, yo volví a recalcarle que todo estaba mal, y ella me contestó que tenía razón, pero de esa forma tan perversa que me indicaba que esto jamás terminaría.

Después de ese día volvimos a encontrarnos, una, dos, tres veces, buscado el momento en que Edgardo no estuviera y en el que Rocío nada sospechara.

Y así llegamos a este presente, jamás imaginé que traicionaría a mi mejor a amigo, que sería el amante de su mujer, jamás imaginé que le sería infiel a mi esposa, y justamente con alguien que no era de su agrado, después de ser padre de tres hijos hermosos, de tener mi familia, de tenerlo todo.

No sé cómo seguirá esta historia, cómo se acomodarán las fichas en ente acertijo, tampoco quiero pensarlo por el momento, solo sé que probar el sabor de Leonor fue para mí un volver a empezar, es que ahora ella se ha transformado en mi oscura obsesión.

Si te gustó esta historia puedes escribirme con título MI OSCURA OBSESION a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

 

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