Relato porno: Rosas negras… y me fui convirtiendo en su puta

PARTE 1 DE 2

Era una veinteañera un tanto tonta e inocente, a pesar de la liviandad con que los chicos de mi edad tomaban el sexo yo era un poco más a la antigua, no me acostaba con cualquiera, no en la primera cita, ni en la segunda, mi madre siempre me había inculcado la forma en que debía ser con los hombres y para ser honesta, el sexo no era lo que me movía en esos días.

Sabía que era lo suficientemente llamativa para que los chicos suspiraran por mí, con una figura un tanto privilegiada, de lindos pechos y atractiva cola, además de un rostro bonito, pero lo mío definitivamente no iba por ese lado.

Había tenido un par de novios de relaciones inmaduras, y Alberto, parecía ser el indicado en ese presente, tenía mi edad, un gordito dulzón con una calvicie incipiente que siempre me complacía en mis berrinches.

Yo soñaba con ser una mujer importante, dejar una huella, muy metida en cosas de igualdad de género, patriarcado, los problemas a los que nos vemos sometidas las mujeres y esas cosas eran el motor de mi vida.

Mis padres adoraban a su niña inteligente, los ideales que defendía, un mundo de ensueño y Alberto, mi novio, parecía hecho a mi medida.

Mi universo era perfecto, y regalaba sonrisas a quien quisiera tenerlas.

Día a día iba a la facultad, era mi rutina, Alberto estudiaba filosofía y estábamos en el mismo complejo universitario, y aprovechábamos a cruzarnos cuando nuestros horarios coincidían, generalmente íbamos al gran bar que estaba en el centro del complejo donde era habitual ver a chicos y chicas de las más variadas carreras.

Ese año comenzaría diferente, en el receso se habían hecho varias reparaciones edilicias y justo con el bar estaban retrasados, las clases habían empezado, pero el bar estaba clausurado en plena reestructuración.

Fue de casualidad, ese atardecer entre clase y clase me fui a un sitio a comer algo, estaba a un par de cuadras, no gozaba de muy buena reputación, pero era lo único cercano que me permitía estar de regreso a tiempo.

Recuerdo que ese día estaba con un vestidito floreado en tonos de azules y blancos que me llegaba a los tobillos, con una amplia zona elastizada en la cintura, con tiradores, tenía también una remera blanca que dibujaba la naturalidad de mis pechos, o sea, era solo una chica como tantas. Llegué con mis carpetas tomadas por mi brazo derecho, usando mi cadera como natural descanso para las mismas, al entrar supe que estaba en el sitio equivocado, pero ya había ingresado.

Me senté en la barra, cerca de la puerta de ingreso, pedí un sándwich y un agua sin gas y mientras esperaba observé con disimulo un lugar lúgubre, a media luz, donde no podía casi delinear los rostros de los casuales comensales.

Abrí una de mis carpetas mientras esperaba el pedido, empecé a repasar la futura clase que tendría y me abstraje del entorno.

De repente, alguien se acercó por mi derecha y me dijo

Buenas tardes señorita, el señor Cervantes le agradecería cinco minutos a su mesa

Confieso que me asustó, puesto que no lo vi llegar, un tipo gigante que medía como dos metros, sumamente musculoso vestido impecablemente en traje negro, no entendía nada. A mi lado, mientras hablaba dejó una rosa negra, perfumada, muy rica, y confieso que sentí curiosidad, miré al fondo del lugar, pero la poca luz me impedía ver nada.

El tipo se quedó a mi lado, como una estatua, esperando mi respuesta y la intriga femenina pudo demasiado, me paré, tomé mis apuntes y le dije al mozo que aún no me trajera el pedido, el hombretón me pidió que la siguiera.

Llegamos casi al final, había una mesa enorme, un tipo de unos cincuenta o sesenta años estaba disfrutando un gran plato de carnes y ensaladas, muy concentrado en lo que comía, casi sin mirarme en detalle, a su izquierda, parado otro gorila enorme como el que me había venido a hablar, que se yo, la imagen se me hizo intimidante, sonaba muy a películas de mafiosos y una estridente tormenta en truenos y relámpagos que acababa de desatarse en el exterior daba un toque más lúgubre al encuentro.

Sentate, por favor, ponte cómoda, tu nombre? – dijo el tipo casi sin mirarme, peleando con una pata de pollo que se resistía a ser engullida

Priscila – respondí en un tímido balbuceo

Priscila, bonito nombre, quieres tomar algo? beber algo?

No, no, gracias, está bien…

Ah! por favor – respondió levantando su mirada y clavándome sus ojos almendras, para luego dirigirse a uno de los custodios – dile al mozo que traiga la especialidad de la casa, para la dulce Priscila

Yo no entendía nada, y no quería nada, solo estaba incómoda y ansiosa al mismo tiempo, el viejo empezó a hablar, Antonio era su nombre, solo me decía que era muy bonita, que me veía especial, y que esto y que lo otro, y que tenía algunas ideas para mí, propuestas, futuro, hablaba de todo sin decir nada. De repente la alarma de mi celular me hizo saber que era hora de volver a la clase, y le dije a Antonio que le agradecía por todo, pero que no alcanzaba a comprender de que se trataba todo el enredo.

No importa, – dijo él – cada jueves puedes encontrarme en este sitio, a esta hora, tengo buen ojo y no creo haberme equivocado contigo.

Levantó la cabeza por sobre mi hombro y viendo que afuera seguía lloviendo le dijo a uno de sus custodios

Ángelo, lleva a la niña donde te indique, no queremos que se moje.

Yo me negué con gratitud, pero el insistió, y fue así como llegué a la facultad en el asiento trasero de un lujoso Audi ante la mirada atenta de los casuales extraños, apenas con mis carpetas en la falda y una hermosa rosa negra que cuidaba con recelo.

Toda una semana estaría reviviendo esos minutos, con demasiada expectativa, con demasiada incertidumbre. La rosa negra estaba en un lindo florero contra la ventana de mi cuarto, donde la miraba día a día, con su tallo en el agua, viendo como tomaba la luz del sol, se nutría, como se fue abriendo, y cuando los pétalos empezaron a caer sobre la mesada ya sin vida me di cuenta que de la misma manera que a la rosa se le terminaba su tiempo, lo mismo me pasaba a mi para tomar una decisión.

Es que esa historia me intrigaba, me encantaban los temas de relaciones entre hombres y mujeres, en definitiva, era parte de mi estudio, de mi futuro.

No pude hablarlo con mis padres, si Antonio era un tipo de la misma edad, menos con Alberto, mi novio, que hubiera pensado? Decidí que yo misma debía hurgar de que se trataba si quería armar el rompecabezas.

Una semana después, volvería a ese lugar, tan casual como la primera vez, con un jean azul y una camisa negra, nada llamativa, pero la historia volvería a repetirse, una nueva rosa negra, pero esta vez, de la mano del mismo Antonio, quien me dijo

Sabía que vendrías, vamos, quiero mostrarte algo

Fuimos a su coche, ambos al asiento trasero y los gorilas al frente, era loco había leído miles de historias de chicas confiadas que invadidas por la confianza y la intriga se habían perdido con desconocidos y había aparecido muertas, violadas, mutiladas, otras que jamás volvieron a saberse de ellas y seguramente estarían en algún lejano mercado de prostitución y ahora, ahora yo misma me sumergía en esa locura.

Viajamos un poco, había dado por perdidas mis horas de cátedra de esa tarde, llegamos a una mansión que parecía un palacio, dejamos el coche, el verde césped llegaba más lejos que lo que alcanzaba a ver en el lejano horizonte, Antonio me invitó a pasar, una ama de llaves me ofreció algo de beber tratándome de ‘usted’ situación que me causó mucha gracia.

Recorrimos el lugar, y de repente nos quedamos en el amplio salón central, Antonio, con sus brazos por la espalda, mirando por un enorme ventanal, con la vista perdida en la nada me dijo

Bueno Priscila, como habrás notado soy un hombre solitario, tengo dinero, tengo poder, pero en el fondo no tengo nada

Yo saboreaba un jugo de naranjas exprimidas sin entender aun el juego.

El me siguió explicando sus intenciones, hasta que finalmente me disparó

Priscila, quiero que seas mi puta

Esas palabras me sonaron ofensivas, hubiera imaginado cualquier cosa menos eso, pero estaba loco este hombre acaso? si justamente me proponía ser lo que siempre había odiado!, ¡yo no era esa! no, claro que no!

Le dije que no, acaso por quien me había tomado, se había equivocado conmigo, si quería una puta, tenía demasiadas dispuestas a complacerlo.

El me miró entonces y me respondió

Con dinero es fácil, todas hacen lo que quiero por dinero, pero eso no tiene sabor, el desafío, la adrenalina, el placer, la lujuria es corromperte, quebrarte, hacerte mía y que tu voluntad sea la mía

Le pedí que me llevara de regreso, esto había terminado, no había retorno, fin de la historia

A la noche, antes de ir a la cama, después de darme una ducha, acomodé las cosas para el día siguiente, y entre los libros cayó al suelo la nueva rosa negra que había quedado olvidada entre mis cosas, estaba maltrecha, me dio pena y la puse en el florero cerca de la ventana.

Y cada mañana, cuando abría mis ojos, ella me observaba en silencio y me hacía recordar y revivir una y otra vez todo en mi cabeza, mi mundo estaba patas para arriba, porque desde que Antonio había aparecido en mi vida no hacía otra cosa que pensar en él, estaba abstraída, rara, intrigada, enojada conmigo misma por sentir que la situación estaba fuera de control.

Y no tardaría en tropezar nuevamente con la misma piedra.

Todo empezaría ese jueves, con mi nuevo encuentro, el hizo un llamado apenas me vio y en segundos partimos para su domicilio, llena de dudas, estaba loca, pero debía saber de qué se trataba el juego.

Fuimos a su cuarto, ese dormitorio tenía las dimensiones de toda la casa de mis padres, sobre la cama, decenas de rosas negras descansaban dando un aroma especial a todo el lugar, Antonio me hipnotizaba con su mirada, con sus palabras y poco a poco sentí que empezaba a perder el control sobre mí misma. El apuró el juego, abrió su amplio guardarropa, buscó un poco y sacó un trajecito de estudiante, cubierto por un largo celofán transparente y dijo alcanzándomelo

Creo que es tu talla, asumo que te quedará muy bien.

Yo no voy a ponerme eso! – respondí muy segura de sí misma y con un enfado notorio

Antonio solo dibujó una sonrisa sarcástica en sus labios y respondió

No me tardo, voy por una copa

Y solo se retiró cerrando tras sus pasos las puertas del dormitorio.

Me quedé sola en el silencio, la luz del sol que ya caía por el horizonte entraba por el ventanal dando un tono rojizo naranja a toda la habitación, me quedé mirando la ropa que me llamaba sobre la cama, y no sé, sabía que ponerme eso sería la peor de las decisiones, no sabía por qué lo hacía, solo esto era más fuerte que yo y mi corazón palpitando con fuerzas me invitaba a avanzar.

Dejé mis prendas a un lado y me vi completamente desnuda, me subí una colaless casi hilo dental, la sentí acomodase entre mis nalgas y cuando el roce del delgado cordel acarició mi esfínter sentí una rara sensación, jamás había usado este tipo de ropa interior, el sostén era dos tallas menos que el que necesitaba, casualidad? no sé, lo cierto es que mis tetas se vieron de golpe como dos globos enormes que se elevaban directo a la provocación, una simulada camisa con corbatín intentaban apagar el incendio que daba mi imagen, medias de red llegando bien arriba en mis muslos, mierda, me veía de verdad tan puta, la corta pollera escocesa y tableada con cuadros apenas tapaba la mitad de mis nalgas, una botas altas de finísimos tacos, más propia de una puta de cabaret que de alguien que intentaba dar la imagen de una inocente estudiante completaron el cuadro.

Me miré al espejo, nunca me había imaginado a mí misma así, vestida como una puta, acaso estaba loca? pero si era por lo que siempre había luchado! y mis ideales, y mis convicciones?

Dije que no, esta no era yo y decidí desandar el camino, pero justo en ese momento la puerta se abrió y ese hombre se quedó paralizado con lo que recibió su vista.

Me sentí cohibida, con vergüenza, propia de una chica decente que estaba con un extraño vestida como una puta, me quise morir y sentí mis cachetes ponerse rojos como un tomate, entonces empezaría el principio de mi final.

Antonio cerró la puerta tras sus pasos y dejó el vaso de lado, murmuró

Sabía que no me equivocaba contigo…

Vino muy cerca, demasiado, casi pegado giró en mi rededor, me sentí una tonta gacela que estaba entregada a su leopardo, creo que la piel me tiritaba por nerviosismo, y esperaba cualquier cosa, un beso, una caricia, menos lo que haría entonces.

El se sentó al borde de la cama y me arrastró a su lado ciñéndome por el ante brazo, fue tosco, pero casi como que me tiró sobre sus faldas, quedé recostada culo para arriba, con mi cabeza colgando a un lado y mis rodillas al otro, lo sentí levantar mi corta falda, yo estaba muda, inmóvil y fue cuando recibí una fuerte nalgada

Niña sucia! – exclamó

Y siguió otra, y otra más, y en cada golpe un contenido quejido escapaba de mis labios, pero diablos! me encantaba! y me descubrí que poco a poco me mojaba toda y que mis pezones se afiebraron con locura,

Me hizo parar nuevamente, sacó entonces el cinto que sostenía sus pantalones, lo pasó por mis muñecas atando mis manos, una con otra, y luego amuró el otro extremo a un candelabro de la pared, como explicarlo…

Solo me quedé de frente a la pared, con mis brazos atados y casi colgada como una res en el matadero, indefensa, entregada, casi haciendo equilibro sobre la punta de esas botas.

El vino por detrás, lo sentí venir, y siguió con esas nalgadas tan rudas como calientes, mis quejidos contenidos ahora eran lanzados al aire con calor, me moría…

relato rosas negrasEntonces solo lo hizo, por detrás, corrió la tanga y me llenó la conchita con su pija, diablos, solo me cogió muy rudo evidenciando que todo el juego también lo tenía perdido, una de sus manos se aferraba a mi hombro y la otra descansaba en la pared para mantener el equilibrio, solo me cogía, solo se saciaba, solo se sacaba el calor de hombre conmigo, áspero, desprovisto de sentimientos y me dí cuanta que estaba rendida a sus pies, no podía pensar en otra cosa que no fuera complacerlo, ser su hembra, su fetiche, lo sentí llenarme de leche, me encantó, para reposar su frente transpirada en mi espalda.

Cuando terminamos, me dijo que me cambiara y no me preocupara por esas ropas, el momento ya había pasado.

Fue por su billetera y me quiso dar varios billetes, le dije que no, que yo no era una puta, pero él tomó mi mano e insistiendo dijo

Lo sé, jamás le pago a las putas por sexo, yo te estoy haciendo un obsequio para que seas solo MI puta

Diablos, de donde había salido este hombre, me quemaba mirándome fijamente con esos ojazos almendra, y solo acepté su regalo.

Uno de sus choferes me llevó a casa de regreso, le indiqué que me dejara a un par de cuadras de casa, no quería que me vieran por el barrio en ese ostentoso auto importado. Mis padres estaban terminando de cenar, solo los saludé cortésmente y fui a encerrarme a mi cuarto, la marchita rosa negra ya sin vida fue reemplazada por una nueva, fresca, perfumada, me tiré sobre la cama y me perdí en mis pensamientos, yo, la mujer que iba a cambiar el mundo, la de los ideales, la inquebrantable, había caído como la más tonta de las principiantes.

Ese extraño se había clavado como una daga entre mi razón y mi pasión, que estaba haciendo? me preguntaba una y otra vez, seguía tirada en la cama como una tonta, mirando en la penumbra del cuarto mis apuntes de facultad que descansaban desordenados a un lado, al otro, la rosa negra resplandeciente bañada por la luz de luna que se colaba por la ventana trataba de acaparar todos mis pensamientos, repasé todo lo vivido, empecé a acariciarme los pechos, recordé que no había querido ducharme, mi concha y mi ropa interior estaba aún llena de su semen, y tenía un nauseabundo olor a pecado que me excitaba demasiado.

Llevé mis dedos a mi entrepierna y aun sintiendo sus nalgadas tuve un furibundo orgasmo antes de quedarme dormida.

PARTE 2 DE 2

En los siguientes meses las cosas cambiarían poco a poco, casi sin darme cuenta, mis visitas con Antonio se hicieron más y más seguidas y él me contó mucho de su vida, me llenó de dinero, me dio las llaves de su casa, pero solo me dejaba saber lo justo y necesario, a decir verdad, en el fondo, en cosas importantes, ese hombre seguía siendo una verdadera pesadilla, a que se dedicaba? de dónde venían sus ingresos? familia? el solo parecía ser un lobo solitario olfateando a su presa y que decir, me cogía de una manera tan loca, mezclando dolor con placer, que solo me encantaba y no podía evitarlo, los disfraces se hicieron moneda corriente, las nalgadas, las esposas, látigos, cuero, mordazas y solo caí presa de lo que tanto me había opuesto en mi vida

Poco a poco tener sexo con Alberto, mi novio, se sintió desabrido, y cuando él me penetraba cerraba los ojos e imaginaba que ese hombre mayor me lo estaba haciendo, animal, salvaje. La desconexión con mi pareja de esos días fue más y más notoria, las marcas en mi cuerpo no ayudaban para dar explicaciones que no estaba dispuesta a dar.

Terminamos, lo corté

Cada vez pasaba más tiempo en la casa de ese desconocido, apenas si seguía con la facultad, apenas si dormía en mi cuarto, solo me encargaba de cambiar todas las semanas mi rosa negra. Antonio era muy complaciente conmigo, es que yo le era totalmente sumisa a sus locuras, su sexo no tradicional siempre venía de la mano de torturas y castigos y había muchas cosas que me intrigaban, pero nada como el sótano, no porque fuera un sótano especial, sino porque era al único sitio de la casa que no podía acceder, la puerta se abría con un código de seguridad que solo él conocía y cuando yo le preguntaba me decía que aún no estaba lista, algún día, pero no todavía, y los secretos me desvelaban, pero así era él.

Y tal vez esperaba muchas cosas de ese degenerado que me enloquecía, pero, nunca hubiera imaginado la manera en cómo empezarían a torcerse las cosas.

Antonio me llamó esa tarde, me dijo que necesitábamos hablar, que no fuera a la facultad, que mandaría a su chofer por mí, yo estaba casual como siempre, pero no tenía la menor idea de sus intenciones.

Al llegar, me dijo que me dirigiera a uno de los salones laterales de la casa, pero mi sorpresa fue que mi hombre no estaba solo.

Antonio estaba vestido de manera impecable, con un fino traje negro, camisa y corbata del mismo color, sus cabellos estaban engominados, sentado tras su enorme y opulente escritorio, con un puro en una mano, y un vaso con wiski en la otra, con sus gorilas ladeándolo como estatuas, inmóviles, casi sin respirar, había tres tipos más en el lugar, tres desconocidos, uno en particular llamó mi atención por lo negro de su piel.

Ella es de quien te hablé – dijo Antonio señalándome con el puro –

Ella es qué? – pregunté intrigada

Shhhh!… – me respondió él – vos habla cuando yo te diga que hables

Uno de los tipos me miraba de arriba a abajo, como si estuviera en un remate de prostitutas del montón

Vos decís? ella? te parece? – dijo en tono desconfiado mirando a Antonio

Alguna vez te falle? – retrucó mi amante – ya terminó su entrenamiento

Entrenamiento? de que hablaba, de que se trataba?, fue cuando me miró fijamente, con esos ojos almendra y sentenció

Priscila, le he habado a estos caballeros muy bien de vos, necesito por favor que te desnudes

Sus palabras sonaron como si me hubieran arrojado un balde con agua fría, desnudarme? delante de los desconocidos? acaso era una broma? y en el fondo el problema era que ese hombre ejercía en mi un poder hipnótico, yo no tenía voluntad, yo solo era su marioneta, él movía los hilos a placer, estaba encerrada en esos pensamientos cuando dijo

Vamos preciosa, solo no te quites esos zapatos tacos alto, me gusta cómo te quedan

Antonio me miraba con recelo, sin quitarme esos ojos de encima y esos ojos eran mi perdición, le devolví la mirada olvidándome del entorno, solo el solo yo, botón a botón fui soltando la camisa, la dejé correr por mis brazos al piso, solo me quedé con el sostén, llevé las manos a mi espalda para soltar el gancho, en un abrir y cerrar de ojos mis pechos estaban desnudos, una sonrisa macabra se dibujó en su rostro invitándome a seguir. Abrí el cierre de la pollera y con un poco de esfuerzo también fue al piso, solo me quedaba la tanga y los zapatos altos. Pasé mis pulgares a los lados de la cadera, enganchando los elásticos para quedarme como había venido al mundo, nada me importaba, nada me daba más places que no tener voluntad propia cuando estaba con él.

El resto solo me observaba, sin decir palabras, Antonio entonces hizo una seña y el hombre moreno a su orden desnudó su pene, grande, grueso, me dijo que se lo chupara como una buena puta

Me arrodillé a sus pies, pero él me dijo que no, así no, que me pusiera en cuclillas, sobre mis zapatos tacos altos, para que el dolor se colara en mis huesos. Lo hice, mi peso era demasiado para mis adoloridos pies, los tacos parecían clavarse en mis talones, solo cerré los ojos y empecé a chupársela a ese desconocido.

El negro me tomó con fuerza por la parte trasera de mi cabeza e intentó metérmela más profundo de lo que podía tolerar, protesté en forma airada, tenía más de veinte centímetros de verga el animal, pero al otro lado del escritorio donde todo veía Antonio, me dio que me callara, y que en verdad lo hiciera.

Solo cerré mis ojos, relajé mi garganta y empujé, empujé tan adentro como pude, sintiendo que mi garganta se dilataba toda, por completo, hasta llegar con mis labios a su pubis y si glande en mi esófago cortando mi respiración, diablos

Estaba concentrada en mi juego, con mis pies adoloridos, mis ojos cerrados y esa verga enterrada en mi boca, sabiendo que solo complacía a Antonio, que todos me miraban y que era solo una chica desnuda alimentando las fantasías de esos extraños.

Me sentí caliente, centro de atención, dueña del juego, más chupaba y más sentía mis flujos chorrear entre mis piernas, y más sentía calentarme más ganas de chupar tenía.

De pronto, alguien me tomó de los cabellos sacándome de cuadro, en su mano libre tenía una mordaza y ante mi limitada resistencia la puso en mi cabeza, como si fuera ganado, asegurándose que el gran anillo central me impidiera cerrar la boca, sentía el corazón parecer saltar de mi cuerpo y solo esperé a ver como seguiría el juego.

Aún estaba en cuclillas con mis talones al límite de lo posible, ellos me rodearon, sacaron su sexo y solo los vi masturbarse en derredor, uno se acercó, llevó su pija al borde de mis labios abiertos y empezó a descargar su semen en mi boca, varios chorros, cortos y espesos, apuntando con cuidado por el centro de la abertura. Yo no podía hacer nada, más que entregarme.

Vino el segundo, un tanto más tosco y con un amargor casi al borde de la repugnancia, y su leche empezó a mezclarse con la que aún tenía dando vueltas por mi lengua, tuve que empezar a tragar como pude hacerlo, el tener la boca abierta me dificultaba hacerlo, y en eso llegó el negro, tenía una maldita ametralladora que solo acababa y acababa, más rápido de lo que podía tragar hasta empezar a chorrearme, y por último el otro gorila.

Cuando todo había terminado, Antonio vino aplaudiendo con cadencia sus manos, como aprobando el espectáculo, entonces me tomó por las manos y me colocó unas esposas, me llevó a un amplio ventanal, abrió los cortinados, levantó mis brazos y los amuró junto a las esposas al barral superior.

Ahí me dejo, expuesta a los vidriados, haciendo equilibrio entre mis brazos esposados, mis tacos altos, mi boca amordazada, completamente desnuda.

Él se puso a hablar de negocios, entre risas y temas de hombres, estaban muy contentos, y yo ahí, olvidada a mi suerte.

Tiempo después ellos se fueron, Antonio solo me miraba de reojo cada tanto sin decir palabra, solo era como que estuviera en medio de un examen, el seguí en su escritorio, con sus cosas, detrás de su notebook casi sin darme atención.

Después de cuatro horas colgada como una res estaba al límite de mis fuerzas, mis pies no podían más, mis piernas estaban durmiéndose en interminables pinchazos y hormigueos y mis brazos solo colgaban sin fuerzas. Mis mandíbulas acalambradas, enyesadas, inertes, la saliva chorreaba desde mi boca y solo sabía que nada podía decir. Cuando Antonio vio que me estaba orinando ahí mismo, en ese lugar, cuando sintio ese chorro corriendo por mis piernas, solo ahí, pareció conformarse y vino a soltar las esposas, y si él no me sostenía terminaba tirada en el piso.

El entonces me contuvo, me llevó en brazos a un amplio sofá y fue por una exquisita bandeja repletas de frutas de estación cortadas en prolijos trozos, me alimentó con su mano y me volvió a hipnotizar con sus ojos almendra.

Una nueva rosa negra al borde de mi ventana me recordaba quien era ahora, estaba cambiada, mis padres no entendían, ahora era una chica dark y poco a poco adopté el negro y el látex como mis favoritos. Antonio entonces me invitó a convivir en su casa, sin relación, si nada, solo un cuarto para mí.

Más pasaban los días y más sumisa a ese hombre me hacía, mi voluntad era su voluntad y yo jugaba su juego.

El día de mi cumpleaños tuvimos una velada romántica, muy empalagosa bajo la mirada de la luna, entre luces de velas y copas de vino.

Cuando terminamos, me dijo

Ven, como obsequio quiero que conozcas algo.

Me tomó de la mano y me llevó al sótano, no cabía en mi cuerpo de la curiosidad, los pitidos de la contraseña fueron sonando y al final la puerta misteriosa se abrió, la luz se encendió y entonces vi cosas que solo había visto en retorcidas películas, elementos de torturas por doquier, camas, caballetes, cepos, esposas, máscaras, collares, látigos, y sería imposible enumerar todo lo que ese sitio escondía.

Entonces, me miró bajo el portal de la puerta de entrada

Mañana vendrán algunos amigos, y podremos divertirnos acá, que te parece?

Asentí con la cabeza, y además le dije muy segura de mí misma

Antonio, quiero complacerte, quiero que me castigues y me dejes acá encerrada, hasta mañana

Ya no parecía cuerda con mis locuras, el solo me acarició los cabellos y me dijo

Ok, si es lo que quieres… desnúdate y ponete algo de cuero que te quede bien

Me desnudé entonces y tomé algunas correas de cuero que me hacían ver muy sexi, con unas botas charoladas por encima de las rodillas, con unos tacos finísimos muy estilo gatúbela.

Fue por unas nuevas esposas, lo dejé que la pasara por mis muñecas y volvió a sujetarme en un puntal que estaba adherido a la pared, me dio un beso profundo, caliente para luego cubrirme la vista con un antifaz.

Falta un detalle – me susurró al oído – y lo sentí alejarse

Minutos más tarde percibí el fuerte, dulce y conocido aroma de las rosas negras, lo sentí dejar un florero cerca mío y se despidió, tras lo cual sentí sus pasos, la luz apagarse y la puerta cerrarse.

Priscila, Priscila, en las cosas que te metes… me dije a mi misma, ahí me quedé sola, esposada, en la nada misma del universo, en el más absoluto silencio, en la más absoluta oscuridad, agudizando mis oídos, sintiendo mi cuerpo desnudo, solo el aroma de las rosas eran mi única compañía.

El sueño empezó a vencerme, solo que era imposible acomodarme en esa posición, como pude me recosté contra la pared y solo así logré descansar un poco, por minutos, intermitente.

Estaba perdida en tiempo y espacio, adormecida, cuando sentí que la puerta se abría nuevamente, supuse que estábamos al inicio de un nuevo día, Antonio vino a mu encuentro, sus labios acariciaron los míos y me dio a tomar agua, escuché palabras de otros hombres murmurando y la forma en que mi loco amante les contaba parte de mi historia, y fue hora de mi ansiado premio

Alguien vino por detrás, sentí unas manos en mis glúteos y de repente me metieron una verga entre mis piernas, empezó a cogerme como animal, con fuerza, con cero amor, yo gemía colgada por mis manos, con un placer inenarrable al no poder ver y sentía como un extraño se enterraba en mi sexo sacando lo peor de mí, y lo mejor, saber que Antonio estaba ahí, viendo todo, observando a la criatura de su creación.

Lo sentí llenarme de leche, y dar paso a otro, y luego otro y otro más, no sabía cuántos eran, ni quienes, solo lo sentían venir por mi como una jauría de perros sedientos por sexo, me penetraron sin contemplación, y mi sexo, después de horas terminó siendo un crisol de leche, quedé hastiada de placer.

Después de esa mañana llegarían diez años frenéticos en mi vida, viví de lleno el mundo del bdsm, probé torturas de edad media, atendí a muchos caballeros y a muchas damas, fui a reuniones nocturnas de gente con dinero, donde solía servir copas totalmente desnuda, entre parejas que lucían perfectamente vestidos, donde todo se mezclaba con todo, donde todo se permitía, todas la bajezas sexuales imaginadas, noches de bailes de máscaras donde se terminaba enredada en interminables orgías con extraños, poco a poco me hice mi lugar y de ser una más llegué a ser la reina.

Sufrí mucho con la partida de Antonio, murió joven, pero vivió cada día de su vida, se dio todos los gustos, pero los excesos nunca son buenos amigos y el no hacía caso a los médicos, cigarros, alcohol, comidas, mujeres.

Hoy tengo el mejor de los recuerdos y soy la arcilla modelada por sus manos, tomé mucho de él y formé mi propio imperio, noches secretas de gente de poder, invitados, cómplices, solo es parte pertenecer a la selecta cata de un club para pocos, el club Rosas Negras.

FIN

Si te gustó esta historia puedes escribirme con título ‘ROSAS NEGRAS’ a dulces.placeres@live.com


Imagen únicamente de caracter ilustrativo para este relato erótico…

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